Los días pasaron y el Kraken cruzó trabalomas y tierras de Interior, llegó hasta Pico Nidal, donde intentó tomar un grifo hasta Ventormenta. Para su sorpresa, o no tanto, no había ni un solo grifo, pues todos estaban siendo usados en los distintos frentes de guerra, como era obvio. La única forma de llegar hata Ventormenta era a través de alguna caravana o a pie, en cualquier caso debía llegar hasta Forjaz donde podría tomar le tren, un metodo mas que seguro y rápido para llegar hasta la capital humana.
Entre que había vuelto a Azeroth y que llegó la caravana, habían pasado ya nueve días, pero por suerte consiguió algo de ropa y comida, incluso se ganó algunas monedas ayudando en diversos trabajos.
Pero lo que más le agradó, fue revisar los viejos libros de la reducida biblioteca de Pico Nidal, libros que lo llevaron a un punto que no se esperaba. Volvió a ver símbolos parecidos al triskel, esta vez, había encontrado un libro antiquísimo, en un dialecto del Thalassiano, del que podía extraer algunas frases y oraciones, pero no conseguía unir del todo. Solo había una palabra que se repetía constantemente: Keltoi. Y unas representaciones de unos seres oscuros que portaban armas frente a unos seres representados de color verde y de color rojo.
El camino comenzaba de nuevo hacia Frojaz, donde con suerte, encontraría algún sabio que le pudiera hablar más sobre estos seres extraños.
En Forjaz la gente estaba ajetreada, había mucho movimiento en el tren de camino a Ventormenta y sobre todo había notado que la cantidad de guardias había sido reducida desde su anterior visita. Esta reducción era por el mismo motivo por el que no había grifos, la guerra se llevaba vidas y recursos a partes iguales, o desiguales. Los robos eran la comidilla diaria, algo inusual en Forjaz, pero mayores eran las habladurías sobre Ventormenta, que se le achacaba el aumento de la criminalidad, que empezaba a parecerse a una ciudad Goblin y que la guardia no daba abasto.
Las preocupaciones le llevaron a refugiarse en la biblioteca, donde permaneció estudiando hasta el día siguiente, momento en que partiría por fín hasta Ventormenta. El sabio, por suerte supo guiarle en su búsqueda, los enanos tenían registros arcaicos transcritos donde también se representaba a ese grupo de seres oscuros que parecía que defendían a un pueblo de esos otros seres rojos y verdes. Las referencias eran tan constantes que se intuía que eran soldados, pero luego parece que cuando no estaban los seres rojos y verdes, los seres oscuros tampoco estaban. Eran un grupo que aparecía solo cuando era necesario.
Thulin, uno de los bibliotecarios, me recomendó visitar la sección de relatos arcaicos de Kalimdor, que en Ventormenta hallaría más respuestas.
No toda la noche la pasó en la biblioteca, salió a despejarse por Forjaz y callejeando llegó hasta una esquina donde pudo ver a un humano robando las bolsas de una humana. El avisó pero el humano era rápido y tuvo que hacer uso del poder del vacío, algo que hizo que le llamaran la atención los guardias. El humano consiguió escapar y ahora encima no podía usar el vacío.
La mañana llegó y pudo tomar el tren hacia Ventormenta, el paisaje era peor de lo que imaginaba, el distrito de los enanos estaba hecho un desastre, la guardia en general era escasa, y los trapicheos eran algo constante. La guerra estaba sacando lo peor del ser humano y del ser vivo en general, si no nos mataba la guerra nos mataríamos entre nosotros.
El primer paso era intentar acabar con la guerra, eso sí, tras ir a ver a sus antiguos camaradas y su antiguo amor, Cyril. Pero para su desgracia, nada quedaba de su vida anterior. La Compañía Comercial Lunaplata ya no existía, la corona había pasado a ser su propietaria y sus acciones se diluían en ella. Cyril no daba señales de vida, ni ella ni ningún Harford, de hecho, la Compañía Harford se hallaba desaparecida desde hacía meses.
Todo esto sumado al desasosiego de no encontrar a nadie, le llevo a dar el paso. Si lo había perdido todo, haría que la horda lo perdiera todo también.
Su destino era el frente de guerra .