Las ideologías de la Alianza y la Horda han cambiado con el tiempo, pero para ello, deberíamos de centrarnos en la fundación de cada una, y destacar las diferentes Alianzas y Hordas a través de la historia.
Primera Guerra (Warcraft 1)
La Horda de la primera guerra era una Horda corrupta y sedienta de sangre. Sus líderes vivían manipulados por el Consejo de las Sombras de Gul’dan y, a efectos prácticos, solo querían conquistar y destruir, llegando a Azeroth después de haber conquistado y destruido todo Draenor a su paso.
Esto se debe a que los Orcos en aquel entonces habían sucumbido tras engaños a beber la Sangre demoníaca de Mannoroth, haciendo que su sed de sangre les lleve a ese estado, abandonando sus tradiciones chamánicas. El único clan que no bebió la Sangre de Manoroth y que no perteneció a esa Horda fueron los Lobo Gélido, quienes exiliaron a Azeroth viajando estos a las Montañas de Alterac. (La magia vil aún así les afectó por el tiempo en el que convivieron, haciendo que también pasen a tener la piel verde).
La Alianza por aquel entonces aún no se había creado. Si bien los reinos humanos, enanos, gnómico y élfico tenían buenas relaciones entre ellos, no había realmente nada que los atara en un conjunto, por lo que cuando la Horda atacó Ventormenta, ninguno de estos salieron en su ayuda (aunque tampoco pensaron que fuera una amenaza especialmente grave).
Segunda Guerra (Warcraft 2)
Aquí surge el primer cambio de mentalidad de la Horda hacia lo que sería en el futuro la Horda actual.
Percatandose de que no eran sino peones de los demonios, Orgrim mata al anterior Jefe de Guerra, Puño Negro, y ordena matar a casi todo el Consejo de las Sombras aprovechando que Gul’dan estaba fuera de juego.
Tras alzarse con el poder, comienza a imponer unas medidas más honorables. Continúa la guerra porque no ve posibilidades de dar una marcha atrás en ese punto, pero lo hace con la esperanza de que lo que conquisten, al final, será su nuevo hogar.
Tras la destrucción de Ventormenta, los líderes de todos los Reinos de Lordaeron terminan reuniéndose, y debido al miedo que sienten al haber presenciado la caída de uno de los Reinos más grandes, terminan creando un pacto político por el que todos lucharían en conjunto: La Alianza de Lordaeron.
Si bien esta alianza de reinos se creó con la intención de protegerse de la Horda, muchos de los reinos integrantes (Como Gilneas o Quel’thalas) no veía a la Horda como una amenaza real, y otros (como Alterac) creían que lo más sensato sería unirse a la Horda, ya que no creían que pudieran derrotarlos.
Para este punto, la Alianza comenzó a luchar unida, pero solo porque los lazos políticos los unían. Una vez la guerra terminó, estos lazos se resquebrajaron bastante.
Tercera Guerra: Warcraft 3
Muchos años después de que la Horda perdiera la segunda Guerra, los orcos se dispersaron por los reinos del Este tratando de vivir alejados de los campos de concentración de la Alianza.
Con los años, el ansia de sangre que había habitado en ellos por la corrupción demoníaca finalmente había desaparecido, por lo que, en su mayoría, los orcos volvieron a sus valores originales: Buscar un lugar donde vivir en paz.
La Alianza por supuesto no sabía de esto, así que trataba de encerrar a todos los orcos que podían, además de que algunos clanes rezagados que aún adoraban a los demonios les daban justificación a la hora de hacerlo.
Thrall terminó reuniendo a todos los orcos y clanes rezagados para lanzar asaltos contra los campos de internamiento de la Alianza y tratar de reconstruir la Horda bajo los valores de su clan: Los lobo Gélido.
Una vez reunió a todos los orcos que compartían esos valores, zarpó al oeste hacia Kalimdor donde, junto a Trols Lanzanegra que habían perdido su hogar y Taurens que viajaban hacia Mulgore esperando crear un hogar allí, terminó fundando un hogar propio para los orcos en Durotar: Orgrimmar.
Con el tiempo, los renegados contactaron con ellos para pedir ayuda para proteger su ahora no muerta Lordaeron de la mano de fanáticos, y la Horda aceptó unirlos, con la esperanza de que, al igual que el resto, realmente sean seres que busquen una redención y un lugar en el mundo.
Poco después, serían los elfos de sangre quien, viendo que su lugar no estaba en la Alianza, e instado por la propia Sylvanas, terminarían uniéndose a la Horda para poder reconstruir su hogar y su pueblo.
Al igual que la Horda, la Alianza desde la segunda guerra cambiaría mucho:
Los primeros años del fin de la segunda guerra resultarían en un caos político: El rey Terenas de Lordaeron forzó a la Alianza a encerrar a los orcos en campos de internamiento, ya que, desde su punto de vista, era lo más humano que podían hacer, en lugar de simplemente matarlos.
Gilneas veía el coste de esos campos excesivo, por lo que con el tiempo, terminó abandonando la Alianza para crear un gran muro que aislara su reino del resto y lo protegiera de posibles futuras amenazas similares a la Horda, dejando vendidos al resto (y a parte de su propio reino).
Alterac terminaría en un punto muerto, ya que su Rey traicionó a la Alianza y la guerra política por el control del Reino hizo que, con el tiempo, cayera en desgracia.
Stromgarde no se libró tampoco, ya que sin que nadie lo supiera, el Príncipe asesinó a su padre, dejando el reino sin Rey durante un tiempo, haciendo sin que el príncipe fuera consciente, que cayera en desgracia al no poder enfrentarse debidamente a las diversas amenazas que lo asolaban en aquel entonces.
Quel’thalas, quienes desde el principio eran reticentes a permanecer en la Alianza, terminó abandonándola también.
Con una Alianza que la política había casi destruído, Lordaeron y Dalaran no pudieron resistir la invasión de la Plaga que, al igual que la Horda con Ventormenta, infravaloraron hasta que fue demasiado tarde.
La plaga arrasó el Reino de Lordaeron, la Ciudad Estado de Dalaran y el Reino de Quel’thalas, dejando muerte solo a su paso.
Para colmo, los elfos trataron de buscar una vez mas ayuda en la Alianza, pero en su lugar, encontraron que el grupo de la Alianza de Lordaeron que aún quedaba estaba liderado por Othmar Garithos, el único Mariscal de la Alianza que quedaba al mando, el cual era un racista que creía en la supremacía de la humanidad ante todo, y que, además, culpaba a los elfos de la muerte de su familia y sus tierras al tener él que dejarlas para protegerlos durante la segunda guerra, a pesar de la poca implicación de estos.
Garithos, viendo que el Príncipe Kael’thas de Quel’thalas estaba a su mando, decidió vengarse encomendándole misiones suicidas. A pesar de ello, kael’thas recibió la ayuda de los naga para salir de una pieza, cosa que Garithos vio como una oportunidad para encarcelarlo y ejecutarlo por Traición. Este acto fue el detonante para que los elfos abandonaran por completo cualquier intento de llegar a un nuevo acuerdo con la Alianza.
Poco después, Sylvanas y sus renegados engañarían a Garithos para reconquistar Lordaeron y finalmente, matar a la última resistencia de la Alianza de Lordaeron.
Poco después de la Muerte de Garithos y, junto a él, de la Alianza de Lordaeron, Kul Tiras lanzó un ataque sobre Durotar.
El Almirante Daelin Valiente, quien había perdido a su hijo en la segunda Guerra y solo veía a los orcos como monstruos, se asentó en la Ciudad de Theramore que había construído su hija Jaina junto a los supervivientes de Lordaeron que habían decidido seguirla, y queriendo asegurarse de que nadie la iba a poner en peligro, trató de acabar con la Horda de Thrall.
Jaina, que había visto esta nueva faceta de la Horda de Thrall, trató de frenarle, pero incapaz de hacerlo, dejó que símplemente la batalla de Theramore ocurriera, sabiendo que estaba sacrificando a su padre por la Paz entre las facciones.
Kul Tiras exigió a la Alianza que enviara ayuda contra la Horda, pero los reinos que aún quedaban en pie, no tenían interés ninguno en comenzar una nueva guerra, por lo que, tras la pérdida de la Gran Flota de Kul Tiras y de su Gran Almirante, Kul Tiras terminó abandonando la Alianza.
Esto dejó a la Alianza con apenas una Ventormenta tratando de terminar de reconstruirse, Pico Nidal, Forjaz y una Gnomeregan que trataba desesperadamente de resistir el asedio trogg en un total silencio, ya que en ningún momento avisaron de dicha invasión para que el resto pudiera recomponerse.
Finalmente llegamos a World of Warcraft
La Horda de Thrall finalmente está asentada en Durotar, y bajo el mandato de Thrall, sus prioridades son la supervivencia y la protección de los suyos.
El principal fallo de Thrall fue asentar Orgrimmar en Durotar, ya que ese terreno carece de foresta, por lo que la Horda comenzó a adentrarse en Vallefresno para conseguir madera.
Los elfos por su parte, entendían la necesidad de la Horda de talar algunos árboles, pero los orcos tienen una característica que a veces, puede llevarlos a tener ciertos problemas: Pueden ser incontrolables.
Esto hizo que los elfos pronto vieran que los orcos estaban talando de forma descontrolada su bosque sagrado, por lo que comenzaron a alzar sus armas sobre ellos, creando diversas escaramuzas en las fronteras de las tierras de la Horda.
Si bien la Horda de Thrall no es una Horda que busque guerra, tampoco es una Horda que la huya, por lo que estos conflictos comenzaron a avivar la furia orca una vez más.
Los restos de la Flota de Kul Tiras y patrullas de la Alianza que se apostaron en diversas zonas cercanas a Theramore atosigaron a la Horda aún más, Kul Tiras por venganza y la Alianza por control y expansionismo.
Aún con todo, Thrall siempre trató de mantener a la Alianza a raya gracias a la diplomacia que tenía con Jaina en Theramore.
Los renegados, por su parte, tenían un objetivo claro: Acabar con el Rey Exanime. Con Lordaeron reconquistada y ellos asentados en sus ruinas, comenzaron a tratar de reconquistar las Tierras de la Peste para expulsar a la Plaga de ahí.
Llegados a este punto, la Alianza comenzó a sentir algo muy curioso: Los reinos que quedaban eran reinos que, desde hacía mucho, habían tenido una cordialidad nata.
Los humanos de Ventormenta y los enanos de Forjaz solían congeniar debido a ser reinos cercanos. Los enanos de Forjaz y los Gnomos de Gnomeregan tenían una relación casi familiar debido a su origen común, y los Martillo Salvaje y los Barbabronce, si bien tenían sus diferencias, juntos trabajaban como un equipo.
Todo esto terminó resultando en una filosofía que, si bien no llegaron a formular como tal, solo los gnomos fueron quienes lo comprendieron abiertamente: Si la Horda tenía una relación de familia entre ellos a la hora de protegerse, la Alianza tenía una relación de amistad profunda.
Gnomeregan cayó y los gnomos no pidieron ayuda porque prefirieron que la Alianza se recuperara, y cuando no tuvieron dónde ir, los enanos les dejaron su propia ciudad para refugiarse, y no solo para eso, sino para convertirla en su hogar.
Si bien los elfos de la noche terminaron junto a la Alianza por culpa de la deforestación de la Horda, pronto terminaron entendiendo también esto.
Más pronto que tarde, la Alianza de enanos, gnomos elfos de la noche y humanos terminaron siendo, no un pacto político que los unía, sino una hermandad de amigos que compartían alegrías y desgracias.
Estas últimas Horda y Alianza serían las que tienen los valores principales de las facciones, pero hay un último cambio que sufrieron ambas:
Cataclysm
En Cataclysm, la Horda ya tenía un hogar establecido, y tenía muchas victorias a sus espaldas.
Thrall, al sentir que algo le estaba pasando al mundo, decidió partir hacia Nagrand para retomar sus raíces chamánicas y unirse al Anillo de la Tierra. Para ello, Thrall dejó como Jefe de Guerra a su pupilo, quien había estado enseñando desde que lo encontró en Terrallende: Garros Grito Infernal.
Garrosh era un líder joven de Nagrand. No había visto la decadencia de la Horda ni había visto lo que el resto había pasado, por lo que no sentía esa pasión por la diplomacia que sentía Thrall. La filosofía de Garrosh era que si alguien golpea a la Horda, la Horda debe de golpear hasta arrancarle el brazo, para así, no volver a ser golpeado.
Con la marcha de Thrall, Garrosh comenzó a movilizar sus tropas.
Las raíces de los valores de Thrall y Garrosh no eran demasiado distintas, y precísamente por ello, gran parte de la Horda, fueran de la raza que fueran, lo apoyaba.
Al ver como los elfos y la Alianza atosigaba a la Horda en su propio hogar, Garrosh convenció a la Horda de que, para protegerla debían de eliminar a todo resquicio de la Alianza que quedara. Es ahí como Garrosh comenzó una campaña bélica por Kalimdor, forzando una respuesta a gran escala de la Alianza. Pronto Durotar, los Baldios, el Marjal Revolcafango, e incluso Mulgore y por supuesto, Vallefresno y Sierra Espolón terminaron convirtiéndose en el campo de batalla a gran escala de la guerra que había comenzado.
A pesar de todo, sus ideales siempre los había mantenido férreos: una batalla se ganaba de forma honorable y digna. Una victoria sucia era asqueroso para él.
Tan asqueroso, como los renegados.
Los renegados siempre habían sido la prueba de fuego de la Horda. Métodos sucios e impíos los caracterizaban, pero hasta ahora, sus métodos habían tenido como objetivo a seres sucios e impíos como la Plaga. Ahora en cambio, la Plaga había sido erradicada y Sylvanas había pasado por una difícil transición. Ahora sentía la necesidad de ampliar a sus renegados fuera de la forma que fuera.
Garrosh, viendo como la vergüenza de la Horda a los renegados, les obligó a conquistar Gilneas para tener un puerto en los Reinos del Este, sabiendo que el asedio contra ese Reino haría que casi todos los renegados murieran, usándolos como carne de cañón. Sylvanas, al no poder desobedecer a su Jefe de Guerra, inició el ataque, pero a sus espaldas utilizó añublo para evitar tantas pérdidas.
Para desgracai de Sylvanas, se percató de que los Gilneanos ahora eran huargens, y estos eran muy difícilmente resucitables, por lo que cuando estos hicieron una ofensiva, trató de redirigir sus esfuerzos en otras direcciones: Las granjas de Trabalomas, los supervivientes de Stromgarde y lo que quedaba de las Tierras de la Peste.
Para este punto, la Alianza está mucho más unificada que nunca. Todos confían plenamente en todos y debido a la situación de guerra con la Horda, la Alianza termina decidiendo hacer un acto para agilizar las estrategias y la toma de decisiones: Darle a uno de los líderes un rango superior como líder absoluto de la Alianza.
Así es como Varian Wrynn, Rey de Ventormenta, terminó convirtiéndose en el Alto Rey de la Alianza.
Así, finalmente, tenemos los valores principales de las facciones.
La Alianza de Cataclysm no es demasiado diferente a la de vanilla, a excepción de que está mucho más unificada y centralizada.
En cambio, la Horda de Cataclysm es muy distinta a la de Vanilla, por lo que hay quienes defienden la de Vanilla y quienes defienden la de Cataclysm (Pandaria tiene muchos más matices que realmente no vienen a cuento).
RESUMEN:
- Horda y Alianza son buenas.
- En términos de rol, la Horda es Caótica, ya que puede dejarse llevar y hacer barbaridades sin darse cuenta.
- En términos de rol, la Alianza es Legal, ya que intenta hacer las cosas como consideran correcto de una forma más meditativa.
En las misiones iniciales de los pandarens se puede apreciar todo esto de una forma mucho más visual: La filosofía Tushui y Houjin son las mismas filosofías, y en las propias misiones, te presentan las dos caras de la moneda (en la Alianza, una líder militar que está empeñada en que los prisioneros de la Horda deben permanecer encerrados, y luego un Varian que un poco mas y te invita a una ronda, y en la Horda un tauren que te habla humildemente como un amigo su forma de actuar y luego un Garrosh que desprecia profundamente a los débiles, por lo que te lanza a un coliseo de bestias para ver si realmente puedes ser buen aliado).
Frío y eficaz. DG.