Muchas batallas libró el Kraken. Kul´tiras, Zandalar, los frentes de Arathi y Costa Oscura.
Ese fue el más desolador de todos los frentes, viendo cada día que pasaba allí, en la frontera, los restos de Darnassus. Solo las lecturas sobre los antiguos Keltoi le servían para evadirse de la tristísima realidad de la guerra.
Había avanzado en su pequeña investigación.
Crónicas arcaicas hablan de un pequeño archipiélago, actualmente inexistente, situado al norte de la actual Claros de Tirisfal. Un conjunto de islas que estaban habitadas por una tribu de Sin´dorei. Esta tribu era especialista en los trabajos relacionados con el metal y comerciaban con los pueblos costeros, desde Tirisfal hasta Lunargenta. Su cultura y tradiciones eran muy peculiares, pero sobre todo, destacaban porque eran muy recelosos en permitir a nadie saber donde se hallaban sus islas. De ahí que en un antiguo dialecto del Thalassiano, que algunos autores llamaban: Thalassoykos; les denominaban como Keltoi, que en el idioma común sería algo como “La gente oculta”.
Hasta donde se ha estudiado, se desconoce mucho de su cultura y tradiciones, se dice que eran peculiares, se hablaba de tradiciones y cultos ancestrales a un solo dios, del que se derivaba todo lo demás y que todas las formas y representaciones de las distintas deidades, no son mas que las diversas formas en que su dios se manifestaba ante los mortales. Este dios era Lugh.
Al margen de todo lo anterior, algo destacaba de esta cultura por encima de todas las cosas, y era su sentido de la protección, y es que en pocas ocasiones fueron asaltados por diversos poderes oscuros en esa región, pero siempre que algún portal demoniaco emergía, o cualquier amenaza acechaba, los Keltoi iban a la cabeza, protegiendo los pueblos y las ciudades. Sus armaduras oscuras representaban la imagen misma de un escudo protector, ofrecía a los pueblos seguridad en cada ciudad, mientras los soldados estaban luchando en el frente.
Por días reflexionó sobre lo oportuno que sería que, ahora que esta guerra está dejando sin seguridad las ciudades, esos guerreros podrían llegar donde la guardia estaba sin dar abasto.
Esa idea floreció y fue tomando forma; disponía de los medios, de algún espacio para un cuartel o una sede. Podía realizarse si se conseguían las manos necesarias.
Cada día le gustaba más esa idea, y menos la idea de permanecer en el frente. Quizás de tanto planificar sus ideas y poco pensar en estrategias de guerra, le hirieron en Costa Oscura, y le ofrecieron la posibilidad de permanecer en la ciudad.
Tiempo atrás se reunía con los ministros de la corona y los conocía bien y ellos a el, la Compañía Comercial Lunaplata había conseguido muchos contratos mercantiles en ultramar. Ahora el solo pedía su licencia como soldado y el permiso para fundar su orden de auxiliares a la Alianza, una orden que debía apoyar a la propia guardia, que debía hacer resurgir el legado de aquel antiguo pueblo, la valentía de aquellas gentes ocultas que se sacrificaban por los demás en el centro de las ciudades y aldeas, dando seguridad a las tropas del frente y a sus conciudadanos.
Era el momento del renacer de los Keltoi. Y de nuevo, cualquier amenaza sería suprimida ante el mazo justiciero de “La gente oculta”.