Sanders Bright llevaba varios días en su celda sin ver a nadie cuando la puerta del sótano se abrió. La luz entró con fuerza, cegándole. Sentado en el suelo, tapando sus ojos con el brazo, trató de descifrar quién estaba allí de pie. ¿Había llegado la hora? No…
-Tienes un nuevo amiguito- dijo uno de los guardias que custodiaban la celda de Sanders.
Fuera se escuchaban gritos, la voz de un Renegado.
-¡Por la Dama Oscura! ¡Viva La Sombra de la Dama Oscura! ¡Viva la Reina Alma en Pena! ¡Muerte a la Alianza!
Un Renegado fue arrojado al interior de la celda de Sanders. Muy exaltado. Casi fuera de sí. ¿Feliz por la situación? La vista de Sanders comenzaba a acostumbrarse a la luz cuando el sótano fue cerrado de nuevo de golpe. La oscuridad volvió a invadirlo todo.
-¡¿Eres tú de verdad?! - dijo el Renegado, exaltado - Quería conocerte hace tanto tiempo. La Sombra de la Dama Oscura es lo mejor que le ha pasado a Lordaeron en mucho tiempo. Me llamo… -decía mientras se acercaba a Sanders en la oscuridad.
-Lo primero… -dijo Sanders con voz agotada- cálmate… - se incorporó apoyándose en la pared.
-Yo… ¡escuché los rumores del Camposanto! ¡He venido a liberarte! -susurró.
-No sé qué habrás escuchado… Pero has metido la pata.
-Escúchame, líder -susurraba el Renegado- Conozco este lugar. Sé cómo salir. Y además he traído lo necesario para sacarte. Lo he hecho por La Sombra de la Dama Oscura. Por ti.
Sanders se mantenía apoyado en la pared a duras penas. ¿Este idiota iba a estropearlo todo?
El Renegado recién llegado se acercó a Sanders. Tan cerca podían verse, al menos un poco. Y le mostró su brazo. Algo resaltaba bajo la piel. El Renegado comenzó a sacar algo de su antebrazo. Una cuchilla.
-Podemos alertar al guardia y asesinarlo cuando entre usando esto. Después, conozco el camino para salir de aquí. Te rescataré y me uniré a La Sombra de la Dama Oscura.
-Interesante… Déjame ver esa cuchilla, por favor… - suspiró Sanders.
El Renegado se la dejó sobre la palma de la mano izquierda, totalmente quemada. La derecha la mantenía apoyada contra la pared. Sanders agarró la cuchilla con toda la fuerza que pudo y miró a los ojos al Renegado. Impulsándose con la mano derecha contra la pared, y perdiendo el equilibrio, asestó una puñalada en el cuello del Renegado, que le miraba con ilusión.
El Renegado cayó al suelo llevando sus manos al cuello, y Sanders, por la fuerza del impulso y su poca energía, cayó sobre él, buscando asestar una nueva puñalada. Pero sin la fuerza suficiente para retirar la cuchilla.
Retorciéndose, sin entender nada, el Renegado murió en el suelo de la celda, y Sanders se quitó de encima de su cuerpo muerto, haciéndose a un lado, tumbándose en el suelo, a pesar de que los fluidos del Renegado comenzaban a empaparlo. Exhausto, cerró los ojos. El plan seguiría adelante. Este peón no estropearía la lucha por la Dama Oscura