Diario de Káledon, Elfo del Vacío
Día 36 en las Islas Dragón
Hoy ha sido, sin lugar a dudas, uno de los días más miserables de mi vida. Si el propósito de los Aspectos al enviarme aquí era poner a prueba mi paciencia, están teniendo éxito. Me he pasado el día lidiando con las órdenes y sugerencias de la Alianza, tratando de encajar en esta farsa mientras mantengo un mínimo de dignidad.
Nada más amanecer, me presentaron con la maravillosa idea de aprender “nuevos oficios” para mejorar mis habilidades y “sobrevivir” en las Islas Dragón. ¿Y cuáles fueron las recomendaciones? Cocina y pesca. ¡Cocina y pesca! ¿Es que acaso he caído en la Tierra de los Humanos Rústicos? ¿Qué parte de “soy un elfo noble” no comprenden? Nunca he cocinado en mi vida; siempre he tenido sirvientes para eso. No me rebajaré a algo tan mundano como manchar mis manos en grasa. ¿Y pescar? ¡Por todos los dioses! ¡Eso es trabajo de plebeyos! Ni en mis peores pesadillas me veo con una caña de pescar, esperando a que un pez muerda el anzuelo. ¡Ridículo!
Con la furia aún ardiendo en mis venas, decidí aceptar la misión de unirme a una escaramuza en el Sagrario Rubí. Mis expectativas eran bajas, pero la realidad fue incluso peor. Me vi rodeado de un grupo de inexpertos desconocidos que, en lugar de enfrentarse con valentía, temblaban ante cada enemigo. Era evidente que no tenían ni idea de lo que estaban haciendo. La situación se volvió caótica rápidamente, y no por mi culpa, sino por su incompetencia. Perdí la paciencia cuando vi cómo titubeaban ante un par de dragones menores. ¡Si uno no está dispuesto a destruir a sus enemigos, mejor que no se moleste en ponerse la armadura!
Indignado y harto de la falta de iniciativa de mis supuestos aliados, busqué a la Capitana Garrick. Decidí unirme a ella y a su grupo en otra expedición, con la esperanza de encontrar al menos algo de competencia. Nos adentramos en un camino peligroso, y si bien fue algo más organizado que el desastre del Sagrario Rubí, me llevé otra amarga sorpresa. Garrick y los suyos… evitan a los enemigos. Prefieren tomar caminos más seguros y evitar confrontaciones innecesarias. ¡Cobardes! Yo no vine aquí a esquivar enemigos. Vine a destruirlos. ¡Quiero aniquilar todo lo que se cruce en mi camino! Pero no, parece que la táctica de hoy era “evitar problemas”. ¡Patético!
Para finalizar este día tan degradante, al menos tuve un momento de paz para enfocarme en algo verdaderamente digno de mí: mis habilidades en sastrería y encantamiento. Al menos eso no requiere de la mediocridad de los mortales que me rodean. He estado perfeccionando la confección de nuevas prendas, no solo para ir siempre elegante, como corresponde a mi nobleza, sino también para infundirlas con poder mágico. Me niego a caminar por estas tierras como un mendigo con harapos. Cada prenda que creo resplandece con magia, y cada hechizo que le añado solo incrementa mi poder. El encantamiento tiene su utilidad, mejorar mis armas y vestiduras con magia puede marcar la diferencia en los momentos cruciales.
Así termina este día infame. Mientras escribo estas palabras, me juro a mí mismo no olvidar mi verdadero propósito: seguir estudiando el Vacío. Todo esto no es más que una distracción, una molestia que debo soportar por ahora. Pero llegará el momento en que retome mis estudios y demuestre mi verdadero poder, incluso a estos pobres mortales que ahora me rodean.
Káledon Erudito del Vacío