<<Murlocs asesinos>>

Era la primera misión que me encomendaban, limpiar la plaga de los murlocs, pero cuándo me alejé de la ciudad y los perros me atacaban me di cuenta que no iba a ser tarea fácil. Los murlocs que me encontré en las playas me parecieron criaturas feas, pero de bellos colores; no obstante cuándo vi que se agrupaban en grupos de 3 o incluso 4 entendí que no iba a sobrevivir a un ataque directo. Desde el sigilo de las sombras observé a estos pequeños monstruos, intentando idear un plan. Rebusqué en mi mochila mis suministros, algunas pociones mágicas de salud, algo de té de cardo, poción de león y poción de defensa. No tenía vendas porque aún no había aprendido primeros auxilios. Todo parecía jugar a mi favor, excepto por las vendas, estaba decidido a cumplir. Y así lo hice.

Desde las periferias de los bosques un rogue se precipita hacia los murlocs. Y a lo lejos un sacerdote y un brujo que no tuvieron piedad y no me ayudaron en nada. Mientras el horrible brujo se dedicaba a corromper a los enemigos, el muy pervertido; la desagradable sacerdote casi con el rostro de un gnomo, se dedicaba a curarse tal cual n00b. Entonces estaba solo ante el peligro y abriendo la pelea lanzo una tímida flecha y me alejo, veo entonces un grupo de tres persiguiéndome y para que me dure más las pociones me las tomé de golpe justo antes de correr. Me digo, no huyas cobarde, y regreso ante el murloc transparente y le doy sinister, sinister, sinister, eviscerar: pero no cae, y uno de esos mal nacido me lanza una red, veo mi rostro desencajado y pálido, me meo encima de miedo porque veo que voy a morir. Tomo una poción roja y me libero de la red mordiéndola con los dientes. Me digo que ahora o nunca y le doy al sprint y salgo corriendo, mientras giro el rostro para ver cómo me persiguen no veo que me acercaba a otro grupo de murlocs. Con cerca de 6 mobs persiguiéndome empiezo a rezar: padre nuestro que estás en el cielo, no me desampares ni de noche ni de día, bendito es el fruto de tu vientre Jesús, por favor que esos Murlocs no me lancen red otra vez.

Una red, tres ataques de rayo y estoy muerto. Con tristeza veo la hora, no he hecho nada hoy, ni siquiera lavar los platos y me doy cuenta que ser rogue no es lo mío, que fue una malísima idea, cancelo mi suscripción, le doy a salir y con algo de felicidad nostálgica escribo: borrar.

Y por primera vez en una semana salgo de casa, por el camino me encontraría con una persona extraña y con vivo afecto le diría: qué gran clima hace hoy, a que los murlocs asesinos dan asco. Entonces el tipo empieza a increparme, se transforma en un Murloc Asesino y con salvajismo y brutalidad empieza a degollarme mientas que lo único en lo que pienso es que, já pkt, me quedan 23 días de suscripción y Atunado y Veterraga son unos paquetes.