Mareas de venganza.Dos visiones del conflicto

Muy bueno Ele, a ver qué nos trae la nueva pícara velfa.

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Lanzó la bolsa a la mesa del intendente del IV7, el cual se sobresaltó. Este la miró con desaprobación, al tiempo que se inclinaba ligeramente sobre la mesa y abría la bolsa de cuero.

En su interior se encontraba la cabeza de un goblin. El intendente volvió a mirarla y preguntó:

–¿Pensaron que eras de la horda?

Shindael asintió levemente al tiempo que decía:

– Eso creo.

–¿Eso crees?

–Estaban todos borrachos. No había mucha iluminación en el local, no creo que distinguieran el tono de mi piel. Además mientras suplicaba me dijo que me pagaría, lo cual todo el mundo pudo escuchar.

El intentende la escuchaba con atención. Shidael prosiguió:

– Así que sí, creo que me identificaron como sicario de la horda. Aunque se escabulló, el muy inútil pidió protección a unos piratas a cambio de dinero. Le robaron y me lo entregaron, “no queremos líos con la horda, arrrr” me dijeron. Literalmente.

Satisfecho con lo que había escuchado el intendente le preguntó:

– Sabes quien era, ¿verdad?

Shindael asintió sin decir nada.

– Debemos crear la mayor desconfianza entre los proveedores de armas y suministros de la horda. Ya sea porque se traicionen entre ellos (como es este caso), bien porque saben que serán objetivo de la alianza o la horda.

Shindael no respondió, simplemente alargó el brazo en clara señal de que esperaba su pago.

El intendente comprendió perfectamente el significado, abrió un cajón de su escritorio y dejó caer una bolsa llena de dinero en la mano de la rendorei.

– Un placer como siempre trabajar contigo, Shindael.

Shindael hizo un gesto afirmativo, se giró y se disponía a salir de la habitación cuando escuchó al intendente gritarle:

– ¡Shindael! Matías quiere hablar contigo…

La pícara se paró, se volvió y le dijo mientras negaba con la cabeza:

– Dile que la respuesta sigue siendo no. No ingresaré en el IV 7. Odio a la horda y os ayudaré a combatirla, pero siempre por mi cuenta.

– Se lo haré saber de nuevo Shindael.

– Gracias. Hasta la próxima.

Shindael salió del cuartel del IV7 de Ventormenta, pesó la bolsa llena de dinero con la mano, y esgrimió una ligera sonrisa de satisfacción. Hacía una mañana preciosa en Ventormenta aquel día.

“Creo que desayunaré algo en el cerdo borracho… y después partiré hacia Boralus… necesito hablar con ella” pensaba mientras se encaminaba a la taberna localizada en el casco antiguo de la ciudad…

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El paladín volvió al interior de la casa,con el comunicador de la legión en la mano,y mirada pensativa…
-¿Y bien? Pregunto la sacerdotisa…
-Veras cariño,un cazador de demonios,fue el causante del altercado exterior. Nieve se sobresaltó y de ahí el barullo.
-¿Y ? Preguntó Menel,¿Que quería?
-Vino a solicitar colaboración,para la causa contra Azshara(un bufido, salió de su boca ). Ahora,dice que parece que hay movimiento naga…¡vaya descubrimiento! Desde que lo vengo avisando…
La sacerdotisa,con una sonrisa paciente miro como divagaba su paladín…
-¿Y qué “hemos” decidido? Preguntó con un poquito de sorna…
-¿Hemos? Pillado por sorpresa el paladín enrojeció,hasta que vio la sonrisa pícara de su amada…
-Cariño…nunca será hemos,sabes que podemos actuar de manera independiente como siempre,sin embargo…cualquier tipo de ayuda nos vendría bien,aunque sea tan insufrible como la del arrogante cazador de demonios…
-¿Entonces,cariño…vamos a aceptar su colaboración? Preguntó la sacerdotisa…
-Le haremos esperar un poquito,sólo para bajarle esa arrogancia que tiene…¡Illidaris! Siempre tan insufribles,como si ellos solos hubiesen salvado el mundo…

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:unamused::unamused::unamused:

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jajaja XD

Tú te salvas madrina :wink: (menos cuando te pones modo fanboy de Sylvi)

Creo que es la primera vez que estoy de acuerdo en algo con el losas y sibilino sindorei.

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:scream::scream::scream::scream::scream::scream: ¡¡¡¡¡¡Una muerta que habla!!!

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¿Tú no tenías también un hermano Illidari?

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¿Arrogante yo? el cazador de demonios mira a ambos lados desconcertado Creo que te has equivocado de persona…

Hême apareció con una fluctuación en el palacio.
Sin siquiera pasarse a saludar a sus compañeros, decidió hacerle una visita a su hermano para informarle de lo sucedido. Rebuscando en su bolsa, sacó de entre sus pertenencias una piedra violácea y la hizo girar varias veces.
Con un destello el Illidari apareció en Dalaran, y acto seguido se dirigió al Alto de Krasus. Desplegó sus alas y alzó el vuelo en dirección a la Costa Abrupta.
Tras unos segundos, el elfo llegó a la rocosa y corrupta isla y se dirigió a Acherus, el Bastión de Ébano, hogar de los Caballeros de la Espada de Ébano y por tanto de su hermano. Pero las cosas no fueron como esperaba.
En cuanto holló el suelo de la necrópolis, varios caballeros de la muerte que estaban de guardia lo miraron sorprendidos y de pronto sintió cómo unas cadenas de hielo lo sujetaban firmemente al suelo. Uno de ellos, un humano, se acercó a él desenvainando su mandoble con clara intención de matarlo, pero justo cuando la enorme espada descendía, una fuerza oscura levantó al guardia del suelo y lo arrojó contra una pared.
El humano se levantó con furia y buscó con la mirada a su agresor.
-Maldito seas, ¿quién ha hecho esto? Voy a…- su voz se cortó en un gorgoteo cuando vio que todos sus compañeros se hallaban arrodillados ante una figura. Al reconocer al recién llegado, el caballero de la muerte se arrojó al suelo, casi tocándolo con la nariz.
-¿Qué decías, chico?-preguntó una voz familiar.
-Se-señor de la Muerte… por favor… perdone…-gimió el guardia.
-¿Esos balbuceos te parecen dignos de un caballero de la muerte?- se burló Kranem- Me están dando ganas de tirarte por la barandilla.
-Perdón, señor. No volverá a suceder-dijo el humano aún inclinado.
-Vuelve a tu puesto. Si esto vuelve a repetirse, me aseguraré de sustituirte.
Mientras el humano volvía a su puesto y se ponía firme, Kranem chasqueó los dedos y las cadenas heladas que aprisionaban al cazador de demonios se hicieron añicos.
-No es una buena idea venir aquí, Limether.-dijo el caballero de la muerte.
-Es urgente, Kranem. Necesito informarte de algo.-repuso Hême.
-Pues rápido. Si no te marchas pronto tendrás que quedarte para siempre.-dijo Kranem con un tono amenazante.
-He hablado con los habitantes de aquella casa. Digamos que somos… viejos conocidos. Creo que nos ayudarán.-explicó Hême- Es sólo para que lo sepas.
-Bien.-dijo Kranem.-Ahora vete o quédate para siempre.
-Está bien. Nos vemos.-se despidió el Illidari.
Sacó una piedra gris con una espiral grabada, y al girarla varias veces apareció con un destello en Orgrimmar. Entró en la taberna y se sentó, pidiendo una cerveza.
Rebuscando entre sus ropas cogió el comunicador y esperó que el paladín le contestara pronto.

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Menel preparaba algo de cenar. En su estado ya que no podía cuidarse como debería al menos intentaba comer mejor ante la insistencia de su amado.
Salió a darles cancha a Nieve y Darna mientras la cena terminaba de hacerse. Era partidaria de que sus sables salieran a cazar solos. El sable de Cuna estaba más que acostumbrado,lo había entrenado desde pequeño. Darna había sido un regalo de la alianza por su extensa colaboración.Estaba encantada con aquella hembra de sable de las sacerdotisas de la luna.Independientemente del castigo de Tyrande por su relación con Argent,nadie podía despojarla de lo que era,había sido una sacerdotisa de Elune durante casi diez mil años.
Así que para ella ese regalo fue una inmensa alegría y mimaba mucho a Darna,a la cual había bautizado de esa forma en honor a Darnassus.

Nieve tan caballeroso como su paladín enseñaba a Darna a cazar con paciencia,y si la presa se escapaba compartía la suya.Era un gesto sencillo,cuando acariciaba a Nieve y le daba una suave palmada en el lomo el sable sabía que tenía permiso para ir de caza.Se quedó un instante mirando como ambos sables emprendían la carrera en busca de su propia comida.

Se dio la vuelta para entrar en casa a terminar la cena y una extraña sensación en su vientre la hizo pararse en seco.Sentía como pequeñas burbujas moviéndose en su interior.Su embarazo avanzaba poco a poco pero ya estaba cerca de los cuatro meses de gestación y empezaba a resultar difícil esconder la redondez acuciante al ser dos bebés en vez de uno.

Terca como era,había vuelto a Costa oscura en numerosas ocasiones,no buscando ya a esas alturas el perdón de Tyrande. Eran su raza,y no consentiría que la horda intentara volver a arrebatarles su tierra.

Mientras servía la cena,se detuvo a pensar en la propuesta del cazador de demonios.No podía aseverar que posiblemente había sido él quien meses atrás había “decorado” su casa con sangre y le había dejado la cabeza de una de sus congéneres sobre la cama.
No lo conocía pero el dato que le había proporcionado a Argent sobre que lo consideraba un traidor y hasta hacía relativamente poco no hubiera dudado en despellejarlo y que conocía la ubicación de su hogar no le dejaban lugar a muchas dudas.
No se fiaba de él,aunque no lo había visto.Pero tuvo que admitir que tampoco lo hizo de Eyliria en su día,o de sus primas.Los cazadores de demonios no eran totalmente de su agrado pero Xhakraes le había enseñado que guardaban su humanidad dentro,al menos muchos de ellos,no podía aseverar que aquél que había invadido su hogar fuera uno de ellos o en cambio uno de los asesinos despiadados de Illidan,el cual consideraba que el fin justificaba los medios.

Era una postura que nunca había entendido en la horda,pero generalizar había conseguido que el karma,Elune y Belore o sabía el gran padre Aman´thul que misteriosa fuerza,quizás la luz,hubieran puesto a Argent en su camino y en su vida,demostrándole que no todos los miembros de la horda eran unos asesinos crueles y despiados. Destino? sonrió con dulzura,fuera cual fuera la razón no podía ser más feliz.

-Azeroth llamando a Menel-dijo el paladín susurrando en su oído.
-He vuelto a hacerlo verdad?-dijo mientras sus mejillas se tornaban más violetas.
-Como siempre amor-dijo Argent sonriendo-pero si no te abstrajeras de esa manera,no serías tú.Vas a decirme en que pensabas?
-Mmmm-contestó la kaldorei pensativa-deberíamos conocer un poco más a ese cazador de demonios,averiguar que sabe sobre Azshara y decidir si podemos fiarnos de él.Quizás deberíamos usar ese comunicador de la Legión.
-Si-dijo el paladín sindorei-pero no antes de mañana.Cena y a descansar,recuerda que llevas a los elegi…
Menel no le dejó terminar
-Lo se paladín mandón,lo se,llevo a los elegidos de Elune y Belore dentro-dijo sacándole la lengua con descaro.
-Belore…dame paciencia-dijo Argent resoplando divertido mientras depositaba un suave beso en su mejilla.

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Tras consultar con su amada,ambos decidieron que sería interesante conocer,que tenía planificado el cazador de demonios,con que gente contaba,y que linea de actuación pensaba seguir.
Que los nagas se estaban moviendo era ya algo muy claro. Precedían sin duda el alzamiento de Azshara, y ese enemigo,obligaba a colaborar a todo el mundo para enfrentarlo.
El paladín tenía claro,que la reina naga,sólo era una precursora de su jefe,N’zot, y que posiblemente asistirían, si no cambiaba la cosa,a un nuevo advenimiento de los dioses oscuros…
Deberían asistir a aquella reunión,y luego informar a los posibles aliados de aquella situación. No sabía cómo reaccionaría,tanto sus amigos de la horda,como sus enemigos de la alianza,definiciones ambas, usadas como algo estereotipado…
No obstante,acudirian a esa reunión.
Tomó el comunicador de la legión,y citó al cazador de demonios,en el salón juego de manos,de Dalarán…

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La noche era fría y húmeda en Boralus. Alleria Brisaveloz se encontraba mirando a través de la ventana de su habitación del cuartel general de la alianza. Miraba hacia la distante luna que asomaba por el horizonte bañando con una luz tenue la superficie acuática. Mientras la admiraba… pensaba en su amado Turalyon, y le deseaba suerte en el frente de Arathi. Las noticias que llegaban eran buenas, pero aún así no había pasado tanto tiempo separado de el desde que ambos se embarcaron junto a Khadgar y unos cuantos valientes más en la loca aventura de cruzar el portal oscuro.

Suspiró melancólica, y se separó de la ventana. Se dirigió a su escritorio y comenzó a redactar un informe que debía presentar a Halford y al Rey a la luz del único candil que había encendido en la habitación. “Sería absurdo que temiera a la oscuridad”, pensó con una sonrisa mientras se ponía manos a la obra.

Tras un rato absorta en su trabajo, una suave brisa gélida acarició su cuello, lo que provocó que se le erizara el vello de su piel y le diera un escalofrío.

Se giró hacia la ventana y la vió entreabierta.

Se levantó, con suma tranquilidad, se dirigió a la ventana, y despreocupadamente la cerró. Esgrimió una sonrisa y lanzó una pregunta al aire:

–¿Sigues teniendo problemas con las voces?

Shindael salió de las sombras en las que se ocultaba, y cuando iba a responderle, unas voces fuertes retumbaron en su cabeza:

“¡POR quÉ Has VenIdo a VERLa!¡Te LO TENEMOS PrOhIbIDO!”

Shindael hizo una mueca de dolor, y se llevó la mano a la sien, sin llegar a responder a Alleria.

–Eso me temía.- Dijo Alleria sin esperar a que Shindael hablara.

–Cada vez que te llevas la mano a la sien, es una victoria para ellos Shindael. Tienes que aprender a controlar los susurros.

Tras inspirar y expirar con calma durante unos segundos, Shindael se recompuso, miró a Alleria y le dijo:

–No son susurros lo que escucho Alleria… son gritos. Muchos gritos…

Alleria cogió una silla y se la acercó a Shindael, al tiempo que realizaba un gesto pidiéndole que se sentara. Se giró y se dirigió a un pequeño armario que había en la habitación. Lo abrió y sacó una botella de vino de Dalaran. Junto a la botella había varias copas. Cogió un par, y sirivió un poco de vino.

Cogió las copas y ofreció una de ellas a Shindael, quien asintió en señal de gratitud mientras se sentaba. Alleria se sentó en la silla que había junto a su escritorio, dio un sorbo al vino, suspiró y mientras miraba a Shindael dijo:

–Normalmente, a los rendorei les ocurre al revés que a ti. Aprenden a acallar las voces antes que a controlar el poder del vacío.

Shindael torció un poco la cara, un gesto que Alleria interpretó como de verguenza.

–Sin embargo, - prosiguió - tu has dominado por completo tu forma del vacío. Esto es algo sorprendente, querida. Te he visto luchar usándola. Potencia tus ya muy diestras habilidades de lucha cuerpo a cuerpo hasta límites insospechados. Agilidad, celeridad, fuerza, reflejos… cuando me lo mostraste, quedé maravillada. El resto de rendorei dejan que esa fuerza se desboque y los supere. Sin embargo tú… parece que esa fuerza hubiera sido hecha para tí desde un principio.

Shindael se ruborizó ligeramente, lo que provocó que se apresurara en beber un largo trago de vino.

– Gracias… supongo. - acertó a decir.

–Shindael, las voces, son mentirosas y traicioneras. - prosiguió Alleria. Shindael volvió a levantar su mirada ante aquellas palabras. - Pero a pesar de lo que te digan… no son ellas quienes te dan la fuerza. Son tus propias emociones, es tu propia energía la que canaliza el poder del vacío. Aunque no nos crean cuando lo decimos… se comporta de forma similar a la luz o cualquier otra fuente de poder.

– Las voces… simplemente vienen con ese poder. Es algo que va incluido con ello. No tienes que hacerles caso. No te van a quitar algo que ya es tuyo… y que controlas a la perfección. Pero son arteras, sibilinas y tratan de tomar el control, y lo hacen porque saben lo que estás sintiendo, ya que son fruto del mismo poder generado por las sensaciones de las que te hablaba. Y cada vez que te llevas la mano a la sien… las haces más fuertes.

“¡MiENTE!¡QuIERE sePAraRTe dE NosoTRoS!¡QUieRE ARReBatartE NuesTRo PODer!¡TOdO PAra ELLA!¡MÁTaLA!”

Aquello retumbó como un kodo de guerra en su cabeza… iba a llevarse la mano a la cabeza de nuevo… pero se contuvo.

Alleria notó aquella lucha y sonrió. Se levantó, dejó la copa sobre el escritorio y se puso de cuclillas delante de Shindael. Le cogió las manos y le dijo:

– Imaginate por un momento, que te dijera que esas voces un montón de pequeños Gallywix recordándote lo mucho que te va a castigar si no haces caso y lo que el te ordena…

Shindael abrió los ojos como gesto de repugnancia. Lo había imaginado… y era horrible.

– Eso es… cada vez que te hablen, piensa en muchas cabezas de ese goblin… con sus papadas… amenazándote… ¿les harás caso querida?

Shindael negó con la cabeza enérgicamente. Alleria sonrió satisfecha, se levantó y poniéndole una mano en el hombro y dijo con un tono maternal:

– Eso es… no dejes que Gallywix te controle… que te amenaze… tú controlas esos Gallywix… y tú controlas tu poder. Nadie más.

“Sí… creo que podré hacerlo si lo planteo así…” pensó contenta Shindael. Se levantó y dejándose llevar por el momento, le dió un abrazo a Alleria.

– Gracias Alleria.

Alleria le devolvió el abrazo.

– Siempre es un placer ayudar a alguien de los míos.

Cuando se separaron, Alleria se dirigió de nuevo al armario, cogió de nuevo la botella de vino, y mientras rellenaba la copa de Shindael de nuevo, dijo:

– ¿Puedo preguntarte algo Shindael?

– ¡Claro! Lo que quieras.

Alleria se llenó la copa de vino, y se sentó de nuevo en la silla de su escritorio.

– Tu no formabas parte de los exiliados de Umbric, ni siquiera eres usuaria de la magia… tu eras una queldorei guerrera como yo… ¿cómo acabaste convirtiéndote en una rendorei?

Shindael no se esperaba aquella pregunta en aquel momento…

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Con la ayuda de un mago, Eilyria consiguió materializarse justo delante de la puerta del fuerte. El ambiente parecía el de un día normal, no parecía haber acontecida nada fuera de lo habitual. Se oían los gritos de la subasta, el olor a hierro fundido llegaba desde la forja y la guardia parecía la habitual. Calmadamente y sin mostrar ni un ápice de la tensión que sentía, avanzó hacia las puertas esperando que los guardias le dieran el alto. Pero no, le dejaron pasar sin ni siquiera dirigirle la mirada. Algo habitual cuando ella actuaba como ejecutora de la Jefa de Guerra, pero ya no lo era. No era más que un soldado más.

A medida que avanzaba por aquellos pasillos parecía que nada hubiese cambiado, los soldados con los que se cruzaba le seguían mostrando el mismo respeto y miedo que antaño. Todo parecía lo habitual hasta que comenzó a acercarse a la Sala del Trono. Los cortesanos que de manera habitual se encontraban junto al trono, comentaban en los pasillos con gesto contrariado y dirigiendo levemente la mirada hacia la elfa a medida que ella avanzaba. Con decisión abrió aquella enorme puerta de madera envejecida para ver una escena que no esperaba. Su prima forcejeaba intentando zafarse de los dos guardias que la sujetaban mientras gritaba:- “Detén esto antes de que muera más gente. ¡Es una locura!” - Sylvanas la miraba con superioridad sentada en el trono.

Eilyria se dirigió hacia los guardias y gritó: - ¡Soltadla! - A continuación se dirigió hacia su Jefa de Guerra y postrándose ante ella le dijo: - Os lo ruego, perdonadla. - La elfa no-muerta miró con desdén hacia la illidari y preguntó: - ¿Por qué debería hacerlo? Se ha rebelado contra mí y de pagar por ello. -

  • Lo sé. - contestó Eilyria. - Pero lo ha hecho llevada por el dolor y la tristeza, su única hermana ha muerto en Dazar’alor. No es ninguna amenaza para la Jefa de Guerra, ni para la Horda.- Sylvanas no contestó e hizo un gesto para que acercaran a la prisionera. Los guardias arrastraron a Xilandra hacia el centro de la sala.
  • Perdonadla, y os juraré lealtad - dijo Eilyria mientras inclinaba aún más la cabeza.
  • Creía que ya contaba con tu lealtad - replicó Sylvanas. Eilyria no supo que contestar y el silencio se hizo en aquella sala.
  • ¿Por qué ese empeño en proteger a esta mujer? - preguntó Sylvanas.
  • Es la única familia que me queda - respondió Eilyria. Por un instante un gesto de sorpresa se dibujó en Sylvanas. La Jefa de Guerra sabía a qué familia pertenecía Xilandra y conocía a cada uno de los miembros de la misma. Sabía que todos estaban muertos y de repente por un instante la imagen de una elfa muerta a sus órdenes y las de una niña revoltosa por las calles de Lunargenta recorrieron su mente. El gesto de Sylvanas se volvió irascible por el recuerdo de aquellos días. - Está bien - dijo ásperamente. - Mostraré piedad. La bruja se ha rebelado contra mí y no lo puedo tolerar, pero permitiré que cumpla su condena en Lunargenta. Pero a cambio, tú, illidari volverás a ponerte a mis servicios.
  • ¡No! - gritó Xilandra mientrás los guardias intentaban retenerla en el suelo. Sylvanas con otro gesto indicó a los guardias que se la llevaran mientras Eilyria sin levantar la cabeza dijo: - Os lo ruego, permitidme al menos despedirme de ella. - Sylvanas accedió.

Eilyria apartó los brazos de los guardias que aún sujetaban a su prima y se abrazó a ella: - Deber seguir viva por Xylenia. No permitas que su muerte haya sido en vano. - La illidari abrazó aún más fuerte a su prima y acercando sus labios a los oídos de su prima susurró algo inaudible para los demás. Xilandra hizo un gran esfuerzo por no mostrar sorpresa antes lo que su prima le había dicho, se levantó orgullosa y con gesto frío se dirigió hacia la Jefa de Guerra: - Espero que sepas lo que estás haciendo, por el bien de la Horda… Y por el tuyo. - Y con el mismo orgullo se colocó entre los guardias y se dirigió hacia la salida escoltada por ellos.

Eilyria se quedó a solas con Sylvanas mientras sus miradas se cruzaban. Ninguna de las dos dijo nada hasta que la Jefa de Guerra rompió el silencio: - Dirígete a Dazar’alor y ponte a las órdenes de Nathanos. - No hubo más palabras y Eilyria abandonó aquella sala.

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Mientras en los calabozos de Boralus unos soldados reparten el rancho entre los presos. Se detienen junto a una celda y uno le pregunta al otro: - ¿Y quién es esta?

  • Una idiota de la Horda que se atrevió a colarse en el barco de Lady Jaina mientras volvían de Dazar’alor.

La figura de una elfa de sangre se mueve torpemente en las sombras intentando agarrar la bandeja con aquellos escasos alimentos.

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Vaya vaya, giro inesperado del guión :thinking:

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El problema es que llevo tanto tiempo sin escribir que ya no recuerdo como pensaba continuarla. :sweat_smile:

Hême iba ya por la cerveza número sesenta cuando el comunicador de la Legión comenzó a brillar con intensidad. El Illidari lo cogió y lo activó para escuchar el mensaje del paladín. Del comunicador salió una voz melodiosa: <<Reunámonos en el Salón Juego de Manos, en Dalaran.>> Al terminar, el comunicador se apagó. El cazador de demonios guardó el dispositivo en sus ropajes y se levantó de la mesa, dejando unas monedas sobre el mueble.
Salió de la taberna y se dirigió rápidamente a la sala de portales, situada en la muralla del Valle de la Fuerza. Una vez allí usó el portal a Azsuna y alzó el vuelo para dirigirse a la ciudad flotante, a la que llegó en pocos minutos. Encaminó sus pasos a la taberna y se sentó en una mesa apartada, pidiendo tres jarras de cerveza para esperar al paladín y a la sacerdotisa.

Habían citado al cazador de demonios al caer el sol,pero decidieron pasar el día en Dalaran.
Menel se acercó a los hilos del destino,necesitaba que el sastre Filosol le fabricara unas cuantas togas de abrigo y a ser posible que se fueran adecuando al crecimiento de su vientre,y ropa de bebé,aun era pronto pero su vida no era tranquila y nunca sabían cuando podían tener un día libre ambos juntos.Sus distintas obligaciones los mantenían apartados más de lo que quisieran y era hora de empezar a planear con tiempo todo lo relacionado con el nacimiento de sus hijos.
Al pasar por la tienda del juguetero Jeppeto Menel no pudo resistir la tentación de entrar.Argent alzó una ceja por respuesta pero no dijo nada.
Cuando la sacerdotisa kaldorei se paró a mirar los distintos carruseles el paladín puso cara de pánico,no pudo evitar soltar una carcajada.
-Solo los contemplaba amor-dijo ella aún entre risas.
-Mmm bueno bien mirado en la entrada…-dijo Argent pensativo.
-No,nada de carruseles.
Jepetto les mostró su colección de juguetes,y se decidieron por un tren,un par de muñecas,un escacharratrenes,aunque ambos se temían lo peor,y un par de espadas de gomaespuma.Serían una buena forma de empezar a entrenar cuando tuvieran la edad suficiente.
Menel se paró a pensar en que más necesitarían sus bebés.Cunas!! y una bañera.Pero no era Dalaran el sitio donde las encargarían,los enanos de Ventormenta habían demostrado ser unos magníficos talladores cuando encargó la pipa por el aniversario de Argent.Lo apuntó mentalmente en su lista.Otra cosa y esa era más urgente era pasar por algún tipo de visita médica.Aunque tras el corte de su mano y la curación por parte de sus bebés se sentía segura en cuanto al crecimiento de sus hijos,nunca estaba de más.Pero ese tema la traía de cabeza.Un medico de la Alianza? tendría muchas cosas que explicar,aunque a estas alturas dudaba que no hubiera nadie de su facción que conociera ya su situación.
Arrugó el ceño ante el pensamiento.
-Menel estás bien?-preguntó Argent al ver que se había detenido.
-Si…solo pensaba-y antes de que el preguntara en qué le expuso sus inquietudes.
-Un druida de los kaldorei…
-Uff si pero no mi padre!!-dijo ella entrando en pánico.
-Encontraremos a alguien seguro,no te preocupes.
Argent siempre tenía esa tranquilidad y el tono de voz que hacía que todas sus dudas y sus miedos se disipasen al escucharlo.
El día fue pasando entre compras y paseos,era tan agradable poder salir de Cuna y pasear tranquilos sin parecer dos traidores ni fugitivos,solo dos enamorados.Dalaran seguía manteniendo esa neutralidad de antes del inicio de esa absurda guerra.
El día había pasado más rápido de lo que hubieran querido pero el sol se ponía ya,despidiéndose de la ciudad violeta.
Caminaron sin prisa hasta el Salón Juego de Manos.Al entrar miraron a su alrededor.Menel no había visto al cazador de demonios antes pero supo que era él cuando lo vió sentado en una mesa apartada con tres jarras de cerveza.
Quizás eran para el sólo,aunque no era probable,pero en todo caso en su estado y desconfiando del extraño no tocaría ninguna de esas jarras.
Miró a Argent que asintió con la cabeza por respuesta.Y tranquilos pero alerta se sentaron en la mesa con aquel extraño cazador de demonios.

-Y bien…?-preguntó Argent

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Hême había terminado ya una de las cervezas y comenzaba con la segunda cuando percibió un movimiento en la entrada. Allí estaban.
Observó cómo se acercaban a la mesa y se sentaban con cautela.
-¿Y bien…?-preguntó el paladín.
-Buenas noches.-saludó el cazador de demonios.- Tenéis ya una respuesta, me imagino. Si tenéis alguna duda no dudéis en preguntar.-dijo el Illidari mirando directamente a la sacerdotisa.- ¿Cómo va el embarazo?- añadió con curiosidad.

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