Tan cerca
Se levantaba el sol en el horizonte. El mar estaba en calma y a lo lejos quedaban las costas de Durotar, que se perdían tragadas por la bruma. El salitre se mezclaba con el grog de la noche anterior y el viento soplaba impulsando la nave.
—Capitana —el trol se cuadró al subir hasta el timón, acompañado de Kalux y Nil. Comandando la nave, con gallardía, porte imponente y semblante serio, la capitana Rokaga miraba al frente.
—Capitana, todoh ehtán preparadoh. Si lo que decía la tripulación que asaltamoh era cierto, no será difícil dar con un barco mercante que abordá.
La orco miró de soslayo al zandalari y asintió.
—Espero que esta vez tengamos más suerte que en Punta del Naufragio. No quiero problemas ni tener que lamentar nada.
La voz de la orco retumbaba por todo el barco, haciendo temblar hasta las piernas del corsario más fuerte que pisaba la cubierta de su nave.
—Cierto, no tuvimoh mucha suerte allí, Nil sigue vivo —comentó jocoso el zandalari. Nil le propinó una patada.
—Basta de bromas Zogrok —cortó la capitana achantando al zandalari—. Tú, ¿te aseguraste dejar la bodega lista? —Preguntó al vulpera.
—Bueno, digamos que tenemos la bodega al ochenta por ciento de su capacidad —aseguró el vulpera—, así que, creo que estamos bien para esta travesía.
La capitana miró por encima del hombro a los tres y dio la esperada orden.
—Nil, baja a cubierta y que todos se preparen. Kalux, te quiero arriba con el catalejo, ya.
—Ya habéis oído, ratah de agua dulce, ¡vamoh! —Gritó Zogrok.
—Tenemoh el dinero —Comentó Voluhin.
—Así eh, el nuehtro y el de Jarukan —Yuh’ra miró los 3 baúles cargados de monedas. El intercambio de khoka en Pantoque se hizo sin problema y los zandalari partieron con su parte del oro, dejando lo acordado para El Callejón.
—¿Qué te parece? —Preguntó Yuh’ra mirando a una trol recién enrolada. Parecía entregada en las tareas que Voluhin le había encomendado. Era joven y fuerte.
—Creo que se acohtumbrará —comentó el trol— de momento hace bien lah doh cosah fundamentaleh: acata órdeneh y trabaja duro.
Tarjila se afanaba moviendo cajones a la bodega junto a los demás miembros. Miró a la capitana y a Voluhin, saludó y continuó con el trabajo en cubierta.
—¡Capitana! —Gritó Kalux desde lo alto— ¡Capitana, veo un barco pequeño a lo lejos!
La orco esbozó una ligera sonrisa.
—¡Ah no, espera! —Kalux volteó el catalejo— ¡Que no está lejos ni es tan pequeño, es que esto estaba al revés! ¡Barco mercante a la vista! ¡Bandera zandalari y comercial!
—¡Todos a sus puestos! ¡Soltad velas! —Ordenó la capitana señalando hacia el horizonte. Las imponentes velas negras comenzaron a hincharse y la nave avanzaba con un aspecto amenazante por el mar.
—¡Vamoh! ¡Nil, Kalux, a loh cañoneh! —Ordenó el zandalari mientras corría hasta el arpón de arrastre. La tripulación comenzó a gritar de alegría y organizarse por cubierta.
Tarjila abrió los ojos como platos. Las banderas y velas negras no daban lugar a dudas.
—¡Barco pirata! ¡Tenemoh un barco pirata que viene hacia nosotroh! —Gritó la trol. Yuh’ra y Voluhin corrieron para asomarse por la borda.
—No hay tiempo que perdé, ¡todo el mundo preparao pa salir pitando! —Gritó la capitana. —Voluhin, prepara la defensa.
El trol no dudó un segundo y corrió a organizar a la tripulación, sacando las balistas y cargando los arpones.
—¡Hay que prepararse pa evita’ el abordaje! —Comunicó el trol en cubierta. —En cuanto ehtén a tiro, ¡dihparamoh! —Voluhin le confió la balista a Tarjila, que asintió y se preparó para el ataque.
El barco corsario maniobró para tratar de alcanzar la nave mercante que, siendo más ágil, no se lo puso fácil.
—Maldita sea, ¡disparad! —Ordenó la capitana, que sabía que no tenía a tiro a la nave zandalari, pero si la treta salía bien, les obligaría a maniobrar. Y así fue, tras dos cañonazos, la embarcación mercante se vio obligada a redirigir el rumbo.
Con una maniobra magistral el barco pirata recortó la distancia lo suficiente como para abrir fuego.
—¡Cañones! —Gritó la capitana— ¡Ahora!
Nil apuntó con el enorme cañón situado en la banda. Sonó el chasquido que precede al terror, pero su bala apenas interceptó la nave.
Kalux, a su lado, hizo lo mismo descerrajando un cañonazo que se llevó por delante parte del ornamento de proa de la nave zandalari.
—Parece que aquí hay alguien con puntería y alguien que no —se burló el vulpera.
—Tienes suerte de que esté ocupado porque si no, lo siguiente que dispararía este cañón sería una bola de pel-
El goblin no pudo terminar la frase. Una flecha explosiva alcanzó la cubierta, volando por los aires astillas y algún corsario.
Al otro lado, Voluhin, sonreía apuntando con la balista.
—¡Maldita sea, reparad eso! —Gritó Rokaga. Su voz se oía tan clara entre el estruendo de los cañones y el silbar de las flechas. —¡Abrid fuego!
Los cañones retumbaron de nuevo.
Zogrok apuntó con el arpón de arrastre para preparar el abordaje cuando el silbido de una flecha lo alertó con el tiempo justo para disparar y rodar a un lado. La mala fortuna quiso que el arpón no llegase a la nave mercante.
Otro nuevo cañonazo pirata impactó en la cubierta del Reina de los Cielos, abriendo un boquete. Yuh’ra miró la situación y a su tripulación haciendo lo posible por resistir.
Rokaga comenzó a murmurar en lenguaje orco. Las aguas alrededor del barco pirata comenzaron a moverse formando una masa humanoide, un elemental de agua del tamaño de un tiburón.
—Que las mareas aten ese timón —dijo la orco.
El elemental salió como un torpedo bajo el agua directo a bloquear el timón de la nave zandalari.
Las cosas pintaban mal para el Reina. Kalux y Nil se afanaban en recargar los cañones y descargar una lluvia mortal con más o menos acierto. De repente, Tarjila corrió para cargar de nuevo la balista con una flecha explosiva, respiró hondo y accionó el mecanismo. La flecha silbó entre las balas, que llovían cerca de la nave.
—Pa’ku, oh poderoso loa —comenzó la letanía Yuh’ra—, ehto no puede acabá así. Dame… —Notó el viento en su cara y alzó la mirada.
El impacto en el casco del barco pirata hizo tambalear a la nave, que tuvo que maniobrar de urgencia.
—¡Ahora, dehplegad velah! —Ordenó Yuh’ra peleando con el timón para tratar de mantenerlo.
El barco mercante, ágil y con viento favorable comenzó a surcar el mar a una velocidad inalcanzable para la nave oscura.
—¡Maldita sea! ¡Retirada! —Gritó Rokaga viendo cómo se acercaban peligrosamente a la costa. No le convenía que ninguna nave de La Horda viera su barco.
Rokaga y Yuh’ra se miraron a los ojos hasta que la nave se perdió en el horizonte.