[RELATO] ¡Diantres, diamantes! -¿Parte 1?

En un lugar apartado y oscuro, donde las cucarachas se pierden en la oscuridad y un par de gnomos colgados por su pie derecho te saludan bocabajo, se esconde la bruja más “juapa i zimpatíca” capaz de reescribir las palabras de este pobre narrador e incapaz de escribir sin cometer enormes faltas de horrorgrafía.

Ignorada por la Horda, por la Alianza y por ti, mi querido lector, hasta hace escasos segundos, la bruja Conjura permanece sentada sobre su trono, el único sitio de la sala iluminado por la luz de las velas. La malvada elfa de sangre de cabellos rubios ha consultado esta mañana a su espejito mágico: “Oh espejito, espejito, ¿quién tiene los diamantes más bonitos?” Por suerte para el espejo mágico este no puede hablar y por suerte para ella, el espejo tampoco puede reír; pero sí puede mostrar imágenes, las imágenes de una joyería de Dalaran. Y ahí es donde ha empezado el problema que ocupa la mente de la bruja, porque ella no puede dejar de pensar en aquello que más le gusta y lo grita como si le acabase de dar un ataque.

-¡Diamantes, diamantes!- Grita con fuerza la bruja.
-¿Me ha llamado, mi señora?- Le pregunta Diamantes, su fiel esbirra y pícara de desconfianza, apareciendo de entre las sombras.
-No,- replica Conjura- digo que me gustan los diamantes.
-Por supuesto, mi señora.

La pícara que esconde su rostro bajo una caperuza que solo muestra sus ojos desaparece en la oscuridad.

-Conozco esa joyería.- Afirma Conjura con un tono amenazante.- Y conozco que me conocen, pero no conocen mis conjuros para desconocerme, digo disfrazarme.- Se autocorrige al instante antes de reír malvadamente como solo los personajes malvados pueden reír.

Y solo con gritar todos juntos “¡BOP!”, nos encontramos en Dalaran y cerramos este recurso narrativo sacado de la manga para cambiar de escenario. La ciudad de los magos y los majos, porque todo el mundo sabe que cuando Khadgar ríe es que ha pasado algo majo. Y es ahí, en el bazar, en el barrio de los artesanos, en donde se encuentra la joyería más famosa de la ciudad. Una bonita tiendecita a la que se accede subiendo por unas escaleras. Las campanillas de la puerta de la joyería suenan y resuenan gentilmente, acaba de entrar un nuevo cliente. Una elfa de sangre de bonitos cabellos rubios con un bigote postizo se planta ante la dependienta, una humana que sonríe con cara de circunstancias.

-Hol-la señorrrrita.- Se presenta Conjura mostrándose altiva con su disfraz perfecto.- Ssoy un conde pandaaarrren y quisierrra verrrr los mejorrrresss diamantes de la tienda.

La chica, que está tan desencajada que tiene la ceja izquierda tan levantada que casi podría tocar el techo, duda un momento.

-Eeeeeeh… vale.- Dice finalmente.

La dependienta vuelve del almacén y desenrolla unas telas que protegen todo tipo de diamantes. A lo que el/la/quién-sabe-qué-poner cliente misterioso saca su monóculo y se inclina para admirar las piedras preciosas como si fuese un niño en una casa de golosinas.

-Imprrrresionante, ¡qué calidad!- Dice la bruja rindiéndose ante la evidencia.
-¿Ve algo que le interese?- Le pregunta la chica.
-Pues clarrro,- responde Conjura levantándose para mirarla a los ojos- di “amante”.
-¿Diamante?
-¡NO, -le grita la elfa exasperada poniendo su auténtica voz- que digas “amante”!
-¿Amante?- Repite la chica extrañada.
-Bandido.

Y con un elegante chasquido de dedos, la elfa de sangre lanza un pequeño conjuro que dejará dormida a la dependienta el tiempo suficiente para que la bruja haga un bolsillo con la parte delantera de su falda y meta todos los diamantes que pueda.

-¡JAAAA, JA, JA, JA, JA!- Ríe malvadamente mientras sale corriendo por la puerta… antes de tropezar con las escaleras y bajarlas rodando.

Con la caída los diamantes vuelan y se esparcen por toda la calle dejando atónitos a propios y extraños. Los cinco segundos que dura el conjuro del sueño ya casi han pasado porque, sí, el control de masas de Azeroth no dura para siempre; por lo que Conjura se levanta presta para recoger la mercancía, pero al verla toda esparcida por los suelos maldice como solo una bruja puede maldecir sin lanzar un conjuro:

-¡Diantres!
-Sí, mi señora.- Se presenta Diamantes apareciendo por la espalda de la bruja.
-He dicho “diantres” no “diamantes”.- Masculla Conjura observándola de reojo con una mirada fulminante.
-¿La ayudo a recoger este desastre?- Le pregunta la pícara.
-Oh, no hace falta, contempla y aprende mi pequeña secuaz.

Conjura cierra los ojos y se lleva la mano a la frente de forma teatral para sobreactuar como solo una auténtica diva del mal podría hacerlo.

-¡Oh, adalid! ¡¿Podríais ayudarme en tal ardua tarea?!- Grita a los cuatro vientos.

Al momento aparecen montones de adalides con sus armaduras épicas y sus monturas legendarias, excepto uno, que va con piezas poco comunes porque le gusta más lo clásico.

-Oh, adalides, gagias gue habéis pogigo venig, estagría pegdida sin vuegstra ayugda, neguesito que agguien grecoja togos egtogs dimantegs.- Les explica mientras se acaricia el bigote postizo como si fuera un noble de gustos poco refinados.

Ni ha terminado la frase que ya tiene a todos esos valientes adalides recogiendo diamantes del suelo y metiéndolos en una bolsa de cuero fabricada por un peletero.

-Brillante, mi señora.- Le susurra Diamantes con discreción.

Y en menos de un segundo, el adalid líder de la raid de adalides se prepara para entregar la bolsa de cuero con los diamantes a Conjura, que la espera con las manos abiertas.

-¿Y la recompensa?- Pregunta el adalid.
-Claro… la… recompensa.- Sonríe apurada la bruja.
-¿Cuál es la recompensa?- Insiste el adalid.
-Pues la recompensa es…- Dice Conjura sin dejar de mostrar una sonrisa tan falsa que se pueden ver hasta los diablillos que la sostienen.
-Un plátano.- Le ofrece Diamantes arrodillándose ante su ama.
-¡Un plátano!- Grita la bruja triunfante.
-¿Un plátano?- Se extraña el adalid sosteniéndolo entre sus manos.- Debe de ser muy raro.- Concluye el paladín.- Seguro que podemos venderlo en la subasta por veinte mil oros.
-Sí.- Se apresura a responder Conjura agarrando la bolsa con los diamantes.
-¡¡Adalides detenedla, es una ladrona!!- Grita la dependienta corriendo hacia la bruja.

Pero ya es demasiado tarde, la bruja Conjura separa sus manos y canaliza su “piedra guarida” haciendo saltar unas llamas con forma de diablillo que van de una mano a otra mientras ríe malvadamente y un escudo vil la protege a ella y a su fiel esbirra.

Y así es como ante la impotencia de los adalides, la malvada bruja vuelve a su guarida secreta y ríe sobreactuando como la gran villana que es. Terminada la histeria, Conjura mira a su alrededor y se da cuenta de un pequeño detalle.

-¿Dónde está la bolsa de los diamantes?- Se pregunta la bruja conteniendo el enfado.

Haciendo gala del action-replay de este relato-streaming, tú y yo, querido lector, podemos revisionar la repetición del pompa y piedra más sucio y tramposo de todo Azeroth y observar que la bolsa de cuero con los diamantes está tirada en el suelo fuera del vil escudo protector. Es por ello que nada más consumarse la huida, el adalid coge la bolsa del suelo y se la entrega a la dependienta de la joyería logrando recuperar los diamantes robados a cambio de cuatro monedas de oro y unas palmaditas en la espalda.

-¡¡¡NO ME LO PUEDO CREER!!!- Grita Conjura indignada.- ¡¡ESTO NO QUEDARÁ ASÍ!!

PD: Si alguien quiere prestarme un adalid para futuras continuaciones puede dejar por este mismo tema el nombre y clase de su personaje. Pero que no sea un nombre muy alejado de las normas de los servidores de rol, por favor.

6 «Me gusta»

XD me tientas, me tientas…
Este relato es genial! Ingeniosamente redactado y muy entretenido, con atención a los detalles importantes sin explayarse innecesariamente en lo que no viene a cuento. Personajes interesantes y con mucha personalidad, amplio espacio para futuras secuelas, y bromas recurrentes que no cansan.

No puedo esperar a ver la continuación

1 «Me gusta»