La noche era fría, oscura y lluviosa. Como solía serlo en el poblado de Nekare.
Todos se preparaban para la cacería, llevaban tiempo sin verse muchos de los presentes y otros se encontraban ante la primera noche en su nuevo hogar.
Presentaciones y reencuentros antes de la partida, compartían silencios antes de llegar al lugar, el bosque.
La lluvia había amainado y en el cielo se vislumbraba la Dama Blanca, tan bonita como cada noche. Ellos se adentraban en la frondosidad del oscuro bosque dispuestos a dar caza a una buena presa.
Siguieron el estrecho camino dando finalmente con la primera, un venado con grandes astas, al cual cazaron sin gran esfuerzo.
La Dama Salvaje decidió alejarse descubriendo algo más que albergaba en un claro.
A su regreso las órdenes eran claras y concisas, Miles ‘El cauto’ y Krisantema, druida de la cosecha, deberían con cautela investigar qué era lo que allí ocurría.
Krisantema se hizo al vuelo mientras Miles acechaba en la oscuridad, sigiloso sin miedo al peligro.
Volvieron ambos con noticias poco satisfactorias, allí asentado se encontraba un campamento de Forestales Oscuros.
¿Qué les había atraído a nuestro bosque?
¿Sabían de la existencia del poblado cercano a aquél lugar?
Era el momento de regresar al centro de reuniones para poner en marcha un plan, necesario y prudente.
Las ideas surgían una tras otra durante la larga velada pero había que tomar decisiones cuanto antes, nuestro hogar corría un gran riesgo y la situación era de total alerta.
Los más atrevidos desempeñaban ya la tarea de formar guardias próximas al lugar mientras otros ideaban trampas que colocarían para así evitar el acercamiento a la aldea de esos seres peligrosos. Sabíamos que eran hábiles, seguramente más listos que anteriores enemigos enfrentados anteriormente y sobretodo, entrenados.
Los días de descanso y tiempos de paz llegaban a su fin.
Había llegado la hora de tomar de nuevo las armas para proteger a los nuestros.