El hermano Nathaniel, recién nombrado caballero de la orden de La Piedra de Luz. Enviado por el conclave de su orden al Puerto de Menethil, pues hace ya un tiempo que no se reciben informes de la zona. El conclave de Piedra de Luz, se había preocupado pues Los Humedales están dentro de sus parámetros de patrullaje como orden eclesiástica. El viaje había sido tranquilo desde el valle de Yunquemar, casa capitular de la orden.
Nathaniel se detiene ante las puertas amuralladas del lugar, nuevamente siente esa aura maligna que había sentido desde que había entrado en el territorio pantanoso, pues los mismos lugareños parecían algo distantes y recelosos del caballero que alguna vez pudo haber sido visto como un héroe aun cuando no era conocido, por el simple hecho de pertenecer a la orden que tanto ha ayudado a los pobladores de la zona
-Santa Luz, cúbreme… Santa Luz… defiéndeme- Se lleva una mano a su bolso tomando un rosario y envolviendo el mango de su espada con este -Santa Luz… no me abandones…-
El Lugar había visto tiempos mejores, antes del cataclismo causado por la ira de los elementos y por el coloso de ébano llamado “Alamuerte”, pero a pesar de todo, siempre había sido un lugar con vida pues era un puerto con mucha actividad, sobre todo en tiempos de guerra, excepto ahora.
Un par de guardias le detienen y le preguntan.
-¿Quién va?–
-Sir Nathaniel Wolfwood, Caballero de Piedra de Luz- Responde el hermano.
Los guardias se miran entre ellos, y uno decide ir delante
-¿Qué es lo que le trae al puerto, hermano? - Pregunta el guardia con la iniciativa.
-Creí que esto era un puerto de libre acceso… de todos modos no estoy aquí para buscar problemas, el conclave me ha enviado para discutir unos asuntos con el comandante de la fortaleza- Dice señalando el enorme castillo que se encontraba justo detrás de los guardias.
El Soldado se gira y mira a sus compañeros, Nathaniel claramente siente que algo va mal, pues no había sido informado que seria recibido con tal recelo en el lugar.
-¿Dónde está el resto de tus hermanos, paladín? ¿Has venido solo? – pregunta el guardia.
Nathaniel responde con firmeza.
-Mis hermanos están donde deben estar, y no… no he venido solo, pues la Luz me acompaña. –
El soldado no puede evitar sonreír un poco, y da paso libre al hermano hasta la fortaleza. De camino, Nathaniel no puede evitar mirar alrededor, hacia el poblado, el paso se encontraba repleto de guardias que bloqueaban el paso, impidiendo así que el caballero intentase desviarse de su camino.
Nathaniel baja de su caballo ante las puertas de la fortaleza, junta su frente con la de su animal, le acaricia la cabeza y le deja para así proseguir su camino dentro de la fortaleza.
Una vez dentro de la sala de mando, los guardias cierran la puerta tras de él, escucha el sonido de una llave al cerrarse, por lo que no puede evitar ponerse en guardia con la mano en el mango de su espada… en ese momento todas las velas y antorchas se tornan de color purpura, y allí estaba… su peor pesadilla.
Libro tras libro, Murgran buscaba respuestas sobre lo que se avecinaba, sin dormir como debía, toda su habitación y su despacho estaban llenos de polvorientos tomos sobre la Luz y el Vacío. Se detiene delante de la chimenea y se fija en un viejo retrato de el y el hermano Uriel Lyssane cuando ambos prestaron servicio en la guerra de Pandaria, no pudo evitar sonreír aun cuando las circunstancias eran esas, pues recordaba esos momentos en los que él y su hermano de orden y mejor amigo eran imparables juntos. Juntos habían logrado cosas imposibles, habían pasado penurias y ahora que el hermano Lyssane había regresado, sabía que todo andaría mejor. Pero esto no le quitaba la preocupación a Murgran sobre la guerra que sabía que en cuestión de nada llegaría.
Desde entonces la orden se encontraba en un continuo y forzoso reclutamiento y entrenamiento, patrullaje por todas las zonas asignadas por el Senado de Forjaz y la corona de Ventormenta. Sobre todo, en las zonas costeras. Por lo que Murgran recuerda que había enviado hace unas semanas a un caballero recién nombrado, el hermano Wolfwood, aquel gilneano de cabello plateado.
Se dirige a la sala principal en donde detiene a un Senescal.
-¿Ha regresado ya el hermano Wolfwood? - Pregunta Murgran.
-No, Gran Maestre… tampoco ha informado nada, y el tiempo estipulado ha sido superado… pero el conclave está estudiando la situación. –
-¿La situación? –
-Así es, pues el hermano Wolfwood no ha sido el único enviado a los humedales, antes habíamos enviado a tres hermanos informantes… los tres en tres momentos diferentes… ninguno ha regresado. - Dice el senescal preocupado.
Murgran le mira con el ceño fruncido y camina con rapidez a la cripta sagrada de la orden, lugar de reposo de la reliquia más antigua e importante de la orden, “La Piedra de Luz”, los hermanos cuidadores allí estaban estudiando el bendito mineral. Murgran posa una mano sobre este y cierra los ojos intentando conectar con la piedra de luz que llevaba el mango del arma del caballero Wolfwood, pues todo miembro de la orden debe contar con un fragmento de dicho mineral en su arma.
Los hermanos cuidadores hacen lo mismo que el Gran Maestre con el fin de que la canalización sea de mayor alcance. En ese momento una gran oscuridad se revela ante sus mentes, una oscuridad que haría enloquecer a cualquiera que no fuese capaz de controlarla, una oscuridad que de no haber sido por la fe de los allí presentes habrían terminado con la mente perdida o peor aún… poseídos.
Bestias con tentáculos todas congregadas en la sala militar de la fortaleza del Puerto de Menethil, delante de una bestia humanoide con tentáculos en la cara, que hacia un ritual, sobre el altar se encontraba el cadáver de Nathaniel Wolfwood, el ser humanoide mira hacia los visionarios y les señala, de su mano sale una energía violeta que hace que algunos hermanos caigan gritando, Murgran aprieta los dientes pero no puede salir de la visión, por lo que intenta luchar contra la sensación en su cabeza.
Cuando la sensación empieza a tornarse insoportable, siente como es tirado con fuerza hacia atrás despertando de golpe de la visión, y encontrándose nuevamente en la cripta de la orden. En donde el hermano ahora novicio de la orden Uriel Lyssane le había salvado de una horrible pesadilla. Le mira serio y asiente en agradecimiento a su hermano, mientras que los otros hermanos son atendidos por los sanadores de la orden.
-Es hora de reunir a la orden, llamar a nuestros aliados tanto en la Alianza como en la Horda, enviad un mensaje al senado y a la Iglesia, al mismo vicario de la Luz tambien, deben ser informados de nuestra marcha al norte. Quiero que en todos los tablones de anuncio de las capitales haya un llamado de armas… el vació ha llegado a nuestras costas.- Ordena Murgran entre jadeos a los allí presente, un par de hermanos salen corriendo a cumplir con su cometido, y preparar los mensajes. Murgran ve a Uriel y le dice. -Están aquí…-
Hola 
Este viernes a las 22 mi hermandad llevara a cabo un evento en el que pues nos iremos a pelear con bichos ignotos y servidores del dios antiguo N´Zoth. Hago este post pues visto que esta es una batalla que nos compete a todos aquellos que queramos evitar ser dominados por dicho ser, por lo que sera un evento abierto, quien quiera participar basta que me lo haga saber por privado, Ledfrisco#2675.
