—¡Tenemos que darnos prisa!
Los dos gnomos corrían apresuradamente por aquellos metálicos pasillos. La enérgica gnoma encabezaba la carrera, tirando del brazo al algo más joven compañero que la acompañaba.
—¡Espera Niasa! Creo… ¡Creo que sé un atajo!
La gnoma frenó casi en seco haciendo que su compañero, primero casi chocara con ella, y luego estuviera más cerca aún de caer por el resbaladizo suelo.
El joven pelirrojo se percató tras levantarse torpemente de cómo su compañera lo observaba casi exigiéndole una explicación únicamente con su mirada.
—Sé un… bueno, no debería de decirlo… aunque… —Titubeó no muy convencido de haber delatado esa información.
—¡Mel!
—Vale, vale. Hay unos pasajes por aquí… Pero es secreto ¿eh?
Niasa asintió sonriente y casi empujó a Mel insistiéndole en que la llevara a esos pasajes cuanto antes.
Mel titubeó un poco, pero más pronto que tarde terminó caminando hacia lo que parecía no ser más que una plancha metálica más, de las que abundaban por toda Gnomeregan.
—Te enseño esto porque eres mi amiga desde siempre, pero… Ni se te ocurra contárselo a nadie ¿Vale?
El gnomo puso una mano en la plancha metálica y se giró para mirar a Niasa. Esta asintió varias veces y puso su puño derecho en su cabeza, a modo de asentimiento.
—Prometido, jurado, establecido y asentido. Ahora ¡Vamos! No tenemos tiempo.
El gnomo se mordió el labio algo dubitativo aún. Confiaba en su amiga, pero si alguien se enteraba de eso…
Empujó levemente una zona que parecía normal, sin nada que llamara la atención a nadie, y de repente sonó un mecanismo tras el panel. Unos instantes después, una plancha oculta interior se movió hacia dentro y se deslizó hacia el suelo, dejando a la vista un largo conducto apenas iluminado.
—¡Vamos! —Niasa no pareció ni inmutarse por el extraño pasadizo oculto, y simplemente salió corriendo hacia dentro, haciendo que Mel tuviera que ir tras ella como podía.
—¿No me vas a preguntar ni siquiera cómo es que conozco esto o por qué existe? — El gnomo intentó fijarse en la expresión de ella, en busca de algún atisbo de curiosidad, pero entre el despeinado pelo verde suelto de la gnoma, apenas se distinguía una mirada decidida a cumplir su objetivo sin distracciones, casi oculta por la penumbra de la escasa iluminación de unos pocos focos rojizos establecidos en esos pasajes.
—¿Cómo es que conoces esto y por qué existe? —Dijo ella, casi de forma robótica.
Si Mel no la conociera, habría pensado que se estaba burlando de él, pero sabía perfectamente que la cabeza de Niasa siempre estaba llena de cosas, y el hecho de que a pesar de todo lo que pasaba por su mente ahora mismo, hubiera sacado tiempo para no ignorarle e incluso responderle, significaba que verdaderamente le interesaba.
—Es gracias a mi padre. Él diseñó muchos de estos pasajes de emergencia por toda Gnomeregan. Según me dijo, casi nadie sabe de su existencia, ya que siempre son accesibles por si… bueno, emergencias. Como una vía rápida de seguridad.
—¿Y te lo contó a ti?
Mel no pudo ver el rostro de Niasa, pero sabía que debía de haber soltado una de esas sonrisas burlonas suyas que solía poner cuando quería picarle.
—¡Soy confiable, no le diría esto a nadie! —Hizo una breve pausa, bajando un poco el tono, casi de
forma infantil. —Esto no cuenta, es un caso especial…
Niasa pareció reírse, aunque Mel no tuvo tiempo de comprobarlo, ya que ambos pararon en seco frente a lo que parecía el final del camino.
El gnomo se acercó a la pared y, tras tocar algunos botones, esta se deslizó como la anterior pared, dejando la salida libre.
Él salió primero, y acto seguido instó a Niasa que saliera tras sí. Apenas les dio tiempo a mirar donde estaban cuando la compuerta se cerró de repente.
—No le he dado a cerrar esto… —Dijo Mel alarmado.
—Pero yo sí…
Una voz metalizada sonó desde la penumbra de la estancia en la que se encontraban, y al mirar en dicha dirección, algo mecánico y amenazante comenzó a moverse.
El sonido de las pisadas cuadrúpedas de dicho ser arañaban el suelo pesadamente hasta que finalmente se puso al alcance de la luz de un foco de iluminación.
Era un robot. Pero no un robot normal y corriente. Era del tamaño de ambos gnomos, chirriaba por múltiples zonas y, por supuesto, tenía el aspecto de un temible animal.
—¡Tiene a tu perro! —Gritó Niasa.
—¿Perro? ¡Es un lobo! Mira esos dientes ¡Un perro no los tiene tan grandes!
—"Un perro no los tiene tan grandes". —Repitió Niasa burlona.
—¡Oye para! Eso ni siquiera es un argumento. —Mel se cruzó de brazos, como si aquel robot no estuviera ahí.
Niasa rápidamente cambió su expresión, centrándose de nuevo en el perro, como si hubiera estado centrada en él desde el principio.
—Shh, Mel, céntrate, tenemos una misión.
Mel abrió la boca para replicarle ese abrupto cambio y el dejarle con la palabra en la boca, pero luego simplemente asintió.
—Vale, veamos… —Ambos se centraron en el perro robot. — ¿Cómo pasamos?
Niasa, como si supiera la respuesta, simplemente se quedó en silencio mirando la máquina, esperando.
Finalmente escuchó la respuesta que esperaba.
—Si la amenaza mecalupina queréis pasar, un enigma deberéis acertar.
Mel giró la cabeza al escuchar eso por parte de aquella voz metálica.
—¿Un enigma? ¿En serio? —Giró su cabeza hacia Niasa, como si hablara reprochando al robot y a la gnoma.—Construyo una maravilla del combate cuerpo a cuerpo ¿Y se usa para hacer acertijos?
El perro dio un sonoro pisotón hacia el frente, avanzando.
—Y si lo falláis os prenderé fuego hasta que no quede nada.
Tras decir eso, el robot abrió la boca y una llamarada brotó de esta, advirtiendo a ambos haciendo que Mel diera un salto hacia la pared.
—¡¡Quién le ha puesto un lanzallamas a mi mecanolupo!!
Niasa, lejos de responder a Mel, dio un paso adelante y habló al robot.
—¿Cuál es el acertijo?
El animal mecánico miró a la gnoma y comenzó a hablar. A medida que lo hacía, rodeaba acechantemente a ambos, como si fueran sus presas y esperara la orden para saltar.
—Somos los huesos de una nación. La unimos, la soldamos y la fijamos. Somos los huesos de formas de vidas muertas. La mantenemos, la engarzamos. Somos de acero aluminio, metal, o de cualquier material mineral. En cajas, en casas y hasta en armas. Solo un loco podría perdernos.
Niasa se cruzó de brazos y miró a Mel. Este se quedó un momento mirando al robot una vez terminó, hasta que se percató de que Niasa le miraba.
—¿Q-que…?— Dijo al fin él.
—Yo ya lo sé, pero es para ti.— Niasa sonrió y se echó sobre la pared.
—¿Por qué para mí? ¡Es para los dos! O sea, ambos tenemos que pasar…
Mel miró al robot lobo de nuevo, que comenzaba a acercarse hacia él, como si corroborara las palabras de Niasa.
—Eh… espera… eh… huesos… —Mel trastabilló hacia atrás, casi cayéndose mientras el robot se acercaba amenazantemente.
—Si no respondes ahora, quizás necesites un incentivo… cinco… cuatro… —A medida que contaba la cuenta atrás, las fauces mecánicas comenzaban a iluminarse con lo que sería otra llamarada, justo delante del gnomo, aunque justo antes de llegar al uno, la voz cambió abruptamente. A diferencia de antes, ahora parecía estar hablando con alguien más que, desde luego, no estaba ahí.
—Oh oh… No ¡Espera! Puedo explicártelo. No lo usamos para jug-
Repentinamente la voz del robot calló, y este, de un momento para otro, cambió su actitud a la de un perro normal y corriente de compañía, anunciando dicho cambio con un ladrido robótico mientras se acercaba a ambos, casi como si quisiera que lo acariciaran.
—Creo que se acabó la diversión. —Dijo Niasa estirando sus brazos tranquilamente, casi desperezándose.
—Oh oh…
Mel escuchó unos pasos proveniente de un pasillo que se acercaban. Miró a la entrada de dicho pasillo hasta ver al dueño de esos pasos envuelto en una penumbra, la cual envolvía casi toda la estancia, hasta que finalmente este sujeto pulsó un interruptor, haciendo que muchas otras luces se encendieran, dando una luz más que suficiente como para ver cualquier cosa en dicha habitación.
La habitación no tenía nada en especial, más allá de ser bastante grande para la media gnomica.
En la puerta de dicha habitación, ahora se veía claramente a un gnomo bastante mas mayor que ambos, con algunas canas en su pelo oscuro, de brazos cruzados, y tras él como una sombra, una gnoma que si bien era más mayor que Mel y Niasa, desde luego no apenas le superaba unos pocos años.
— Mel Servozap. —Dijo el gnomo, con una voz serena e incluso algo grave para un gnomo.
—Papá… —Respondió Mel avergonzado con la mirada agachada.— No es lo que parece… bueno sí lo es, pero no es su culpa.
El gnomo mayor levantó una mano y Mel calló automáticamente.
—Habitación B-14. Ya. Espérame ahí y ni se te ocurra moverte, tenemos que hablar.
El tono sereno y serio de su padre hizo imaginarse a Mel hasta el punto en el que había metido la pata.
Miró a Niasa como quien no iba a volver a verla en años y simplemente asintió marchándose antes de
empeorar la situación.
—Hermanas Pymtec.
Comenzó a hablar de nuevo pero rápidamente Niasa intervino.
—Fue mi culpa, no de Mel, profesor Quimb. Yo le dije de jugar en tu casa, es muchísimo más grande que cualquier otra zona donde podamos jugar además de que hay muchas cosas para reprogramar, como los perros.
El gnomo miró inquisitivamente a Niasa durante un instante.
—Primero, es Profesor Servozap. Debes aprender modales. Y segundo… Mi casa no es un cuarto de juegos. Abusais de la confianza de mi hijo, y de la mía… —Al decir eso, posó su mirada directamente en la gnoma más mayor. — ¿Para esto te enseño mis conocimientos, Tiel? ¿Para que vengas a mi casa y juegues con los trabajos de mi hijo?
La gnoma más mayor suspiró y agachó la cabeza.
—Lo siento Profesor, pensé que si controlaba el juego de ambos, no se meterían en líos ni destrozarían nada… —A medida que iba hablando, dudaba más de sus palabras y de su propia credulidad. —No volverá a pasar…
—No, claro que no. Si vuelvo a ver que ocurre algo así en mi casa, en mi laboratorio, o en cualquiera de mis pertenencias, será mejor que la Doctora Pymtec se busque a otro que enseñe a su primogénita tecnomagia, porque aquí no va a aprender nada más.
—Si profesor…
Niasa observó a ambos. No parecía expresar ningún tipo de emoción en especial, aunque su hermana mayor sabía que por la forma en la que mantenía la mirada, se estaba callando muchas cosas que quería soltarle a Quimb.
Quimb en cambio se mesó la barba un momento observando a ambas y finalmente hizo un gesto con una mano con algo de desdén.
—Volved a casa y contadle a vuestra madre lo que habéis hecho. Me enteraré si no se lo contáis, ya sabéis que coincidimos mucho en el centro de investigación avanzado.
—Si Profesor… —Tiel asintió, casi como si lo hiciera por ella y por su hermana, y agarró a esta de la mano para forzarla a que la siguiera antes de que terminara soltando algún improperio que las meta más en algún otro lío.
Las hermanas salieron a la calle, encontrándose rápidamente con una gran pasarela descendente hacia los distritos más profundos de la ciudad. Tiel soltó a su hermana pequeña y tras arreglarse un poco su pelo claro en su coleta, comenzaron a descender.
—Quimb es un aguafiestas. —Espetó Niasa directamente. —Tiene una casa enorme, gigante, es prácticamente una mansión ¿Y no nos deja utilizarla?
Tiel suspiró negando.
—Ya te dije que no lo aprobaría. De no estar yo, podríais haber caído en alguno de los laboratorios de pruebas que tiene y podríais haber terminado mal.
—No íbamos a terminar mal, sé perfectamente lo que hago en todo momento.
Tiel no pudo evitar soltar una risita.
—Ya, claro que lo sabes… ¿Sabías también lo del conducto?
La gnoma peliverde echó una mirada inquisitiva a su hermana. Sabía que detestaba no saber cosas.
—Ahora sí. Y tú tampoco lo sabías.
—Y yo tampoco lo sabía. —Repitió Tiel. —Sé de la existencia de algunos de esos pasadizos por el resto de la ciudad, pero desconocía el hecho de que hubiera ahí uno.
—Y de haberlo sabido, habrías enviado al perro por ahí. Una persecución por aquel conducto con un acertijo justo en la puerta para desbloquearla habría sido mucho más interesante. —Se apresuró a comentar Niasa.— ¿Por qué no buscaste más conductos? Sabías de su existencia.
Tiel y Niasa llegaron hasta un pequeño ascensor que descendía hacia una oscura penumbra. Era lento y pausado, más incluso que el ritmo al que iban caminando, pero en vertical.
—Ya te lo he dicho. Ves al Profesor Servozap como un aguafiestas, pero realmente se preocupa. Cuando me enseñó los pasajes secretos superiores, me dijo muy claramente que no debía de intentar buscar más, ya que podrían ser muy peligrosos. Algunos salen de la ciudad por entornos no seguros, y otros directamente llevan a zonas de extracción donde podrían filtrarse gases nocivos. Incluso en algunos de los que utilizamos, podría quedar alguna mina araña que no llegase a su destino.
Niasa se apoyó en la barandilla del ascensor de brazos cruzados, mirando a su hermana tras decir aquel comentario sobre las minas arañas.
Su hermana colaboró en la defensa de Gnomeregan en la segunda Guerra ayudando a colocar y programar minas que aseguraron las cercanías de la ciudad subterránea. Por supuesto, Niasa quiso colaborar también, pero era demasiado pequeña en aquel entonces como para ir a una guerra. Este hecho siempre la molestó, ya que su hermana no es que fuera demasiado mayor que ella.
Tiel observó a Niasa mirándola con una expresión neutra. Cualquiera habría pensado que símplemente había dejado pasar el asunto, pero ella la conocía perfectamente.
—No tengas prisa por ir a la guerra. —Dijo con una risita.
Tras salir del ascensor y descender por unas laberínticas calles poco iluminadas de la ciudad gnoma, finalmente llegaron a una pequeña puerta vieja y poco cuidada.
Aquella zona de la ciudad no es que fuera precisamente la mejor. Los cableados de electricidad común apenas llegaban, por lo que permanecía en una eterna penumbra, y la poca electricidad que llegaba iba directamente hacia las casas. Contra lo que cualquier humano o enano pudiera pensar, ese no era un distrito pobre. Todos los gnomos que vivían ahí, lo hacían de forma voluntaria. Era una de las muestras del altruismo que tanto diferenciaba a los gnomos. Si había quienes considerasen que no iban a necesitar demasiados recursos, podían irse a vivir a zonas más lejanas para que otros aprovecharan de forma más eficaz lo que ellos no iban a utilizar.
La madre de Niasa y Tiel era una experta en química, alquimia y biología, por lo que sus investigaciones a menudo requerían de mucha menos energía que un ingeniero o un mecánico.
Cuando las hermanas entraron, la vieron como siempre, sentada en su mesa entre tubos de ensayo y materiales que, a veces, era mejor no preguntar qué eran exactamente.
A pesar del chirrido de la puerta, no pareció percatarse de que habían llegado, cosa que no sorprendió a ninguna de las hermanas. Tiel conocía perfectamente ese tipo de actitud ya que a parte de en su madre, también lo veía en Niasa. Cuando se centraban en algo era como si todo a su alrededor desapareciera. Una vez le explicaron que era como si expulsaran todos los pensamientos no relacionados con el tema de su cabeza para simular que únicamente existían ellas y lo que estén tratando. Claro está, Tiel jamás pudo llegar a poner en práctica algo así.
—Ya hemos llegado Mamá. —Dijo Tiel llamando su atención.
Su madre siguió durante unos instantes trasteando en su mesa, pudiéndosele apreciar únicamente su espalda y su cano pelo recogido, y finalmente se giró para mirarlas.
—¿Dónde os habíais metido? —Habló en un tono pausado y calmado, pero a la vez ansioso de escuchar una respuesta, como si quisiera corroborar algo que ya sabía, acompañada de una sonrisa en su enérgico y a la vez cansado rostro.
Niasa se adelantó para ir a recoger unas plantas que había sobre la mesa, seguramente para hacer algún tipo de mezcla para jugar, mientras respondía.
—Nos fuimos a casa de Mel para reprogramar sus robots y jugar. Quimb ladró más que su perro.
Su madre soltó una risita lentamente y se giró de nuevo hacia sus investigaciones.
—Seguro que ladró mucho, sí. —Niasa escuchaba distraídamente, de la misma forma que hablaba su madre. En la habitación, la única que parecía prestar algo de atención a la conversación parecía ser Tiel. —Es mi obligación deciros que no deberíais de jugar en su casa sin permiso. —Paró un momento, como si por un instante se planteara lo siguiente que iba a decir.— Lo que sí que no es mi obligación es deciros que Quimb suele usar un sistema de seguridad mágico ligado a sus máquinas. Unas pocas raíces de Tirisfal pulidas mezcladas en el aceite que usa en su perro crearían un campo mimético que engañaría al conjuro de seguridad y no le alertaría tan rápido.
Tiel sonrió y asintió, poniéndose el puño en la cabeza como si aceptara una orden militar.
—La próxima no nos pillará tan fácilmente mamá.
Rápidamente se dirigió hacia un baúl para coger una libreta, y justo antes de llegar, escuchó un gran golpe metálico en la puerta.
Parecía como si algo grande y pesado se hubiera golpeado, pero sorprendentemente la puerta lo había resistido.
Las hermanas se miraron con una mezcla de confusión y curiosidad, mientras que su madre simplemente volvía a estar absorta en su investigación.
La hermana mayor abrió la puerta para ver qué o quién había golpeado la puerta, y tras un metálico arrastre, observó un pequeño robot con una bombilla rota y una quebradiza voz distorsionada que apenas era entendible.
—¡Es el robomensajero!—Dijo Niasa rápidamente acercándose. —Deben de haber llegado los químicos de Alterac.
—Que desastre de mensajeros… —Respondió Tiel viendo como el robot estuvo a punto de desplomarse.
Casi sin mediar más palabras, Niasa cogió una bolsa con algunas monedas y salió por la puerta.
—Voy a recogerlo ¿Vienes Tiel? —Dijo desde fuera, casi sin esperarla.
Tiel salió tras su hermana, pero antes de cruzar la puerta se giró hacia su madre.
—¿Vas a estar aquí luego? Puedo traer la cena.
Su madre tardó unos instantes en percatarse de que le hablaba a ella, pero tras hacerlo giró únicamente la cabeza y luego negó.
—Probablemente luego salga. Tengo que comprobar algo en cierto taller.
Tiel se encogió de hombros y asintió. Sabía que eso significaba que podía volver tanto para la cena, como para dos días después. Así era ella.
Las dos hermanas se fueron apresuradamente hacia la tienda dejando la puerta abierta para que el robot intentara salir cuando se recuperara, si es que lo hacía, aunque no parecía que fuera a ser su destino.
De repente, la gnoma que aún permanecía en la casa sintió una leve vibración en la muñeca. Tenía un dispositivo con algunos botones y luces, y una de esas luces se había encendido. La expresión de la gnoma cambió totalmente al verla.
—No…
En otro punto muy superior, Mel se encontraba en una habitación algo pequeña, o más bien un pequeño taller.
Apenas había una mesa, un par de taburetes, un enorme motor desmantelado y un par de estanterías llenas de herramientas de todo tipo.
El gnomo tenía las manos juntas y movía los dedos nervioso, esperando la inevitable llegada de su padre. Sabía que había hecho mal en desobedecerle, pero a la vez sentía que había merecido la pena, sintiendo un placer culpable que por supuesto, no debía mencionar.
Finalmente la puerta de la habitación se abrió, y su padre llegó.
Durante unos largos instantes, ambos se miraron sin decir palabra alguna. Mel no se atrevía a comenzar a hablar, y Quimb parecía estar meditando sobre la situación.
El silencio fue quebrado por el sonido de uno de los taburetes colocándose junto a Mel, para que el gnomo de más edad se sentara junto a su hijo.
—Mel. —Comenzó a hablar Quimb, y para sorpresa de su hijo, su tono no desprendía enfado, ni ira, ni siquiera decepción. Mas bien parecía delatar un tono comprensivo. Esto hizo que levantara la cabeza para escucharle más atentamente. —Sé que sabes que has hecho algo mal, pero también sé que no ha sido tu culpa directamente. Tienes una cualidad que… abundaba en tu madre. Piensas demasiado bien en el resto.
Mel bajó un poco la mirada al escuchar eso. Desde que su madre murió en la Segunda Guerra durante la defensa de la ciudad, añoraba escuchar cosas sobre ella, pero su padre parecía querer evitar siempre el tema. Fue un duro golpe para ambos.
—Eso es… bueno ¿no? —Dijo dubitativo.
—Es relativo. Nada es blanco o negro. Bueno o malo. Todo es una escala de grises que, dependiendo de en qué fondo se ponga, puede parecer más claro o más oscuro.
Mel giró la cabeza mirando a su padre.
—¿Entonces…?
—Pensar bien en los demás te ayuda a fraternizar con otros, pero a la vez te vuelve confiado e inocente. Recuerda que no eres solo Mel. También eres mi hijo, Mel Servozap. Tienes un futuro glorioso por delante, un potencial increíble y provienes de las familias más inteligentes de Gnomeregan. Sería un error pensar que nadie va a intentar aprovecharse de ti.
—¿Aprovecharse de mi? Pero Niasa no haría nunca eso…
Mel sintió como su padre le ponía una mano en el hombro, intentando darle apoyo para que reflexione sobre ello.
—¿Estás seguro? Niasa y su hermana viven en los niveles las profundos, casi en la frontera. Su madre… nunca ha llegado a desarrollar nada especialmente útil y Tiel aprovechó lo poco que consiguió su madre para volverse mi aprendiza. ¿No ves un patrón?
Mel dudó un momento.
—Pero… no sería ético que hagan eso… O sea…
Quimb negó con la cabeza.
—Efectivamente Mel, no sería ético, pero ellas saben tanto como yo, que hay algunas cosas que solo se consiguen superando las barreras éticas. — Mel miró confundido a su padre, pero este le devolvió una sonrisa tranquilizadora antes de añadir. —No te preocupes. Eres igual que yo, tarde o temprano lo entenderás, símplemente recuerda que la lógica puede entrar en conflicto con la ética, pero la lógica puede salvar muchas más vidas y protegernos. ¿No son acaso las minas araña, o los haces de defensa armas letales pensadas para matar, y nos salvan la vida a todos?
Mel asintió despacio pensativo.
El gnomo de más edad abrió la boca para decir algo más, pero al instante una luz se encendió en un dispositivo de su muñeca. La expresión de este se tornó mucho más seria y recobrando su severa compostura, se puso de pie.
Rápidamente un sonido metálico sonó por la puerta de la estancia, y un robot con una luz roja entró en la habitación.
—¿Un robomensajero…? —Dijo Mel confundido, ya que no debía de llegar nada, al menos que él supiera.
Su padre negó con la cabeza.
—No… una Roboalarma.
Al instante, el robot comenzó a casi gritar “¡Alerta intruso, alerta intruso!”
Mel miró a su padre asustado, pero este se le adelantó hablándole en un tono serio e imperante.
—Son troggs. Llevan tiempo atacando algunos sectores. En su momento era una amenaza menor que se ha prolongado, por eso nunca te comenté nada. Ahora parece que están algo más… descontrolados.—Sacó de un bolsillo algún tipo de mando que Mel nunca había visto y se lo dió, presionando un botón. Al hacerlo, apareció un holograma simplificado de los distritos de Gnomeregan. Muchos de estos permanecían en un color claro azulado, sobretodo cuanto más superiores eran. A medida que descendían los distritos, más anaranjados se tornaban, hasta que se volvían completamente rojos en la periferia de la ciudad. —No vayas a los distritos en peligro ni los perdidos. Sube por el pasadizo DL-17 hasta la zona segura. Si ves que se complica, sal de la ciudad por el pasaje E-11. Conecta con los conductos de aire limpio a domicilio hasta la superficie.
Mel asintió con los ojos muy abiertos. De no saber nada de ataques trogg había pasado a tener que plantearse un plan de fuga, de un momento a otro.
—¿Tú no vienes…?
Quimb pulsaba un par de botones en la roboalarma mientras respondía algo apresurado.
—Tengo que ocuparme de unos asuntos del trabajo. Si todo sale bien, no veremos más a esos troggs.
Mel asintió nervioso y se apresuró a salir, pero justo antes de apagar el holograma, se percató de algo. El distrito donde vivía la familia de Niasa estaba en naranja. Peligro.
—Tres colores, en degradado.
Niasa mantenía la vista al frente mientras caminaba, reflexionando.
—Tres. —Respondió, casi robóticamente.
Tiel sonrió y volvió a hablar.
—Norte, seis y rojo.
Pasaron unos segundos en un silencio sepulcral en el que Tiel miraba atenta a su hermana, y esta simplemente caminaba hacia delante con la vista al frente. Finalmente la hermana de menor edad habló.
—Bayas de Enebro
Tiel rió ante la respuesta.
—¿Cómo demonios lo has adivinado?
Niasa soltó una sonrisilla mientras miraba de reojo a su hermana.
—Lo sé todo…
—O lo sabes todo, o alguien te ha enseñado a meterte en la mente de otros. ¿No habrás estado estudiando en secreto sobre artes oscuras? —Bromeó la hermana de mayor edad.
Niasa paró en seco y Tiel observó que se encontraban delante de la tienda. Habían estado durante todo el camino jugando y el tiempo se les había pasado volando.
La gnoma más joven fue directa a la puerta de aquella tienda que parecía haber vivido momentos mejores, mientras que Tiel, ojeando la fachada, tardó algo más en seguirla. Algo extraño no la convencía del todo, pero no supo decir el qué. Siempre había sido un lugar oscuro y apartado, como casi todo el sector, por lo que no debía de haber nada extraño en aquel lugar.
Al entrar en la tienda, observó a Niasa, quien estaba tras el mostrador rebuscando.
A Tiel no la extrañó el hecho de que su hermana se hubiera metido donde no debía estar, ya que solía hacerlo a menudo, aunque esa visión la hizo percatarse de “qué” era lo extraño que sentía.
—No hay nadie aquí… —Dijo casi en un susurro para sí misma.
—Y debemos irnos cuanto antes. —Respondió Niasa levantándose con una bolsita.
Tiel se percató en que su hermana pequeña tenía la vista centrada en algo, y al mirar en su dirección, se encontró con otro de esos robots mensajeros. Se acercó lentamente a este y lo giró para verlo mas detenidamente.
Al moverlo, algo en su mecanismo interno se reajustó donde debía y unas palabras sonaron algo interrumpidas y distorsionadas.
—Evacuac… neces… Alert… Instrusos…
Tiel miró a su hermana, que ya se encaminaba hacia la salida.
—Niasa… a cuánta gente hemos visto mientras veníamos…
Su hermana se giró hacia ella. Durante un instante, no pareció importarle demasiado la pregunta, pero rápidamente se percató hacia dónde quería llegar.
Tiel volvió a hablar.
—Yo estaba pensando preguntas para el juego, y tú nunca te fijas en lo que pasa a tu alrededor, pero… No hemos visto a nadie… Han evacuado a todo el mundo. —Al escuchar eso, la gnoma más joven salió hacia fuera rápidamente. —Debemos volver a casa.
—¿Cuál es el peligro? —Dijo Niasa, mirando a su alrededor.
—Si han evacuado todo el distrito, debe de ser algo peligroso. Quizás enanos Hierro Negro, o algún clan orco que haya excarvado…
Tras decir eso, escucharon un ruido en la lejanía. Alguien pareció tropezarse y caer al final de la calle. Por suerte, un foco parpadeante lo iluminaba, por lo que pudieron percatarse de que se trataba de un gnomo, el cual parecía herido. Parecía haber salido casi arrastras de detrás de una de las turbinas de repetición de la red eléctrica de la zona.
Tiel dio un paso adelante a punto de echar a correr para ayudarlo, pero justo en ese momento algo apareció de detrás de la turbina.
Los parpadeos del foco hacían que la escena fuera difícil de observar, pero algo humanoide, algo más grande que un gnomo, y desde luego, para nada civilizado, tiró de la pobre víctima haciendo que gritara aterrorizado, llevándoselo tras aquella turbina.
Las hermanas escucharon como, tras una serie de golpes y rasguidos, el generador pareció romperse y el foco que difícilmente iluminaba la escena se apagó por completo, dejando una oscuridad que quizás, era mejor no volver a iluminar.
Tiel observó a su hermana menor. Tenía los ojos abiertos de par en par y apenas reaccionaba. Sabía que era muy inteligente y que podía llegar a racionalizar cualquier cosa, pero nunca había estado presente en una escena tan explícita frente a la muerte.
La agarró del brazo y la obligó a seguirla sin mediar palabra.
Corrieron hasta un pequeño callejón y, tras comprobar si las había visto, se giró para comprobar como estaba Niasa.
Su hermana mantenía los ojos abiertos de par en par, y por primera vez en mucho tiempo, parecía estar mirando todo a su alrededor, como si esperara encontrar a esa criatura en cualquier esquina cercana.
—¿Dónde están los sistemas de seguridad…? ¿Dónde están los equipos de contención…? Eso no era un enano o un orco… eso era un monstruo… ¿Cómo se lucha contra los monstruos…?
Niasa sonaba nerviosa, y desde luego Tiel estaba segura de que su hermana no tenía claro de si lo que decía, lo decía para sí misma en voz alta, o de si era para ella.
De pronto, Tiel le puso la mano en la boca a Niasa para callarla, y permanecieron unos segundos así, que para Niasa le parecieron años.
No se escuchaba nada, solo el continuo chirriar de los mecanismos que se ocultaban detrás de las placas de las paredes de la ciudad. Sonidos rítmicos y metálicos que, de cierta manera, eran tranquilizadores.
Hasta que de pronto un nuevo sonido se unió al resto. Un sonido carnoso, húmedo y arrítmico. Pisadas de piel desnuda que arrastraban algo pesado.
Tiel notó la preocupación y nerviosismo en el rostro de su hermana, que de no haberla estado callando, no habría podido evitar decir algo.
Se asomó por la esquina, y pudo observar la silueta de la criatura entre la oscuridad. Sus temores se confirmaron al ver que lo que arrastraba no era otra cosa que los restos de lo que quedaba de aquel gnomo que habían visto antes. Hizo un esfuerzo para que su hermana pequeña no viera la escena, manteniéndola alejada de la esquina.
La criatura se paró un momento y giró la cabeza hacia su izquierda. Tiel no pudo evitar morderse el labio al ver que de entre la oscuridad de otro callejón cercano a la criatura, otra similar, pero de un tamaño algo menor aparecía. Esta nueva criatura tornó lo que debía de ser su cabeza en la dirección donde ellas se encontraban, y rápidamente Tiel volvió a esconderse, esperando que no las hubieran visto.
Tiró de nuevo de Niasa hacia el fondo del callejón y buscó una ruta alternativa. Si las habían visto, no tenían mucho tiempo, y si no, no tardarían en pasar por ahí.
Por suerte para ambas, ese callejón daba a lo que parecía una salida de emergencia de algún bloque residencial. Giró la algo oxidada válvula de la puerta, y esta se abrió chirriando, cosa que estremeció a las hermanas. Aún así, entraron sin pensárselo y cerraron la puerta tras ellas.
El pasillo de aquel lugar parecía de lo más normal. Si había algún peligro ahí dentro, desde luego no lo aparentaba.
Al encontrarse en un lugar más o menos seguro, Tiel se giró hacia su hermana.
—Escucha, esto es peligroso, no podemos ir por la calle, podrían emboscarnos, aparecer por cualquier sitio y terminar… mal. ¿No querías ir a la guerra? Entonces demuéstralo y sé fuerte. —Hizo una pausa, más para escuchar si había alguien cerca que para darle tiempo a su hermana para asimilar todo. —Necesitamos a la Niasa racional, no a la asustada.
Niasa miró fijamente a los ojos claros de su hermana y asintió despacio, intentando creer que podía mantener el control.
—Bloques… de dormitorios menores… Son laberínticos… —Niasa intentó mantener el tono neutro que siempre solía tener, sin poder evitar dispersar su mente por el nerviosismo de lo que acababa de presenciar. —Los pasillos están desconectados… pero los conductos de aire limpio a domicilio… están conectados…
Tiel sonrió a su hermana.
—Esa es la Niasa que necesitamos.
La hermana de mayor edad se giró hacia alguna de las casas, pero antes de hacerlo del todo, echó una mirada a Niasa soltándole la mano. Confiaba en que esta vez pudiera mantener el control de sí misma.
—No debería de ser complicado forzar alguna de las puertas de aquí, los candados deben de ser mínimos… —Dijo Tiel comprobando algunas puertas.
Niasa la seguía en silencio. Podía observar en su mirada perdida como estaba luchando en su interior para mantener el control.
Tiel trató de forzar hasta cuatro puertas distintas, y finalmente una terminó por abrirse.
Las hermanas entraron en una habitación prácticamente a oscuras donde había un olor repugnante.
—La evacuación debió de haber sido hace días… —Dijo Niasa buscando algún interruptor. —La comida se les debe de haber podrido.
Finalmente encontró un botón donde, al pulsarlo, muchas de las bombillas de la estancia se iluminaron.
Era una casa pequeña, apenas tenía dos habitáculos con prácticamente lo esencial. Una cama, una mesa redonda con algunos platos sucios y algunas jarras, unas cuantas sillas, un armario y un gran charco de sangre algo seca en mitad de la estancia.
Tiel observó como su hermana pareció contenerse al ver la sangre. Anteriormente ella había trasteado con sangre de distintos animales en sus experimentos, pero desde luego, eso no debía de ser de un animal.
—No perdamos el tiempo y vayamos al conducto. —Dijo Tiel decidida.
Observaron en el techo la trampilla y movieron la mesa para poder alcanzarla. Por suerte para Niasa, al mover la mesa, la mancha quedó oculta bajo la mesa, haciendo que no piense tanto en ella.
Con dificultad, Tiel llegó a presionar la trampilla, y esta se abrió, haciendo de escalera hacia el conducto.
Tiel puso una mano en la escalera.
—Voy a ir yo primera. Si hay algún peligro, vuelve hacia atrás y salte. Intenta huir y esconderte, pero si no tienes otra que luchar, busca algún espacio donde puedas moverte y usar el entorno a tu favor. —Tiel habló en un tono serio y casi militar. Niasa asumió al instante que esas debieron de ser las palabras que le dijo Quimb cuando la hizo acompañarla en la segunda Guerra.
Antes de que Niasa pudiera decir nada, su hermana mayor ya estaba subiendo por la trampilla. Una vez dentro, Niasa la siguió.
Se arrastraron a gatas y comenzaron a ir en la dirección que más parecía ascender.
—Pero algo no tiene sentido… —Dijo Niasa de repente.
Tiel se paró y la escuchó.
—¿Qué quieres decir?
—El olor… No había ningún lugar donde almacenar comida en la casa, los platos estaban sucios, pero no como para desprender ese olor, además… no había cuerpos… y la puerta tenía una cerradura puesta…—La gnoma hizo una pausa dubitativa. —El sistema de aire limpio debió de haber limpiado el olor…
—A no ser… que el cuerpo no estuviera abajo, sino…
Tiel intentó mirar hacia atrás, pero apenas vio únicamente a su hermana pequeña, que por su parte, giró la cabeza para mirar detrás de ambas. Niasa observó con horror como los restos irreconocibles de alguien se encontraban amontonados al final del conducto, cerca de por donde habían salido, sin saber cómo no se habían percatado de ello.
Casi como si hubiera estado esperándolas en algún tipo de juego macabro, algo salió de entre los restos de aquel cadáver y comenzó a arrastrarse hacia ambas.
—¡Corre! —Gritó Tiel al escuchar las frenéticas pisadas de la criatura que se acercaban más y más.
Niasa gateó todo lo que pudo. El conducto era agobiante, incluso para alguien de su tamaño, y no podía permitirse mirar hacia atrás. Sintió cómo su cuerpo comenzaba a fallarle. Tropezaba, temblaba, sentía miedo. Le pareció que la criatura gritaba algo en un horrendo tono gutural, casi como si estuviera hablándole, pero el terror hacía que no escuchara nada de lo que decía.
Tiel sentía el miedo de su hermana, y se repetía mentalmente una y otra vez lo necia que había sido por haber dejado a su hermana detrás, peligrando más.
Vio unas rejillas en un lateral que daban hacia otra estancia desde el suelo, y comenzó a golpearla con todas sus fuerzas para romperla sin ningún tipo de sutileza y salir de allí. De repente algo le paró el corazón.
—¡Aaaahg!
Niasa chilló con fuerza al sentir como la criatura le agarraba una pierna y trataba de mordérsela.
Tiel intensificó los golpes contra la rejilla hasta el punto de cortarse los nudillos dejando algo de sangre en su objetivo, suprimiendo el dolor por la adrenalina del momento hasta que, finalmente, la rejilla cedió y salió casi rodando.
Niasa trató de arrastrarse hacia la salida, sintiendo como los dientes de la criatura se incrustaban en su pierna. Llegó a pensar que se la iba a arrancar, o incluso que iba a terminar como aquel otro cadáver abandonado e irreconocible de aquel conducto.
Las imágenes de ese destino comenzaron a nublarle el juicio, haciendo que apenas pudiera seguir avanzando, pero de repente, sintió como una mano la agarraba del brazo y tiraba de ella con fuerza hasta, finalmente, sacarla de ahí.
Cayó de espaldas fuera del conducto viendo a Tiel encima suya, y aunque ya no sentía los dientes de la criatura, pudo observar como la mano de esta tiraba de su pierna, intentando volverla atraer hacia ese oscuro pasaje.
Intentó aferrarse al suelo todo lo que podía para alejarse de aquello, pero la fuerza del monstruo era muy superior. Sintió como poco a poco la iba arrastrando hasta que, de repente, Tiel cogió lo primero que tuvo a mano, y con lo que parecía ser una gran hélice afilada, cortó el brazo de aquel ser por completo, tapando el agujero y dejándolo con una gran mancha de sangre que salpicó ambos extremos.
Niasa respiró agitadamente sin apartar la vista de la hélice que bloqueaba el conducto mientras escuchaba como aquella criatura se alejaba apresuradamente gruñendo por la pérdida de su brazo, hasta que finalmente aquel grotesco sonido se difuminó entre los múltiples caminos de aquel pasaje oscuro…
Mientras, Tiel miró a su alrededor intentando averiguar dónde se habían metido.
La hélice que había cogido no parecía ser algo extraño en aquel lugar. Parecía ser algún tipo de taller o tienda de, en su mayoría, hélices. Había de todos los tamaños y formas, tanto sueltas, como integradas en diversos mecanismos.
—La Helitienda de Hilio. —Dijo repentinamente Niasa, en un tono que parecía querer ocultar el dolor y el terror que sentía, para imponer su mente analítica.
—¿Conoces este lugar…? —Tiel la miró y se agachó junto a ella remangándole el pantalón y observando la herida sangrante de su pierna. Esperaba que no se hubiera infectado con los dientes de aquella criatura.
—No, pero…
Niasa calló algo dolorida y símplemente señaló hacia delante. Siguiendo la vista, Tiel observó la hélice con la que le había arrancado el brazo a aquel monstruo. El brazo seguía en el suelo tirado, sangrando grotescamente, pero al mirar tras él, Tiel pudo observar como en la propia hélice estaba dibujado el logo de la tienda, acompañado del nombre que su hermana había mencionado.
—Espero que el tal Hilio esté bien… —Dijo Tiel levantándose.
Niasa, lejos de mirarse la herida, pasó su mirada por todo lo que alcanzaba a ver de aquel lugar, analizándolo por completo hasta el punto de casi levantarse aún teniendo la herida sangrante, cosa que pasó inadvertida para su hermana mayor, que comenzó a peinar la tienda en busca de algo para poder limpiar o vendar la herida.
Encontró una pequeña fuente de agua automatizada que, si bien no había sido rellenada desde hacía tiempo, mantenía agua suficiente como para limpiarle la herida lo suficiente. Obviamente en la tienda no había ningún tipo de ungüento, poción o medicina que pudiera utilizar, por lo que era lo único que pudo hacer hasta llegar a algún lugar más seguro.
Vertió algo de agua en una jarra que había junto a la fuente, probáblemente perteneciente al tal Hilio, y se volvió hacia su hermana.
—Tengo que limpiártelo para que no se exponga más.
Su hermana no parecía contenta con la idea de que tocara su herida, pero era lo suficientemente inteligente para saber las posibles consecuencias que podría acarrear no hacerlo.
—¿Has pensado en algún vendaje? —Dijo simplemente.
Tiel sonrió y se arrancó una manga de su camisa, para luego rasgarla de lado a lado para expandirla por completo.
—Nunca me gustó esta camisa.
Niasa apartó la mirada ligeramente cuando su hermana comenzó a vendarla.
—Probáblemente era tu tercera camisa favorita.
—Los gustos cambian ¿no?
La hermana pequeña volvió a mirar a la mayor, y simplemente sonrió ligeramente, agradecida.
—Bien, ahora salgamos de aquí… ¿Alguna idea?
Tiel ayudó a su hermana a levantarse, e hizo que pasara su mano por su hombro para ayudarla a caminar.
—Deberíamos de estar a… quizás trescientos metros de la próxima estación de monotren. Son automáticos, así que podríamos montarnos en alguno y alejarnos a alguna zona segura.
—¿Cómo sabes que hay una estación cerca?
Niasa señaló hacia una mesa y en ella, Tiel pudo observar un buen fajo de pequeños papeles, o más bien… tarjetas.
—El dueño de la tienda no vive aquí. No hay salas contiguas donde dormir o comer. Además, ese montón de tarjetas de monotren indica que seguramente vive en otro nivel y que lo usa diariamente para venir hasta aquí. —Hizo una pausa y sonrió levemente. —Además, no huele mal… por lo que probablemente esté a salvo.
Tiel mostró una leve sonrisa ante el comentario.
—Tú y yo tenemos que hablar muy seriamente de montar una agencia de detectives cuando estemos a salvo.
Tras eso, Tiel casi cargó con todo el peso de su hermana sobre ella para ayudarla a caminar. Con sumo cuidado, se acercaron a la puerta y, antes de salir, la hermana mayor observó una hélice de un tamaño similar al de una espada corta, y por lo que parecía, suficientemente afilada como para poder defenderse.
—No creo que le importe que nos llevemos esto en esta situación… —Dijo agarrando la hélice.
Al cerrar el puño, sintió que tal y como sospechaba, la hélice estaba afilada, por lo que tras arrancarse la otra manga de la camisa, enrolló la tela alrededor del objeto creándole una suerte de mango improvisado que evitaría que se cortara los dedos al usarla.
—Al menos ahora vuelves a estar simétrica. —Niasa mostró una sonrisa algo burlona, como si en ese pequeño momento, hubiera olvidado, o al menos logrado ocultar, todo el terror que había sufrido.
El sonido de unos gruñidos en la lejanía hizo que ambas volvieran a la realidad en la que se encontraban.
—Debemos darnos prisa… No tardarán en llegar hasta aquí.
Niasa asintió ante lo que su hermana dijo, y salieron al exterior en busca de aquella parada.
La calle a la que salieron era una pequeña avenida con un enorme carril en medio que la dividía, no solo en dos lados, sino en dos alturas distinta, creando dos pisos. Ellas se encontraban en el piso superior, cosa que las beneficiaba, ya que los monotrenes iban por dicha altura para dejar al resto caminar por debajo sin peligro.
Comenzaron a caminar todo lo apresuradamente que podían, sintiendo como la dirección a al que iban, era una ligera cuesta hacia arriba, cosa que las esperanzaba. Cuanto más arriba, menos peligro debía de haber.
Los corazones de ambas se aceleraron al ver a lo lejos lo que parecía ser la ansiada parada hacia un lugar seguro, pero lejos de acelerárseles solo por gozo, el sonido de unas pisadas irregulares comenzó a darles un impulso extra a la hora de acercarse a la parada.
La parada consistía casi únicamente en una cabina de apenas un metro, suficiente para ocultar a ambas gnomas, con un botón y una puerta acorde a su tamaño, la cual conducía hacia el vacío del centro de la avenida, para poder entrar en el transporte cuando estacionara.
Nada más llegar, Tiel soltó a Niasa en la pared de la cabina para que se apoyara, y esta pulsó el botón de llamada, esperando que no se hubiera roto por algún motivo. Tiel automáticamente se preparó en una posición defensiva, hélice en mano, preparada para lo que sea.
Escuchó como los pasos se acercaban lentamente. A diferencia de los otros, estos cláramente se dirigían a ellas, en una mezcla disonante entre pasos rítmicos y pasos irregulares. Levantó la hélice dispuesta a atacar a cualquiera que se lanzara hacia la cabina y contuvo la respiración.
No tardó en escuchar unos gruñidos de una de aquellas bestias, tan cerca como si la tuviera delante, y, de hecho, debía de estar prácticamente al otro lado de la pared de la cabina.
Sintió como un sudor frío le bajaba por la frente, mientras bajaba la vista al suelo para observar una grotesca sombra iluminada levemente por un foco ambiental de la avenida, el cual anunciaba como de cerca estaba aquella cosa.
Levantó la hélice para no darle ninguna oportunidad y…
Un grito desgarrador rompió el silencio de aquel lugar, haciendo que la criatura salga delante de ambas hermanas, pero no como una figura hostil, sino como un horroroso ser que tenía más de pútrido muerto viviente que de ser vivo.
Algunos trozos de la carne de aquel monstruo comenzaron a desprenderse de él, y poco tardaron los huesos en seguirlo, haciendo que, en apenas unos momentos, aquel ser no fuera más que un grotesco charco de mocos y huesos.
—Usar el monotren era una buena opción, desde luego.
Tiel casi llegó a lanzar un tajo al aire por el susto de escuchar aquella voz de repente.
—¿¡Mamá?!
Tiel parpadeó un par de veces, intentando buscar el origen de la voz de su madre, que, desde luego, no veía, pero escuchaba desde detrás de aquel horrendo charco.
Niasa se asomó para mirar al escuchar la voz y el asombro de su hermana.
Al momento, sonó el sonido de un vial que se descorchaba, y tras unos instantes, el cuerpo de su madre se materializó frente a ambas, mostrando como guardaba un par de viales vacíos en su bata de laboratorio.
—Poción de invisibilidad. —Dijo Niasa observando a su madre.
—Pero solo una menor. No nos quedan champiñones fantasma y no tenía tiempo de ir a buscar. Además de un poco de veneno de Telarácnida en su estado más puro. —Dijo mirando aquel desastre que había dejado en el suelo.—No pensé que tuviera que utilizarlo, pero no quería pasar riesgos.
Tiel rápidamente empujó a su madre tras ella hacia la cabina y volvió a ponerse en guardia por si alguna criatura se acercaba.
—Mamá, la ciudad está bajo asedio, ten cuidado.
La gnoma de mayor edad sonrió como si no fueran más que cosas de niños.
—Son troggs. La ciudad lleva bajo asedio bastante. Nunca os lo comenté porque nunca han demostrado ser una amenaza cercana. Hasta ahora, claro está…
—¿¡Lo sabías todo este tiempo y no nos dijiste nada?!
Tiel se giró por completo, casi sin poder cerrar la boca del asombro por lo que le había ocultado su madre.
En la lejanía, el monotren comenzaba finalmente a llegar por el rail marcado, como si para aquella máquina, todo siguiera en orden.
—Efectivamente, pero… El monotren es ruidoso y atraerá a muchos troggs. ¿Continuamos la conversación dentro?
En el momento en el que su madre dijo eso, señaló como si fuera una pizarra en alguna exposición la puerta del monotren, y esta se abrió para dejarles entrar.
Tiel se tragó las palabras que iba a decir y ayudó a su hermana a entrar mientras su madre pasaba la última, cerrando las puertas.
—Vuestro plan era ingenioso, pero no caísteis en una cosa. —Metió la mano en su bata de laboratorio y sacó una tarjeta que, seguidamente, insertó en una hendidura del transporte que hizo que comenzara a circular nuevamente. —Estos vehículos concretamente son de pago.
Niasa se sentó en un asiento, mientras Tiel a su lado, miró a su madre.
—¿Desde cuándo sabías del ataque? —Dijo sin preámbulos.
—¿Tres años? —Se encogió ligeramente de hombros sin darle mucha importancia.
—¡¿Qué?! ¿¡Tres años!?
—Pareces sorprendida. —La madre de las gnomas sonrió afablemente. —Gnomeregan es una ciudad que vive bajo tierra. Los peligros son constantes, y no solo hay que preocuparse de derrumbamientos. Elementales que se niegan a ser manipulados, insectos que viven entre las rocas… y por supuesto, troggs. Siempre hemos tenido problemas de esos. ¿Quién iría a pensar que de repente aparecerían tantos y a tan gran escala?
Tiel calló durante un momento, pensando en las palabras de su madre, y titubeando volvió a hablar.
—Pero en la Segunda Guerra… cuando ayudé en la defensa de la ciudad… ¿Por qué fue tan grave entonces?
Su madre respondió casi robóticamente girándose hacia los controles del vagón, marcando la dirección en la que ir.
—La Horda era un ejército extenso y organizado. Además, sus ataques fueron desde la superficie. No olvides tampoco que en aquel entonces amenazaban con destruir, no solo Gnomeregan, sino todo Azeroth. En cambio estas amenazas son muchísimo menores en comparación. —Hizo una pausa algo pensativa, y añadió. —Una amenaza menor puede significar también la muerte. Id con cuidado.
El viaje no duró mucho. Tiel tomó los mandos del vehículo para dirigirlo lo más cerca posible de su casa, y mientras, Niasa le mostró su herida a su madre. Por desgracia, ella apenas había llevado lo mínimo para una escapada de emergencia y poco más, por lo que no pudo aliviar el dolor de la pierna, aunque comprobó el arreglo que le había hecho Tiel para verificar que estuviera bien apañada.
El monotren finalmente paró cerca de su casa, en lo que finalmente parecía ser un lugar seguro lejos de la locura de aquellos primitivos invasores.
Tiel ayudó a su hermana pequeña a salir del vehículo, mientras esta intentaba disimular el dolor de su pierna, intentando caminar lo más autosuficientemente posible, superando la agonía con cabezonería.
Las hermanas se giraron al notar que su madre no se había bajado del transporte.
—Tiel, cuida de tu hermana. En un principio no deberían de llegar hasta aquí, pero recuerda que prácticamente no tenemos puerta en casa.
La hija mayor miró a su hermana un momento y luego de nuevo volvió a mirar a su madre.
—¿Dónde irás tú? Deberíamos permanecer juntas.
Su madre bajó la mirada hacia los controles distraídamente mientras movía una mano sobre ellos. Por un instante, Tiel creyó que su madre se estaba preguntando eso mismo, e instantes después se le pasó por la cabeza la idea de que se iría sin contarle nada, pero finalmente terminó respondiendo.
—Tengo que… comprobar algo. Tengo ciertas sospechas sobre la brecha de seguridad.—Tras decir eso, la gnoma de mayor edad apartó su vista de los controles del vehículo y volvió a mirar a sus hijas. —De hecho, quizás este lugar no sea seguro. Subid dos niveles, allí encontraréis seguramente agentes de seguridad.
Tiel abrió la boca para decirle algo más, pero su madre símplemente accionó una palanca y el transporte comenzó a moverse dejándolas nuevamente solas.
—¿Por qué siempre se calla las cosas? —Soltó Tiel, casi a modo de desahogo, viendo el tranvía irse.
—Mel. —Niasa símplemente dijo eso, señalando en dirección a su casa.
Tiel se giró y observó a lo lejos, justo en la puerta de su casa, la figura de un pequeño gnomo que llamaba a la puerta algo nervioso, casi como si temiera atreverse a entrar sin que nadie le diera permiso.
Curiosa y confundida, Tiel se acercó, sin dejar de ayudar a Niasa, aunque ella parecía querer mantener una apariencia neutra, como si tratara de enmascarar todas las emociones que había estado sintiendo.
El joven gnomo se giró al escuchar el ruido de las pisadas de las hermanas al acercarse y, en una mezcla de pánico y tranquilidad, se acercó corriendo a ambas.
—¡Niasa! ¡Tiel! Estáis en peligro. ¡Hay troggs en la ciudad!
Niasa respondió intentando mantener esa expresión neutra.
—Lo sabemos. Uno me ha mordido.
Mel se fijó en la herida de Niasa y tragó saliva nervioso.
—Pero… ¿Estás bien? ¿Se ha infectado? Ay… no sé primeros auxilios…
Tiel le puso su única mano libre en el hombro a Mel para calmarlo.
—No te preocupes, lo tenemos controlado. —Hizo una pausa y miró a su alrededor. El nivel había sido evacuado hacía relativamente poco, seguramente cuando ellas se fueron hacia la tienda. Luego volvió a mirar al gnomo— Mel ¿Qué haces aquí?
Mel abrió mucho los ojos y asintió rápidamente, casi tartamudeando.
—¡S-si eso! Espera… —Metió una mano dentro de su bolsillo y sacó el mando que su padre le había dado, para luego pulsar unos botones y mostrar el holograma de los simplistas niveles de Gnomeregan. Señaló uno que estaba en naranja. —¡Mirad! Este es vuestro distrito, o sea, este nivel, o sea, aquí. Está marcado como peligro. Mi padre me dijo que saliera a un lugar seguro, pero no podía dejaros…
Ambas hermanas observaron el holograma, contemplando el número de distritos que aparecían como peligrosos y perdidos.
Mientras observaban, Niasa pudo observar como Mel palidecía.
—Cada vez caen más… —Dijo ella casi como si quisiera que Mel exteriorizara esos pensamientos.
—C-cuando salí de mi casa… había menos en peligro…
—Túneles de seguridad. — Respondió rápidamente Tiel. —Los caminos normales serán peligrosos, seguro que sabes rutas secretas seguras. Podemos ir a la superficie y refugiarnos hasta que estos niveles vuelvan a ser seguros.
Niasa miró a su hermana, con una expresión que la acusaba de haberle quitado las palabras y haberse llevado el mérito.
Mel, lejos de percibir esa sutileza en el rostro de Niasa, asintió, primero lentamente, y luego más rápido.
—S-sí ¡Sí! Sé un conducto, lo he usado para venir, es… bueno, ya sabéis, es secreto, pero… es de emergencia… Mi padre me dijo que utilizara otro… Pero desde aquí, ese debería de servir de atajo… Vale, v-vamos.
Mel tragó saliva nervioso por la situación, intentando mantener sus nervios a raya, casi sin éxito, y comenzó a guiar a ambas hermanas, ayudando a su amiga herida a caminar.
-Código Pymtec de seguridad.
La enorme compuerta que sepultaba aquel túnel se abrió haciendo un gran estruendo, y la gnoma se adentró con paso firme.
Tenía el ceño fruncido, cosa que acentuaba algunas de las arrugas de su cara, y su mirada estaba fija en el objetivo al que se encaminaba.
No tardó mucho en llegar a una pequeña puerta que abrió con facilidad. Aquel lugar no era un lugar común. No todo el mundo podía llegar. De hecho, entre lo escondido que se hallaba y los permisos que se necesitaban, muy pocos podían encontrarlo.
Y allí estaba él.
—Profesor Servozap. —Dijo viendo al viejo gnomo trabajar en una mesa de espaldas a ella.
El gnomo paró lo que estaba haciendo y suspiró cansado.
—Doctora Pymtec. —Se giró para verla. —No esperaba verla por aquí.
La gnoma entró en la habitación, centrando su atención únicamente en el gnomo.
—Los ataques han aumentado. Cada vez hay más troggs en la ciudad, el Alarmabot que llegó a mi casa llegó roto y no nos avisó de la evacuación del nivel. —Hizo una pausa para acentuar lo que iba a decir. —Y me faltan determinados compuestos químicos que no deberían de faltar.
El profesor se giró de nuevo hacia su mesa, mirando lo que sea que estuviera construyendo.
—Me alegro de que consiguieras salir a tiempo. No habría soportado que te ocurriera nada. —A pesar de sus palabras, el tono no acompañaba esa preocupación.
La gnoma canosa mantuvo la mirada en aquel viejo gnomo, sin decir nada. Ambos sabían qué quería decir realmente.
—¿Me estás echando la culpa?
—Sí. —Dijo simplemente la Doctora.
El profesor volvió a girarse mirándola y soltó una carcajada.
—¿Por qué iría yo a querer que te pasara algo malo? Además ¿Por qué yo?
—Ambición.
Quimb soltó una sonrisilla al escuchar eso.
—¿Ambición?
—Magia, tecnología… y ahora químicos… No sabes cuando parar, y sientes que todo te pertenece. Construyes ensamblajes, le das vida con magia, y ahora estás trabajando en alguna forma de aplicarles armas químicas. Con mis químicos.
—Tus capacidades deductivas siempre fueron dignas de admirar…
Quimb se giró de nuevo hacia la doctora, acercándose un poco a ella y esta mantuvo su mirada fija en él.
—Lo cierto… —Continuó. —Es que siempre fuiste un peligro… La pregunta siempre estuvo en el aire… ¿Cuando te darías cuenta…? ¿Cuándo te presentarías aquí, esperando una explicación clara, concisa, y quizás, esperando que no sea la misma a la que tus deducciones te habían llevado?
La doctora frunció más el ceño.
—Quiero escucharlo de ti… Di tus deducciones… —Terminó diciendo el viejo gnomo, dando un paso adelante hacia ella.
Por un instante, la Doctora Pymtec dudó entre irse de allí o quedarse siguiéndole el juego, pero rápidamente recompuso la compostura. La decisión ya había sido tomada y nada podía cambiar el final.
—La ambición de ser el mejor. Como dije antes… Quisiste especializarte en ingeniería robótica… luego en magia arcana… querías crear, pero no cosas que nos hagan progresar. Querías crear armas. —Dudó un momento, y luego continuó. —Quizás en tu mente veías que esas armas lucharían por nosotros en las guerras. Sin que nadie tuviera que morir…
El profesor al escuchar eso, bajó la sonrisa por un momento y espetó en un tono más serio.
—Pues claro que nadie tendría que morir, ningún gnomo iría al frente, nunca más.
—Pero… —Reanudó la doctora, casi interrumpiéndole. — Te faltaba el conocimiento armamentístico. Misiles… láseres… cuchillas… son demasiado rudimentarios y básicos para ti… Querías algo innovador… algo nuevo… Y pensaste en mis químicos. La capacidad de gasear, inyectar algo, y hacer que muera estrepitosamente…
—Una muerte ejemplar para los enemigos de Gnomeregan. Nadie volvería a hacernos frente… Ni troggs, ni gente alta…
La doctora apretó el puño antes de continuar, cambiando su tono a uno más enfadado.
—Pero no eres un experto en química. Tuviste que aprender. Experimentar. Y sabías que tarde o temprano, meros animales no servirían para tus experimentos. Necesitabas objetivos más cercanos a los que realmente tenías pensado enfrentarte.
—Continúa… —Quimb disfrutaba con cada palabra que salía por la boca de la doctora. Era como si alguien comprendiera que todo lo que había estado haciendo finalmente tenía sentido.
—Alteraste roboalarmas. Modificaste algunas defensas. Dejaste que los troggs entraran en los niveles más apartados sabiendo que los protectores de la ciudad están defendiendo niveles mas importantes, para usarlos en tus experimentos, y de paso, eliminar a quienes estuvieran cerca de descubrir tus planes… Y entre el caos… aprovechaste para secuestrar a otros gnomos…
El profesor aplaudió despacio, haciendo que las palmas fueran el único sonido en aquel laboratorio oculto.
—Muy bien doctora Pymtec, pero… hay un fallo en su teoría.
La doctora enarcó una ceja, confundida, y prácticamente le espetó con la mirada que siguiera hablando.
—Transportar cuerpos de Troggs para su investigación no sería sospechoso, por lo que no habría motivo para ocultarlo, pero gnomos… tendría que tenerlos en algún lugar oculto, como este. En cambio… —Extendió sus brazos para que mirara a su alrededor. —¿Ve algún gnomo secuestrado aquí?
La doctora miró a su alrededor y se percató que, efectivamente, no había nadie. Luego volvió a mirar al Profesor.
Un pensamiento rápido pasó por la mente de la gnoma. “Eso es porque soy la primera”. Acto seguido, como si el Profesor Servozap hubiera leído sus pensamientos, lanzó un hechizo casi de forma instantánea que hizo que todo desapareciera.
Una vez más, los gnomos se encontraban en uno de esos oscuros conductos iluminados por aquellas casi escasas luces rojas que formaban una penumbra, la cual acompañada del resonar de los pasos de aquel metálico suelo, creaba una tensión palpable en el ambiente.
Tiel iba la primera, con la que había bautizado como su heliespada delante, preparada para lo que sea. Tras ella, Mel agarraba a Niasa tratando de ayudarla a caminar mientras trataba mantener el ritmo.
El camino había estado despejado y Mel aseguraba que no debía de haber ningún problema gracias a lo desapercibido que pasaban dichos conductos, pero Niasa y Tiel, después de haber tenido a los troggs tan cerca, eran reticentes a pensar que estaban a salvo.
—¿Los… habéis visto entonces? —Dijo finalmente Mel rompiendo el incómodo hielo que había causado el silencio de aquel pasaje.
—Sí. —Respondió Niasa, sin apartar la vista del frente.
Mel la miró un momento y se percató de lo estúpida que había sido su pregunta, sabiendo que ella había sido mordido por uno.
Bajó la mirada a punto de disculparse, pero antes de decir nada, escuchó a Tiel.
—Son fuertes y rápidos, pero de movimientos torpes y primitivos. Bastante predecibles.
El joven gnomo levantó de nuevo la mirada hacia la gnoma de mayor edad.
—¿Matasteis a alguno…?
Tiel dudó antes de responder.
—Le corté un brazo. Puede que haya muerto desangrado, pero desde luego, no son invencibles.
Mel sonrió algo aliviado ante las palabras de la gnoma, pero al verla frenar de repente, la sonrisa se desvaneció.
—¿Qué ocurre…?
Niasa lo mandó a callar casi tapándole la boca, y tras ello, se quedaron en un total silencio.
Mel solo podía escuchar su propia respiración agitada entrelazándose entre los sonidos de más allá de las paredes, donde engranajes giraban mecanismos que le daban vida a la ciudad.
Y de repente, escuchó un chirrido metálico en el techo, como si una pequeña puerta o rejilla se hubiera abierto.
—Atrás… —Dijo Tiel casi en un susurro.
Mel dio un paso atrás, llevándose a Niasa con él, y casi al instante, un trogg salió de las sombras tras uno de los rojos focos del techo saltando sobre Tiel.
La gnoma y el trogg rodaron por el suelo unos metros mientras Mel y Niasa se alejaban para ponerse a cubierto.
El trogg soltó un rugido gutural aferrándose a la gnoma, mientras esta lo intentaba golpear para alejarlo de ella, sin conseguir hacerle apena daño con sus nudillos.
Tiel sintió la presión de las manos de la criatura en su costado, intentando agarrarla de una forma vulgar y primitiva, a lo que respondió tratando de darle en la cabeza con su heliespada.
El arma improvisada llegó a dar al trogg en el cuello, pero a pesar de hacerle sangrar, la herida no pareció haber sido especialmente grave, aunque sí que sirvió para que la criatura se alejara un poco de ella palpándose el cuello.
Tiel se levantó rápidamente intentando recomponerse, mientras el trogg, tras comprobar la sangre de su cuello, gritó enfadado.
El intento de ser comenzó a golpear todo a su alrededor en busca de algo que pudiera arrancar, y tras hacerse con un panel que controlaba alguno de los focos, se lanzó hacia la gnoma usandolo como arma.
Tiel abrió mucho los ojos al ver como el panel metálico casi la habría destrozado de no ser por que consiguió agacharse a tiempo, y acto seguido, el trogg volvió a golpear, esta vez de forma vertical, intentando aplastar a la gnoma.
Con cada golpe que daba, el panel se rompía más y más, deshaciéndose en pequeños trozos de metal que la gnoma esquivaba cada vez por menos, hasta que finalmente se alejó unos pasos hacia atrás, solo para ver como el trogg respondía lanzando lo que quedaba de panel hacia ella, dándole de pleno.
Tiel cayó al suelo aturdida y antes de que pudiera hacer nada, el trogg se abalanzó encima de ella, agarrandola de la cabeza y golpeándola contra el duro metal del suelo, retumbando en todo el pasillo.
—TIEL. —Niasa dio un paso adelante, apoyando la pierna herida, casi como si no se percatara de su propio dolor, al ver a su hermana ser brutalmente golpeada, recordando demasiado vívidamente los restos de aquel gnomo del conducto.
El trogg, sin soltar la cabeza de Tiel, volvió a golpearla contra el suelo una segunda vez, y más costosamente, una tercera, como si cada vez que lo hiciera le costara muchísimo mas moverla.
Finalmente, el trogg dejó caer su cuerpo mientras sus rugidos cesaban, hasta quedar únicamente el sonido de los jadeos de la gnoma bajo el ahora inerte cuerpo del trogg.
La gnoma empujó a la criatura, delatando a sus compañeros la heliespada totalmente ensartada en el pecho de la criatura, incrustada por la propia fuerza que había ejercido el trogg cuando cargó contra ella.
—No os preocupéis, lo tengo controlado. —Dijo aún aturdida tras el combate.
Niasa observó como su hermana trataba de levantarse dificultosamente, pudiendo ver como, por la parte izquierda de su cara, la cual había sido golpeada, estaba bañada en sangre.
Por un momento, Niasa abrió la boca para decir algo, pero el sonido metálico de otra plancha de metal moviéndose justo a su lado hizo que se callara.
Giró su cabeza y observó a Mel, mirando y moviendo dicha plancha suelta, con una expresión de curiosidad y asombro que lo había absorbido de sobremanera, como si aquella pelea hubiera ocurrido a muchísimos kilómetros de distancia.
—¿Qué ocurre? —Preguntó Niasa, mirando de reojo a su hermana, quien se esforzaba por aparentar normalidad a pesar de las heridas recientes.
—Esto es…—Dijo Mel, al principio dudando un poco, pero a medida que hablaba, se iba confiando más. — Un pasadizo… o sea… es un pasadizo secreto, dentro de un pasadizo secreto…
—¿Aquí en medio sin más? ¿Cómo lo has visto?
Mel vaciló un momento, sin apartar la mirada de su descubrimiento.
—No lo sé… o sea… Símplemente cuando pasábamos, escuché un “click”. Pensé que no era nada, pero al pararnos…
Mel abrió mucho los ojos, como si hubiera encontrado la pieza que encajaba en el rompecabezas, y sacó el dispositivo que le dio su padre.
—¡Claro! Mi padre me dio esto para huir hacia la superficie. ¡Debe de abrir los pasajes secretos que nos acorten el camino!
Niasa miró a su hermana y luego volvió la vista a Mel.
—Vamos.
Mel, quien actualmente era quien se encontraba en mejor estado de todo el grupo, abrió por completo la compuerta, dejando a la vista aquel camino oculto.
Se tornó hacia las hermanas y antes de que alguna le dijera de entrar antes, entró primero sin pensar en la posibilidad de que hubieran más troggs que se hubieran colado, como si aquel descubrimiento le hubiera dado un subidón de valentía,.
Aquel pasaje estaba mucho peor cuidado que el anterior. Las paredes estaban al aire dejando ver algunos engranajes girando, laberínticas tuberías que se perdían en lo profundo, mientras algunas de estas desprendían ocasionalmente un silbido de vapor a presión y unas luces tan rojas como las del anterior pasaje, pero demasiado escondidas y tapadas por el vapor como para que iluminaran siquiera la penumbra que iluminaban las otras.
El suelo se componía de apenas unas rejillas que hacían un puente no demasiado seguro, pero lo suficiente útil como para pasar, y, aunque había una barandilla a un lado, Mel pronto se percató de que esta había sido cortada en diversas zonas para no interferir en los mecanismo que se interponían de forma ocasional abruptamente en el camino.
Para no perderse, los tres gnomos iban agarrándose como podían. Tiel sujetaba a Niasa, ayudándola a caminar, mientras que con la otra mano, agarraba el hombro de Mel sin soltar su improvisada arma.
Las hermanas aún sentían el peligro cerca, pero Mel estaba totalmente convencido de que aquel camino oscuro y laberíntico iba a dejarlos en algún lugar seguro, lejos de aquellos troggs.
Tras caminar unos minutos en aquel lugar, algo les llamó la atención.
Una voz, difuminada por la lejanía se escuchaba delante.
Mel miró hacia las hermanas y Tiel asintió, instándole a que avanzaran más deprisa en busca de la procedencia de aquella voz.
La velocidad hizo que Tiel, sin darse cuenta, tocara con un brazo una tubería ardiendo haciendo que gimiera de dolor, pero sin siquiera comprobar la quemadura continuó caminando sin soltar a su hermana. Niasa miró a su hermana, pero sabía tan bien como ella dónde era mejor centrarse.
A medida que se acercaban, la voz comenzó a tomar forma, y finalmente, llegaron a una puerta entreabierta donde asomaba una luz que, comparada con todas las anteriores, era muchísimo más brillante. Tras aquella puerta, cláramente estaba aquella voz, y Mel finalmente reconoció del todo a quién pertenecía.
—¡Papá! —Dijo corriendo unos pasos hacia delante, dejando a las hermanas atrás, casi sin darse cuenta por el impulso, entrando en aquella sala.
La imagen que el joven gnomo presenció no era exactamente lo que esperaba ver.
El laboratorio era algo pequeño, aunque tenía un par de puertas más, sin contar por donde que habían entrado, por lo que quizás había otras cámaras extras.
En aquella en la que estaban, había varios tanques. Algunos contenían un extraño gas verdoso en su interior. Otros unos fluidos burbujeantes que pasaban de distintas tonalidades verdosas hasta algunas amarillentas o incluso, algunos rojizos y anaranjados.
También se encontraban algunas jaulas vacías. Pequeñas y grandes. No había ningún tipo de ser dentro, aunque estaban manchadas de alguna sustancia rojiza que se había secado hacía tiempo.
En el fondo de la habitación se encontraba una mesa que, lejos de parecer una mesa común, parecía más bien una mesa de experimentación, y desde luego, los trozos de carne fresca que habían abierto y la sangre que desprendían mostraba que había sido usada muy recientemente.
En el centro de la habitación, el Profesor Servozap miraba a la Doctora Pymtec, la cual estaba atada a una silla que parecía más de tortura que de pruebas, mientras, a pesar de tener los ojos abiertos, parecía no ser demasiado consciente de lo que ocurría a su alrededor.
Mel se mareó ligeramente al ver que la madre de sus amigas carecía de algunas partes del cuerpo. No solo una pierna o un brazo, sino partes del propio torso ahora se encontraban huecas.
El gnomo observó como su padre se giraba hacia él.
—Mel… ¿Qué haces aquí? —Dijo en un tono que mediaba entre la preocupación y el enfado. —Te dije que salieras a un lugar seguro.
Mel movió la boca pero no pudo hablar. De hecho, no podía dejar de mirar a la madre de sus amigas en aquel estado. Ella pareció girar ligeramente su cabeza, como si mostrara de aquella manera que aún seguía consciente de alguna forma.
Quimb se percató de lo que miraba Mel y suspiró.
—Hijo… te dije que las Pymtec querrían aprovecharse… ¿Recuerdas nuestra conversación? La Doctora aquí presente quería terminar con mi investigación, y con ello, terminar con lo que podría significar el final del riesgo de vidas en las guerras.
Mel abrió la boca. Intentaba decir algo, pero sus palabras seguían sin brotar.
Alguien más habló por él.
—¡Monstruo!
Niasa, ayudada por su hermana, entraron en la habitación. Tiel abrió mucho los ojos al ver a su madre en ese estado, y Niasa parecía desprender una fueria candente solo con la mirada.
—¿Q-qué… le has hecho… a mamá…? —Dijo Tiel sin creer aún el estado en el que se encontraba.
—La prole Pymtec… lo que faltaba… —Masculló Quimb. —Vuestra madre hizo lo que no debía. Pude haberla matado, pero su cuerpo era más útil así.
Finalmente Mel consiguió hablar.
—L-los gnomos… no nos matamos… entre nosotros… —La voz de Mel temblaba, y él también. No podía apartar la vista de ambos.
—Y no lo he hecho, hijo mío. Sé que está lejos de la ética que muchos procesan. Pero recuerda nuestra conversación. No olvides que hago todo esto por un bien mayor.
Mel negó dando un paso al frente.
—N-no… Ella… es la madre de mis amigas… ella…
El rostro de Quimb pareció sofocarse al escuchar esa palabra.
—¡No son tus amigas! ¡Nunca lo han sido y nunca lo serán! ¡Quieren aprovecharse de tí! ¡Saben quién eres, de quién eres hijo!
Niasa no pudo contenerse y con un movimiento rápido, le quitó la heliespada a su hermana mientras salia corriendo lo más rápida que pudo, superando el dolor atroz de su pierna con puro odio hacia el ser que había experimentado con su madre.
El viejo gnomo levantó una mano y conjuró rápidamente algo que pareció encender un mecanismo en mitad de la habitación, creando un enorme escudo translúcido azulado que, no sólo bloqueó el ataque, sino que partió en dos el arma improvisada, dejándola más inútil de lo que era.
Tiel corrió tras Niasa lo suficientemente rápida como para contenerla de ir una segunda vez, evitando que ella misma terminase como el arma.
Quimb casi corriendo, sacó una jeringuilla y se acercó a uno de los tanques. Por suerte para él, no todos se habían quedado en el otro lado del escudo. Llenó la jeringuilla de aquel extraño líquido y luego la clavó en el cuello de la doctora, sin llegar a apretar.
—Escuchadme bien… Vuestra madre aún está viva, y mi intención no es matarla… aún. Pero si me no os comportais, no me quedará más remedio que hacerle sufrir una agónica muerte frente a vosotras…
Niasa al ver la jeringuilla clavada, se quedó totalmente quieta.
—¡Por qué haces esto! —Tiel sonaba más frustrada que enfadada. —¡Pensé que éramos compañeros! ¡Maestro y aprendiza! ¡Pensé que mi madre era tu amiga!
Quimb estuvo a punto de inyectar el líquido al escuchar la palabra “amiga”.
—¡Nunca fuimos nada de eso! Solo fuisteis una pandilla de carroñeros… —Quimb miró a su hijo, como dándole esas respuestas a él. — Traicioneros… ¿Quiéres saber cómo murió tu madre Mel? ¿Quiéres saber cómo fue asesinada y “convenientemente” sustituida por tu “amiga” en la segunda guerra para que pudiera pavonearse como una veterana?
Mel parpadeó un par de veces. Nunca se había planteado nada de eso. Símplemente, para él, ocurrió.
—¡Mentiroso! —Niasa interrumpió al Profesor. —¡Mi madre jamás se aprovecharía de la muerte de alguien! ¡Jamás buscaría hacer algo malo!
—Algo malo… —Quimb miró fijamente a Niasa. —El bien y el mal es relativo. Nada es blanco y negro… Para vosotras, vuestra madre no hizo nada “malo” ¡Pero para nuestra familia hizo algo peor que malo!
—¡No!
El grito totalmente decidido y fuera de dudas llamó la atención de todos los de la sala.
Mel miraba totalmente enfadado a su padre.
—¡Lo que estás haciendo es totalmente malo! ¡No hay ninguna excusa!
— ¡Lo que estoy haciendo es salvar vidas futuras!
—¡Quitando vidas! ¡Cualquier vida que salves en el futuro no compensará la vida… las vidas que quites ahora!
Quimb miró enfadado a su hijo, pero, tras unos momentos, sonrió.
—Hijo mío… puede que aún no lo entiendas, pero lo entenderás… Te pareces más a mí de lo que tú te crees.
Mel al escuchar eso no pudo evitar coger una de las jaulas más pequeñas que tenía cerca y lanzarlas contra el escudo.
—¡¡No me parezco nada en ti!! —Gritó con más determinación y odio de lo que jamás había tenido en su vida.
—Demuestramelo…
Quimb alzó su mano libre y un chisporroteo mágico activó un mecanismo de uno de los tanques que contenía aquel extraño gas verdoso.
—El gas irá llenando vuestra parte de la habitación. Dentro de unos minutos, todos caeréis inconscientes. A ti, por supuesto, te salvaré, pero a ellas las dejaré morir… A menos que reviertas el gas y lo hagas salir por mi habitación, en cuyo caso… como no sabes ni siquiera qué compuesto es este, moriré sin que puedas salvarme.
Hizo un chasquido con los dedos desprendiendo hacia el techo una leve descarga arcana que, tras introducirse en unos cables, activó un mecanismo que hizo cerrar la puerta por la que habían entrado de un portazo, dejándolos totalmente encerrados.
—¡No puedes hacer esto! —Gritó Mel.
—Venga hijo, elige… ¿Matarás a tus amigas, o matarás a tu padre?
Tiel apresurada se dirigió hacia el tanque buscando alguna forma de revertirlo.
—¡Mel tienes que revertirlo! Él tendrá alguna vía de escape, pero a nosotras nos matará. —Dijo Tiel intentando averiguar qué tipo de gas era, y cómo sacarlo de su madre antes de que fuera letal para ella.
Mel miró a sus amigas y a su padre.
—¡No soy un monstruo! ¡No quiero matar a mi padre!
—¡Entonces nos matarás a nosotras! —Le gritó Niasa.
La habitación rápidamente comenzó a llenarse de gas. No tardarían mucho en caer por la influencia de este.
El joven gnomo tembló mirando a su amiga. Niasa le miraba fijamente y este le devolvía la mirada casi sin poder mantener las lágrimas. Niasa siempre había sido su amiga, pero su padre tenía razón, siempre había estado convenientemente ahí en cada momento. ¿O quizás había estado convenientemente porque siempre había estado con él, sin importarle la situación? Él creía que la conocía ¡Pero ahora le estaba pidiendo que matara a su padre! Pero… ¿Conocía realmente a su padre?
La vorágine de emociones que sentía se concentró en la pupila que miraba fijamente. Una pupila rodeada de un verdoso iris claro, dentro de unos ojos que habían delatado tantas emociones durante tanto tiempo. Niasa le hablaba más con la mirada que con la voz. Nunca se había dado cuenta de ello, pero no eran pocas las veces que, solo mirándola, sabía lo que quería decir. Sus palabras expresaban sus pensamientos, pero su mirada, sus sentimientos.
Y Mel veía sinceridad en su mirada.
En algún momento de sus pensamientos, Mel había dejado caer una lágrima, pero ahora que había vuelto en sí, se la quitó rápidamente y asintió nervioso.
Mel no podía dejar morir a su amiga así como así. No si podía evitarlo.
Se acercó al tanque, temblando y observó el mecanismo que expulsaba el gas.
No era un mecanismo usual, y Tiel lo había podido comprobar. Era un invento personalmente hecho por Quimb, el cual no había revelado el secreto a nadie. O al menos… nadie fuera de su familia.
Mel temblorosamente acercó sus manos, y al ver que no podía pararlas, símplemente dejó a Tiel que se pusiera a su lado, indicándola.
Los gnomos rápidamente comenzaron a alterar el mecanismo de aquel tanque que se encontraba en mitad de la barrera, abriendo un pequeño panel.
Por suerte para ambos, conociéndolo, no era muy difícil de desentrañar. Tiel parecía bastante aliviada al ver que finalmente no iban a morir, pero Mel se mantenía aún nervioso.
—Entonces… ¿Vas a hacerlo Mel? ¿Has decidido matarme?
El gnomo no se atrevió a responder. Ni siquiera se atrevió a mirar a su padre.
Tiel respondió, casi gritándole.
—¡Sabe que no vas a sacrificarte por una cosa así! ¡Sabe que mientes!
Mel tampoco levantó la mirada al escuchar eso.
Quimb, ignorando a la gnoma, se acercó un poco a la barrera, para mirar más de cerca a su hijo.
—¿Incluso sabiendo “todas” las implicaciones…?
Tiel miró confundida al profesor, pero éste mantenía la vista en su hijo.
Mel le puso una temblorosa mano en Tiel en el brazo, indicando que él iba a terminarlo, y esta se apartó junto a su hermana.
—Hijo mío… estoy muy orgulloso de ti… Siempre tendrás un lugar a mi lado…
Quimb sonrió con más orgullo del que jamás había sentido nunca, viendo como Mel terminaba de cerrar una pequeña válvula del tanque.
El Profesor dio unos pasos atrás, mirando a las hermanas Pymtec.
—Supongo que te preguntarás qué tiene de especial ese mecanismo que no conocías, Tiel. Quizás mi hijo le de un interesante uso algún día…
Finalmente, Mel terminó de cerrar aquella válvula, y una presión interna activó algún sistema dentro del tanque que hizo parar al gas, para luego rotar hacia el otro lado de la habitación.
—Respire hondo, Doctora Pymtec.
En cuanto el mecanismo terminó de rotar apuntándole directamente a él, un gas muchísimo más potente y en muchísimas más cantidades comenzó a dispararse. Además, el compuesto parecía haber cambiado a uno más intenso.
De un momento a otro, y frente a las hermanas que observaban horrorizadas, el otro lado de la habitación terminó completamente cubierto de aquel gas tan intenso, ocultando todo el otro lado del escudo tras una espesa capa gaseosa.
Claro está, sí que podían escucharse los gritos. Gritos de puro dolor y agonía que, sorprendentemente, no solo provenían de Quimb. De alguna forma, ese gas estaba afectando a la madre de las hermanas, a pesar del estado en el que se encontraba.
Niasa no sabía cómo reaccionar. Los gritos de su madre hacía que estuviera furiosa, pero los gritos de Quimb la complacían. Tenía su dolor y su venganza en un mismo coro.
Mel en cambio, no hizo nada. Símplemente, ya sabía lo que había hecho. Lo sabía desde antes de hacerlo. Conocía lo que implicaban esas acciones, y decidió sacrificar a su padre, y a la madre de ellas para salvarlas.
Algo al otro lado de la habitación hizo algún tipo de reacción y sonó una explosión. Las dos puertas laterales que había en la habitación se abrieron. Una parecía ir hacia algún tipo de pasaje exterior. La otra sonaba con gruñidos de Troggs que parecían bastante furiosos…
—¡Tenemos que irnos! —Gritó Mel al escuchar a los troggs. Si eran del de fuera del laboratorio, podrían venir muchos más, y si eran de dentro, podrían ser experimentos que su padre hubiera hecho, por lo que podrían ser mucho peores o estar mucho más hambrientos.
Tiel apretó los dientes volviendo a coger el arma rota que le había quitado su hermana, y tirando de ella, corrió hacia donde Mel les señalaba.
Corrieron por aquel pasaje y, extrañamente, sintieron una brisa.
—Viento… Aquí dentro puede significar o conductos de ventilación o el exterior. —Dijo Tiel dejando que Mel cargara con Niasa para ponerse delante.
—Cualquiera de los dos nos vale…—Respondió Mel.
Niasa asintió y siguieron aquella corriente lo más rápido que podrían.
Por suerte, aquellos caminos estaban iluminados con luces blancas, y el gas de su lado de la habitación se había filtrado, permitiéndoles ver más fácilmente el camino.
A su vez, escuchaban como aquellos troggs se acercaban, casi como si fueran una jauría de perros rabiosos.
Niasa en parte deseaba que aquel escudo se mantuviera activo para que su madre, o lo que quedaba de ella, se mantuviera protegida de los troggs, pero sabía que tarde o temprano el escudo caería, y que aquel laboratorio estaba demasiado escondido como para que la seguridad de Gnomeregan lo encontrara a tiempo.
Finalmente llegaron al final del pasillo, y el origen de aquella corriente.
Unos enormes ventiladores se movían a máxima velocidad, ventilando el interior de la ciudad.
Al ser una ciudad subterránea, había montones de salidas como aquella por todas las montañas occidentales de Dun Morogh, y desde luego, eso sería una vía de escape perfecta, de no ser porque estaban activados.
—No os acerquéis mucho o las hélices os absorverán. —Dijo Tiel acercándose a lo que parecía ser un panel.
—Tenemos que pararlo… Quizás haya alguna forma de… —Mel se calló cuando observó el panel.
Tiel y Mel se callaron observándolo, mientras Niasa les miraba sin comprender qué ocurría, exigiendo silenciosamente una explicación con la mirada.
—El gas ha activado los sistemas de emergencia. Solo se puede parar de forma manual… —Dijo Tiel.
—Pues páralo manualmente. —Respondió Niasa sin entender el problema.
La hermana mayor miró a Mel un momento, y luego escuchó los gruñidos de los troggs acercándose.
—¿Vas a…? —Dijo Mel inseguro.
Tiel presionó la palanca, manteniendo la mano en esta mientras las hélices comenzaban a parar.
—Mel, lleva a mi hermana fuera. Y protégela.
Mel dudó, pero al escuchar cómo se acercaban los troggs hacia ellos, asintió. Sabía tan bien como ella lo que ese sistema implicaba, y las únicas opciones que tenían.
Niasa estaba algo confundida. No entendía por qué ambos tenían esa expresión de preocupación, pero sentía que todo le daba vueltas. Quizás era la herida. Quizás era el shock. Quizás había comenzado a perder la cabeza y no entendía las cosas más básicas. Símplemente se dejó llevar por Mel hasta traspasar aquellas cuchillas que, de activarse, acabarían con ella en menos de un segundo, y finalmente salieron al otro lado.
Observaron un cegador destello al final del túnel. Probáblemente aquella intensa luz sería la del sol. Su hermana le contó alguna que otra vez cómo era, pero jamás salió al exterior para verlo con sus propios ojos.
Se giró hacia su hermana, y la vio aún al otro lado. Ella le devolvió la mirada con una sonrisa aliviada, sabiendo que finalmente su hermana pequeña estaba segura.
Y en ese momento, lo entendió.
“Manual.”
Su hermana soltó la palanca, y automáticamente, los sistemas comenzaron a funcionar de nuevo.
Las hélices comenzaron a girar demasiado rápido como para que pudiera pasar, y al instante, vio como algunos troggs salieron del final del pasillo, acorralando a su hermana.
Vio como esta cogía su arma improvisada rota, y se preparaba para combatir, y tras eso, Mel tiró de ella.
Se percató de que le hablaba. Él movía la boca, pero no escuchaba nada. Tampoco escuchaba a su hermana. Ni a los troggs. Ni siquiera esas enormes hélices tirando.
Miró sus manos, y se percató de que temblaban. Su cuerpo no respondía, y sus sentidos tampoco.
Su cabeza, siempre llena de ideas, pensamientos, opiniones y deducciones, solo pudo pensar en una cosa. Estaba en shock. Un extraño shock lúcido.
Mel tiraba de la temblorosa Niasa con todas sus fuerzas. No solo tenía que luchar contra el peso de la gnoma, sino que también debía hacerlo contra la intensa corriente de aire que los empujaba más y más.
Desesperado, gritó tratando de arrastrarla fuera, mas y mas cerca de aquella luz intensa.
—¡Aguanta Niasa! ¡Casi estamos!
Con todas sus fuerzas, el joven gnomo terminó subiendo aquella cuesta y sacando a su amiga del conducto,dejándola caer en la nieve de la montaña.
El sol alumbrando la blanca nieve los cegaba a ambos, aunque Niasa seguía sin ser dueña de su cuerpo. Un cuerpo que temblaba de terror, bajo el mandato de una mente que, acostumbrada a comprenderlo todo, no comprendía que acababa de perder a dos de las pocas personas que más le importaban en el mundo.
Y de repente, sintió algo.
Un calor familiar y acogedor recorrió su cuerpo. Un calor que la calmaba y le aseguraba que esto no iba a ser el final.
Pudo girar su cabeza, y observó que Mel la abrazaba. No decía nada, pero no hacía falta. Simplemente estaba con ella, tirado en la nieve, rodeándola con sus brazos.
Niasa no había sentido un abrazo desde… prácticamente nunca. Solo su hermana la había llegado a abrazar, y siempre había sido de forma muy ocasional.
Poco a poco, sintió como volvía en sí. Su cuerpo comenzó a responder como ella quería, y su cabeza… lentamente comenzó a tener la actividad que debía, aún sintiendo aún gran confusión.
El sol de la mañana les dejó descansar lo suficiente hasta que finalmente Niasa habló.
—Mel… hemos salido…