<<Argual no debe morir>>

Cuándo el orco Okre me dijo que tenía que matar a un terrible hechicero llamado Argual no tuve ningún problema en acompañarlo en busca de su cabeza, pero si hubiera sabido lo que terminaría haciendo nunca hubiera aceptado algo semejante.

Okre acababa de salir airoso de la cueva de los lamentos, y en poco tiempo había envejecido varios niveles. Parecía mentira que fuera sólo hace dos días cuándo tuvimos que limpiar las cloacas de Ogrimar en la Sima Ignea, pero la verdad es que el tiempo corría rápido y los deseos de ser cada vez más poderosos eran adictivos.

La maga Fahren nos iba a acompañar, una hermosa no muerta un poco sucia porque nunca se duchaba. Junto a un tauren que no heleó un carajo y un brujo arrogante nacido en Madrid del cuál prefiero ni acordarme su nombre. El muy muerto de hambre me cobró 2 oros por sumonear al perdido Okre.

Llegué el primero a la Mazmorra, pero antes pasé a hablar con la gente de la villa para pedir referencias y cumplir misiones. Efectivamente, habría un premio para los valientes que consiguieran hacerse con una muestra factible de la muerte inminente de Argual. Yo pensaba arrancarle los ojos verdes tan hermosos que tenía con mis dagas, pero cuándo en medio de la mazmorra cayó la mítica Shadowfang y la equipé, quedé ensimismado y cegado por su grotesco poder, y a medida que iba luchando contra lobos y fantasmas su poder oscuro se apoderaba de mí. Nunca creí que terminaría matándolos a todos.

En el camino me encontré con el brujo, que, lejos de saludar, se limitó a expresarse de forma descortés, entonces le hice un gesto obsceno y arranqué con sprint todo lo que pude y seguí corriendo, mientras tomaba pociones de velocidad: lo importante era alejarme lo más rápido de él antes que quisiera drenarme la vida o arrancarme el alma. O en el peor de los casos tuviera que darle una paliza en pvp. La maga, como por arte de magia apareció frente al Castillo del Colmillo y allí, entre coqueteos y estúpidas palabras de cariño y amistad me di cuenta que estaba enamorado de ella. Era, una completa manca, una n00b, pero era divertida, lista, ingeniosa y sádica. Me resistí durante semanas a su magia, pero al final cedí y terminamos comiendo sus alimentos mágicos. Ya no había vuelta atrás, le dije, hazme duelo, pégame, conviérteme en oveja, me da igual, eres todo lo que necesito en este mundo para sentirme bien, para ser más joven, para no arrodillarme ante la inminencia del tiempo. Te quiero.

Hicimos summon a Okre y nos adentramos en el portal. Una vez allí no tuvimos problemas con la expedición, entre asesinatos crueles y eviscerars letales. Pero el ambiente del castillo era demasiado duro y asfixiante, y por ello el druida dejó de curar, el brujo dejó de corromper, y el mago se puso a bailar.

En la sala de los lobos cayó la Shadowfang y como un loco mendigué necesidad y logré hacerme con ella. El chamán Okre no tuvo ninguna recompensa salvo un anillo que nunca podría adquirir porque Blizzard apesta. Y porque también estaba muerto, sorpresa, lo había olvidado. Y más tarde el mago cogería una depresión de caballo al no poder derrotar a otro mago, cuándo las Polis del mal se hicieron virales, el letal veneno de no ser un brujo llamado Garganta… el único que tenía posibilidades era el chamán, pero no pude resistirme al embrujo de Argual, cuándo le vi a los ojos, me susurró por dentro de la cabeza: cómetelos a todos, y arruinando así todo lo que era, mis principios, valores y amor propio, cedí ante mi maestro.

Convirtiéndome en un lobo, junto a la Shadowfang en mi pecho atravesado empecé a devorar y devorar. El druida cayó primero, mientras que el mago intentaba convertirme yo me precipité sobre su cuello y se desangró. Okre intentó curarse pero Argual lo aterró y terminó muriendo por la Corrupción. Y una vez consumidos todos mis amigos a manos de mi maestro y yo, me vi estafado y convertido una vez más en no muerto. Y con lágrimas en los ojos, mientras me preguntaba si todo había valido la pena Argual me respondía que no, que había mentido y suplicándole la Daga del meteorito me dijo que, como mucho podía dejarme probar su filo. Y mientras me arrodillo hacia él, abro la boca y tiemblo con un hilo de voz expiro: Argual no debe morir.

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