Un encuentro.
En algún lugar cerca de El Cruce.
Las nubes oscurecían la noche tapando la luna a su paso. El olor a tierra mojada era inconfundible en esta época, el verano tocaba a su fin y las lluvias refrescaban Los Baldíos.
—No deberían retrasarse mucho.
Cho miró al cielo al notar cómo una débil lluvia comenzaba a caer. El pandaren se ajustó su chaquetón de cuero y se acercó al carro para tapar la mercancía.
—Espero que Astavedon cumpla con su parte y traiga nuestro dinero —comentó Latshy. La pandaren miró al camino que se perdía en la oscuridad de la noche.
—Sí, eso espero. No son de fiar. Ninguno de ellos. Ayúdame a cubrir la carga con la lona, lo último que queremos es que la lluvia estropee esto.
El kodo emitió un bufido y los pandaren vieron acercarse unas siluetas a lo lejos en el camino.
—¿Son ellos? —Preguntó Latshy cargando su rifle.
—Eso parece —Cho alzó la linterna varias veces a modo de señal. —No bajes la guardia por si acaso.
La comitiva la encabezaba un enorme trol montado en un oso. Detrás, un carro conducido por Wibbs y dos vulperas, Salamandra y Kalux. Delante de ellos, con gesto orgulloso, Yuh’ra.
—¿Y Astavedón? —Preguntó Latshy al trol, que con un ademán llamaba al resto de acompañantes para advertir de que no había peligro.
—No ha venío.
Cho miró a Latshy con gesto serio, no parecía demasiado conforme.
—Ni falta que hace, ehtamoh nosotroh —se adelantó Yuh’ra. —¿Tenéih el cargamento?
Wibbs se bajó de un salto de su carro tirado por un kodo y se dispuso a desengancharlo.
—Él traería nuestro oro —Cho miró a la zandalari con semblante descontento—, no queremos que haya problemas.
—Enséñanoh la carga y hablamoh del oro.
—Eso, tenemos que asegurarnos de que todo está en orden —comentó Salamandra.
Latshy asintió mirando al pandaren. Cho se acercó al carro y destapó la lona.
Tras un vistazo, la zandalari pudo comprobar que todo estaba según lo acrodado. Bajo la capa de sacos de especias se encontraban los fardos de khoka listos para llevar a Pantoque. Asintió varias veces.
—El oro —dijo Latshy.
Wibbs, al ver que todo estaba en orden, procedió a intentar enganchar el carro de los pandaren con el cargamento. Era lo más rápido y limpio. El transportista del Sindicato manejaba bien estas situaciones.
Yuh’ra se acercó a su raptor y bajó la bolsa con el dinero.
—Está todo —dijo Cho mirando a Latshy.
De repente, el viento comenzó a mover los árboles a la derecha del camino. Kalux notó cómo unos ojos se clavaban en él.
—Amigos —comenzó el vulpera, que por la voz se notaba que lo siguiente no eran buenas noticias—, creo que tenemos compañía.
—¿Nos habéih tendío una trampa?
—M-mirad…
Wibbs señaló al bosque y unas sombras de lomo espinado y ojos brillantes comenzaron a emerger de la oscuridad. Caminaban lentos, algo erráticos, pero decididos. La luna se abrió paso entre las nubes de tormenta haciendo brillar el filo de sus hachas y el caño de sus rifles.
BANG! Comenzaron a silbar balas y se escuchó un estremecedor chillido. De entre las sombras apareció un jabaespín que se abalanzó contra Cho. Tras él, tres jabaespines más corrieron, hacha en mano, a atacar al grupo.
—¡Atráh! —Gritó Voluhin. El bramido del trol retumbó en la noche. Golpeó su escudo y rugió preparándose para el combate.
Los jabaespines, impresionados por el enorme trol retrocedieron, presas de un miedo inconsciente, primario, de pura supervivencia. Emitían esos sonidos que ponen los pelos de punta. Miraban al trol con cara desafiante mientras daban un par de pasos hacia atrás.
BOOM.
Latshy aprovechó la distracción para volarle la cabeza al jabaespín que había tumbado a Cho.
—Essss nuessstrooooo. Devuélvelooo —dijo uno de los jabaespines.
—Ehto eh una mi.erda. ¡Noh retiramoh, rápido! ¡Tú, engancha de una vez ese maldito carro y larguémonoh de aquí!
—Como si fuera fácil… —Dijo Wibbs aterrado. No era la primera vez que huía de jabaespines, pero estos desprendían un halo oscuro que llegaba hasta los huesos.
—Esa marca… —Los jabaespines salieron de la oscuridad del bosque y Voluhin pudo reparar un una marca que todos llevaban en el pecho. Una especie de círculo pintado de color violáceo oscuro.
Uno de los jabaespines arrancó a correr súbitamente hacia Kalux para asestarle un hachazo. Salamandra cargó rápidamente su flecha en el arco.
—¡Al suelo!
Kalux se agachó y la vulpera descargó un flechazo en todo el pecho, tumbando al jabaespín. Éste comenzó a jadear e intentar levantarse, sus ojos estaban inyectado de algo oscuro y clavó su mirada de nuevo en Kalux.
—Es…cof-cof… Devuélvelo. Que lo devuelva… —dijo el malherido, tratando de mantenerse en pie.
—Pues no va a ser hoy —Kalux se giró y lanzó una de sus hachas, partiendo la cabeza del enemigo en dos.
—¡Maldita sea, vamoh! —Gritó Yuh’ra empujando el carro para engancharlo.
—¡Listo! —Gritó Wibbs, que de un salto se subió a la parte delantera del carro.
—¡Salid de aquí! —Ordenó Voluhin —¡Ya!
Los vulpera volvieron corriendo a sus lobos y se unieron a Yuh’ra y Wibbs en la huída. Latshy vio el carro pasar a su lado y subió de un salto.
—Cho…
—¡Acabad con esoh pu.toh bichoh! —Ordenó la zandalari.
Cho se lanzó puñal en mano contra el jabaespín que tenían enfrente, asestando un tajo en su pecho.
—¿Les dejamos solos? —Comentó Salamandra a medida que se alejaban.
—Se lah arreglarán. Tenemoh que salvar la carga.
Voluhin remató al enemigo ercenando su cabeza de un espadazo.
—Esa marca… —dijo a Cho señalando el círculo oscuro.
—No la había visto antes —Dijo el pandare.
Escucharon pasos entre la oscura maleza captando de nuevo su atención.
BANG! Se escuchó un disparo a lo lejos. Kalux miró hacia atrás en dirección al bosque, engullido por la noche.