Sanders Bright se recuperaba de sus heridas en el Camposanto. La batalla por su liberación había sido un éxito. La Sombra de la Dama Oscura había demostrado toda su fuerza expulsando al IV:7 de su campamento en Lordaeron. Esta era, sin duda, una gran victoria para Sylvanas.
Sin embargo, la guerra no había terminado. Tarde o temprano vendrían, por lo que era necesario marcharse cuanto antes.
Salió al exterior, al medio del Camposanto, y observó a los supervivientes del ataque. Sus soldados, fieles, habían demostrado toda su disciplina. Todos le miraron aproximarse, cojeando sobre su bastón. Se paró frente a ellos, pasó su bastón a la mano izquierda y alzó la mano derecha, situando la palma a unos pocos centímetros de su cara. Todos los soldados siguieron al instante este gesto. El nuevo saludo para las tropas de La Sombra de la Dama Oscura.
-¡Por la Reina Alma en Pena!- se retiró. Los soldados le miraban marcharse camino arriba.
Las banderas de la organización ondeaban a su paso, en la fría noche, más fuerte que nunca. Un nuevo poder se alzaba. El poder de La Sombra de la Dama Oscura, dispuesto a cubrir de miseria a todos los enemigos de Sylvanas. Hasta la victoria total y absoluta. Hasta la aniquilación del último enemigo de los Renegados. Sin importar el precio.