Aviso al lector:
Esta novela corta está planteada como un imaginario individual alejado de la idea de un uso rolero. Eso significa que hay elementos dentro de mi propia interpretación del mundo que pudieran entrar en conflicto con trasfondos de personajes de rol u organizaciones.
El punto inicial de la novela parte del final de Legion, antes de la Guerra de las Espinas.
Cada semana iré actualizando con un capítulo nuevo
En mi blog personal iré publicando los capítulos con una semana de antelación. https://ucerescribe.home.blog/2019/09/18/novela-corta-sangre-de-arathor-capitulo-1/
Sangre de Arathor
Capítulo 1
Los últimos que quedamos
Fuera de la tienda se escuchaba el sonido metálico de soldados patrullando, órdenes siendo dadas y armas siendo forjadas. Dentro, en cambio, solo se escuchaba unos nerviosos suspiros. Una respiración agitada de alguien que probablemente aún no haya visto apenas más de veinte inviernos , quien fijaba la vista en su reflejo sobre un espejo roto.
Narth apenas había llegado al campamento unas horas antes, y por primera vez en su vida, vestía una armadura de verdad.
De pequeño siempre creyó que sería granjero como toda su familia, pero quince años atrás el mundo era muy diferente. Para empezar, su granja aún existía, al igual que su reino. Un reino antaño poderoso, que el tiempo había terminado haciéndole más mal que bien.
El joven se giró hacia su derecha para poder ver sobre un baúl cuya madera había quedado algo quebrada por el paso del tiempo, un tabardo. Rojo y blanco, como su armadura, con un símbolo dibujado: Un halcón rojo. Se lo puso sobre su armadura, y como si se tratara de algún tipo de escudo que le protegía de sus inseguridades, sus nervios se disiparon y sus miedos retrocedieron.
El Refugio de la Zaga mantenía una estricta rutina de vigilancia. Se encontraban en la zona más céntrica de las Tierras Altas de Arathi, y como tal, podían ser atacados por cualquier flanco. Claro está, la posición también les brindaba un gran valor estratégico. El refugio estaba construído en una pequeña cuenca en mitad de las planicies, por lo que tenían unas defensas más que suficientes como para resistir escaramuzas y pequeños asaltos.
Buscó con la mirada a su nueva superior, y a lo lejos la vio. Dirigiéndose a ella mientras se ponía el casco, se percató de cómo era exactamente su capitana. Una mujer de rasgos fuertes, un pelo largo y negro recogido en una coleta Su rostro dejaba entrever unas pequeñas arrugas que se le habían formado con el tiempo por fruncir casi de forma permanente el ceño, aunque, con diferencia, lo que más llamaba la atención era el hecho de que un parche ocultaba su ojo izquierdo.
La mujer estaba revisando unos papeles cuando escuchó a Narth acercarse. Aún así, no levantó la mirada hasta que este habló.
—Recluta Narth presentándose, Capitana. — Dijo poniéndose una mano en la frente a modo de saludo.
—Capitana Letha Jones, recluta. -Respondió con algo de sequedad, acentuando su apellido, como si de esa forma le espetara a Narth el hecho de no haberse presentado por completo en propiedad. — Tú debes de ser el nuevo ¿Verdad?
Narth asintió, y casi percatandose unos instantes después de que esa no era una respuesta formal, añadió:
—Sí señora, acabo de salir del Campo de Entrenamiento de la Hacienda de Stanford, al sudeste.
La mujer asintió lentamente mientras escuchaba, aunque su mirada denotaba que su mente estaba en otro lado.
— Bien recluta, bienvenido entonces a la Tercera Compañía del ejército de Stromgarde. Bienvenido a la Compañía del Halcón Rojo.
Narth no pudo evitar sonreír debajo del casco, y aunque el sol de mediodía hacía que su rostro permaneciera oculto entre las sombras, la mirada de la Capitana Jones pareció percatarse de ello.
— Debes de saber que aquí estarás siempre en peligro. Stromgarde está al borde de la extinción. La Horda, los Renegados, los trols del bosque, los ogros, o incluso esos bandidos alteraci de La Hermandad pueden jugárnosla en cualquier momento y extinguirnos. — La sonrisa del recluta desapareció al escuchar eso, y acto seguido, Letha añadió. — Claro está, Stromgarde no va a desaparecer sin luchar, aunque sea con uñas y dientes.
Narth titubeó un momento, pero finalmente terminó asintiendo con decisión. Stromgarde era una nación fuerte, y su gente debía mostrarlo. Un soldado de los allí presentes podría con diez soldados de cualquier otra nación humana, y eso tenía que incluirlo a él.
A punto de responder un determinado “Sí Señora”, se percató de como la Capitana se giraba hacia alguien que se aproximaba a su lado.
Se giró para mirar y se encontró con un par de exploradores, o al menos eso dedujo por sus ropajes más oscuros y de cuero. Además, sus rostros eran casi idénticos. Probáblemente se tratara de un par de gemelos. Debían de ser de mediada edad, no más de treinta años, aunque sus facciones denotaban un aspecto más juvenil, quizás por la sonrisa pícara que mantenían.
— Exploradores Rick y Jen informando, Capitana.-Dijo el chico.
Ambos saludaron formalmente aunque Narth creyó discernir cierta actitud sarcástica en ambos a la hora de hacerlo. Luego, sin esperar respuesta, la chica continuó.
— Traemos maravillosas noticias de Stromgarde.
La Capitana por un momento pareció hacer un ademán de no querer escuchar las noticias, pero símplemente se mantuvo firme.
— Informa.
— El Príncipe traidor ha muerto.-Respondió rápidamente Rick.
— ¡Eh! ¡Quedamos en que yo era quien se lo iba a decir!
— Ya, pero tú te has quedado ahí pasmada.
Mientras discutían, Letha pareció quedarse algo atónita, y lejos de querer aguantar la discusión de los hermanos, levantó una mano y los hizo callar manteniendo su mirada en ambos.
— Dejaos de tonterías e informad en condiciones. Todo.
Los hermanos callaron en seco y se miraron el uno al otro.
— Tu turno. — Le dijo Rick a su hermana, echándose a un lado.
Jen miró de reojo a su hermano y se ajustó un poco su corto pelo oscuro como si de alguna forma eso hiciera volver la seriedad y educación a la conversación.
— Nos acercamos a Stromgarde y no vimos patrullas renegadas. Creemos que el Príncipe Galen trató de independizarse de la Horda. Conseguimos entrar y vimos el castillo totalmente abandonado, junto a todos sus soldados no muertos… muertos completamente. El cadáver de un caballero de la muerte nos ha hecho pensar que quizás se mezcló con quien no debía y le salió cara la jugada.
Letha asintió lentamente mientras se giraba pasando su mirada por diversos informes.
— El distrito de la Torre de Magos estaba tomado por trols según los últimos informes. ¿Qué hay de eso?
Jen continuó hablando.
— No vimos nada. Bueno, algunos cadáveres trols. Quizás aún podrían quedar, pero desde el exterior al menos, no parece que haya demasiado.
— Aunque si se juntaron con Caballeros de la Muerte, lo mismo se llevaron el resto de cadáveres, de ahí que no viéramos demasiados. — Añadió Rick.
La Capitana dejó de mirar los papeles y volvió a centrar su vista en los exploradores.
— Muy bien. Esto es una buena noticia, pero debemos de asegurarnos. Necesito un informe más detallado antes de hacer una movilización a gran escala. Volved al castillo y aseguraos de que está realmente vacío. Llevaos a Ethe con vosotros. — Hizo una pausa mirando de reojo al recluta que se había quedado ahí de pie, esperando órdenes sin saber muy bien qué hacer. — Y también al Recluta Narth. Mostradle un poco el refugio y como hace las cosas la Compañía del Halcón Rojo.
Ambos hermanos respondieron un enérgico “Sí Capitana” justo antes de girarse hacia Narth, quien antes siquiera de poder responder, fue agarrado entre ambos, pasándole cada uno un brazo por cada hombro, llevándoselo como si fueran a algún tipo de fiesta.
Narth no supo exactamente qué decir, mientras algo confundido se dejaba casi arrastrar por ambos. No fue hasta que se separaron lo suficiente de la capitana que Jen habló.
— Así que nuevo ¿eh? Aún recuerdo cuando Rick y yo nos alistamos. Nos topamos con una araña de tres metros que casi se lo zampa.
— Estaba todo controlado… — Respondió el hermano, dejando a Narth caminar por su cuenta finalmente. — Lo de enredarme en su telaraña era parte del plan.
— ¿Y lo de gritar “¡Por favor, salvadme, no quiero morir en mi primera misión!” también lo era? — Respondió con casi riéndose la hermana.
— ¡Claro! ¡Así la araña se confiaría! Además, han pasado como diez años desde aquello ¿Vas a seguir contándoselo a todos y cada uno de los reclutas que vengan?
— Todos y cada uno de los reclutas merecen saberlo…
El joven recluta aún estaba algo perplejo por la situación, peor no pudo evitar sonreír ante la conversación, aliviando bastante cualquier tensión que pudiera tener.
— ¿Así es como hace las cosas la Compañía del Halcón Rojo? — Preguntó alternando la vista entre los hermanos.
— Eh, no somos la compañía del Cuervo Negro o algo así de tétrico. Tenemos permiso para reírnos. — Respondió Jen mientras miraba a su hermano, quien le devolvió una mirada de una indignación fingida.
— Algo tenemos que hacer para evitar caer en la locura y la depresión de lidiar con lo nuestro ¿no? — Añadió Rick, casi mostrando con su mano el resto del campamento.
Efectivamente, aunque a Narth en una primera instancia le pareció un ambiente sereno y en guardia, cuando se fijaba en las conversaciones individuales de cada grupo podía apreciar bastantes risas y bromas.
Vio a uno de los herreros coger varios martillos y lanzarlos al aire, como si de un malabarista se tratara, mientras otros dos soldados a su alrededor sacaban unas monedas, probablemente tras haber apostado si era realmente capaz de hacer algo así.
También vio a una pareja, donde uno de los chicos vanidosamente contaba algunas anécdotas donde trataba de impresionar al otro, soltando algún que otro flirteo que parecía surtir efecto.
Mientras caminaban, fijó la vista también en un par de hombres con túnica. Ambos llevaban ropajes blancos pero con una estética bastante característica y diferenciada. El hombre de la izquierda tenía unos ropajes pulcros y con unos bordados bastante detallados con motivos geométricos, como si hubiera sido encargado a un gran sastre o estilista. Además, su sombrero picudo iba completamente a juego.
Su acompañante en cambio llevaba una túnica algo sucia por el polvo y algo de barro, como si le hubiera acompañado mucho más tiempo del que quizás realmente debía. Además, en las zonas más céntricas se desarrollaban ciertos motivos eclesiásticos.
Ambos parecían no ser mucho mayor que Narth, quizás tendrían como cinco años más como mucho, y parecían estar discutiendo aunque en un tono amigable.
— Mira, yo no tengo nada en contra de la Luz Sagrada, pero no creo que se enfade por dejarla un poco de lado y aceptar un hechizo de limpieza. Seguro que la Luz se alegra de tener de su lado a seguidores limpios.
— Ya te lo he dicho, Ethe. Si la Luz quisiera que aceptara el uso de la magia en mi, me enviaría una señal mucho más notable que simplemente ensuciarme de arena… Además, ¿No deberías de evitar usar la magia para tonterías estéticas tan banales como… verte bien…?
— ¿Tonterías estéticas? Mírame bien. — Dijo el mago extendiendo sus brazos para que pudiera apreciar su túnica mucho mejor. — Esto es mucho más que mera estética. Es la representación de todo mi ser. O como dirías tú, como mi espíritu. Pulcro, ordenado y elegante.
El sacerdote soltó una risita negando con la cabeza.
— Si cuidaras tanto tu alma como tu túnica serías una eminencia para la iglesia.
El mago levantó un dedo para responder, pero antes de conseguir decir nada, un carraspeo interrumpió la conversación, provocado por los hermanos exploradores, casi como si fueran una sola persona.
El mago y el sacerdote se giraron y vieron a los gemelos sonrientes, señalando a Narth.
— Ethe, Tery, os presento al nuevo. — Dijo la hermana, casi empujando al joven recluta para que se presente.
Narth miró a ambos rápidamente y se puso firme tratando de mantener una compostura que difícilmente tenía durante el relajado camino.
— Recluta Narth, a vuestro servicio.
— Oh, un nuevo recluta. vDijo el sacerdote inclinándose elegantemente para hacer una leve reverencia, dejando que sus mechones rubios le tapen ligeramente la cara al hacerlo. — Yo soy Tery Lihil, sacerdote de la Luz Sagrada. Si necesitas ayuda, no dudes en pedírmela.
— Yo soy Ethe. — Se presentó su compañero, sujetando el ala de su sombrero picudo a modo de saludo. — Probablemente el mejor mago que jamás conozcas, pero prefiero dejar que eso lo descubras por tu cuenta. — Añadió con una sonrisa burlona.
Rick rodó los ojos al escuchar eso.
— Pues prepara tus cartas, super archimago. La Capitana quiere que vengas con nosotros de reconocimiento a Stromgarde.
— ¿Qué quiere de ahí? ¿Oler los huesos no muertos de los traidores?
Ethe no podía evitar esconder el asco que sentía por la idea de acercarse a un lugar lleno de apestosos no muertos.
— Quiere que nos aseguremos de que podemos hacer limpieza. — Jen sonrió mientras lo decía.-Mi hermano y yo hemos descubierto que ha sido arrasada, y quizás vuelva a ser nuestra.
Tery juntó las manos de la emoción al escuchar eso y casi parecía no poder contener saltos sobre sí.
— ¡La Luz nos ha recompensado por fin! ¡Finalmente vamos a poder recuperar nuestro hogar!
El mago le puso una mano en el hombro al sacerdote, como si quisiera que mantuviera los pies en la tierra, de forma literal.
— Aún no lo sabemos a ciencia cierta. No te hagas ilusiones hasta que lo veas con tus propios ojos ¿Quieres? Así luego si nos encontramos a saber qué, te ahorras el derrumbarte.
Narth pudo ver que durante un instante, la mirada de Tery perdió el optimismo que acababa de conseguir, pero rápidamente este volvió, como si las palabras de Ethe se las hubiera llevado el viento.
— La esperanza no es más que la fe que transmitimos de forma terrenal. Ten más fe, y tendrás más esperanza. Y si seguimos luchando aquí, es porque todos tenemos esperanzas ¿no?
Narth asintió con determinación y, aunque no dijo nada para evitar meter la pata en su primer día de servicio, se percató de que Tery vio con claridad su gesto y le dedicó una cálida sonrisa.
— Sea como sea — Comenzó a decir Jen con cierta determinación. — Partiremos al anochecer. Prepara tus cosas de mago por si tenemos que hacer una salida de emergencia y el camuflaje.
— Sí señora. — Respondió el mago en un tono algo burlón, mientras el resto se giraba a su vez para preparar sus cosas.