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El sol desciende entre los árboles muertos de las Tierras Fantasma. A medida que pasan los minutos, los escasos seres vivos que aún habitan el bosque maldito desaparecen. Las escasas luces se desmoronan, y las tinieblas y el silencio se convierten en los reyes de la escena.
La sombra de la noche extiende su manto sobre una tierra que antaño fue diferente. Donde había belleza y naturaleza, ahora solo queda misterio... y terror. El ocaso sólo deja la paz de los muertos, y una calma que sólo unos pocos saben disfrutar.
Un elfo camina sin rumbo aparente, vestido con una túnica y capuchas rojas. Una vez el color rojo significó algo para él. Hoy, decora sus ropajes con cristales viles y símbolos de calaveras y muerte. Este elfo, se llama Tersilav.
En un determinado momento de su vida, se obsesionó con el equilibrio entre la Luz y la Sombra. Cuando la Luz acapara toda la escena, la Sombra debe actuar en respuesta. En este mundo coartado por los ideales de la caballería y el honor, aquellos como él son tratados como basura.
"Estúpidos.", así considera Tersilav a los que desprecian sus ideales. "No hay peor ignorancia que rechazar algo de lo que no sabes nada."
Tersilav reflexiona sobre su futuro y metas sentado sobre un roble caído. Absorto en sus pensamientos, un pequeño ruiseñor lo despierta y devuelve a la realidad. Esta pequeña ave nocturna le sostiene la mirada, hasta que el elfo capta el mensaje.
"Los gorriones siempre traéis malos presagios. Esperaba no veros a ninguno esta noche..." comenta, mientras empieza a escudriñar con magia su alrededor. Detrás de un grupo de árboles detecta una presencia familiar, la de un Tauren que lleva persiguiéndole mucho tiempo.
Ni corto ni perezoso, no trata de aprovechar la ventaja de que este aún no se sabe descubierto. Habla dirigiéndose de forma obvia hacia él: "Hueles a cuadra, toro. Estoy harto de que no te duches ninguna de las veces que vienes a verme."
Enfurecido por la provocación, el tauren de pelaje oscuro abandona su posición para cargar con un rugido. Hacha en mano, corre catapultado dispuesto sin piedad al elfo. Sin embargo este no mueve ni un dedo y, sin embargo, sonríe.
A pocos metros de poder alcanzarle, la mole tropieza hasta caer a los pies de Tersilav. Ahora se retuerce en el suelo, dolorido mientras se sujeta el estómago. "No sé cuantas veces lo has intentado ya. Estoy cansado de que intentes matarme por algo que no fue culpa mía."
Tersilav no gusta de recordar su historia con el tauren, llamado Halian. Y no dispuesto a dejarse amedrentar, no lo hace. Tan solo refuerza la maldición que sostiene sobre el toro, hasta que los quejidos se convierten en gritos a pura voz.
"¡Por favor, cállate ya!" grita Tersilav, molesto. Halian empieza a ser un incordio, y no puede permitirse que aquel tauren estropee sus planes de futuro. Lo mira, y luego al ruiseñor que contemplaba la escena, y visualiza su idea. "Voy a castigarte por esto y, a su vez, recompensar a mi pequeño salvador..."
Entonces, saca las pocas gemas de alma que aún guarda y empieza a conjurar un ritual para intercambiar las almas de los dos seres. "Ahora, sustituiré esos mugidos por el canto de un ave hermosa. Tú, en tu nuevo cuerpo, podrás practicar y, tal vez, algún día, me de por devolverte el cascarón..."
Dicho y hecho. Haciendo alarde de los conocimientos aprendidos durante años, arrancó el alma de ambos seres para intercambiarlas de cuerpo. El ruiseñor, ahora tauren, se incorpora, confundido, con un cuerpo ya libre de la maldición de Tersilav y trata de balbucear. Halian, por su parte, huye tropezando con los árboles en su nueva forma. Tersilav sonríe, esperando no volver a verlo nunca más.
"No hace falta que intentes hablar, Gorrión." dice, mientras se acerca a su compañero animal. "Date un tiempo para acostumbrarte a lo que te he dado. Algún día, cuando hayas aprendido a usar este regalo, quizás vuelva a necesitar tu ayuda." El animal no comprende sus palabras, pero a Tersilav eso le da igual.
Tersilav usa las últimas energías que le quedaban para alterar los recuerdos y la mente del gorrión, ahora en posesión del cuerpo del guerrero toro. Como Tersilav conocía personalmente a Halian, le proporciona al ruiseñor con cuerpo de tauren una nueva identidad, basada en la historia del primero, no sin antes suprimir los detalles sobre su venganza contra el elfo.
De esta forma, volverá a los "quehaceres" de su anterior dueño, y acostumbrará a la nueva alma al potencial del guerrero, de forma subconsciente. La energía oscura finalmente satura el cuerpo del tauren, y cae al suelo aturdido.
En la mañana, un gorrión despertará creyéndose tauren, y pasará de no tener una identidad a apropiarse de un nombre. Hasta el día en que su dueño vuelva a reclamarle.
Tersilav abandona la escena exhausto y apoyado en su bastón, pero satisfecho con la resolución de los hechos. Con Halian reducido a la forma de un ave y un involuntario pero nuevo aliado en Kalimdor, puede viajar tranquilo hacia las Tierras Altas Crepusculares.
Encontrar a la Dama Umbría, Shiannas, es, por fin, su principal objetivo.