El camino hace al caminante, el caminante se deshace en el camino
Mi nombre es Frenhan Carcajvacío, soy un Enano Hierro Negro cuya lealtad pertenece a la misma Moira Barbabronce que consiguió sacar a mi clan de una época oscura en la que muchos siguen sumergidos a golpe del Martillo Crepuscular. La voluntad y el coraje de nuestra líder, nos ha brindado esperanza y la posibilidad de construir un futuro desde la hermandad y la libertad.
Mi hermano mayor murió en los ataques a Forjaz y Grim Batol tras la guerra de los tres Martillos. Nunca lo conocí. Pero por las historias que mis padres me contaron de él siempre fue un hombre de guerra, un soldado, hosco y fuerte, capaz de servir su espada y su vida por el bien de su clan. Acribillado por los montaraces, me gusta pensar que su sangre recorre las nevadas sierras de Forjaz, como un legado eterno, un camino a seguir. Su muerte, siempre me marcó un camino, y sentí por muchos años, la obligación de seguir sus pasos, y sus ideas.
Mis padres vieron temblar el mundo con la llegada de Ragnaros, ser al que Thaurissan abrió las puertas de su nuevo hogar en las profundidades de Crestagrana ante el crepitar de las tropas que venían a segar nuestras vidas en respuesta a los ataques en los que mi hermano participó. Desde ese momento, las vidas del clan estuvieron en las manos del Señor del Fuego. En las profundidades de Roca Negra mis padres sirvieron a la causa. Mi madre, una consumada hechicera trabajó para Ragnaros doblegando a los elementales y ayudando en la forja de armas de destrucción. Mi padre, cazador y rastreador desde sus orígenes, recorría las Estepas y Crestagrana, cazando y explorando, suministrando carne, e información. Él fue quien decidió quitar la espada de madera de mis manos y cambiarla por un arco, (que más tarde se convertiría en un arcabuz), cuando aún de cachorro, pretendía recorrer el mismo camino que mi hermano. Al crecer empecé a salir junto a él en sus cacerías y expediciones aprendiendo del mejor, las artes del rastreo, la orientación, el desuello, y la caza. Mi padre estuvo ahí los mejores momentos. Cuando abatí mi primera presa, cuando preparé mi primera trampa, o cuando tras pelear por una presa con una manada de canes oscuros, encontré a Crestaroja, una cría que creció junto a mi, y que a día de hoy sigue caminando junto a mi, aunque esa es otra historia…
Desgraciadamente, también yo estuve presente en uno de los peores momentos de mi padre. Una fría tarde otoñal, en la que apenas había empezado a despuntar el ocaso un silbido pasó acariciando mi oreja y se materializó en una herida sangrante en el pecho de mi padre. Lo primero que vi fue caer su arco al suelo. La sangre empezó a rociar el bosque. Cayó de rodillas y dirigió su mirada a mi, intentando esbozar las que serían sus últimas palabras…
-Frenhan…lo siento… te he tratado de apartar de la guerra… estaba buscando un fut… - una segunda bala atravesó su boca y sus palabras que se congelaron en la eternidad. Incapaz de reaccionar, en estado de shock sentí como una red me cubría por completo.
-Muere traidor… Nadie se va con la Hermandad del Torio, desde luego no con vida.- Las palabras provenían de un soldado de mi clan, y tras las mismas un martillazo me dejó inconsciente sobre la maleza.
Al día siguiente mi padre era el peor de los traidores, y yo estaba siendo juzgado y no ajusticiado, gracias a la influencia que mi madre había ido albergando como hechicera de cierta reputación. Nunca la vi llorar por la muerte de padre, pero sí estallar de rabia al sentirse traicionada.
-¿Te ibas a ir con él? ¡¿Con él?! ¿Qué pasa con todo lo que hemos construido aquí? Tengo una posición, disfruto con mi trabajo, tengo poder.- Sus ojos desorbitados me miraban incandescentes y palpitantes. Nunca me había fijado en el aura de oscuridad que rodeaba a mi madre, y me dolía, porque era evidente, allí estaba, su olor, su expresión, su color, su rabia…-Yo mismo lo delaté hijo, yo vi sus cartas, ¡Yo! Y yo mismo lo habría ejecutado si no hubiese tenido que explicar todo esto ante el mismísimo Thaurissan.- Su cinismo y frialdad me dolieron, igual que me dolía mi responsabilidad: me había acostumbrado a ver a mi madre como un elemento del paisaje, la había abandonado, relegado a personaje secundario y había seguido a mi padre por senderos de ensueño y fantasía, mientras ella caminaba su propio sendero. -Frenhan… escuchame bien, vas a ser perdonado, pero dudo que puedas seguir aquí. Eres una cruz, y no estoy dispuesta a cargar con ella. Vas a ser algo que siempre has sido, un apátrida, un desterrado, un caminante. Tu padre estaría orgulloso de ti…
Desde aquel día el camino fue mi hogar. Pasaron los años, y crecí. Hice cosas de las que no estoy orgulloso, pero que forman parte de mi y me han hecho ser quien soy. Al principio vagabundee por los bosques colindantes alimentándome de alimañas sin más techo que el cielo estrellado de Azeroth. Solo y sin indicaciones, decidí recorrer mi propio camino, y empecé por tratar de conocerlos todos viajando. Así, acabé relacionándome con grupúsculos de otros parias, como filibusteros, mercenarios y piratas de la peor calaña. Casi siempre ofreciendo mis dotes como cazador, explorador, guía o guardaespaldas. Cuando Moira recibió el testigo tras la muerte de su esposo nada me importó. Por aquel entonces estaba instalado en las afueras de Bahía del Botín, y organizaba “tours” en la selva a cualquiera que lo necesitase.
Pero el Cataclismo todo lo precipitó, y no solo me refiero al nuevo lavado de cara que recibió Bahía del Botín. Cuando llegó a mis oídos que Moira Barbabronce pretendía asumir el liderazgo de Forjaz algo se removió en mi interior. La desconocida imagen de mi hermano se me presentaba en sueños, como un humeante charco de sangre frente a las puertas de Forjaz. Tras noches de insomnio y pesar partí hacia Khaz Modan poseído por mis demonios internos. Finalmente no hubo guerra, sino consejo. Los Hierro Negro se separaron en dos caminos, y el de Moira en la Alianza estaba dispuesto a abrirme los brazos sin mirar atrás, desposeído acepté el abrazo. Más tarde supe que mi madre pereció junto a los suyos con la caída de Alamuerte. Volví a Bahía para arreglar temas pendientes, mientras mi clan luchaba junto a la Alianza en Pandaria. Participé en la defensa de Forjaz cuando los peloescarcha atacaron y tras ser herido de gravedad, como una luz intermitente volví a desaparecer en los caminos. Ni siquiera la Legión Ardiente consiguió despertarme de mi ensimismamiento. Buscaba redención, pero no estaba dispuesto a pagar el precio. Ahora, todo apunta a que la guerra vuelve a cernirse sobre Azeroth, observo mi reflejo en las revueltas aguas de un puerto que puede llevarme a casa, cerca, una taberna abierta donde el jaleo parece indicar que va a haber pelea. Un vaso roto. Un marinero desatando cabos. Insultos y el filo de una espada. El estandarte de la Alianza agitado por el viento. Un saco de monedas tintineantes que chocan y replican contra la mesa. ¿Qué demonios hago?
------offrol-------------------------------
Bueno, soy nuevo en el ofi, pero no en rolear wow, aunque hace bastantes años que no le tiraba, y la verdad es que estoy canino de hacer un poco de rolplay. Y bueno, este es uno de los personajes que me gustaría rolear, aunque también estoy pensando en un goblin, o un huargen. Sentíos libres para criticar cualquier cosa de la historia, ya sea por lore, por incongruencias etc. He visto que por aquí funcionáis mucho por comunidades y hermandades de rol (por ahora no he visto oportunidades de tirar del casual) así que si pudieseis recomendarme alguna para ir entrando, o darme algunos consejillos para meterme dentro os estaría agradecido.
Un saludo, camaradas!