Asomada al balcón de la habitación, Eilyria observa el constante ir y venir de las gentes de Dalaran. Sus pensamientos se tornan hacia Menel y Argent. Con Eleanna muerta son menos lo obstáculos que se oponen a su enlace, pero la maga no era el único. El propio Argent y su decisión de servir a Varok era el mayor de ellos, Sylvanas no tolerará esa traición. Eilyria había intentado que Argent reflexionara, intentó que Lunargenta le retuviera pero Lorthemar no reconoció en ella a la niña que tantos problemas le causó. Ahora Argent emprende un camino tortuoso que le enfrentará a ella misma. Nunca tuvo intención de matarlo pero si realmente se une al traidor esta vez no habrá nada que detenga su mano, hará lo necesario.
Eilyria y Sielendril sobrevivieron a la caida de Lunargenta, pero habían perdido demasiado. Eilyria se refugió en el fondo de una jarra cerveza. Sielendril, en los bosques junto a los animales que lo poblaban. Tras algunos días sin verse ambas amigas se reunen - Volveré a luchar, es lo que Elixia hubiera querido - dijo Sielendril que se encontraba acompañada por un dracohalcón con el que había establecido un cariñoso vínculo. - Dejaré los forestales y volveré al que fue mi hogar para recuperarlo - continuó. Eilyria se quedó callada mientras miraba la jarra vacía que tenía delante. - ¿Vienes conmigo? - Volvió a preguntar Sielendril. Eilyria no contestó y Sielendril se marchó, sería la última vez que se vieran.
Eilyria también acabaría abandonando Lunargenta, deambuló por los Reinos del Este de taberna en taberna ignorando todo lo que acontecía en el mundo que la rodeaba. Eilyria transitaba un camino en uno de escasos momentos de sobriedad cuando escuchaba en la lejanía el inconfundible sonido de una contienda. La curiosidad le llamó la atención y se acercó, vio correr a un grupo de nagas por el río y de repente unos soldados humanos se abalanzaron sobre ella. Intentó defenderse pero la superaron rápidamente. Eilyria había sido capturada junto a las fuerzas de Kael’thas y acusada de traición fue encerrada en los calabozos. Encerrada en aquella celda y sin gota de alcohol, la mente de Eilyria le jugaba malas pasadas. Comenzó a hablar con fantasmas de épocas que ella no pudo haber vivido y nagas serpenteando por los pasillos de los calabozos. Pero esos no eran fruto de su imaginación, un naga abrió su celda y la liberó junto al resto de los elfos.
Había escapado y no importaba cómo. Continuó con sus compañeros de fuga hasta, que sin saber cómo, había llegado a un portal que conducía a Terrallende. Los humanos aún les perseguían y ella no veía otra salida. Cruzó el portal y vio por primera vez los restos del que había sido el mundo de los orcos. Sin más opciones, decidió continuar con las fuerzas del principe elfo. Viajó con ellos durante días buscando al maestro de los nagas, Illidan. Este había sido capturado por una celadora, Maiev Cantosombrío. No fue díficil para las fuerzas combinadas de elfos y nagas liberar al cautivo. Illidan y Kael’thas hicieron un pacto, pero a Eilyria no le interesaba, solo le preocupaba donde conseguir el siguiente trago. Pasó días sin poder beber, se sentía morir por la abstinencia. Ni siquiera se daba cuenta de los acontecimientos que ocurrían a su alrededor. El tiempo ya no existía para ella.
Un día, escuchó una voz - Pareces perdida, muchacha - dijo. Se trataba del mismísimo Illidan. - ¿Qué te ha traido a este mundo? - preguntó. Eilyria no contestó, pensaba que no era más que otra alucinación más. - Sea lo que sea lo que buscas, ven a verme a mi templo. Te daré un objetivo - dijo Illidan y desapareció. A la mañana siguiente Eilyria despertó despejada y tranquila por primera vez en mucho tiempo. Los sudores que normalemente cubrían su cuerpo no estaban presentes esta vez y su visión no estaba turbada. Pensó en aquella alucinación, “Sea lo que sea lo que buscas” le había dicho. Pero qué era lo que ella buscaba. Había perdido todo lo que una vez ansió, el amor de su madre, el respeto de Sylvanas, la amistad, incluso el honor de luchar por su pueblo. Illidan le ofrecía un nuevo objetivo.
Se aproximó al templo oscuro aún dudando de si aquello había sido verdad o no. Una naga le salió al paso. - El Señor te espera en sus aposentos - dijo. Siguió a la naga a través del templo, en el camino pudo observar la variedad de razas que habían aceptado prestar servicio a Illidan. Pero un grupo llamó especialmente su atención. Tenían el mismo aspecto que Illidan, elfos con cuernos y alas. “¿Qué les habría pasado para transformarse así?” se preguntaba. De repente llegaron a su destino, Illidan se encontraba solo con dos copas de vino servidas.
-Toma asiento - dijo. - ¿Qué buscas en este mundo? - volvió a repetir.
Eilyria no pudo evitar observar los vendajes que envolvían su cuerpo, en sus delirios había oido rumores acerca de una lucha en Azeroth de la que Illidan había vuelto gravemente herido.
-No busco nada - contestó Eilyria. - Estoy aquí por accidente -.
-Una respuesta impropia de este mundo, todo el que está aquí tiene un objetivo. Tu principe busca a curar a tu raza, yo liberar este universo de los demonios y tú ¿no buscas nada? -
Eilyria, permaneció en silencio. - Alguien que crea en mí - murmuró tan bajo que apenas era audible.
-Yo confiaré en ti, si tú primero confías en mí - dijo Illidan. - Tengo un objetivo y necesito toda la ayuda posible - continuó - pero necesito confiar en que harás lo necesario -
La conversación continuó pero Eilyria no sabía si la criatura que tenía delante podía darle lo que necesitaba. Eilyria no tenía nada que perder y aceptó. Illidan parecía complacido. - Mañana iniciaremos los rituales -
(to be conclude)