1. Orcos: negar que los orcos tienen el mayor número de crímenes en su haber es simplemente imposible sin tirar de demonios o de otros seres afiliados a fuerzas cósmicas como los ígnotos, Xal’athat y similares. Vale que bebieron sangre demoníaca, pero en ningún momento se convirtieron en demonios. Dicho esto, sus crímenes son difíciles de contar. En Draenor se volvieron contra los draenei y los masacraron hasta tal punto que pudieron pavimentar un sendero entero con sus huesos pisoteados. Esto ya sería un genocidio, además de profanación de cadáveres, se pinte como se pinte. Luego hay que sumar genocidios a humanos, elfos y enanos a lo largo de todo Reinos del Este, incluyendo la destrucción total de Ventormenta. Añadimos el hecho de que la sangre demoníaca fue perdiendo efecto a lo largo del viaje, con lo cual hay un posible “atenuante” (si es que se lo puede llamar así) que deja de ser viable. Entre medias tenemos que contar vi0laciones varias (algunas añadiendo asesinato justo después), entre ellas la probablemente más infame de todas, la de Alexstrasza a manos del clan Faucedraco. Por mucho que la reina de los dragones los haya perdonado con el tiempo, eso no elimina lo que hicieron, que fue vi0larla, obligarla a poner huevos y arrebatárselos para criar aberraciones híbridas entre dragón y orco, todo siguiendo instrucciones de Alamuerte.
También hay que sumarles como poco su participación en la Cuarta Guerra, que por mucho que fuese una idea de Sylvanas, ellos participaron de buen grado, y apoyaron la idea desde el principio, incluso Varok. Lo que le pasó después de la quema de Teldrassil es otro cantar, pero es evidente que una árbol tan grande que albergaba una ciudad y dos pueblos enteros constituye otro genocidio a la lista. Por último hay que tener en cuenta que incluso en una línea temporal alternativa los orcos decidieron invadir Azeroth sin necesidad de sangre demoníaca, solo las instrucciones de Garrosh. No solo eso llevó otra vez a la matanza de draenei y orcos disidentes (Lobo Gélido), sino que encima los prisioneros de guerra fueron usados como combustible para el Portal Oscuro. El uso de cadáveres como combustible es otro crimen de guerra. Por último, Ner’zhul provocó la destrucción de Draenor, así que ya hablamos de destrucción planetaria aquí. Él sabía lo que hacía, así que nadie le quita el crimen. Garrosh: este Jefe de Guerra orco se merece atención aparte, porque su lista también es inmensa. Hay que contarle la destrucción total de Theramore, que sería un genocidio. Hubo civiles que escaparon, pero fueron perseguidos, aprisionados y llevados a Orgrimmar, tal y como vemos en la raid de Asedio de Orgrimmar, donde varios son usados como dianas y dos mujeres son forzadas a pelear entre sí a muerte para divertimento de las tropas Kor’kron. Como líder supremo, es imposible que Garrosh no supiese lo que hacían sus propias tropas bajo sus narices. Bajo su mandato, los Kor’kron tenían libertad absoluta para reprimir sangrientamente cualquier signo de disidencia, como bien probó Malkorok silenciando a un grupo en una taberna a granadazo limpio por hablar mal de Garrosh.
También hay que cargarle crímenes de guerra múltiples en Pandaria, empezando por la destrucción del Valle de la Flor Eterna, un lugar sagrado para los pandaren, corrompiendo sus aguas al arrojar el corazón de un dios antiguo dentro. Ahí fue también donde ordenó asesinar a Vol’jin, líder de los trols Lanza Negra. Ordenar asesinar es tan grave como asesinar, y encima Vol’jin era el líder de una facción aliada, así que hablaríamos aquí del equivalente a un intento de regicidio. Se podría hablar también de traición, aunque quizás se podría debatir si la posición de Garrosh como “superior” de Vol’jin podría tener algún efecto a nivel puramente técnico. Hay que añadirle también el intento de genocidio encubierto de los Renegados durante el asedio de Gilneas. Al considerarlos una aberración más propias de la Plaga que de la Horda, los lanzó sin apenas equipo mientras Sylvanas estaba muy ocupada, su cuerpo empalado en una púa de saronita bajo el Trono Helado y su alma conversando con Zovaal, que la intentaba de convencer para unirse a él. El resultado fue que cuando Sylvanas resucitó y llegó hasta Gilneas se topó con su gente masacrada y con Garrosh llamándola bruja por resucitar más Renegados y prohibiéndole usar el añublo. Lo que quería Grito Infernal era asegurarse de perder a un aliado indigno y disfrazarlo, así que ver más Renegados alzándose o a éstos usando un arma para darles la victoria y no ser exterminados no le gustaba.
Siguiendo con la lista, llegamos al uso de armas inhumanas, un crimen de guerra consistente en uso de armas como lanzallamas y similares, que causan heridas atroces a sus víctimas. Este tipo de armas fueron ampliamente utilizadas durante las campañas contra los elfos de la noche por parte de orcos y goblins por igual, pero Garrosh impulsó mucho la campaña bélica contra ellos, llegando a apoderarse de Azshara, que le sería cedida a la Horda tras la guerra, por alguna razón. Probablemente un gesto de buena voluntad que luego no vio compensación alguna. Volviendo a los aliados de Garrosh, éstos sufrieron mucho también por su culpa. Vol’jin acabó con un cuchillo envenenado en el cuello y los Renegados casi fueron extintos, pero no fueron los únicos. Los elfos de sangre fueron usados como carne de cañón, y la purga de Dalaran fue, en última instancia, una consecuencia de la orden de Garrosh a un grupo de Atracasol de robar un artefacto mogu usando Dalaran para ello. Los trols, por su parte, vieron sus tierras convertidas en un gueto bajo opresión Kor’kron. Es decir, que Garrosh, con su ideología de la Horda de orcos guerreros, es lo más próximo que el wow ha tenido a Adolf Hitler con su ideal del hombre ario.
2. Arthas: cambiamos de tercio. Arthas es otro individuo con una larga ristra de crímenes. Se pueden entender sus antecedentes, igual que con Garrosh (totalmente bajo el peso de las acciones de su padre), es decir, un chaval a la sombra de su padre, sin destacar como paladín, con un mentor severo, y criado para casarse con Jaina, que lo dejó, pero defender sus crímenes es otro asunto. La matanza de Stratholme aún puede cuestionarse, porque es posible que no diese tiempo a averiguar quién estaba infectado por el grano y quién no. Igualmente es un hecho que pone los pelos de punta. Lo que ya no se puede debatir es todo lo que hizo desde que cogió la Agonía de Escarcha. Aniquilar a sus propios hombres, matar a su padre (regicidio), la campaña que hizo y que implicó la caída de todo Lordaeron (genocidio) y la masacre de todo elfo noble viviente en su camino hacia la Fuente del Sol (genocidio) para resucitar a Kel’thuzad, la tortura continua que llevó a cabo sobre Sylvanas desde el momento en que la resucitó (la obligó a matar a los civiles, empezando por los niños y a dar caza a sus viejos amigos), y por último la caída de todo el Imperio Drakkari (otro genocidio). En grado de tentativa, tendría un omnicidio a escala planetaria, ya que su objetivo final era llevar a cabo una campaña sobre todo Azeroth matando a todo ser vivo, como él mismo admitió en su raid.
3. Sylvanas: el de la Reina Alma en Pena es un caso que aún sigue provocando irritación debido a sus circunstancias. A estas alturas ya sabemos que su desarrollo desde bfa no fue el que se pretendía, y que todo fue por la vendetta personal de Afrasiabi, escocido por lo que le sucedió a Garrosh en mop y wod primero, y luego el intento a la desesperada de Danuser de salvar la situación. Dicho esto, el lore que ha quedado es el que ha quedado, así que está claro que la quema de Teldrassil es un genocidio inmenso en su haber, además de todo lo referente a la Cuarta Guerra, que fue el modo que le sugirió Mal’ganis para alimentar las Fauces. En lo que se refiere a su conocimiento de otros eventos o no, todo ha quedado esclarecido en la novela Sylvanas, que guste o no sigue siendo lore tan válido como el de bfa. Su parte en la guerra de Gilneas fue, como ya se ha señalado antes, más por una cuestión de supervivencia que por lesa humanidad pura y dura. Pone los pelos de punta, eso es innegable, y es un arma inhumana, pero las razones de su uso hacen de atenuante.
Vamos ahora a un punto muy visitado con frecuencia: la Puerta de Cólera. ¿Sabía Sylvanas lo que iba a pasar ahí? La respuesta es sí y no. Fue Sylvanas quien dio el visto bueno al desarrollo del añublo de Putress y quien le permitió usar humanos e incluso renegados como cobayas, aunque entre los segundos especificó que solo los condenados por algún crimen, cosa que seguramente el boticario se pasó por el forro. También fue ella quien le dio a Putress la orden de usar el añublo si se daba la oportunidad de hacerlo. Sin embargo, el objetivo de Sylvanas era uno, y solo uno: matar a Arthas. En ningún momento le dijo nada de lanzar añublo sobre quienes intentaban acabar con él, cosa que Putress definitivamente hizo. En la novela indican que al darle las órdenes al boticario, ella notó algo raro en su reacción, pero no supo ver qué exactamente, así que no le dio mayor importancia. Luego se enteró de lo que hizo Putress y se quedó de piedra, ya que a ella le venía de perlas que la Alianza y la Horda se uniesen en un frente contra Arthas como lo hicieron gracias a Colmillosauro hijo y a Bolvar Fordragón. En vez de eso, de repente esa unión se había venido abajo y ella estaba en el foco de ambas facciones como máxima representante de los Renegados. Al ir a pedirle explicaciones a Putress, una boticaria se chocó con ella y le deslizó una poción diciéndole que la bebiese rápido. Los efectos del mejunje fueron que le endurecieron la piel hasta hacerla prácticamente impenetrable, de modo que cuando se desveló la traición de Putress y Varimatras y los demonios la rodearon, ella logró escapar a duras penas.
Otro punto que se visita a menudo también: los Campos de Lodo. A menudo se dice que fue Sylvanas quien llevaba estas instalaciones, lo cual no sería correcto. Aunque el lugar ponga las tripas del revés, durante las misiones allí se puede ver que el Celador Aguaserena, quien lidera las investigaciones ahí, mantiene prisionero a un enviado de Sylvanas que había venido a realizar una inspección. Tras liberarlo, el celador se vuelve contra el adalid, llegando incluso a experimentar consigo mismo y convertirse en un monstruo enorme (igual que Putricidio, el modelo es el mismo), solo para acabar asesinado. El enviado entonces pide su cabeza para entregársela a Sylvanas y explicarle la situación. De paso te deja caer una de las principales leyes de los Renegados: la traición se castiga con la muerte auténtica. Dicho esto, aunque Sylvanas no tenga una parte tan grande en algunos crímenes, es innegable que permitió muchas cosas, que usó armas espeluznantes, mató a mucha gente, y que en bfa causó un genocidio inmenso habiendo traicionado a la Horda para aliarse con Zovaal, intentando causar un omnicidio al recrear todo el cosmos. Por todo esto se la juzgó, y aunque sabemos también que la razón para no matarla viene impuesta desde fuera y desde bfa, es lo que hay. Por todo esto, el caso de Sylvanas sigue irritando tanto, porque presenta muchas incoherencias, y las peores son el resultado de un desarrollador no pudiendo separar su vida personal de la ficción que ayudaba a crear.
4.Jaina Valiente: se habla mucho de la purga de Dalaran, pero a mi entender se lleva el foco demasiado a los extremos, ya sea a favor de una facción o la otra. Para explicar lo que sucedió ahí hay que remontarse a la destrucción de Theramore por parte de Garrosh usando una bomba de maná. Esto hizo que la Jaina Valiente benévola que aspiraba a la paz entre las facciones desapareciese por un tiempo, volviéndose más partidaria de la Alianza y de castigar a la Horda. Intentó destruir Orgrimmar, pero recapacitó a tiempo gracias a Kalecgos y se detuvo. Más tarde, Garrosh decidió ordenar a un grupo de Atracasol robar un artefacto mogu usando como base para ello Dalaran, que pese a ser más afín a la Alianza ahora, seguía manteniéndose neutral. Esto terminó de enfurecer a Jaina, que decidió expulsar a todos los Atracasol de la ciudad. Por desgracia, pagaron justos por pecadores. No todos habían participado de aquel crimen, y muchos tenían ahí hecha toda su vida, que ahora se les exigía abandonar. Algunos se resistieron, y empezó a haber una escalada de violencia. En medio de aquel desastre, Vereesa, que había perdido a su marido en Theramore (con lo cual tenía mucho resentimiento contra la Horda) y que odiaba a los Atracasol, aprovechó para ordenar una limpieza no solo de Atracasol, sino de cualquier mercader afín a ellos. Obviamente esto, especialmente la parte de Vereesa, supone un crimen, aunque en ningún caso debería de igualarse a un genocidio, puesto que solo se persiguió a una parte de la población de la ciudad. Si acaso, se puede equiparar a los disturbios de Ventormenta cuando Onyxia, manipuló a los Defias para que estallaran unos disturbios sangrientos que les costó la expulsión de la ciudad y dio origen a la banda criminal dirigida por Edwin Vancleef, antiguo líder de los albañiles manipulados por la dragona negra. Es uno de los momentos más grises de la Alianza, así que dentro del blanco habitual hasta se agradece, si bien fue una injusticia.
Taurajo: podría seguir y seguir yendo crimen por crimen (no he tocado, por ejemplo, lo referente a la Guerra de los Ancestros ni los Altonato) pero a estas alturas ya son 4 páginas de texto, y creo que puedo pasar como postre y final a un meme recurrente: Taurajo. Los eventos ocurridos aquí son simples. En medio de la guerra entre la Alianza de Varian Wrynn y la Horda de Garrosh, un poblado tauren fue arrasado por un regimiento humano y sus habitantes asesinados. Hay quien lo equipara a algunos de los peores genocidios del juego, y eso sería tan exagerado como comparar a una ballena azul con una termita. Taurajo, como buen pueblo, no puede ser comparado de ningún modo con una ciudad entera, y menos aún con Teldrassil, que como he señalado antes incluía dos pueblos (Dolanaar y la zona de inicio) y una ciudad (Darnassus). Además el regimiento enviado por la Alianza era un regimiento penal, formado exclusivamente por reclusos en período de rehabilitación. El que los envió, un hombre ya algo chafado por el peso de la guerra, no incluyó en sus órdenes lo que hicieron esos presidiarios (igual que en el caso de Sylvanas con Putress y la Puerta de Cólera, solo que en este caso el señor fue emboscado, asesinado y colgado al pensarse que sí había dado esas órdenes exactas), que desobedecieron a las autoridades y aprovecharon para matar y saquear a voluntad. Las misiones de la Alianza incluían volver a atrapar a esos reclusos o, si se negaban, matarlos. Es decir, que Taurajo fue asolada por un grupo de prisioneros rebeldes dentro de la Alianza, no por militares instruidos y con órdenes claras. Esto significa que la responsabilidad de los hechos recae en los criminales rebeldes, que fueron debidamente apresados de nuevo o ejecutados, y siendo muy pero que muy quisquilloso, en menor medida en el que los envió por negligencia al no ver que algo así podría pasar (aunque aquí estoy rizando el rizo).
Propina: un pequeño extra: ¿quién empezó cada guerra? En realidad solo hubo una guerra iniciada por la Alianza, que fue la guerra entre Garrosh y Varian. Ésta la declaró Varian tras ver cómo los Renegados trataban a los prisioneros humanos en Entrañas, lo que sucedió en wotlk, concretamente durante la reconquista de la ciudad de las fuerzas de Putress y Varimatras. De todas formas, Garrosh tenía un perfil abiertamente belicista, así que tampoco es que tuviese mucho interés en la paz. Todas las demás guerras las inició la Horda.
Fuente: Una altonato.
(El texto, no es mio)