Informe de la misión: ''Sindicato de Peones'', para el Señor Supremo Kazgorth Partemontañas.
Los Vengadores de la Horda se han movilizado hacia la parte oeste de la puerta principal de Orgrimmar, hacia el núcleo de las protestas por parte de los peones rebeldes y vagos. Nuestro grupo se hizo pasar por representates de los líderes del movimiento rebelde, y gracias a esto, pudimos convocar una reunión en el embarcadero del río, acercándonos y avisando a los peones vagos que encontrábamos por la zona. Por el camino arrancamos carteles de propaganda y pudimos enterarnos de donde se encontraban los principales responasbles de tal movimiento.
Una vez encontrados, fueron apaleados hasta que se rindieron. Más tarde, fueron trasladados hacia el lugar de la reunión, donde se econtraban más o menos cincuenta o sesenta peones rebeldes. Delante de ellos hicimos arrodillarse a los dos líderes, un orco y una orca, llamados Gork y Zarak. Una vez allí, con los dos arrodillados y todos mirando, procedimos a ejecutarlos públicamente. Gork fue degollado y Zarak decapitada. Infundimos el miedo entre los trabajadores, asegurando en gran parte que no volviera a ocurrir este incidente. Además, después de la ejecución, a los trabajadores se les proporcionó una charla motivadora sobre los intereses de la Horda y su trabajo, esparciendo un sentimiento de culpa y terror entre todos los presentes.
Misión Completada con éxito, sin ninguna baja.
A la atención del Señor Supremo Kazgorth Partemontañas, comandante del Gran Ejército de la Horda:
Informe de la misión "Los Mag'har":
Tras obtener los planos de construcción de la Horda de Hierro de manos de uno de los mag'har, procedimos a buscar el responsable de la construcción de los destructores, el jefe de personal Grabbit. Inspeccionó las indicaciones de los documentos pero se lamentó de no tener suficientes materiales para empezar la construcción del navío en tiempo récord. Así pues, decidimos recorrer Azshara en busca de cobre, madera y mano de obra que ayudara a terminar el trabajo de forma rápida y eficiente, pues somos conscientes del poco tiempo del que disponemos antes de embarcar.
Tras un par de curiosos encuentros con los responsables goblin de los materiales y después de haberlos obtenido, fuimos a por la mano de obra. Con el cobre y la madera asegurados y marchando hacia Bahía de Garrafilada, viajamos al este de Azshara, donde se encontraba el responsable de la plantilla de trabajo goblin de la zona. Al llegar, oímos el entrechocar del acero y explosiones en la lejanía, había un combate. Rápidamente ordené marcha forzada. Nos encontramos a un grupo de goblins aguantando como podían ante un ataque de los naga de la costa. Al ver que los goblins estaban a punto de ser superados, ordené un avance total para apoyar sus filas y erradicar la amenaza de esos seres de las profundidades.
Al final acabó con victoria para la Horda, todos los enemigos fueron ejecutados menos uno que escapó. Envié a Galthuk tras él, aun tengo que recibir noticias suyas.
Misión "Los Mag'har": Completada.
Resultado: Tanto trabajadores goblins como los materiales han sido asegurados y enviados a Bahía de Garrafilada. En estos momentos el destructor está a punto de ser finalizado. La tecnología de la Horda de Hierro ha resultado ser de inconmensurable valor para nosotros.
Bajas: Ninguna.
Informe de la misión "Contraespionaje"
-La centurión Sol Arcano se encontraba en su pequeña choza donde descansaba en la capital de la Horda, se encoraba mirando las edificaciones de pinchos, gruesos y barbaricos de lo que se conocía como la ciudad Orca de Orgrimmar, nunca había sido de su agrado, pues desde pequeña estaba acostumbrada a las finas y delicadas figuras de los edificios de Quel'Thalas, con sus cristales, sus joyas, sus torres en pico... su esplendorosa Aguja del Sol, negó para si entrando dentro del edificio.
Se dispuso a ir hacia una mesa, cogió los pergaminos que portaba Kathar Bosque Ardiente y la pluma, entonces se dispuso a redactar el informe sobre la noche acontecida-
*La misión ha sido exitosa.
Un grupo se ha quedado inspeccionando Orgrimmar, y otro hemos salido hacia Muelle Pantoque, ambos grupos han realizado sus objetivos con éxito, el segundo grupo hemos atrapado a una elfa del vació, parecía ser la que mantenía las ilusiones sobre el pequeño grupo.
Eran tres miembros de la Alianza, inspeccionando los cuerpos se han encontrado identificaciones del IV:7, no sabemos bien bien que buscaban, la prisionera sigue inconsciente, esta encerrada en el calabozo del bastión, bajo el encarcelamiento de la Centurión Sol Arcano.
Tras llegar al Muelle nos hemos dirigido gracias a la guía de un Goblin hacia la taberna, se han descubierto mediante sospechas y magia a los sospechosos, los cuales se han sacado a las afueras del muelle, con engaños y trucos, se han descubierto sus ilusiones bajo la idea de ponerles un brebaje adormecedor en el vino a los elfos, debilitando con este a la elfa quien mantenía las ilusiones, la liquidación ha sido rápida y sin bajas.
------
El grupo de Orgrimmar ha identificado a un pequeño grupo de espías en el Circo de las sombras, el grupo estaba bajo el mando de la Arcanista Maehlys Val'Sharess, el grupo ha echo bien su tarea liquidando con rapidez y sin llamar la atención al pequeño grupo de espías del IV:7.
Sin bajas también, sin prisioneros, pero objetivo cumplido.
Resultados generales de la misión:
-Objetivos conseguidos
-Sin bajas
-Espía elfa del vacio capturada
*Firmado, Centurión Kelindra Sol Arcano*
-Termino la elfa de redactar el informe, cerrándolo en un sobre el cual entregaría a Kathar Bosque Ardiente para que llevara al bastión, para informar al resto de miembros de la horda del resultado de la misión-
-La centurión Sol Arcano se encontraba en su pequeña choza donde descansaba en la capital de la Horda, se encoraba mirando las edificaciones de pinchos, gruesos y barbaricos de lo que se conocía como la ciudad Orca de Orgrimmar, nunca había sido de su agrado, pues desde pequeña estaba acostumbrada a las finas y delicadas figuras de los edificios de Quel'Thalas, con sus cristales, sus joyas, sus torres en pico... su esplendorosa Aguja del Sol, negó para si entrando dentro del edificio.
Se dispuso a ir hacia una mesa, cogió los pergaminos que portaba Kathar Bosque Ardiente y la pluma, entonces se dispuso a redactar el informe sobre la noche acontecida-
*La misión ha sido exitosa.
Un grupo se ha quedado inspeccionando Orgrimmar, y otro hemos salido hacia Muelle Pantoque, ambos grupos han realizado sus objetivos con éxito, el segundo grupo hemos atrapado a una elfa del vació, parecía ser la que mantenía las ilusiones sobre el pequeño grupo.
Eran tres miembros de la Alianza, inspeccionando los cuerpos se han encontrado identificaciones del IV:7, no sabemos bien bien que buscaban, la prisionera sigue inconsciente, esta encerrada en el calabozo del bastión, bajo el encarcelamiento de la Centurión Sol Arcano.
Tras llegar al Muelle nos hemos dirigido gracias a la guía de un Goblin hacia la taberna, se han descubierto mediante sospechas y magia a los sospechosos, los cuales se han sacado a las afueras del muelle, con engaños y trucos, se han descubierto sus ilusiones bajo la idea de ponerles un brebaje adormecedor en el vino a los elfos, debilitando con este a la elfa quien mantenía las ilusiones, la liquidación ha sido rápida y sin bajas.
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El grupo de Orgrimmar ha identificado a un pequeño grupo de espías en el Circo de las sombras, el grupo estaba bajo el mando de la Arcanista Maehlys Val'Sharess, el grupo ha echo bien su tarea liquidando con rapidez y sin llamar la atención al pequeño grupo de espías del IV:7.
Sin bajas también, sin prisioneros, pero objetivo cumplido.
Resultados generales de la misión:
-Objetivos conseguidos
-Sin bajas
-Espía elfa del vacio capturada
*Firmado, Centurión Kelindra Sol Arcano*
-Termino la elfa de redactar el informe, cerrándolo en un sobre el cual entregaría a Kathar Bosque Ardiente para que llevara al bastión, para informar al resto de miembros de la horda del resultado de la misión-
A la atención de Gael Sangrenegra, líder y maestro de la Cruzada. Informe de la misión oculta ‘’Suministros Faucedraco’’.
Escribo esta carta sellada, la cual hallará su único destino; tus manos. Hace dos lunas nos dispusimos a encontrar suministros por el perímetro que establecimos y otorgamos el nombre de ‘’seguro’’. Una grata sorpresa vino a nuestros ojos. Una caravana faucedraco esperaba en mitad de la nada y estaba a punto de partir hacia su bastión principal en aquellas tierras. El objetivo estaba claro, infiltrarnos y robar los suministros.
He de decir que fue facil. Utilizamos al esbirro no-muerto del Doctor Walter para distraer a los guardias y colarnos en el interior de la caravana orca. Más tarde, entramos en el campamento sin ninguna resistencia, escondidos. El monigote del Doctor tuvo algunos problemas, pero nada importante. Cuando nos encontrábamos dentro una voz vino a nuestros oídos. Por lo que pudimos escuchar se trataba de uno de los cocineros del clan y preguntaba sobre las mercancías, a su vez que la voz de otro orco parecía alardear de haber capturado al esbirro del Doctor y ofrecerselo al cocinero, el cual estaba complacido.
Cuando cayó el Sol, nos dispusimos a salir. Entre las sombras y con sumo sigilo conseguimos adentrarnos hasta la gran choza del cocinero. La tarea fue facil, el cocinero murió a nuestras manos y los suministros fueron robados. No todos, eso despertaría demasiadas sospechas. También rescatamos al esbirro del Doctor.
Resultado: Misión Completada. Sin bajas, pero si heridas.
Escribo esta carta sellada, la cual hallará su único destino; tus manos. Hace dos lunas nos dispusimos a encontrar suministros por el perímetro que establecimos y otorgamos el nombre de ‘’seguro’’. Una grata sorpresa vino a nuestros ojos. Una caravana faucedraco esperaba en mitad de la nada y estaba a punto de partir hacia su bastión principal en aquellas tierras. El objetivo estaba claro, infiltrarnos y robar los suministros.
He de decir que fue facil. Utilizamos al esbirro no-muerto del Doctor Walter para distraer a los guardias y colarnos en el interior de la caravana orca. Más tarde, entramos en el campamento sin ninguna resistencia, escondidos. El monigote del Doctor tuvo algunos problemas, pero nada importante. Cuando nos encontrábamos dentro una voz vino a nuestros oídos. Por lo que pudimos escuchar se trataba de uno de los cocineros del clan y preguntaba sobre las mercancías, a su vez que la voz de otro orco parecía alardear de haber capturado al esbirro del Doctor y ofrecerselo al cocinero, el cual estaba complacido.
Cuando cayó el Sol, nos dispusimos a salir. Entre las sombras y con sumo sigilo conseguimos adentrarnos hasta la gran choza del cocinero. La tarea fue facil, el cocinero murió a nuestras manos y los suministros fueron robados. No todos, eso despertaría demasiadas sospechas. También rescatamos al esbirro del Doctor.
Resultado: Misión Completada. Sin bajas, pero si heridas.
Informe de la Misión: “Subir la Moral”
Introducción: Nuestras tropas están realmente ansiosas por entrar en combate, sus entrenamientos son continuos. He oído que han empezado a organizar pequeños torneos de combate mano a mano para entrenar y estrechar lazos de amistad y camaradería. Participad en esos entrenamientos y ganaos su confianza. Participa en dichos torneos y entrenamientos, demuestra que eres de fiar y gánate un puesto honorable como combatiente ya mucho antes de ir al campo de batalla. ¡Vamos, soldado!
Desarrollo de la misión: La Orden de la Espada Roja procedió a lo alto de las murallas del Valle del Honor. Lugar donde se habían reunido orcos, taurens y trols para realizar los entrenamientos. Además, había un grupo de disidentes que se negaban a participar en la Gran Contraofensiva, debido a la “condición” del Señor Supremo. También se descubrió que los Magh’ar del Draenor Alternativo eran especialmente reacios a la Luz sagrada.
En un alarde de demostrar su fuerza, la compañía realizó varios combates, entre ellos contra los soldados de la Horda y con los acompañantes que se habían unido a su empresa. En un primer momento, los espectadores tuvieron sus reservas con la Orden, sin embargo, poco a poco, conforme los entrenamientos se fueron desarrollando, y se demostró de que eran capaces, se fueron animando. Los Espadas no-muertos, trataron de razonar con los más conservadores, aunque no fue un éxito completo, algunos cambiaron su perspectiva. Paladines y sacerdotes de la Orden, trataron de realizar una toma de contacto con los Magh’ar, sin éxito.
Resultado de la Misión: Éxito.
Se levantó la moral a las tropas de la Horda.
Se aliviaron las tensiones entre no-muertos y vivos.
No se consiguió disuadir a los Mag’har respecto a la luz.
Introducción: Nuestras tropas están realmente ansiosas por entrar en combate, sus entrenamientos son continuos. He oído que han empezado a organizar pequeños torneos de combate mano a mano para entrenar y estrechar lazos de amistad y camaradería. Participad en esos entrenamientos y ganaos su confianza. Participa en dichos torneos y entrenamientos, demuestra que eres de fiar y gánate un puesto honorable como combatiente ya mucho antes de ir al campo de batalla. ¡Vamos, soldado!
Desarrollo de la misión: La Orden de la Espada Roja procedió a lo alto de las murallas del Valle del Honor. Lugar donde se habían reunido orcos, taurens y trols para realizar los entrenamientos. Además, había un grupo de disidentes que se negaban a participar en la Gran Contraofensiva, debido a la “condición” del Señor Supremo. También se descubrió que los Magh’ar del Draenor Alternativo eran especialmente reacios a la Luz sagrada.
En un alarde de demostrar su fuerza, la compañía realizó varios combates, entre ellos contra los soldados de la Horda y con los acompañantes que se habían unido a su empresa. En un primer momento, los espectadores tuvieron sus reservas con la Orden, sin embargo, poco a poco, conforme los entrenamientos se fueron desarrollando, y se demostró de que eran capaces, se fueron animando. Los Espadas no-muertos, trataron de razonar con los más conservadores, aunque no fue un éxito completo, algunos cambiaron su perspectiva. Paladines y sacerdotes de la Orden, trataron de realizar una toma de contacto con los Magh’ar, sin éxito.
Resultado de la Misión: Éxito.
Se levantó la moral a las tropas de la Horda.
Se aliviaron las tensiones entre no-muertos y vivos.
No se consiguió disuadir a los Mag’har respecto a la luz.
[Relato] El Lobo de Hierro.
El general paseaba a paso tranquilo de una punta a otra de los muelles de Bahía de Garrafilada. El sonido de sus pesadas botas emplacadas hacía crujir levemente las tablas de madera que mantenían el embarcadero en pie. De vez en cuando, por alguna razón, llevaba sus ojos entrecerrados por el sol hacia los riscos del norte, como si esperara ver algo más allá del ajetreo habitual del puerto a esas horas.
Dos mok'gashal custodiaban los muelles, impidiendo que nadie molestara al comandante de la Legión de Ceniza, sus viejas armaduras resplandecían bajo el intenso sol de la tarde. Una leve brisa alzaba sus capas, aunque el resto de sus ropajes y placas permanecían quietos, como estatuas.
De repente, a lo lejos se empezaron a oír órdenes gritadas en un gutural muy propio de los orcos y a su vez, poco a poco, más allá de los riscos, emergió una cabeza de lobo metálica que coronaba la proa de un destructor de la Horda. Lentamente, una nave magnífica y aterradora apareció ante los ojos de todos los estibadores, peones y soldados de la zona, sin duda destacaba entre las demás. Se arriaron las velas y lentamente el buque se puso al alcance de los cabos del muelle. Varios estibadores lanzaron las grandes cuerdas y los marineros orcos las ataron por estribor. Desde el muelle tiraron de ellas y el temible navío quedó bien fondeado en el muelle.
Kurgan sonrió, complacido, ante el gran trabajo que se había realizado en parte gracias a la ayuda de los Quemasendas. Los planos de la Horda de Hierro que habían traído consigo los mag'har resultaron ser de extrema utilidad, el resultado era evidente. Un casco aparentemente más robusto, más duro, pero a la vez más grácil sobre el mar. Más bocas de fuego por costado, armas antiaéreas extras sobre la cubierta, mejor blindaje para los marineros e infantes de marina y sobretodo ese amenazante espolón con forma de cabeza de lobo. Era magnífico.
Del gran navío descendió un goblin, uno que ya era conocido por Kurgan.
- General, te presento el Lobo de Hierro.— Se pronunció el goblin sonriente, realizando una reverencia teatral ante Kurgan.— Además, traigo conmigo órdenes de arriba. El navío queda asignado de forma permanente al Clan Quemasendas y a la Legión de Ceniza. Mis más sinceras felicitaciones.
- Toda una sorpresa Grabbit, haremos buen uso de tal preciosidad, tienes mi palabra. Has hecho un magnífico trabajo, felicita también a tus chicos de mi parte, se lo merecen.
El jefe de personal se limitó a sonreír de nuevo y se encaminó hacia la oficina naval para hacer los últimos trámites. Kurgan dispuso los brazos en jarras y se quedó largos instantes contemplando tal arma de destrucción y venganza. Sí, harían buen uso de él.
El general paseaba a paso tranquilo de una punta a otra de los muelles de Bahía de Garrafilada. El sonido de sus pesadas botas emplacadas hacía crujir levemente las tablas de madera que mantenían el embarcadero en pie. De vez en cuando, por alguna razón, llevaba sus ojos entrecerrados por el sol hacia los riscos del norte, como si esperara ver algo más allá del ajetreo habitual del puerto a esas horas.
Dos mok'gashal custodiaban los muelles, impidiendo que nadie molestara al comandante de la Legión de Ceniza, sus viejas armaduras resplandecían bajo el intenso sol de la tarde. Una leve brisa alzaba sus capas, aunque el resto de sus ropajes y placas permanecían quietos, como estatuas.
De repente, a lo lejos se empezaron a oír órdenes gritadas en un gutural muy propio de los orcos y a su vez, poco a poco, más allá de los riscos, emergió una cabeza de lobo metálica que coronaba la proa de un destructor de la Horda. Lentamente, una nave magnífica y aterradora apareció ante los ojos de todos los estibadores, peones y soldados de la zona, sin duda destacaba entre las demás. Se arriaron las velas y lentamente el buque se puso al alcance de los cabos del muelle. Varios estibadores lanzaron las grandes cuerdas y los marineros orcos las ataron por estribor. Desde el muelle tiraron de ellas y el temible navío quedó bien fondeado en el muelle.
Kurgan sonrió, complacido, ante el gran trabajo que se había realizado en parte gracias a la ayuda de los Quemasendas. Los planos de la Horda de Hierro que habían traído consigo los mag'har resultaron ser de extrema utilidad, el resultado era evidente. Un casco aparentemente más robusto, más duro, pero a la vez más grácil sobre el mar. Más bocas de fuego por costado, armas antiaéreas extras sobre la cubierta, mejor blindaje para los marineros e infantes de marina y sobretodo ese amenazante espolón con forma de cabeza de lobo. Era magnífico.
Del gran navío descendió un goblin, uno que ya era conocido por Kurgan.
- General, te presento el Lobo de Hierro.— Se pronunció el goblin sonriente, realizando una reverencia teatral ante Kurgan.— Además, traigo conmigo órdenes de arriba. El navío queda asignado de forma permanente al Clan Quemasendas y a la Legión de Ceniza. Mis más sinceras felicitaciones.
- Toda una sorpresa Grabbit, haremos buen uso de tal preciosidad, tienes mi palabra. Has hecho un magnífico trabajo, felicita también a tus chicos de mi parte, se lo merecen.
El jefe de personal se limitó a sonreír de nuevo y se encaminó hacia la oficina naval para hacer los últimos trámites. Kurgan dispuso los brazos en jarras y se quedó largos instantes contemplando tal arma de destrucción y venganza. Sí, harían buen uso de él.
[Relato] El precio de la audacia.
Les había abandonado.
Ese era el pensamiento que le atormentaba desde que había puesto pie en la dura arena de las Tierras Altas Crepusculares, en el desembarco de hacía dos días. Tras el furor por el combate, tras haber tratado a los heridos, ahora llegaba la calma tras la tempestad, el momento de la reflexión y la serenidad. Atacar esta tierra, sembrar el desorden en las mismas puertas de los territorios de la Alianza había sido su plan, pero este no incluía abandonar a los trols del poblado Sañadiente de Tierras del Interior. En sus planes tenía previsto el desembarco de suministros para las tropas restantes y el embarque de civiles, pero eso para el Señor Supremo Partemontañas era secundario y algo superficial, estaba claro.
Cuando la Gran Flota de la Horda se encontraba surcando las aguas de las costas cercanas a Tierras del Interior, la orden fue dada y él no tuvo más remedio que obedecer. De nuevo, su rostro había permanecido firme, ocultando cualquier tipo de emoción positiva o negativa ante sus compañeros. No había podido desobedecer, no si no quería poner en entredicho la efectividad y la lealtad del clan y por ello, de la Legión de Ceniza. Lunas atrás ya había desafiado al Señor Supemo en Orgrimmar, se había acercado a los límites tolerables por la Horda de Sylvanas y le había salido bien, no hubo de renunciar a sus ideales. Kurgan reflexionó. ¿Y si Partemontañas tan solo toleraba su pequeña insubordinación para complacerle? ¿Y si de él no quedaba absolutamente nada ya? ¿Eran él y su clan ahora una herramienta más? ¿Era su ideología "anticuada" tolerada, para seguir siendo armas de destrucción al servicio de la muerte?
Bufó, enfadado. Estaba claro que había más en todo aquello de lo que se podía ver a simple vista, él lo sabía. Se habían adueñado de su plan y ahora lo utilizarían, lo llevarían a cabo bajo sus propios métodos. Pero una vez más, se hallaba entre la espada y la pared. Debía servir a la Horda, por ella había luchado a lo largo de su vida entera, no había conocido otra cosa, otra meta por la cual verter su sangre. Su clan, su familia, sus amigos necesitaban que permaneciera firme, como un faro que les guiara a través de las oscuras mareas de esa guerra, dependían de él, lo sabía bien.
Seguiría luchando, seguiría combatiendo bajo el estandarte raído de siempre, pero intentaría hacerlo siempre con honor, respetando al adversario, proporcionando muertes limpias y llegado el caso, entregando su vida por la causa que él creía la justa. Tal causa no era otra que seguir manteniendo el honor en la Horda, cuidándolo cual fuego a punto de apagarse, avivándolo entre las sombras de la muerte.
La llama no se extinguiría mientras él viviera, pues si lo hiciera, todo estaría perdido.
Les había abandonado.
Ese era el pensamiento que le atormentaba desde que había puesto pie en la dura arena de las Tierras Altas Crepusculares, en el desembarco de hacía dos días. Tras el furor por el combate, tras haber tratado a los heridos, ahora llegaba la calma tras la tempestad, el momento de la reflexión y la serenidad. Atacar esta tierra, sembrar el desorden en las mismas puertas de los territorios de la Alianza había sido su plan, pero este no incluía abandonar a los trols del poblado Sañadiente de Tierras del Interior. En sus planes tenía previsto el desembarco de suministros para las tropas restantes y el embarque de civiles, pero eso para el Señor Supremo Partemontañas era secundario y algo superficial, estaba claro.
Cuando la Gran Flota de la Horda se encontraba surcando las aguas de las costas cercanas a Tierras del Interior, la orden fue dada y él no tuvo más remedio que obedecer. De nuevo, su rostro había permanecido firme, ocultando cualquier tipo de emoción positiva o negativa ante sus compañeros. No había podido desobedecer, no si no quería poner en entredicho la efectividad y la lealtad del clan y por ello, de la Legión de Ceniza. Lunas atrás ya había desafiado al Señor Supemo en Orgrimmar, se había acercado a los límites tolerables por la Horda de Sylvanas y le había salido bien, no hubo de renunciar a sus ideales. Kurgan reflexionó. ¿Y si Partemontañas tan solo toleraba su pequeña insubordinación para complacerle? ¿Y si de él no quedaba absolutamente nada ya? ¿Eran él y su clan ahora una herramienta más? ¿Era su ideología "anticuada" tolerada, para seguir siendo armas de destrucción al servicio de la muerte?
Bufó, enfadado. Estaba claro que había más en todo aquello de lo que se podía ver a simple vista, él lo sabía. Se habían adueñado de su plan y ahora lo utilizarían, lo llevarían a cabo bajo sus propios métodos. Pero una vez más, se hallaba entre la espada y la pared. Debía servir a la Horda, por ella había luchado a lo largo de su vida entera, no había conocido otra cosa, otra meta por la cual verter su sangre. Su clan, su familia, sus amigos necesitaban que permaneciera firme, como un faro que les guiara a través de las oscuras mareas de esa guerra, dependían de él, lo sabía bien.
Seguiría luchando, seguiría combatiendo bajo el estandarte raído de siempre, pero intentaría hacerlo siempre con honor, respetando al adversario, proporcionando muertes limpias y llegado el caso, entregando su vida por la causa que él creía la justa. Tal causa no era otra que seguir manteniendo el honor en la Horda, cuidándolo cual fuego a punto de apagarse, avivándolo entre las sombras de la muerte.
La llama no se extinguiría mientras él viviera, pues si lo hiciera, todo estaría perdido.
[INFORME] MISIÓN 9: PROBLEMAS ELEMENTALES
A ORGRIMMAR, en el día treinta del décimo mes, a un día de la festividad de los muertos.
Me complace hacer saber al Alto Mando, que, el Concilio de Tribus desempeñó su papel, sin ninguna baja, en asegurar el Río Verrall y acabar con la amenaza de elementales corruptos que acechaban.
Alarmante es, la presencia de un último reducto del Martillo Crepuscular, pero se ha mandado una delegación de Caminasoles de parte del jefe Nube Negra a asegurar las zonas cercanas a Garganta de Sangre.
El río, ahora purificado, servirá a las necesidades de la Horda, y sus elementales, ahora nos deben favor - nuestros chamanes están actualmente en comunión con ellos.
- Firma el Sihásapa Ata'halne' Quiebrapáramos, guía del Concilio.
A ORGRIMMAR, en el día treinta del décimo mes, a un día de la festividad de los muertos.
Me complace hacer saber al Alto Mando, que, el Concilio de Tribus desempeñó su papel, sin ninguna baja, en asegurar el Río Verrall y acabar con la amenaza de elementales corruptos que acechaban.
Alarmante es, la presencia de un último reducto del Martillo Crepuscular, pero se ha mandado una delegación de Caminasoles de parte del jefe Nube Negra a asegurar las zonas cercanas a Garganta de Sangre.
El río, ahora purificado, servirá a las necesidades de la Horda, y sus elementales, ahora nos deben favor - nuestros chamanes están actualmente en comunión con ellos.
- Firma el Sihásapa Ata'halne' Quiebrapáramos, guía del Concilio.
A la atención del Señor Supremo Kazgorth Partemontañas, comandante del Gran Ejército de la Horda:
Informe de la misión "Tras las Líneas Enemigas":
Hechos acontecidos el día 30 del décimo mes del año 33 después de la apertura del Portal Oscuro.
Partimos a lomos de nuestros lobos al anochecer, empezando una larga travesía que nos llevaría desde el Puerto Faucedraco hasta los pasos de montaña de Dun Algaz en los Humedales. Los Mano Destrozada se encargaron de eliminar la presencia de centinelas y montaraces enanos a lo largo de los túneles de ascenso inferiores, por lo que no tuvimos problemas llegados a ese punto. Sin embargo antes de ascender por el último pasadizo que nos llevaría a Loch Modan, uno de los espías del servicio secreto nos advirtió que de avanzar, sería mejor hacerlo a pie, pues sus órdenes eran estrictas, no pasar de ese punto ni causar perjuicio en los guaridas enanos de las inmediaciones de dicha salida. Se buscaba así evitar cualquier tipo de alarma.
Así pues los Quemasendas desmontamos y ascendimos a pie el último de los túneles. No muy lejos del mismo observamos un búnker enano, en la oscuridad se podían apreciar las siluetas de los enanos del interior, eran demasiados para un enfrentamiento directo. Los chamanes del clan optaron por realizar una distracción, provocando un desprendimiento de rocas lejano que buscaba desviar la atención de los enanos hacia ese punto, cosa que nos permitiría deslizarnos por la retaguardia del búnker y alcanzar nuestro objetivo. Sin embargo, las súplicas a los elementos de uno de los chamanes, uno de los novicios, provocaron que en vez de una distracción hubiera una masacre. Las rocas cayeron de bruces contra el techo del búnker enano, aniquilando a la mitad de la guarnición y dejando atrapada a la otra. Gritos de auxilio brotaban de sus entrañas.
Ordené avanzar, pues la misión era lo primero. En ese instante oímos cuernos de alarma que provenían del búnker destrozado, pedían refuerzos. Dejamos atrás a los enanos atrapados y a los heridos y continuamos por el camino ascendente hacia el paso norte de Dun Morogh. Por la información recibida, sabíamos que ahí había otro búnker con todo el material que debíamos saquear, destruir o perjudicar. Eso y los dos oficiales de suministros enanos asignados a tal puesto.
Aprovechamos una nevada que empezó a caer y junto a la cobertura que ofrecían los árboles nos deslizamos sigilosos por los márgenes del pequeño valle de la meseta enana. Atisbamos el búnker en el fondo del mismo y lo asaltamos con furia y determinación. Tan solo encontramos los dos oficiales de suministros en su interior, muertos de miedo. Ordené el registro de ambos enanos, además del saqueo del armamento acumulado.
Uno de mis soldados mató a uno de los enanos, según él por ofensas del mismo hacia su persona. Ante el alarde de poca disciplina, ordené de inmediato que el otro fuera noqueado y atado a un árbol en el exterior, dejándolo con vida.
Todo orco capaz cargó todas las armas de fuego que pudo sobre sus hombros. Al finalizar, yo mismo abrí un barril de pólvora restante y la esparcí por los suelos del búnker, encendiéndola en la entrada. Eso nos dio el tiempo suficiente para salir de ahí pitando antes de que el búnker quedara hecho trizas. Tras ello nos fuimos a por los lobos y regresamos prestos a Puerto Faucedraco en una dura marcha de vuelta al cuartel general.
Kurgan
Jefe del Clan Quemasendas
General de la Legión de Ceniza
PD1: Me gustaría hacer una recomendación a los Mano Destrozada que arriesgaron sus vidas para permitir al clan alcanzar sus objetivos en Khaz Modan. Sugiero que sean condecorados y que tal acto conste en su hoja de servicios.
PD2: Con tu permiso, Señor Supremo, enviaré una copia de este informe al capitán Turletes Armgo, para que así pueda disponer a sus soldados para la misión que deben realizar en dichas zonas tras nuestra intervención.
Misión "Tras las Líneas Enemigas": Completada.
Resultado: Se han obtenido planos de armas de los oficiales de suministros. Se ha mermado significativamente la capacidad de los enanos de abastecer de armas de fuego el frente de Arathi, al menos de forma inmediata. Dos búnkeres inutilizados y toneladas de armamento destruidas.
Bajas: Ninguna.
[Relato] La Montaña Sangrienta.
El orco se encontraba sentado en un tosco barril de grog frente a una aun más tosca mesa de campaña. Deslizaba una pluma de ave rapaz de forma ágil, aunque algo frenética, pues debía escribir por duplicado el informe que tenía entre manos.
A medida que escribía sentía una profunda decepción. El informe era verídico, era preciso y claro, pero ni de lejos contaba todo lo que había ocurrido aquella noche, allá en las montañas de los enanos.
Sí, la travesía fue muy bien, no tuvieron inconvenientes y sí, los Mano Destrozada les facilitaron mucho el avance por los túneles inferiores pero...
Thukarg, el joven chamán. El inquieto, distraído y algo quejica Thukarg. Desde el juramento de sangre que hizo con Kurgan en las selvas de Nazmir, parecía no ser el mismo. Era como si tal acto no hubiera hecho otra cosa que dar alas a la venganza. A una venganza sin sentido. El poco sentido de todo aquello era lo que inquietaba a Kurgan. Para él la venganza no era algo malo, era bueno si se permitía al oponente luchar de forma honorable, sin rebajarse a los hechos viles que hubiera cometido en el pasado. Las súplicas del chamán esa noche, dirigieron la furia de los elementos contra el búnker, directamente contra los enanos. Su súplica había sido intensa, profunda, cargada de dolor, al contrario de las de Nargulg y de la jovencísima Shokko, que apostaban por una distracción lejana, sin causar muertes deshonrosas. El jefe tenía sus dudas acerca de la integridad de Thukarg, parecía que antepusiera sus deseos personales a la seguridad del resto. ¿Y si había forzado a los elementos a obedecerle? ¿Y si los había subyugado de forma temporal, aun sin saberlo? Las preguntas atribulaban a Kurgan, las dudas asaltaban su mente. Tenía bajo su mando una compleja confederación de orcos de distintos clanes, cada uno con su cultura y sus ideales, a veces era difícil tenerlo todo en cuenta, o respetarlo.
Dejó el asunto de Thukarg en manos del venerable y siempre sabio Nargulg, el Viejo Lobo. Él sabría como enderezarlo por la senda del honor. Lo haría o no habría lugar para el joven Thukarg en el clan.
Kurgan seguía escribiendo, ahora con algo de rabia en su mirada, dando algún que otro golpe en la mesa. Ahora que disfrutaba de cierta privacidad, se permitía desahogarse un poco.
Sí, le mató. El enano se meó encima de puro pavor e intentó rebuscar algo en su chaleco de forma apresurada. Tharn aporreó repetidas veces la cabeza del oficial de suministros desarmado contra una mesa cercana. El orco parecía no haberse dado cuenta de que el enano ya estaba muerto al segundo golpe, la sala quedó teñida de charcos de sangre. Cuando el cuerpo cayó al suelo, de su mano extendida brotó una fotografía de su familia. El enano intentaba mostrársela a su captor, suplicando piedad. No había servido de nada. Tras llegar al Puerto Faucedraco, el jefe había ordenado que se azotara a Tharn al amanecer. Era lo único que podía hacer. Había matado a un enemigo de la Horda, uno que colaboraba con el ejército, no había castigo mayor que pudiera otorgarle, pues su falta era de ideología, de código moral. Un código moral que Kurgan llevaba en la sangre e intentaba aplicarlo al clan, al parecer sin mucho éxito hasta ese momento.
El orco escribía ahora más relajado, pues aunque no revelaba toda la verdad en el informe, tampoco mentía. La realidad fue que no se marcharon sin más. El general dio la oportunidad a quien la quisiera de ayudar a los enanos supervivientes del primer búnker. No todos le ayudaron, pero varios orcos prestaron su fuerza para deslizar una roca que bloqueaba la entrada del piso inferior, dejando hueco para que los enanos pasaran uno a uno. Quizá les empujó el honor, a otros la vergüenza y a otros el miedo de defraudar a Kurgan. Fueran los motivos que fueran, la realidad fue que la guarnición restante consiguió salir de allí con vida. Los enanos les odiarían el resto de sus vidas y con razón. Sin embargo, Kurgan y los Quemasendas ya estaban muy lejos cuando sus cabezas peludas empezaron a emerger de entre los restos del búnker.
El jefe enrolló dos pergaminos con exactamente el mismo contenido y los cedió a un mensajero. Uno para Partemontañas, otro para Turletes. Negó para sí, cerró los ojos e intentó encontrar un remanso de paz en medio de toda esa locura.
El orco se encontraba sentado en un tosco barril de grog frente a una aun más tosca mesa de campaña. Deslizaba una pluma de ave rapaz de forma ágil, aunque algo frenética, pues debía escribir por duplicado el informe que tenía entre manos.
A medida que escribía sentía una profunda decepción. El informe era verídico, era preciso y claro, pero ni de lejos contaba todo lo que había ocurrido aquella noche, allá en las montañas de los enanos.
Sí, la travesía fue muy bien, no tuvieron inconvenientes y sí, los Mano Destrozada les facilitaron mucho el avance por los túneles inferiores pero...
Sin embargo, las súplicas a los elementos de uno de los chamanes, uno de los novicios, provocaron que en vez de una distracción hubiera una masacre. Las rocas cayeron de bruces contra el techo del búnker enano, aniquilando a la mitad de la guarnición y dejando atrapada a la otra. Gritos de auxilio brotaban de sus entrañas.
Thukarg, el joven chamán. El inquieto, distraído y algo quejica Thukarg. Desde el juramento de sangre que hizo con Kurgan en las selvas de Nazmir, parecía no ser el mismo. Era como si tal acto no hubiera hecho otra cosa que dar alas a la venganza. A una venganza sin sentido. El poco sentido de todo aquello era lo que inquietaba a Kurgan. Para él la venganza no era algo malo, era bueno si se permitía al oponente luchar de forma honorable, sin rebajarse a los hechos viles que hubiera cometido en el pasado. Las súplicas del chamán esa noche, dirigieron la furia de los elementos contra el búnker, directamente contra los enanos. Su súplica había sido intensa, profunda, cargada de dolor, al contrario de las de Nargulg y de la jovencísima Shokko, que apostaban por una distracción lejana, sin causar muertes deshonrosas. El jefe tenía sus dudas acerca de la integridad de Thukarg, parecía que antepusiera sus deseos personales a la seguridad del resto. ¿Y si había forzado a los elementos a obedecerle? ¿Y si los había subyugado de forma temporal, aun sin saberlo? Las preguntas atribulaban a Kurgan, las dudas asaltaban su mente. Tenía bajo su mando una compleja confederación de orcos de distintos clanes, cada uno con su cultura y sus ideales, a veces era difícil tenerlo todo en cuenta, o respetarlo.
Dejó el asunto de Thukarg en manos del venerable y siempre sabio Nargulg, el Viejo Lobo. Él sabría como enderezarlo por la senda del honor. Lo haría o no habría lugar para el joven Thukarg en el clan.
Kurgan seguía escribiendo, ahora con algo de rabia en su mirada, dando algún que otro golpe en la mesa. Ahora que disfrutaba de cierta privacidad, se permitía desahogarse un poco.
Uno de mis soldados mató a uno de los enanos, según él por ofensas del mismo hacia su persona. Ante el alarde de poca disciplina, ordené de inmediato que el otro fuera noqueado y atado a un árbol en el exterior, dejándolo con vida.
Sí, le mató. El enano se meó encima de puro pavor e intentó rebuscar algo en su chaleco de forma apresurada. Tharn aporreó repetidas veces la cabeza del oficial de suministros desarmado contra una mesa cercana. El orco parecía no haberse dado cuenta de que el enano ya estaba muerto al segundo golpe, la sala quedó teñida de charcos de sangre. Cuando el cuerpo cayó al suelo, de su mano extendida brotó una fotografía de su familia. El enano intentaba mostrársela a su captor, suplicando piedad. No había servido de nada. Tras llegar al Puerto Faucedraco, el jefe había ordenado que se azotara a Tharn al amanecer. Era lo único que podía hacer. Había matado a un enemigo de la Horda, uno que colaboraba con el ejército, no había castigo mayor que pudiera otorgarle, pues su falta era de ideología, de código moral. Un código moral que Kurgan llevaba en la sangre e intentaba aplicarlo al clan, al parecer sin mucho éxito hasta ese momento.
Eso nos dio el tiempo suficiente para salir de ahí pitando antes de que el búnker quedara hecho trizas. Tras ello nos fuimos a por los lobos y regresamos prestos a Puerto Faucedraco en una dura marcha de vuelta al cuartel general.
El orco escribía ahora más relajado, pues aunque no revelaba toda la verdad en el informe, tampoco mentía. La realidad fue que no se marcharon sin más. El general dio la oportunidad a quien la quisiera de ayudar a los enanos supervivientes del primer búnker. No todos le ayudaron, pero varios orcos prestaron su fuerza para deslizar una roca que bloqueaba la entrada del piso inferior, dejando hueco para que los enanos pasaran uno a uno. Quizá les empujó el honor, a otros la vergüenza y a otros el miedo de defraudar a Kurgan. Fueran los motivos que fueran, la realidad fue que la guarnición restante consiguió salir de allí con vida. Los enanos les odiarían el resto de sus vidas y con razón. Sin embargo, Kurgan y los Quemasendas ya estaban muy lejos cuando sus cabezas peludas empezaron a emerger de entre los restos del búnker.
El jefe enrolló dos pergaminos con exactamente el mismo contenido y los cedió a un mensajero. Uno para Partemontañas, otro para Turletes. Negó para sí, cerró los ojos e intentó encontrar un remanso de paz en medio de toda esa locura.
A la atención del Señor Supremo Kazgorth Partemontañas, comandante del Gran Ejército de la Horda:
Informe de la misión "A la Caza del Dragón.":
Hechos acontecidos el día 1 del undécimo mes del año 33 después de la apertura del Portal Oscuro.
Habiéndonos preparado con armas adecuadas, tales como lanzas, arpones mecánicos y buena protección corporal, partimos del Puerto Faucedraco cuando caía el sol. Teniendo en cuenta los consejos sobre matar dragones de Galthuk, faucedraco de nacimiento, fuimos viajando rumbo sur tras cruzar el delta del río Verrall. Tras varias horas de travesía con la costa a nuestra izquierda, las patas de nuestras monturas empezaron a hollar un negro suelo, calcinado y carente de vida. Comprobé nuestra nuestra situación en el mapa y anuncié que nos encontrábamos en los dominios de Altarion el Aniquilador.
El aire se había vuelto denso, el cielo era más gris y el paisaje era desolador, no había vida en esas tierras, tan solo sombra y páramos desolados. La misma vida arrebatada por las incursiones del dragón. Sin previo aviso oímos un batir de alas, como si algún dios vengativo estuviera resquebrajando los cielos apareció él, el Aniquilador. Era de un tamaño considerable, era una clara amenaza. Fue entonces que por idea del faucedraco, me expuse mientras todos se cubrían tras las rocas. Me hice ver y le grité improperios al dragón, buscando que centrara su atención en mi. Así lo hizo, pero no tocó el suelo, se mantuvo suspendido en el aire a varias decenas de metro. Aprovechando tal descuido por parte de la arrogante criatura, tanto Galthuk como Tharn accionaron sus arpones mecánicos sin resultados evidentes. Un segundo disparo de Galthuk logró herir al dragón, pero el orco no consiguió encaramarse a la bestia.
Herido y siendo apartado de la lucha por los espíritus del viento gracias a Thukarg, Altarion se adentró en su guarida al pie de las montañas, donde aguardó, paciente y rencoroso, el ataque de los orcos. Me extrañó que no huyera a otro lugar, sabía que iríamos a por él. Y así lo hicimos, tras una serie de contratiempos de poca importancia, nos adentramos en la cueva, en la misma guarida del dragón.
Todo apestaba a azufre, a fuego, había cenizas por doquier, grandes restos de dragones rojos poblaban las esquinas de la gran guarida, dejando constancia del poder de Altarion. El dragón era inteligente, intentaba jugar con nuestras mentes, con nuestros propios defectos, pero nadie le escuchó. Tras un combate que duró horas, le abatimos. Le abrimos en canal las alas, le dejamos ciego y perforamos su panza. A pesar de sufrir muchas heridas, conseguimos matar al Aniquilador.
Misión "A la Caza del Dragón": Completada.
Resultado: Muerte de Altarion el Aniquilador. Su desaparición causará que el sur de Tierras Altas Crepusculares permanezca despejado y patrullas de nuestro ejército puedan patrullar sin ningún tipo de prolema. Su piel, escamas, cuernos y dientes están siendo tratados por parte de los Quemasendas para conseguir armas y armaduras de buena calidad.
Bajas: Nargulg ha sido herido de gravedad, no creo que pueda salir de la cama hasta dentro de al menos siete días. Nadie ha muerto.
[Relato] Los Últimos.
Altarion el Aniquilador había caído.
Su piel escamada abierta en varios puntos, su vista cegada, sus alas rasgadas. Los Quemasendas habían ido más allá del deber para acabar con el oscuro dragón negro. Varios de ellos se habían desplomado por las heridas sufridas o por las intensas llamaradas que había lanzado el orgulloso y enorme dragón. El más grave de ellos era sin duda Nargulg, el Viejo Lobo. Por si no hubiera sido suficiente perder un ojo por culpa de los naga, ahora el fuego había recorrido su piel, dejándolo abrasado casi por completo. La suerte le hizo caer a un enorme charco de agua del interior de la guarida de Altarion, eso le salvó la vida, aunque quedó inconsciente.
Poco a poco los Quemasendas fueron abandonando el lugar, llevándose consigo el cadáver del gran y antaño temido dragón. Kurgan se disponía a seguir los pasos de la manada de lobos pero se detuvo, se llevó una mano a su espalda y no encontró en ella el Muro Negro, el escudo del clan. Arrugando el ceño, pasó su mirada sobre la profunda y casi oscura caverna. Grandes formaciones rocosas decoraban el último bastión del Vuelo Negro en Tierras Altas Crepusculares, algunas gotas de agua caían perezosas desde la bóveda superior, formando varios charcos en los márgenes de ese peculiar palacio dracónico. Encontró el escudo apoyado sobre un rincón de la pared izquierda, de cara a él.
El orco suspiró aliviado y se encaminó hacia el escudo. Lo tomó y lo levantó, disponiéndose a alzarlo y colocárselo a la espalda. Pero nada más alzarlo, vio algo que seguramente cambiaría para siempre el futuro y destino de los Quemasendas. Ante él tenía tres grandes huevos de dragón negro. El jefe abrió los ojos como platos, dejando reposar el Muro Negro al lado de tal hallazgo. Se arrodilló y con cuidado tocó la superficie de uno de los cascarones, casi acariciándolo. Frunció el ceño, recordando las palabras de Altarion en sus últimos momentos de vida:
- Todos moriréis... conmigo. Os llevaré a todos... a la misma muerte.
Rememoró lo que había pasado tan solo unas horas atrás en ese mismo lugar. Altarion, en sus últimos estertores, desató oleada tras oleada de fuego, intentando matar a todo orco que le rodeaba. Pero no solo lo había hecho por eso, pensó Kurgan, si no que lo hacía para que no obtuvieran eso, su progenie.
El jefe contempló los tres huevos. Tomó una decisión, una decisión movida por la esperanza. Quería tener fe en que las crías que nacieran de esos cascarones no estarían locas. Que no todo lo que tocaba el Vuelo Negro tenía porqué convertirse en algo malo, desquiciado y destructivo. Tomó una de las numerosas bolsas que habían traído con los lobos y metió en ella los tres grandes huevos.
- Puede que el mundo sea sumido en la guerra una vez más, pero hoy vosotros viviréis. Demostradme que lo que hizo Alamuerte no es lo único que sabéis hacer, pequeños.
El orco sonrió débilmente, siendo consciente de que lo que acababa de hacer podía suponer un terrible cambio para el futuro de los Quemasendas al completo. Se lo contaría, todo a su debido tiempo. Dejar crías inocentes a merced del primero que entrara ahí no era su estilo. Además, si las encontraban los faucedraco sería mucho peor.
El orco salió de la cueva con la bolsa entre sus manos, montó sobre un lobo y alcanzó a la caravana que conducía el cuerpo de Altarion el Aniquilador hacia el Puerto Faucedraco.
Incluso en medio del caos puede haber lugar para un acto de bondad.
Altarion el Aniquilador había caído.
Su piel escamada abierta en varios puntos, su vista cegada, sus alas rasgadas. Los Quemasendas habían ido más allá del deber para acabar con el oscuro dragón negro. Varios de ellos se habían desplomado por las heridas sufridas o por las intensas llamaradas que había lanzado el orgulloso y enorme dragón. El más grave de ellos era sin duda Nargulg, el Viejo Lobo. Por si no hubiera sido suficiente perder un ojo por culpa de los naga, ahora el fuego había recorrido su piel, dejándolo abrasado casi por completo. La suerte le hizo caer a un enorme charco de agua del interior de la guarida de Altarion, eso le salvó la vida, aunque quedó inconsciente.
Poco a poco los Quemasendas fueron abandonando el lugar, llevándose consigo el cadáver del gran y antaño temido dragón. Kurgan se disponía a seguir los pasos de la manada de lobos pero se detuvo, se llevó una mano a su espalda y no encontró en ella el Muro Negro, el escudo del clan. Arrugando el ceño, pasó su mirada sobre la profunda y casi oscura caverna. Grandes formaciones rocosas decoraban el último bastión del Vuelo Negro en Tierras Altas Crepusculares, algunas gotas de agua caían perezosas desde la bóveda superior, formando varios charcos en los márgenes de ese peculiar palacio dracónico. Encontró el escudo apoyado sobre un rincón de la pared izquierda, de cara a él.
El orco suspiró aliviado y se encaminó hacia el escudo. Lo tomó y lo levantó, disponiéndose a alzarlo y colocárselo a la espalda. Pero nada más alzarlo, vio algo que seguramente cambiaría para siempre el futuro y destino de los Quemasendas. Ante él tenía tres grandes huevos de dragón negro. El jefe abrió los ojos como platos, dejando reposar el Muro Negro al lado de tal hallazgo. Se arrodilló y con cuidado tocó la superficie de uno de los cascarones, casi acariciándolo. Frunció el ceño, recordando las palabras de Altarion en sus últimos momentos de vida:
- Todos moriréis... conmigo. Os llevaré a todos... a la misma muerte.
Rememoró lo que había pasado tan solo unas horas atrás en ese mismo lugar. Altarion, en sus últimos estertores, desató oleada tras oleada de fuego, intentando matar a todo orco que le rodeaba. Pero no solo lo había hecho por eso, pensó Kurgan, si no que lo hacía para que no obtuvieran eso, su progenie.
El jefe contempló los tres huevos. Tomó una decisión, una decisión movida por la esperanza. Quería tener fe en que las crías que nacieran de esos cascarones no estarían locas. Que no todo lo que tocaba el Vuelo Negro tenía porqué convertirse en algo malo, desquiciado y destructivo. Tomó una de las numerosas bolsas que habían traído con los lobos y metió en ella los tres grandes huevos.
- Puede que el mundo sea sumido en la guerra una vez más, pero hoy vosotros viviréis. Demostradme que lo que hizo Alamuerte no es lo único que sabéis hacer, pequeños.
El orco sonrió débilmente, siendo consciente de que lo que acababa de hacer podía suponer un terrible cambio para el futuro de los Quemasendas al completo. Se lo contaría, todo a su debido tiempo. Dejar crías inocentes a merced del primero que entrara ahí no era su estilo. Además, si las encontraban los faucedraco sería mucho peor.
El orco salió de la cueva con la bolsa entre sus manos, montó sobre un lobo y alcanzó a la caravana que conducía el cuerpo de Altarion el Aniquilador hacia el Puerto Faucedraco.
Incluso en medio del caos puede haber lugar para un acto de bondad.
Para el Señor Supremo Kazgorth Partemontañas. Informe de la misión ''Las Cámaras de Grim Batol''
Los rumores de la población local de Las Tierras Altas Crepusculares sobre Grim Batol son acertados. La Sombra jamás abandonó el lugar, y temo que jamás lo hará. La ciudad esta marcada para la eternidad, susurros de los que allí murieron se acumulan en las esquinas oscuras de esos lúgubres salones. Solo hay silencio en la ciudad, es cierto, pero ese silencio viene acompañado de extrañas presencias que observan desde los ventanales rotos de lo que un día fueron las casas de los enanos que las moraban y que te hacen saber, de una manera u otra que no eres bienvenido. A veces los fantasmas del pasado toman forma y se puede escuchar la representación verbal de la batalla que allí hubo. No quiero imaginar que efectos podría tener una estancia prolongada en ese lugar.
Grim Batol supone un punto estratégico de valor incalculable en nuestra campaña. Desde esa posición podríamos asediar las tierras más queridas de los enanos: Loch Modan y Los Humedales. Además, la posición en si es ventajosa, en una gran colina, dentro de una montaña que podría protegernos de asedios duraderos y proteger a las tropas, así como sustentarlas. La ciudad contiene reservas de recursos así que no estaría de más enviar un grupo de obtención de recursos a la ciudad. Nuestro grupo ha cogido todo lo que podía de esos recursos y los hemos llevado a Garganta de Sangre.
Como he dicho, la ciudad está completamente vacía y podría servirnos como punto importante en esta campaña, sin embargo, habría que afrontar las consecuéncias de morar una ciudad maldita. La decisión es tuya, Señor Supremo.
Estado de la Misión: Completada. La ciudad se ha explorado sin bajas ni heridos, aunque si algún cobarde.
Para el Señor Supremo Kazgorth Partemontañas. Informe de la misión “¡Bloquead el paso!” acontecida el primer día del onceavo mes del año 33 después de la apertura del Portal Oscuro.
Se informa que, conforme a lo planeado, la tropa se armó con los explosivos de manufactura goblin, provistos por Fink Alzavoz, capataz del Príncipe Mercante Gallywix y, montando en las águilas Monte Alto, alcanzamos el punto de inicio a la hora prevista.
El batallón avanzó por el entramado de túneles acabando con las escasas patrullas que se encontraron, sin hacer saltar las alarmas. En cada tramo, se colocaron varios explosivos con un temporizador, previamente planificado, para dar tiempo a finalizar la misión y abandonar el área.
Se alcanzó el fin de la red de túneles, donde el batallón se encontró con un Comandante montaraz de Forjaz. Se pudo comprobar de primera mano que la Alianza está desarrollando armamento mejorado con azerita.
Se comprobó de primera mano cómo dos disparos de un fusil mejorado podían destrozar por completo una coraza de acero forjado. Se recomienda precaución en futuros encuentros con efectivos de la Alianza.
Estado de la misión: Completada. Se destruyeron tres de los cuatro tramos principales de la red de túneles entre Loch Modan y Los Humedales. Sin bajas en el bando aliado.
Firma el presente documento: Leonie Nairel, Centurión de la Orden de la Espada Roja y de la Horda, Campeona de Sangre del reino de Quel’thalas.
Para el Señor Supremo Kazgorth Partemontañas. Informe de la misión “Arrasa con lo que veas”, acontecida el día 30 del onceavo mes del año 33 después de la apertura del Portal Oscuro.
Se informa que, conforme a lo planeado, la Orden de la Espada Roja se preparó para marchar sobre la aldea enana que se había ordenado arrasar.
Por el camino destacan encuentros con elementales de agua cerca del río que cruza Tierras Altas hasta la desembocadura en Puerto Faucedraco. Se recomienda precaución, pues los elementales forman grandes agrupaciones rápidamente y se han vuelto agresivos. Al enfrentarse a ellos es de vital importancia dirigirse inmediatamente a zona seca.
Al salvar ese obstáculo, se continuó hacia el objetivo. Cerca de una zona boscosa, un ettin de montaña fue abatido tras ser provocado por la presencia del batallón de la orden.
Tras estos inconvenientes, la aldea fue alcanzada, donde se procedió a cumplir la orden, arrasándola.
Desafortunadamente, se encontró presencia de civiles de todas las edades, pero algunos soldados no se detuvieron en su tarea, causando bajas entre ellos. Se intentará por todos los medios que no vuelva a llevarse a cabo un acto tan deshonroso y falto de profesionalidad.
Estado de la misión: Completada. Se arrasó la aldea conforme a las órdenes.
Firma el presente documento: Leonie Nairel, Centurión de la Orden de la Espada Roja y de la Horda, Campeona de Sangre del reino de Quel’thalas.
Se informa que, conforme a lo planeado, la Orden de la Espada Roja se preparó para marchar sobre la aldea enana que se había ordenado arrasar.
Por el camino destacan encuentros con elementales de agua cerca del río que cruza Tierras Altas hasta la desembocadura en Puerto Faucedraco. Se recomienda precaución, pues los elementales forman grandes agrupaciones rápidamente y se han vuelto agresivos. Al enfrentarse a ellos es de vital importancia dirigirse inmediatamente a zona seca.
Al salvar ese obstáculo, se continuó hacia el objetivo. Cerca de una zona boscosa, un ettin de montaña fue abatido tras ser provocado por la presencia del batallón de la orden.
Tras estos inconvenientes, la aldea fue alcanzada, donde se procedió a cumplir la orden, arrasándola.
Desafortunadamente, se encontró presencia de civiles de todas las edades, pero algunos soldados no se detuvieron en su tarea, causando bajas entre ellos. Se intentará por todos los medios que no vuelva a llevarse a cabo un acto tan deshonroso y falto de profesionalidad.
Estado de la misión: Completada. Se arrasó la aldea conforme a las órdenes.
Firma el presente documento: Leonie Nairel, Centurión de la Orden de la Espada Roja y de la Horda, Campeona de Sangre del reino de Quel’thalas.
[INFORME] DEFENSA DE GARGANTA DE SANGRE.
A ORGRIMMAR, en el Tercer Día del Undécimo Mes. Año 33.
Como había indicado la información de la Mano Destrozada, los Enanos atacaron nuestro puesto en Garganta de Sangre esta noche - poco después de caer el sol. Emplearon Jinetes de Grifos, catapultas, montaraces y varias unidades de infantería pesada.
A pesar de unas pocas bajas, bastantes en parte de la Tribu Nube Negra, los Faucedraco no han perdido casi ninguno - y contamos con pocos heridos de gravedad. Se ha, acorde con los deseos de los muertos y sus familias, creado una serie de piras, y en conjunto con este informe envío varias urnas con el mensajero - para su futuro esparcimiento en Mulgore.
El Jefe Tokane Nube Negra, de los Nube Negra del sur de los Baldíos, está actualmente herido de gravedad. Ha perdido en la confrontación un brazo, y actualmente no parece que vaya a salir vivo de esta - sus deseos, junto con los de su clan, son de ser enterrado en terreno sagrado en Mushan'she.
Rogamos se tenga en consideración.
---
El recuento de nuestras bajas queda en 10 valientes, 2 jinetes de Kodo, 1 Jinete de Águilas, 11 refuerzos faucedraco, y 5 peones atrapados en el fuego cruzado nada más empezó la batalla.
Las bajas enemigas, mayores, cuentan un total de 109 enanos (redondeado, contado en cabelleras), 20 grifos martillo salvaje, y 10 ingenieros.
Se han capturado dos catapultas y se está trabajado en la reparación de otras confiscadas. Pero, hemos perdido una de las torres - los peones ya están trabajando en la reconstrucción.
El análisis es que podríamos resistir otro ataque, pero sin refuerzos del puerto faucedraco quedaremos vulnerables.
- Firma el Sihásapa Ata'halne', guía del Concilio.
A ORGRIMMAR, en el Tercer Día del Undécimo Mes. Año 33.
Como había indicado la información de la Mano Destrozada, los Enanos atacaron nuestro puesto en Garganta de Sangre esta noche - poco después de caer el sol. Emplearon Jinetes de Grifos, catapultas, montaraces y varias unidades de infantería pesada.
A pesar de unas pocas bajas, bastantes en parte de la Tribu Nube Negra, los Faucedraco no han perdido casi ninguno - y contamos con pocos heridos de gravedad. Se ha, acorde con los deseos de los muertos y sus familias, creado una serie de piras, y en conjunto con este informe envío varias urnas con el mensajero - para su futuro esparcimiento en Mulgore.
El Jefe Tokane Nube Negra, de los Nube Negra del sur de los Baldíos, está actualmente herido de gravedad. Ha perdido en la confrontación un brazo, y actualmente no parece que vaya a salir vivo de esta - sus deseos, junto con los de su clan, son de ser enterrado en terreno sagrado en Mushan'she.
Rogamos se tenga en consideración.
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El recuento de nuestras bajas queda en 10 valientes, 2 jinetes de Kodo, 1 Jinete de Águilas, 11 refuerzos faucedraco, y 5 peones atrapados en el fuego cruzado nada más empezó la batalla.
Las bajas enemigas, mayores, cuentan un total de 109 enanos (redondeado, contado en cabelleras), 20 grifos martillo salvaje, y 10 ingenieros.
Se han capturado dos catapultas y se está trabajado en la reparación de otras confiscadas. Pero, hemos perdido una de las torres - los peones ya están trabajando en la reconstrucción.
El análisis es que podríamos resistir otro ataque, pero sin refuerzos del puerto faucedraco quedaremos vulnerables.
- Firma el Sihásapa Ata'halne', guía del Concilio.
La noche despues de la batalla permanecio en extraña calma... Las tropas no celebran la victoria... Muchos se han perdido... Tanto por unos, como por otros... Pero el silencio nocturno se rompia por el ruido de un martillo y el corazon ardiente de una forja.
El martillo, agil y solido, inflingia vida a los metales que se estan reaprovechando por la Horda para fabricar armas.
Armas, armaduras y todo tipo de equipo... Todo se recicla y se adapta...
El martillo seguia trabajando y su portadora se secaba el sudor de la frente de vez en cuando, sin descanso... Al menos, era una forma de matar el tiempo...
La espada se enfrio en el agua y la tauren la observo, sonriendo y paso a la piedra de afilar y las chispas iluminaron su rostro con luz mortecina.
Cuando termino el afilado, acomodo la empuñadura con unas simples tiras de cuero aceitado y una guarda simple... Y la puso en el monton...
El trabajo no podia cesar... La guerra era su vida y lo unico que conocia...
El martillo, agil y solido, inflingia vida a los metales que se estan reaprovechando por la Horda para fabricar armas.
Armas, armaduras y todo tipo de equipo... Todo se recicla y se adapta...
El martillo seguia trabajando y su portadora se secaba el sudor de la frente de vez en cuando, sin descanso... Al menos, era una forma de matar el tiempo...
La espada se enfrio en el agua y la tauren la observo, sonriendo y paso a la piedra de afilar y las chispas iluminaron su rostro con luz mortecina.
Cuando termino el afilado, acomodo la empuñadura con unas simples tiras de cuero aceitado y una guarda simple... Y la puso en el monton...
El trabajo no podia cesar... La guerra era su vida y lo unico que conocia...
El clan Rompecráneos se encontraba trasladando material de asedio cuando un mensajero nos avisó de que el Señor Supremo Partemontañas exigía nuestra presencia, la de todos nosotros. Nuestro clan poco sabe de disciplina y menos aún de puntualidad, acudimos a la cita tras descargar las cajas.
Al llegar ya estaban todas las demás Hermandades colocados en semicírculo en torno a una tienda erguida un nivel por encima de nosotros, recordándonos con su presencia quién dirigía esta ofensiva.
A nuestra derecha las dagas de Hoja de la Noche incomodaban a los nuestros, quiénes les vigilaban de reojo con desconfianza. A la izquierda, sin embargo, un pilar de confianza que sostenía la ondeante bandera de Espada Roja sobre las cabezas de las tropas del Capitán Turletes.
Una oscura e imponente silueta surgió de la tienda respaldada por otras tres sombrías figuras. Una voz profunda y reverberante se hizo escuchar por encima de todos, solo las palabras del Señor Supremo podían silenciar hasta el canto de los pájaros. Invitó a todos los líderes a dar un paso al frente, todos temimos lo peor.
Hoja de la Noche se acercó más a nosotros, con la cabeza hice un gesto a los míos para mantener la calma, pero yo mismo sentía lo que me susurraban mis instintos al respecto.
Uno a uno, los líderes volvieron con los suyos, salvo algunos que no regresaron, quedaron presas de la oscura mirada de Partemontañas mientras mis hermanos preguntaban por qué no volvía Rym’clo. Todos sabíamos la respuesta.
Y con una sentencia solemne, se hicieron públicos nuestros temores.
- Quince latigazos a cada líder que mostró indicios de rebeldía, así podréis recapacitar sobre vuestros actos.
En el clan los mag’har se preguntaban sobre una Horda que azotaba a los suyos. La tribu Taluha comenzó a gritar en Taurahe. Los Quemasendas sentían con dolor y rabia las palabras de Partemontañas. Algunos de Hoja de la Noche negaron con la cabeza. Confuso, miré a mi alrededor, esperando haber escuchado mal. Mis ojos vieron cómo un fuerte tauren que vestía los colores de Espada Roja se inclinaba a los oídos de Turletes, quien dio un paso al frente y con el efecto de la explosión de la azerita en una batalla, exclamó:
- ¡Taluha insulta al Señor Supremo!
No pude contenerme y aun sabiendo que él hacía lo correcto, le recriminé.
- No sabía que ahora fueses un soplón, “Capitán”.
Pronto se perdió la compostura, hasta el canto de los pájaros se volvía a escuchar de nuevo por encima de la voz del alto cargo de la Horda. Las tropas se alteraron con opiniones y reacciones muy dispares, algunos imitaron los fonemas de Taluha, otros defendían lo que el látigo debía hacer.
Y en medio de la tormenta, espada y cierra.
Turletes y sus Espadas establecieron un cordón alrededor de los condenados, pero no los miraban a ellos, sino a nosotros. A quienes habíamos luchado junto a ellos en tantas ocasiones. Nuestro pilar de confianza se derrumbó y contra todo lo que sospechábamos, una pandaren de Hoja de la Noche se unió a nosotros en las recriminaciones. Iracundo me abrí paso entre el alboroto hasta alcanzar a mirar a la cara al Capitán y bramar:
- ¿Qué significa esto, Turletes?
Impasible, el elfo tras su yelmo respondió.
- No se tolerarán insultos a altos cargos de la Horda.
Cada vez me hervía más la sangre, furioso, incrédulo.
- ¿Ahora apoyas matar civiles? ¿Niños?
No sé exactamente qué me ocurrió, pero en ese momento desaté un golpe contra el que era mi amigo, intentando que se moviera de su posición inquebrantable. Quien se movió, para responder con un severo golpe de escudo.
- ¡Llevo luchando desde antes que siquiera tus ancestros pudieran sostener un hacha!
La amargura sustituyó a la ira. Leonie intervino para mediar. No la escuché, ninguno lo hizo.
- ¿A esto hemos llegado?
Turletes me miraba desde su altura, decepcionado, notaba sus ojos clavándose en mí.
- Yo sé sobre una palabra llamada lealtad.
Me limpié la sangre del labio con los brazos y escupí.
- Yo solía hacerlo sobre la Horda, pero ya no la reconozco.
Una voz entre la muchedumbre sobresalió entonces.
- Son tus hermanos.
La Horda misma era mi familia, pero ahora que no conozco su significado, las dudas me hostigan. Ya estaba dando media vuelta para marcharme cuando al escuchar esa frase, la respondí.
- Ya no queda nada de mis hermanos en ellos.
Descolgué mi estandarte, mi orgullo, y la dejé caer al barro.
Páginas arrancadas del diario de campo del Legionario Herkus Estandarte de Sangre,
Alias “El Empalador”
Al llegar ya estaban todas las demás Hermandades colocados en semicírculo en torno a una tienda erguida un nivel por encima de nosotros, recordándonos con su presencia quién dirigía esta ofensiva.
A nuestra derecha las dagas de Hoja de la Noche incomodaban a los nuestros, quiénes les vigilaban de reojo con desconfianza. A la izquierda, sin embargo, un pilar de confianza que sostenía la ondeante bandera de Espada Roja sobre las cabezas de las tropas del Capitán Turletes.
Una oscura e imponente silueta surgió de la tienda respaldada por otras tres sombrías figuras. Una voz profunda y reverberante se hizo escuchar por encima de todos, solo las palabras del Señor Supremo podían silenciar hasta el canto de los pájaros. Invitó a todos los líderes a dar un paso al frente, todos temimos lo peor.
Hoja de la Noche se acercó más a nosotros, con la cabeza hice un gesto a los míos para mantener la calma, pero yo mismo sentía lo que me susurraban mis instintos al respecto.
Uno a uno, los líderes volvieron con los suyos, salvo algunos que no regresaron, quedaron presas de la oscura mirada de Partemontañas mientras mis hermanos preguntaban por qué no volvía Rym’clo. Todos sabíamos la respuesta.
Y con una sentencia solemne, se hicieron públicos nuestros temores.
- Quince latigazos a cada líder que mostró indicios de rebeldía, así podréis recapacitar sobre vuestros actos.
En el clan los mag’har se preguntaban sobre una Horda que azotaba a los suyos. La tribu Taluha comenzó a gritar en Taurahe. Los Quemasendas sentían con dolor y rabia las palabras de Partemontañas. Algunos de Hoja de la Noche negaron con la cabeza. Confuso, miré a mi alrededor, esperando haber escuchado mal. Mis ojos vieron cómo un fuerte tauren que vestía los colores de Espada Roja se inclinaba a los oídos de Turletes, quien dio un paso al frente y con el efecto de la explosión de la azerita en una batalla, exclamó:
- ¡Taluha insulta al Señor Supremo!
No pude contenerme y aun sabiendo que él hacía lo correcto, le recriminé.
- No sabía que ahora fueses un soplón, “Capitán”.
Pronto se perdió la compostura, hasta el canto de los pájaros se volvía a escuchar de nuevo por encima de la voz del alto cargo de la Horda. Las tropas se alteraron con opiniones y reacciones muy dispares, algunos imitaron los fonemas de Taluha, otros defendían lo que el látigo debía hacer.
Y en medio de la tormenta, espada y cierra.
Turletes y sus Espadas establecieron un cordón alrededor de los condenados, pero no los miraban a ellos, sino a nosotros. A quienes habíamos luchado junto a ellos en tantas ocasiones. Nuestro pilar de confianza se derrumbó y contra todo lo que sospechábamos, una pandaren de Hoja de la Noche se unió a nosotros en las recriminaciones. Iracundo me abrí paso entre el alboroto hasta alcanzar a mirar a la cara al Capitán y bramar:
- ¿Qué significa esto, Turletes?
Impasible, el elfo tras su yelmo respondió.
- No se tolerarán insultos a altos cargos de la Horda.
Cada vez me hervía más la sangre, furioso, incrédulo.
- ¿Ahora apoyas matar civiles? ¿Niños?
No sé exactamente qué me ocurrió, pero en ese momento desaté un golpe contra el que era mi amigo, intentando que se moviera de su posición inquebrantable. Quien se movió, para responder con un severo golpe de escudo.
- ¡Llevo luchando desde antes que siquiera tus ancestros pudieran sostener un hacha!
La amargura sustituyó a la ira. Leonie intervino para mediar. No la escuché, ninguno lo hizo.
- ¿A esto hemos llegado?
Turletes me miraba desde su altura, decepcionado, notaba sus ojos clavándose en mí.
- Yo sé sobre una palabra llamada lealtad.
Me limpié la sangre del labio con los brazos y escupí.
- Yo solía hacerlo sobre la Horda, pero ya no la reconozco.
Una voz entre la muchedumbre sobresalió entonces.
- Son tus hermanos.
La Horda misma era mi familia, pero ahora que no conozco su significado, las dudas me hostigan. Ya estaba dando media vuelta para marcharme cuando al escuchar esa frase, la respondí.
- Ya no queda nada de mis hermanos en ellos.
Descolgué mi estandarte, mi orgullo, y la dejé caer al barro.
Páginas arrancadas del diario de campo del Legionario Herkus Estandarte de Sangre,
Alias “El Empalador”
[INFORME] Asalto a los Nidales Martillo Salvaje:
Misión fallida, con pérdidas mayores en cuanto a Kodos y aguilas de guerra. La información de la Mano Destrozada y los Mortacechadores no indicaba la presencia de un ejército de tal magnitud defendiendo aún las montañas. Menos aún, que tendrían provisiones como para un asedio a nuestras posiciones.
Se han perdido bestias de carga, y recursos. Lo que hemos perdido el día de hoy ha sido mayor a lo ganado.
Firma el Sihásapa Ata'halne' Quiebrapáramos. Guía del concilio.
El informe, enviado por águila, está escrito en un papel mal cuidado, a las apuradas.
Misión fallida, con pérdidas mayores en cuanto a Kodos y aguilas de guerra. La información de la Mano Destrozada y los Mortacechadores no indicaba la presencia de un ejército de tal magnitud defendiendo aún las montañas. Menos aún, que tendrían provisiones como para un asedio a nuestras posiciones.
Se han perdido bestias de carga, y recursos. Lo que hemos perdido el día de hoy ha sido mayor a lo ganado.
Firma el Sihásapa Ata'halne' Quiebrapáramos. Guía del concilio.
El informe, enviado por águila, está escrito en un papel mal cuidado, a las apuradas.
El capitán llamó a formar a toda la Espada Roja y anunció que el Señor Supremo Partemontañas requería de la presencia de todos. Sobre los lobos, nos dirigimos a su encuentro, envueltos por la incertidumbre de no saber qué órdenes, exigencias, anuncios o condenas escucharían hoy del títere de la Dama Oscura.
Llegamos prestos al punto de encuentro y formamos junto a Rompecráneos y Hoja de la Noche. Me sentí más segura al ver a mis camaradas cerca. No obstante, la guardia renegada del Señor Supremo estaba formada a nuestro alrededor, estoica e imperturbable, lo cual no nos transmitía precisamente una sensación de seguridad.
A los pocos instantes, el imponente Partemontañas salió del pabellón principal y llamó a su presencia a los líderes de cada unidad.
Turletes avanzó sin dudarlo y me temí. Era consciente de la situación en la que puse a la Espada Roja con la orden que dio, y ahora el castigo podía recaer sobre mi capitán... era algo que no me podría perdonar.
No obstante, solo Ata'Halne, Rym'clo y Kurgan permanecieron bajo la sombra del Señor Supremo, mientras el resto eran despachados, volviendo con sus camaradas respectivamente.
En ese instante, Partemontañas anunció el castigo para los tres líderes, con una voz que rompió el frágil silencio que hasta ahora había reinado en el encuentro. Quince latigazos para cada uno, como castigo ejemplar, ante toda la tropa, para quien osaba desafiar a la Reina Alma en Pena.
Me pareció, en un primer instante, que un castigo así no supondría nada. No era algo que esos tres líderes no pudieran soportar... estaba equivocada. Comenzó el griterío. Los tauren proferían insultos contra el tirano Partemontañas mientras el odio que se había acumulado comenzaba a desbordar.
Fue en ese momento que el capitán Turletes gritó: "¡Taluha os insulta, Señor Supremo!"
Sentí cómo mi corazón se olvidó de latir durante un breve instante. Sabía qué posición debía tomar si las cosas se complicaban... pero eso era demasiado.
"¡Traidor!"
"¡Cobarde!"
"¡Creía que tenías honor!"
La voz de Herkus resonó en mis oídos por encima de esos insultos...
"No sabía que ahora fuese un chivato, "capitán"... "
(¿Qué has hecho, Tur?. ?¿Era esto necesario?)
Las miradas se dirigieron hacia la Espada Roja. Y eran miradas teñidas de incredulidad, y un sentimiento de traición tan profundo que cegó las mentes de aquellos que una vez fueron sus hermanos...
...y se disparó el caos...
Quemasendas, Rompecráneos, Taluha... todos comenzaron a romper filas y se acercaban peligrosamente al Señor Supremo que, impasible, los observó acercarse a él.
El capitán dio la orden a toda la Espada Roja: "¡Espadas, cerrad filas! ¡Protejamos al Señor Supremo!"
Mientras todos mis compañeros se apresuraron a formar un cordón de protección... yo me quedé en el sitio. En el fondo pensaba que si nuestros hermanos se daban cuenta de la situación al ver a sus propios camaradas enfrentándose a ellos, se detendrían... no lo hicieron... y me di cuenta de una horrible verdad... Espada, mis compañeros, a quienes más aprecio en este mundo, están en peligro. Y no solo ellos. Rompecráneos, Quemasendas y Taluha, también lo estaban...tenía que detenerlos.
Las dudas se despejaron de mi mente y formé junto a los míos, dispuesta a protegerlos con mi vida. No protegería a Partemontañas... protegería a la Horda.
Camaradas enfrentados, hermanos encarándose unos a otros. Unos para proteger su honor, otros para protegerlos de una muerte segura... pagando un precio por ello.
Al colocarme en la fila, vi a Herkus delante de mí. (¡Herkus! Él lo entenderá. Él atenderá a razones, nos ayudará a retirar a los suyos, evitar esta locura.) O eso pensé, hasta darme cuenta de que tenía frente a él a Turletes. Ambos chocaron, y el capitán logró rechazarlo. Grité, suplicando, intentando que entraran en razón:
-¡Detened esta locura! ¡Tenemos que encontrar otra forma de hacer las cosas! ¡No conseguiremos nada enfrentándonos entre nosotros!
Pero no me escuchaban. Mi voz se vio ahogada en mitad del fuego cruzado, donde los gritos iban y venían.
Tras eso, solo pude observar con profunda tristeza, cómo Herkus abandonaba su estandarte, el cual siempre había portado con orgullo, y se marchaba.
Mi mirada recorrió las filas de la Espada Roja, hasta localizar a la joven Emmara, mi aprendiz. Una recluta que todavía estaba aprendiendo, intentando guardar la compostura ante los orcos de Quemasendas. Ante ella, el mismo Kurgan se alzaba envuelto en una mole de acero, encarando también a Turletes. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia ella y me puse delante.
-Quédate detrás de mí, Emmara - le dije. La asustadiza elfa asintió y alzó el escudo a mis espaldas.
Me planté ante los Quemasendas, sin desenfundar mis armas ni alzar mi escudo, y traté de nuevo de apelar al sentido común de Kurgan. No sé cuánto tiempo permanecimos en esa posición. Todos quietos, encarando durante horas el mismo rostro, a la espera de... algo. Mis palabras se vieron rechazadas una vez tras otra. Kurgan y los suyos no atendían a razones.
-Creía que tenías honor, Leonie - me espetó Kurgan en cierto momento, en mitad del caos.
No encontré respuesta adecuada para algo así, pero en ese momento no me importó. Solo tenía una idea en mente: Tenía que salvarlos. Y si eso conllevaba enfrentarme a ellos, lo haría. Lo haría sin dudarlo.
Aquel día no se derramó sangre, pero todos nos retiramos con una grave herida, que producía un dolor punzante y profundo.
Solo he servido a la Horda unos pocos años, pero el cálido sentimiento de hermandad que me ha envuelto desde entonces me recuerda al calor de la chimenea en mi antiguo hogar... es algo que no quiero volver a perder. Por ello, estaré dispuesta a sacrificarlo todo. Porque algunas cosas, tienen demasiado valor como para que puedas pagarlo... solo.
Llegamos prestos al punto de encuentro y formamos junto a Rompecráneos y Hoja de la Noche. Me sentí más segura al ver a mis camaradas cerca. No obstante, la guardia renegada del Señor Supremo estaba formada a nuestro alrededor, estoica e imperturbable, lo cual no nos transmitía precisamente una sensación de seguridad.
A los pocos instantes, el imponente Partemontañas salió del pabellón principal y llamó a su presencia a los líderes de cada unidad.
Turletes avanzó sin dudarlo y me temí. Era consciente de la situación en la que puse a la Espada Roja con la orden que dio, y ahora el castigo podía recaer sobre mi capitán... era algo que no me podría perdonar.
No obstante, solo Ata'Halne, Rym'clo y Kurgan permanecieron bajo la sombra del Señor Supremo, mientras el resto eran despachados, volviendo con sus camaradas respectivamente.
En ese instante, Partemontañas anunció el castigo para los tres líderes, con una voz que rompió el frágil silencio que hasta ahora había reinado en el encuentro. Quince latigazos para cada uno, como castigo ejemplar, ante toda la tropa, para quien osaba desafiar a la Reina Alma en Pena.
Me pareció, en un primer instante, que un castigo así no supondría nada. No era algo que esos tres líderes no pudieran soportar... estaba equivocada. Comenzó el griterío. Los tauren proferían insultos contra el tirano Partemontañas mientras el odio que se había acumulado comenzaba a desbordar.
Fue en ese momento que el capitán Turletes gritó: "¡Taluha os insulta, Señor Supremo!"
Sentí cómo mi corazón se olvidó de latir durante un breve instante. Sabía qué posición debía tomar si las cosas se complicaban... pero eso era demasiado.
"¡Traidor!"
"¡Cobarde!"
"¡Creía que tenías honor!"
La voz de Herkus resonó en mis oídos por encima de esos insultos...
"No sabía que ahora fuese un chivato, "capitán"... "
(¿Qué has hecho, Tur?. ?¿Era esto necesario?)
Las miradas se dirigieron hacia la Espada Roja. Y eran miradas teñidas de incredulidad, y un sentimiento de traición tan profundo que cegó las mentes de aquellos que una vez fueron sus hermanos...
...y se disparó el caos...
Quemasendas, Rompecráneos, Taluha... todos comenzaron a romper filas y se acercaban peligrosamente al Señor Supremo que, impasible, los observó acercarse a él.
El capitán dio la orden a toda la Espada Roja: "¡Espadas, cerrad filas! ¡Protejamos al Señor Supremo!"
Mientras todos mis compañeros se apresuraron a formar un cordón de protección... yo me quedé en el sitio. En el fondo pensaba que si nuestros hermanos se daban cuenta de la situación al ver a sus propios camaradas enfrentándose a ellos, se detendrían... no lo hicieron... y me di cuenta de una horrible verdad... Espada, mis compañeros, a quienes más aprecio en este mundo, están en peligro. Y no solo ellos. Rompecráneos, Quemasendas y Taluha, también lo estaban...tenía que detenerlos.
Las dudas se despejaron de mi mente y formé junto a los míos, dispuesta a protegerlos con mi vida. No protegería a Partemontañas... protegería a la Horda.
Camaradas enfrentados, hermanos encarándose unos a otros. Unos para proteger su honor, otros para protegerlos de una muerte segura... pagando un precio por ello.
Al colocarme en la fila, vi a Herkus delante de mí. (¡Herkus! Él lo entenderá. Él atenderá a razones, nos ayudará a retirar a los suyos, evitar esta locura.) O eso pensé, hasta darme cuenta de que tenía frente a él a Turletes. Ambos chocaron, y el capitán logró rechazarlo. Grité, suplicando, intentando que entraran en razón:
-¡Detened esta locura! ¡Tenemos que encontrar otra forma de hacer las cosas! ¡No conseguiremos nada enfrentándonos entre nosotros!
Pero no me escuchaban. Mi voz se vio ahogada en mitad del fuego cruzado, donde los gritos iban y venían.
Tras eso, solo pude observar con profunda tristeza, cómo Herkus abandonaba su estandarte, el cual siempre había portado con orgullo, y se marchaba.
Mi mirada recorrió las filas de la Espada Roja, hasta localizar a la joven Emmara, mi aprendiz. Una recluta que todavía estaba aprendiendo, intentando guardar la compostura ante los orcos de Quemasendas. Ante ella, el mismo Kurgan se alzaba envuelto en una mole de acero, encarando también a Turletes. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia ella y me puse delante.
-Quédate detrás de mí, Emmara - le dije. La asustadiza elfa asintió y alzó el escudo a mis espaldas.
Me planté ante los Quemasendas, sin desenfundar mis armas ni alzar mi escudo, y traté de nuevo de apelar al sentido común de Kurgan. No sé cuánto tiempo permanecimos en esa posición. Todos quietos, encarando durante horas el mismo rostro, a la espera de... algo. Mis palabras se vieron rechazadas una vez tras otra. Kurgan y los suyos no atendían a razones.
-Creía que tenías honor, Leonie - me espetó Kurgan en cierto momento, en mitad del caos.
No encontré respuesta adecuada para algo así, pero en ese momento no me importó. Solo tenía una idea en mente: Tenía que salvarlos. Y si eso conllevaba enfrentarme a ellos, lo haría. Lo haría sin dudarlo.
Aquel día no se derramó sangre, pero todos nos retiramos con una grave herida, que producía un dolor punzante y profundo.
Solo he servido a la Horda unos pocos años, pero el cálido sentimiento de hermandad que me ha envuelto desde entonces me recuerda al calor de la chimenea en mi antiguo hogar... es algo que no quiero volver a perder. Por ello, estaré dispuesta a sacrificarlo todo. Porque algunas cosas, tienen demasiado valor como para que puedas pagarlo... solo.