Sanders Bright soportaba las múltiples quemaduras que cubrían su cuerpo con enormes dolores. Apenas era capaz de andar por la capilla en ruinas, situada en las Tierras de la Peste del Este, donde había trabajado durante meses liderando a La Sombra de la Dama Oscura.
El viejo cuerpo del Renegado había soportado una explosión frente a él. Pero, sin duda, lo peor de todo había sido el uso abusivo de la Luz, recordando sus aprendizajes, hace muchos años ya, en vida, cuando estudiaba para sacerdote. Fue necesario utilizarla, qué duda cabe, pero el precio era alto. Su piel se encontraba muy deteriorada.
Alexander J. Williams le había suministrado una sustancia nutritiva para reparar los daños, y los resultados estaban siendo buenos. Sin embargo, las quemaduras de las manos eran tan severas que el simple hecho de tratar de coger su pluma para escribir le llenaba de un dolor indescriptible. Más allá de lo físico, pues sus sentidos se encontraban muy debilitados tras tantos años de no-muerte. El dolor era más bien metafísico: la manifestación de la incompatibilidad de la naturaleza del Renegado con la Luz.
Con gran esfuerzo sujetó la pluma y comenzó a escribir en su mesa de estudio un nuevo trabajo: ‘‘Sylvanas Brisaveloz: la Reina Alma en Pena como salvadora de Lordaeron’’. Un nuevo texto propagandístico para distribuir entre los miembros de su organización. Sin embargo, tras redactar un par de párrafos, la pluma cayó de su mano herida, derramando el tintero por encima de todo el texto. Ya había tenido suficiente por ese día:
-¡Maldita sea!- gritó encolerizado, mientras trataba de cerrar la mano
Abandonó la capilla, cojeando, para subirse a su caballo, buscando un lugar más apartado para descansar. Sus aliados sabrían dónde encontrarle. En la fría noche cabalgó, llevando consigo varios mapas de las Tierras de la Peste del Este y otros territorios cercanos. Su cuerpo estaba destrozado, pero la guerrilla no se rendiría nunca