En soledad, pasa las horas en la barra del bar. Esperaba haber podido compartir una copa con algún otro huésped, pero no había ni rastro de ellos. Igual se encontraban en otra parte del recinto y resulta que se estaba perdiendo un fiestón.
De todas maneras, ya no hay tiempo para eso, las quemaduras aún le escuecen por todo el cuerpo y el generoso self-service le ha provocado una visión aún más borrosa de lo que acostumbran sus viejos ojos, así que finalmente, dando tumbos, decide retirarse a su habitación.
Regresa al vestíbulo de los pasillos infinitos. Echa una ojeada a su pulsera: 40596421578. Ninguno de los pasillos está señalizado, así que entra en uno de forma aleatoria.
Camina y camina mirando brevemente las placas de las puertas. 6365… 9000345683… 5… 420… 1000098… No parece haber orden alguno en la disposición de las habitaciones. Corre pasillo abajo, haciendo eses en forma de lobo fantasmal, intentando no perder la coordinación y estamparse contra la pared. Encuentra una puerta sin placa y entra por ella. Otro pasillo repleto de habitaciones entremezcladas. Otra puerta sin placa, otro pasillo eterno, otra puerta, otro pasillo…
Sin rastro alguno de su habitación, ha llegado a lo que parecen unos pasillos de mantenimiento.
Piensa en volver atrás, pero ya está totalmente perdido y le puede la curiosidad por el misterio de aquel extraño entramado, sumado al envalentonamiento provocado por los espirituosos. Lo único que puede oir es el incesante zumbido de generadores eléctricos.