I. Tierra de Nadie.
‘’Ahora tenemos suficientes fuerzas de combate capaces de expulsar a la Legión Ardiente de nuestro mundo. ¡Es hora de acabar con esta invasión! Si usamos los Pilares de la Creación disiparemos la tormenta vil y sellaremos la Tumba de Sargeras.
Ha sido una guerra larga y costosa. Es hora de ponerle fin. Expulsaremos a la Legión Ardiente de su sede de poder y le cerraremos las puertas de Azeroth. Nuestro primer paso es tomar posiciones en la Costa Abrupta. Divididas, la Alianza y la Horda cayeron derrotadas, pero unidas como los Ejércitos del Ocaso de la Legión, ¡lograremos la victoria!
En mi vida he tenido muchas visiones. Algunas me llenaron de esperanza… y otras de desesperación. La victoria sobre Kil’Jaeden está a nuestro alcance, lo he visto. Sin embargo, las visiones solo nos muestran a dónde podría llevar nuestro camino. Hacerlas realidad requiere un esfuerzo. Hemos hecho mucho, pero hace falta más.
Se han hecho cosas importantes. Los campeones han conseguido frenar la invasión de la Legión una y otra vez. Mientras preparamos nuestro asalto a la Tumba de Sargeras, tenemos mantener a los demonios a raya. Si los presionamos en todo momento, descubriremos vulnerabilidades que podremos usar en nuestro favor. Son vitales para el éxito de nuestra campaña… sobre todo ahora que se acerca nuestro enfrentamiento con Kil’Jaeden. ’’
Poco más de cinco años tras la caída del Rey Exánime, Nhail se exilió en los gélidos bosques de Cuna del Invierno tras haberlo perdido todo, allí vivió prácticamente en soledad aunque muy de vez en cuando visitaba a la tribu Fauces de Madera o ayudaba a Vizzie en la taberna de Vista Eterna bien sea con los impresentables que rara vez habitaban la taberna o recolectando suministros para ella a cambio de alimento y un techo donde dormir aunque solía vivir en una cueva al Norte donde se sentía más en comunión con la naturaleza.
Pasados aquellos cinco años, volvió al poblado Pezuña de Sangre en Mulgore varias semanas donde recibió la noticia de la invasión de la Legión Ardiente en las Islas Abruptas, si bien al errante poco le importaba cualquier acontecimiento que no tuviese que ver con los Dioses Antiguos, pues era el único motivo que le hacía hervir la sangre y alimentar su sed de venganza, vio una buena oportunidad de descubrir un misterio que nunca logró descifrar cuando su difunto hermano que murió en los gélidos pasadizos de Ulduar a manos del general Vezax le regaló las dagas cristalinas que portaba día y noche y jamás se separó de ellas. Hawk, su hermano, las encontró en las Islas Abruptas años después de la segunda guerra en una misión secreta de exploración y se las regaló cuando la causalidad hizo que ambos hermanos se reencontraran en Sierra Espolón semanas antes de la partida hacia Rasganorte. Desde aquel día eran inseparables, pero nunca nadie supo decirle de donde provenían, ni quién fue el portador original ni tampoco como se forjaron aquellas maravillosas hojas.
Decidió apodarlas como Myrkur y sin ellas seguramente aquel joven elfo estaría muerto.
Pasados unos días, llegó a aquellas misteriosas islas, concretamente cerca de las Ruinas de Falanaar, al noreste, donde se topó con un Cazador de Demonios, algo que nunca antes había visto y que inmediatamente le hizo ponerse en guardia, pero rápidamente aquel Cazador de Demonios le hizo cambiar de semblante dejando sus pesadas gujas en la hierba haciéndole ver que no era un enemigo… todo lo contrario. Se presentó como Lilith, estaba patrullando los bosques de Suramar, pertenecía a una banda de mercenarios, se hacían llamar ‘’Exiled’’ y tenían su campamento base al noreste del Matorral Carmesí, en una zona boscosa muy escondida entre montañas.
Siempre buscaban reclutar nuevos aventureros dispuestos a ayudar a la causa. Obould, un orco cazador curtido en cientos de batallas con una manera de liderar encomiable, unas tácticas envidiables y siempre con una actitud paciente y relajada, capaz de transmitir serenidad a todo un batallón de mercenarios junto a su pareja Ywen, una guerrera Tauren que era todo lo contrario, demasiado impulsiva, nerviosa y que no dejaba pasar ni el más mínimo error y eso en ocasiones contagiaba a Obo. Pero formaban un tándem perfecto en los momentos más delicados.
Tras ellos Rishim, un Elfo de Sangre Paladin qué con el pasar del tiempo siguió ascendiendo de rango y Tura, un Tauren druida, eran los segundos al mando cuando los líderes estaban demasiado atareados.
Rápidamente Nhail ingresó en Exiled, necesitaban con urgencia valientes mercenarios que no encontraban su lugar en el mundo para la inminente batalla en La Pesadilla Esmeralda, la cual fue todo un éxito, gracias a la cual fue admitido en dicha hermandad por su gran desempeño en el combate. Pero el elfo nunca se sintió del todo cómodo, el venía de estar en un grupo de mercenarios donde no existían las jerarquías, nadie estaba por encima de nadie y todos eran un igual, cada batalla la celebraban junto a una hoguera, buen bebercio y alimento mientras aquí el ambiente era mucho más tenso y todos los galones parecían llevárselos los de siempre, aun así, le sirvió para sentirse arropado mientras buscaba pistas sobre el significado de las dagas, se tomaron un descanso mientras preparaban la siguiente campaña, asaltar la parte baja de Bastión Nocturno y ayudar en todo lo posible a los habitantes de Suramar que no se aliaron con Gul’dan ni a la Legión Ardiente mientras nuevos miembros se integraron, nombres como… Olrac, Fezen, Fjorleif, Ziampa, Brilo, Buliario, Gaella, Sonali, Benemer, Doz, Blod, Necrosa, Dalanor, Jadeth, Elanorth quien era la maga protegida y mimada de Beyth y demás integrantes.
Con los que hizo buenas migas; Shermi, Shinic, Ichoryd, Olweth y quien en el futuro se convertiría en una de sus mejores amigas Beyth, una poderosa bruja de alta cuna de Quel’thalas, tenía una hermana mayor, Margot, pero la relación entre ambas nunca fue buena.
Beyth era pareja de Olweth, un noble elfo de sangre de Lunargenta, pieza clave y fundamental en primera línea de combate para afrontar la misión que se les encomendó en Bastión Nocturno, la cual era ayudar junto a otros aventureros a limpiar la zona baja hasta llegar a Aluriel, una poderosa maga Shal’dorei experta en las tres escuelas, Fuego, Escarcha y Arcana.
El resto del Bastión no les fue asignado a ellos, por lo que recibieron su recompensa y volvieron a su campamento en Matorral Carmesí y preparar su viaje hacia la Costa Abrupta.
La Tumba de Sargeras sería el próximo objetivo.
Pero tras la incursión de Bastión, Nhail tomó la decisión de dejar la hermandad por discrepancias constantes con Ywen, aunque sus más allegados trataron de convencerle este se negó rotundamente y eligió seguir su camino por su cuenta como siempre hizo, no iba a soportar una falta de respeto más de Ywen ni que le levantase la voz constantemente llevada por su envidia. No era lo que estaba buscando, aquello no era ni un ápice de lo que fue su banda de mercenarios de Eternal Rise de los cuales apenas quedaban cuatro miembros con vida. Pero siempre mantendría un fuerte vínculo con Beyth y una amistad con Lilith, Shermi, Shinic y Olweth.
Un tiempo más en Exiled y no hubiese dudado en matar a sangre fría a Ywen o ella a él y por el bienestar de todos tomo aquella decisión, a fin de cuentas siempre fue de la filosofía de hacer las cosas por uno mismo.
Ayudaría en una última campaña y se marcharía para siempre.
Suramar. Mayo año 32.
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El viento aullaba y el cielo estaba oscuro. Parecía que estaba a punto de llegar una fuerte tormenta, pero el clima no era nada comparado con la destrucción total y la horrible situación de la región. El suelo estaba cubierto de sangre de caballos muertos y cuerpos humanos, la mayoría eran cadáveres elficos y humanos. Todos eran soldados muertos, era la evidencia de una reciente y horrible batalla en aquel lugar. Llegó la tormenta y también empezó a llover a cántaros. Era como si el agua intentara lavar toda la sangre del suelo para volver a purificarlo. No se podía ver ni un solo alma viviente a través de los ojos, excepto los dos jinetes encapuchados a lomos de un mismo caballo.
Uno de ellos se bajó y caminó hasta donde yacían al menos treinta cadáveres en el mismo lugar. Algunos de ellos incluso quedaron parcialmente enterrados bajo tierra, solo una parte de la mano o parte de una pierna o alguna parte de la mitad del cuerpo era visible. El jinete se arrodilló y comenzó a examinar el suelo con las manos. Parecía que estaba buscando algo. El otro también dejó el caballo y luego se paró a su lado mientras observaba atentamente su entorno. El jinete que estaba arrodillado en el suelo habló:
—Es posible que haya pasado por aquí, hay evidencia de magia.
Su compañero que estaba de pie se le cayó la capucha. Parecía un poco mayor aunque realmente era muy joven… Tenía el pelo largo y blanco recogido en una alta coleta y una frondosa y mediana barba. También se veía una cicatriz bajo su ojo izquierdo que se extendía hasta el labio superior, un recuerdo para toda la vida de lo que fue la batalla en el Trono Helado. Llevaba dos dagas cristalinas en la espalda y un collar con la punta de flecha que le regaló su hermano instantes antes de morir.
El cazador de demonios que inspeccionaba el terreno se levantó y bajó su capucha también. Murmuró en voz baja.
—Vamos por buen camino.
—Sí, la encontraremos pronto. No te preocupes.
—No me preocupa encontrarla, Lilith.
—Entonces…
—Hablaremos de ello más tarde—lo interrumpió a mitad de la frase—Deberíamos regresar por ahora, darles la maldita cabeza, recoger nuestras monedas y regresar al campamento.
—Está bien, Nhail, no te presionaré, regresemos y terminemos esto. Descansaremos esta noche y mañana nos dirigiremos hacia las Ruinas de Elune’eth—asintió y ambos montaron en el caballo de Lilith.
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Horas más tarde…
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—Se le acusa de… canibalismo y, por lo tanto, se le condena a muerte en la horca… o al tormento.
Nhail vio que el líder de un grupo de cuatro verdugos de Suramar estaba leyendo un pergamino a una joven que parecía muerta de miedo, lágrimas calientes y húmedas brotaban de sus ojos rojos e hinchados.
—Por favor, no hagas esto, yo no hice tal cosa. Nunca lo hice. Alguien me incriminó. Por favor, ten piedad—suplicó la mujer.
El líder soltó una risita malvada.
—Lo sé querida. Fui yo quien te incriminó. Mis hombres te dijeron que te mantuvieras al margen de mis asuntos, pero nunca escuchas. Así que tengo que encerrarte porque sabes demasiado, además no puedo dejar que mis cinco años de arduo trabajo sean en vano.
Al oír esto los ojos de la mujer se abrieron desorbitados. Ella estaba sorprendida. Luego la golpeó en el abdomen y cayó al suelo jadeando. El errante lo había oído todo. La ira corría por sus venas. Tenía que detener aquello. Esa escoria tenía que morir
—Entiende tus pensamientos—le advirtió Lilith—No te entrometas. Solo dales la cabeza, toma nuestra recompensa y salgamos de aquí. No necesitamos ninguna atención, debemos mantener un perfil bajo.
Cerró los ojos considerando las palabras del cazador de demonios. Entonces volvió a ver en su mente un recuerdo que todavía lo atormentaba. Vio a una mujer de cabello negro siendo torturada en su celda. Tan pronto como pensó en eso sus fosas nasales se dilataron y su respiración se volvió irregular. Pura rabia recorrió su cuerpo.
—No puedo hacer eso Lilith. No puedo dejarla morir así, ella es inocente. ¿No escuchaste lo que ese bastardo le estaba confesando? Pondré fin a esto. Son escoria, no me arrepentiré de haberlos matado.
Lilith se limitó a asentir. Cuando se acercaron al líder este se volvió hacia ellos y les dedicó una sonrisa repugnante y malvada. Nhail dejó caer la cabeza al suelo. El líder se metió la mano en el bolsillo y sacó una bolsa de monedas.
—Sabía que los pícaros no dejarían pasar la oportunidad de ganar algunas monedas, ¿Eh? ¿Tan dura fue la caza?
—Definitivamente más que la tuya.
La expresión del líder cambió de inmediato. Miró al elfo con el ceño fruncido, le arrojó la bolsa de monedas que recogió y escupió a los pies de los dos amigos. ‘’Gran error’’ pensó. Entonces el líder se dio la vuelta y caminó hacia la mujer. La agarró por la barbilla mientras hablaba con sus hombres.
—¿Por dónde íbamos? ¡Oh, sí! Ahora chicos, antes de que acabemos con ella, ¿por qué no nos divertimos un poco? ¿Qué decís?
Sus hombres aplaudieron y estuvieron de acuerdo. Le dedicó una sonrisa malvada y agarró su barbilla con más fuerza si cabía para lastimarla. La mujer empezó a luchar pero tenía las manos y las piernas atadas. Éste le dio una sonrisa malvada y luego comenzó a acercar su rostro hacia ella para besarla. Nhail miró lo suficiente como para temblar de furia. Sabía que seguramente sería vi0lada al mirar los repugnantes ojos llenos de lujuria de aquellos mi3rdas. Entonces probablemente la torturarán hasta la muerte. Justo cuando vio que el líder de esa escoria se inclinaba para besarla en la boca de repente vio una mano enguantada que le cubría la boca desde atrás. Entonces la mano lo giró y le dio un fuerte puñetazo en la mandíbula. La sangre brotó de su boca y la fuerza del puñetazo lo arrojó unos tres metros de distancia con la mandíbula rota.
—Cierra los ojos ahora—le dijo.
Los otros hombres se dirigieron hacia el errante inmediatamente, los cuales fueron arrojados junto con Draa’h, luego sacó un cuchillo de su bota, agarró a uno de los hombres caídos y le clavó el cuchillo verticalmente hacia arriba en la barbilla para atravesarle el cerebro. Los otros lo atacaron nuevamente pero él los esquivó golpeándoles con una patada a uno de ellos haciéndole caer al suelo. Agarró al otro por detrás y le rompió el cuello. El que fue pateado al suelo se levantó y trató de dar un puñetazo. Nhail lo esquivó fácilmente y luego le cortó la mano con un poderoso corte de una de sus preciadas Myrkur. El hombre aulló de agonía, arrojó el cuchillo que golpeó al hombre en la frente y lo mató instantáneamente.
Se volvió hacia la mujer para desatarla. Dirigió su atención al líder que todavía estaba en el suelo agarrándose la mandíbula. Lo cogió por el cuello y lo arrojó lejos del barro. El líder ahora estaba asustado.
—Morirás en agonía—aquella voz provocó un escalofrío en la columna del líder.
En un instante vio llamas viles surgiendo hacia él por parte del cazador de demonios que no pudo resistir quedarse de brazos cruzados, gritó incluso con la mandíbula rota. Murió quemado, todo su cuerpo quedó profundamente negro por las quemaduras. Nhail caminó hacia la mujer y se inclinó frente a ella instándola a abrir los ojos. Se abrieron por fin mirándolo todavía con miedo.
—¿Estás bien?—La mujer asintió
—¿Quién eres? ¿Y por qué me salvas?—preguntó.
—No importa quién soy. Recuérdame como un extraño que pasa y no quiere hacerte daño. Deberías salir de aquí inmediatamente, otros pueden venir a buscarte. No estás segura aquí. Toma estas monedas y huye hacia algún lugar seguro—lo miró con cara de agradecimiento mientras lágrimas de felicidad corrían por su rostro.
No sabía quién era este extraño y por qué la ayudó. Pero agradeció a su dios por enviarlo a rescatarla. Tampoco creía que todavía hubiera hombres buenos como él por ahí. Sólo atinó a decir:
—Gracias, quienquiera que seas.
Él también asintió y comenzó a alejarse. Luego le preguntó qué era lo que no quería decir, pero le salió antes de que pudiera entenderlo.
— ¿Alguna vez te veré de nuevo?—se detuvo y se volvió hacia ella—No creo que nos volvamos a encontrar. Mantente a salvo y encuentra una manera de salir de aquí.
Recibió la respuesta con una pequeña pero genuina sonrisa triste en su rostro, Lilith y Nhail pronto desaparecieron por los frondosos bosques de Suramar.
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