Diario de Aelara – La Llama que aún resiste

Fragmento de una de las páginas del diario de la semielfa:

A veces me pregunto por qué sigo regresando a Villa Darenthel.
No queda nada de lo que un día conocí: solo muros desgastados, piedras ennegrecidas por la corrupción y la brisa salobre del mar que golpea contra acantilados olvidados. Y, sin embargo, es aquí donde late lo poco que queda de la Alta Torre.

Dicen que la Orden murió hace años, y quizá tengan razón. No hay consejo, no hay estudiantes en las salas de estudio, ni aprendices corriendo entre la villa. Ya no hay campesinos en los campos ni voces en la posada en la que solíamos reunirnos. Todo aquello se perdió entre conspiraciones, traiciones y maldiciones. Pero yo sé que la Orden no está muerta del todo. Mientras la Llama Violeta arda, aunque tiemble y fluctúe, aunque apenas sea una brasa en la oscuridad, su espíritu sigue vivo.

Mi tarea hoy día es simple, y a la vez me consume: regreso de tanto en tanto a la torre, esa ruina corrompida que aún se alza como un esqueleto contra el cielo gris. Me abro paso entre la maleza y las piedras torcidas, entro en lo que queda del salón principal y me arrodillo frente a la llama. La observo, la escucho. Hay días en que palpita fuerte, como si quisiera recordarme que no todo está perdido… Pero hay noches en que casi se extingue, y entonces soy yo quien debe entregarle parte de mi magia, de mi propia esencia, para que siga brillando… a veces… hasta casi la extenuación.

La primera vez que regresé aquí, después de la caída, casi no pude sostenerme en pie. Sentí que el aire estaba impregnado de odio y dolor. Sentí las voces de quienes murieron en la villa, susurros apagados entre las paredes rotas. Por un instante, pensé en dejar que la llama se apagara, pensé en marcharme para siempre… pero no pude. No después de todo lo que significó este lugar para mí, para nosotros/as.

He cargado con la culpa mucho tiempo. Por no haber sido suficiente, por no haber sabido proteger a quienes confiaron en mí, por no haber visto venir la traición ni la corrupción que se extendía como una plaga. Durante años, me repetí que todo había sido mi fallo. Y quizá una parte lo fue. Pero aprendí que cargar sola con todo el peso no devuelve a nadie, ni reconstruye nada…

Ahora ya no busco recuperar lo que fue. Sé que no volverá a ser igual. Lo que busco es mantener encendida la promesa. Que, algún día, alguien más se acerque a estas ruinas y vea que aún queda algo en pie. Que la Alta Torre no fue solo una ilusión, que nuestros ideales no se extinguieron del todo.

Hay momentos en los que me siento cansada. Hay noches en las que me pregunto si vale la pena seguir. Pero entonces recuerdo lo que me dijo Sir Loth de Orkney: “No tienes que demostrar nada. Ya vales por lo que eres. Si alguna vez dudas de ti, yo no lo haré.”
Y esas palabras me sostienen más de lo que él imagina.

No soy la Maestra de antaño. No lo soy, ni quiero pretender serlo. No busco títulos ni obediencia, nunca los ostenté de ese modo, sino por quienes me veían a pesar de todo como una igual, una amiga, una camarada…mi familia. Soy solo Aelara, una semielfa con algunas cicatrices y demasiada nostalgia, que aún cree en la belleza de las cosas sencillas. Y aun así, mientras respire, seguiré viniendo aquí, seguiré cuidando de la Llama Violeta, aunque sea en soledad, a pesar de que sé que algunos camaradas sobreviven ahí fuera desperdigados por Azeroth u otros mundos, como Lady Zharelia, la guardia de la sala de artefactos… o Lady Suzu de Rémol, entre tantos otros/as que espero este mundo en constante conflicto, no los haya devorado.

Un día, quizá, habrá quienes se reúnan de nuevo bajo nuestro estandarte. Quizá la villa resurja, quizá la Alta Torre vuelva a alzarse. No lo sé. Pero quiero que, si ese día llega, encuentren algo que aún arde, algo que resistió el paso de los años.

Y si no ocurre… si el tiempo me vence, si la llama se apaga conmigo… al menos habré sabido permanecer fiel.

Porque la Alta Torre no es solo piedra o murallas, ni tan siquiera una torre. Fuimos y Somos quienes la amamos, quienes la recordamos, quienes aún creemos que el conocimiento puede proteger tanto como la espada, juntas siempre magia y acero… Y quienes aun recordamos a quienes ya hoy no están, pero que hacemos que su historia perdure en el tiempo, donde otros olvidaron.

Mientras quede un resplandor, mientras yo quede… no habremos desaparecido del todo.

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