No más cabos sueltos.
— ¡Jarukaaaan!
El trol saltó de la cama de un bote al escuchar su nombre.
—Shhh, ehpera —le susurró a su acompañante, más dormida que despierta.
Salió a la sala y encontró a Pipa.
—Jarukan, tengo que contarte algo. Ponme algo de beber, vengo sedienta.
—¿Cómo coj0neh hah entrao? Ehpero que tengah un buen motivo para…
—Uy…vaya. No estás nada mal, eh —miró al trol casi desnudo—. ¿Y esa de la cama?
—No eh tu problema —corrió a cerrar la puerta.
—Mira esto —le tendió una nota.
Jarukan leyó la nota examinándola detenidamente.
—La Sociedad —negó con la cabeza—. No tengo ni idea. No me suena.
—Vale déjame que te cuente —comenzó Pipa después de pegar un trago.
Horas antes.
—Nos encontramos a unos guardias de la Horda por el camino. Pero no fue difícil convencerlos para que nos acompañaran. Aceptan bien el soborno —sonrió Pipa.
—Siempre eh una m1erda que aparezcan, solo ponen problemah.
Una polvareda se levantaba sobre la loma. Las motos recorrieron la ruta hasta el lugar del asalto en busca de pistas.
—¡Guardias en el camino! —Gritó Salamandra señalando.
En mitad del camino y a ambos lados, un grupo de guardias alzaban la mano para dar el alto a la banda. Justo en el sitio que iban a inspeccionar.
Pipa paró su moto delante del orco y puso un pie en el suelo.
—¿Quienes sois y hacia dónde vais?
El orco comenzó a andar rodeando al grupo, mirando cada detalle.
—Esta zona no es segura y hace poco que hubo un asalto aquí. Os recomiendo no ir por este lugar, los asesinos todavía andan sueltos.
—Guardia privada —dijo Pipa—. Buscamos a un trol y un orco que casualmente asaltaron un convoy aquí.
Pipa y el guardia orco se miraron a los ojos. El grupo miraba de reojo a los demás integrantes de la guardia que les rodeaban.
—Tenemos una pista de su paradero —comentó la goblin sin apartar su mirada.
—Nosotros buscamos a un orco y un trol —el orco se giró mirando a sus compañeros, que cerraron el camino formando una barrera y echando mano a sus armas.
Pipa arrojó una bolsa con oro a sus pies. Una bolsa abultada, al caer había sonado a una cantidad considerable. El orco tenía buen oído para eso.
—Déjanos pasar. Al fin y al cabo, borraremos del mapa a esos asesinos.
Durante unos segundos el ambiente se volvió tenso. Kalux y Salamandra tocaron las empuñaduras de sus armas. Dave hizo lo propio desenvainando ligeramente el arma y Skule miraba atentamente al orco.
—Iremos con vosotros.
El orco se agachó a recoger la bolsa.
—Os dejaremos pasar, pero iremos con vosotros.
En otro lugar.
El trol se agachó a observar el cráneo calcinado y un brazo con una pulsera. La explosión de la noche anterior había dejado una granja destrozada y todavía se podían encontrar brasas entre el humo.
Miró a su soldado de confianza. La mag’har inspeccionó cada cacho de cuerpo.
—Por su tamaño parece un goblin, ya no hay duda, capitán —comentó Danika.
—¿Sigueh pensando que la explosión fue un dehcuido? —El trol alzó la mirada negando.
—Huele demasiado a azerita y ahora que vemos estos dos pedazos de lo que sea que fuera —la orco se acercó y rascó ligeramente la pulsera en el brazo negruzco—, no, ya no me parece tan azaroso.
—No lo eh. No lo puedo confirmar, pero tenemoh a un comerciante goblin asaltado y desaparecido. Si fue ehte infeliz, dieron con él anteh de que pudiera encontrar un sitio mejor.
—Pero, ¿azerita? Usa azerita para cargárselo… Ya debes tener recursos…
—Y ganah de liquidarlo.
De repente una voz se escuchó a lo lejos. Un guardia a lomos de un lobo llegó al grupo.
—¡Capitán! Hemos dado con ellos. Se encuentran en una casa abandonada junto a la mina. Zagurn se quedó allí vigilando. Vamos a necesitar refuerzos.
—¡A los loboh! —Zooku no se lo pensó dos veces. —¡Danika, coge tu escopeta y conmigo!
La brigada se puso en marcha a toda velocidad.
Más tarde.
El grupo dejó las motos a un lado, escondidas y subieron sigilosamente. Junto a la mina se encontraba una casa, parecía que no había estado habitada en tiempo. En la puerta, un guardia de la Horda abatido.
—Vigilad el perímetro —comentó Pipa cargando su escopeta. Hizo una señal a Dave.
—Poneos a cubierto —dijo el renegado en apenas un susurro.
Dave se acercó lentamente a la puerta, entreabierta, preparado para atacar. Con un chirrido se abrió mostrando la escena. Un orco muerto en el suelo, en mitad de un charco de sangre y un reguero rojo que conducía hasta una habitación. Parecía que el orco se había arrastrado intentado salir.
—¿Pero qué es esto? —Pipa entró detrás del renegado y se acercó con la escopeta preparada a la habitación.
Sentado en una silla, se encontraba un trol, con un tiro en el pecho y una nota sobre su cara. Pipa y Dave entraron para inspeccionar.
—¿Qué ha ocurrido en esa habitación? —Preguntó el cabecilla de la guardia— ¿Qué hay?
—¿Que qué hay? —Gritó Pîpa— Un problema, eso es lo que hay.
Tomó la nota y la leyó “Nos has fallado. Firmando: La Sociedad”.
Zooku y su brigada se acercaron a la casa sin ser vistos por el grupo y tomaron posiciones. Se percató del guardia de la horda muerto a la entrada. Lo reconoció, era Zagurn. Parece que no pudo aguantar.
—Hijoh de put4…
—Danika, cubre ese flanco. Cualquier movimiento en falso y dihparah.
La orco asintió y corrió agachada hasta su posición.
—¡Alto en nombre de La Horda! ¡Ehtaih rodeadoh! Tengo a mi gente rodeando la casa.
Al escucharlo, Pipa abrió los ojos como platos, miró a los guardias dentro de la casa y se encogieron de hombros. La goblin fue la primera en salir a la puerta.
BANG
Un disparo de Zooku impactó justo delante de sus pies y tras este, varios disparos pasaron silbando por encima de su cabeza.
—¡Qué hacéis inútiles, yo soy La Horda! —Gritó la goblin corriendo hacia la casa de nuevo.
—¡Cuéntale ese cuento a otro! —Gritó Zookun—¡Aquí el capitán Zooku! ¡Voy a contar treh y si no salih sin armah, abriré fuego!
Al escuchar su nombre, los guardias dentro de la casa lo reconocieron. Se empezaron a poner nerviosos. Sabían lo que les esperaba si Zooku pensaba que colaboraban con extraños.
—¡UNA! ¡DOH!
— ¡Capi… —Comenzó a gritar uno de los guardias que salió corriendo de la casa.
BUM
Un tiro de Danika mandó su cuerpo de vuelta dentro, cayendo como un muñeco en el salón. Pipa y los demás cerraron las puertas y corrieron a buscar una salida.
—¡TREH!
Shoot Shoot Shoot Shoot
Una lluvia de disparos arrasó con la fachada de la casa.
—¡Pipa! ¿Qué es esto? —Gritó Skule muy enfadada.
—Ehpera, el trol ehtaba muerto con ehta nota. Todo salió como el put0 cul0 ¿y ademáh ehtaba Skule? Genial, Pipa. Genial.
—¿Y qué coj0nes quieres que haga Jarukan? ¿Seguro que tú lo hubieras hecho mejor? —Gritó la goblin—. Oh sí, seguro. ¡Pero estabas aquí zumbándote a una put4!
—¡Por aquí! —Gritó Salamandra, la vulpera. Había encontrado una puerta trasera en la casa.
Pipa hizo señales al grupo para que salieran corriendo hasta el camino que bajaba por el otro lado de la colina. Huyeron sin ser vistos entre los árboles y la maleza, alcanzando el camino.
—¡Vamoh a entrar!
BOOM
Un artificiero voló con una detonadora la puerta y Zooku y Danika entraron escopeta en mano.
—¡Al suelo! —Gritó la orco. Pegó un culatazo en la nariz a uno de los guardias que había dentro de la casa y lo tiró casi inconsciente al suelo. Los orcos miraron atemorizados con las manos en alto. No había nadie del grupo en la casa. Un salón lleno de muertos y guardias acoj0nados.
—¡Capitán! ¡Se escapan! ¡Están bajando el camino! —Se oyó desde fuera.
Zooku miró a Danika y ambos asintieron echando a correr hasta los lobos.
Pipa y su grupo dieron con las motos que habían dejado camino abajo. El rugir de las máquinas se escuchaba desde el camino, por el que apareció el capitán, Danika y varios orcos a lomos de sus lobos.
—¡Acelerad! —Gritó Pipa.
BANG BANG BANG. La guardia disparaba al grupo motorizado, que poco a poco se iba alejando.
—Maldita sea… Este trasto no corre —gruñó Kalux viendo cómo su moto, a pesar de tener todo el puño del acelerador, se venía abajo.
Pipa miró de reojo viendo cómo los guardias se acercaban.
Saltó de su moto a la de Salamandra y en el aire sacó su escopeta y…
BANG!
El disparo impactó en el motor de su moto, que tras un zigzag descontrolado explotó llevándose por delante a cuatro de los jinetes de la horda que les perseguían.
Zooku y Danika esquivaron como pudieron la explosión y vieron que la moto de Kalux estaba ardiendo hasta que se paró.
Corrieron para rodear al vulpera que acabó encañonado.
—¡Alto ahí! —Apuntó el capitán jadeando, cansado. Miró hacia el camino y vio cómo el resto del grupo desaparecía en la línea del horizonte.
—¡Se escapan! —Gritó Danika bajando del lobo y encañonando a Kalux.
—¿Para quién trabajas y qué hacíais en esa casa? —La orco le puso el caño en la nuca.
—Pupa… No sé, no sé nada. Ella se llamaba Pupa y me dijo que me pagaría bien si la acompañaba. Yo… Necesitaba dinero para… Bueno, para comprar algo de… —El vulpera hizo como un ligero tic con la nariz.
—Maldito yonk1. Átalo, Danika, ehte se viene con nosotroh y va a cantá to lo que sabe.
Al orco le tiró al suelo y ató sus manos a la espalda.
—Eh, yo no he hecho nada. Auch, eso duele. Yo solo estaba dando una vuelta en moto. Lo juro, no sé nada.
—Unos tipos se empeñan en hacer creer que El Callejón asaltó esa caravana. Desaparecen. Y cuando damos con ellos, se los han cargado con una nota de alguien que no conocemos. Esto me huele mal. Siempre van un paso por delante.
Jarukan miró el vaso y asintió.
—Necesito pensar con claridad.
—Yo también —comentó Pipa-- , me quedo aquí esta noche.
Jarukan miró a la habitación, la trol se había levantado.
—¡No!
—Gracias por la hospitalidad, Jarukan —dijo resuelta la goblin mientras caminaba a una de las habitaciones—. Voy a caer muerta ahora mismo —dijo bostezando.
Jarukan volvió a su habitación, apagó la bombilla y todo se quedó en negro.