Chatarrería (OFF-TOPIC 28º EDICIÓN) (parte 1)

La taberna, o lo que queda de ella, está ya casi vacía. Cualquier rastro de jolgorio o de risas que pudiera haber habido hace tiempo que se ha evaporado. Los dueños hace tiempo que huyeron. Los utensilios yacen dispersos acumulando polvo, algunos destrozados. La mayoría de los taberneros se han retirado ya, pero aún quedan un pequeño grupo aún sumidos en una única sala que todavía conserva algún resquicio de lo que se pudiera llamar taberna.

Entretanto, muy lejos de ahí, un único clon de Winnybert con una carpeta con la etiqueta “Operación Gnomenheimmer” se acerca a otro clon, vestido con una bata de científico, con la cabeza rapada salvo por la parte de arriba de la cabeza, poblada de un pelo corto pero de aspecto grasiento y con una ceja marcada por una pequeña cicatriz vertical.

Doctor Yo, los informes. Los No Yos fugitivos están asentados en estas coordenadas junto con los disidentes, y el Finiquitador de Incendios Nucelar está en posición.

El Doctor Yo no habló, solo hizo una seña perezosa con una de sus manos, ambas embutidas en guantes de cuero negro. El otro clon asintió y se retiró.

Al poco, un gran cohete con una cara de gnomo loco y varios anuncios de jabón pegados a sus laterales despegó y puso rumbo directo hacia la taberna haciendo un ruido infernal.

En la taberna, un clon de Winnybert, el de la ropa de expedición, observó alarmado cómo una luz roja se iluminaba en el proyector holográfico de Azshariel y empezó a dar voces avisando de que la taberna iba a ser destruida. Algunos taberneros se asustaron, otros empezaron a correr, otros se burlaron e incluso opinaron que era todo un montaje de una secta misteriosa que hacía desaparecer a la gente, jugaba con los cerebros de todo Azeroth y comían perros en un sitio imaginario llamado Slopadopoulos, intentando incluso atacar con sus armas al resto. Lady Azshariel, que llevaba unos días yendo y viniendo para evacuar las pocas reliquias altonato de interés que habían quedado atrás, como estatuas y tapices, e impedir que fuesen destruidas, se cansó e hizo unos gestos rápidos. De repente, tanto el paladín y el druida adoradores de Xal’athat como la goblin repelente que no paraba de intentar pegarle mocos en la túnica fueron convertidos de forma irreversible en lombrices, la última siendo pisoteada por error por un vulpera en pánico. Tras eso, se teletransportó junto con el resto de taberneros lejos, sin mirar quién le caía mejor o peor.

Justo medio segundo después, el Finiquitador de Incendios Nucelar aterrizó, desatando una explosión tan salvaje que redujo a nivel submolecular todo el local y a los pocos que fueron dejados atrás. No quedó incendio alguno en la taberna. Ni taberna. Ni fuego. Nadie. Los supervivientes se dividieron, tomando cada cual su camino. No hubo celebración ni apenas palabras, solo deseos de descansar por fin, de verdad, en cualquier otro sitio. Taberna, hogar o lo que fuera.

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