Las horas se convirtieron en días, los días en semanas, las semanas en meses y los meses en años.
Allí en la más profunda oscuridad, no hallaba nada, salvo las criaturas que en contadas ocasiones ofrecían el sustento. Agua la justa, la suficiente para sobrevivir. Un lugar en el que todo escaseaba y nada abundaba, salvo la extensa tierra yerma que se extendía hacia todos lados, con sus tonos azulados, violetas y negros, y ese olor a hierro constante, a sangre, a muerte. Era quizás lo único que tenía que ver con el mundo del que procedía, el olor a sangre era el mismo en todas partes, ese aroma alcalino y ferroso que se introducía en las fosas nasales y que abrumaba a cualquiera.
Años pasaban y sin nada que hacer salvo explorar y sobrevivir, hicieron del Kraken alguien rudo, a pesar de las adversidades nucna se había visto en esta, ni siendo esclavo de la horda.
Casi una década permaneció en aquella falla donde el tiempo se plegaba y se descomponía, se notaba envejecer con cada año. Y no dejaba de pensar en Cyril. Al principio cada día lloraba, luego cada poco, lugo cada cierto tiempo hasta que lo que antes era un amor imparable, se acabó convirtiendo en un recuerdo bello al que aferrarse para mantener la cordura, ella y todos los que había conocido. Pero el paso del tiempo hacía mella en su memoria, y la tensión permanente le hicieron sucumbir al vacío pasados los tres primeros años.
El último arrebato fue el más peligroso y poderoso, el vacío lo envolvió y se dejó llevar por la furia, su forma entrópica le dominó y durante unos meses permaneció en colera constante, como loco, alimentandose de cualquier criatura que veía, masacrando con todo, era un ser destructivo y destruyendo se hallaba precisamente cuando, desatando su poder en exceso, vio una pequeña falla, vió algo que le resultaba familiar, unas calles empedradas y a lo lejos una taberna. Allí estaba ante sus ojos desquiciados, un acceso a su mundo, pero el ansia y los nervios le impidieron aprovechar la ocasión. Esto le encolerizó aún mas pero se percató de que si continuaba por ese camino, no podría volver nunca. Su vida a partir de entonces fue volviendo a la normalidad, y consiguió hacerse al entorno, siempre recordando a los suyos e intentando crear fallas para volver, pero l espacio y el tiempo no convergían lo suficiente para crear la falla.
Finalmente tras casi una década viviendo en aquel lugar, se armonizó la ocasión, el tiempo se plegó y el espacio también, y crearon una brecha que pudo aprovechar, entonces rasgó esa realidad gracias as u poder y tras mucho esfuerzo consiguió acceder a Azeroth, donde las voces del vacío, que antes apenas susurraban, ahora le gritaban con fervor, como el público en un anfiteatro pidiendo la muerte del gladiador perdedor.