-Algo morado… Y con ruedas. O bueno… patas. Da igual, que se mueva.
El sonido de dos lápices siendo usados velozmente inundaba el interior de aquella apartada casa dentro de la gran montaña que era Forjaz.
Lalatei se encontraba tirada en la cama boca abajo, con un pijama simple para estar mas cómoda, mientras dibujaba en su cuaderno, como siempre solía hacer.
Normalmente estaría dibujando cualquier cosa que se le pasara por la cabeza, pero esa noche su mente la traicionaba haciendo que dibuje algo bastante concreto.
-Patas… ¿Con largas orejas, bigotes y un cuerpo peludo?
La voz de su hermana gemela la interrogó desde la mesa, al fondo de la habitación en la que se encontraban.
Estaba de espaldas escribiendo sobre unos planos, sentada en una silla que prácticamente parecía un trono.
Giró su cabeza para mirar a Lalatei con una sonrisa bastante cómplice. A pesar de ser gemelas, no eran mellizas, por lo que sus facciones distaban ligeramente entre ambas. Además, su hermana Sairisa solía estar constántemente tiñéndose el pelo y cambiando de extravagante peinado a algún otro más extraño. Ahora tenía un tono verde recogido en un largo moño que casi parecía ser un castillo.
-¿Qué pasa…? -Respondió Lalatei ante el gesto de su hermana. -Ya sabes como va esto, no busco ningun tipo de correlación, símplemente te digo cosas aleatorias…
-No paras de describirme conejitos ¿Algo de lo que quieras hablar?
Lalatei escuchó una risita tras el respaldo de la silla.
-¿Qué estás insinuando…?
Lalatei se incorporó en la cama mirando la silla de su hermana, y esta levantó un mando para que lo viera claramente, presionando un botón.
Tras eso, el roboconejo que había estado sirviendo a Lalatei en sus primeros días en el ejército apareció corriendo esperando órdenes.
-¡Eh! ¡Eso es de Raz, no puedes hacer uso de él así como así!
La silla de Sairisa se giró sobre sí misma para poder mirar directamente a Lalatei.
-Lala, sabes que sé cuando algo te obsesiona, y esto… te obsesiona… -El conejo soltó un pequeño gritito mecánico como a modo de respuesta.
-Claro que me obsesiona ¡Es mi responsabilidad! Raz me lo confió a mi y tengo que estar a la altura.
Durante unos momentos, la habitación quedó en un total silencio. Lalatei bajó la mirada como si se hubiera dado cuenta de que hubiera dicho algo que no debía, y Sairisa se quedó mirándola directamente, esperando algo más, hasta que terminó rompiendo el hielo.
-Otra vez la responsabilidad Lala… No fue tu responsabilidad. Ni tu culpa.
Años atrás, tras el incidente de Gnomeregan, muchos gnomos quedaron atrapados en la ciudad.
Algunos salieron a las horas. Otros, a las semanas. Lalatei, sus hermanos y un pequeño grupo se escondieron en uno de los domicilios de los niveles intermedios algo apartado. La comida era escasa, temían que en cualquier momento otra oleada de gas llegara por los conductos de aire limpio a domicilio y los matara en cualquier momento, o que los seguidores de Termochufe llegaran antes.
Lalatei llegó a ver los efectos directos de la radiación en alguien del grupo quien al poco tiempo comenzó a convertirse en una aberración de pústulas, pus y locura. La imagen de aquel pobre gnomo y su lenta y dolorosa transformación le impidió dormir muchos de los días que estuvieron allí atrapados.
Por suerte para ella y su hermana, Dari, su hermano mayor, llegó a contactar con su equipo de protectores de Gnomeregan antes de que se desmoronara todo, por lo que los pocos que estaban ahí tenían experiencia militar. A pesar de ello casi ninguno se podría llamar veterano a sí mismo. Al igual que Dari, todos apenas llevaban unos años en el ejército y no habían experimentado ninguna situación tan descontrolada como podría ser aquella.
Los días pasaban y el grupo cada vez se reducía más. Un ambiente de pesimismo se integraba en el grupo.
A pesar de que Dari y los suyos se encargaban de buscar comida y mantenerlas seguras, Lalatei vio como su hermana se decaía por completo hasta que el miedo la dominó.
Sairisa comenzaba a llorar sin previo aviso, temblaba y apenas respondía a lo que le decían. Incapaz de soportar ver más a su hermana en ese estado, Lalatei supo lo que debía hacer.
-Sisi… -Le comenzó a decir. -Sé que tienes miedo… sé que crees que no vamos a salir de aquí… Pero te prometo que lo haremos… Te protegeré y saldremos sanas y salvas. Mientras sigamos juntas, no nos vamos a rendir. No vamos a dejar que nadie nos venza ¿Vale?
Sairisa símplemente se abrazó a ella a modo de respuesta, y tras unos momentos, dejó de temblar, asintiendo.
Como si fuera una reacción a esas palabras, Dari apareció con algunos del grupo que habían salido.
-Hemos encontrado una salida. Un ascensor fuera de servicio. Podremos reactivarlo sin problemas y salir a la superficie.
Lalatei sonrió a su hermana y esta le devolvió la sonrisa, algo más segura de sí gracias a sus palabras.
El grupo no tardó en movilizarse mostrando una organización excelente. Dari encabezaba la marcha, mientras que ocho se distribuían simétricamente, dejando a las hermanas en el centro.
A medida que avanzaban, repelieron a Troggs y algún que otro gnomo paria enloquecido por la radiación.
Lalatei trataba en todo momento de evitar que su hermana viera las escenas de muerte que transcurrían a su alrededor, tratando de protegerla a toda costa, pero sus esfuerzos no podían evitar que escucharan las espadas-sierras rasgando la carne de sus enemigos.
-¡Allí está! -Dijo uno de los gnomos señalando al final del largo pasillo.
Lalatei y Sairisa miraron hacia donde señalaba y comenzaron a avanzar con más determinación.
Cuando finalmente llegaron, el grupo adoptó una posición defensiva en la zona mientras uno de los gnomos comenzó a trastear con la consola de mandos del ascensor.
A pesar de tener la salida al alcance de su mano, los troggs aún suponían una amenaza. Algún que otro trogg aparecía tratando de lanzarse sobre ellos, pero aún mantenían una férrea línea defensiva.
-Gracias Lala… -Dijo Sairisa cogiéndola de las manos, aún algo nerviosa. -No sé qué me había pasado… pensé que…
Lalatei la calló negando.
-Te dije que te protegería y te sacaría de aquí. Simplemente necesitabas saber que aún en los peores momentos… siempre hay esperanza…
Sairisa abrió la boca para decir algo, pero justo en ese momento un gran chispazo de la consola hizo que un estruendo comenzara a sonar.
Habían logrado activar el ascensor, pero este estaba en algún piso superior, y haciendo que su descenso fuera horrorosamente sonoro. Cualquiera habría pensado que las propias paredes estaban gritando de agonía.
-¡Preparaos para las oleadas de verdad! -Gritó Dari mientras hacía rugir su espada sierra.
El grupo observó el largo pasillo por el que habían llegado, con unas luces parpadeantes que apenas dejaban nada a la vista, mientras escuchaban el chirrido del metal que provocaba el descenso del ascensor. Solo que… no era solo del metal…
Lalatei abrió mucho los ojos al ver la gran cantidad de troggs que habían acudido ante el ruido, y comenzó a temblar, como si hubiera olvidado sus propias palabras.
Los troggs llegaron en tropel hacia la línea defensiva y los gnomos trataron de aguantar como pudieron, pero eran demasiados. Símplemente, demasiados.
De entre todos los troggs, vio como uno más grande que el resto agarraba a uno de los gnomos protectores y lo lanzaba por los aires hacia la marea invasora, haciendo que apenas en un segundo desapareciera bajo estos.
Luego siguió avanzando mientras las filas gnomicas se rompían.
Dari sacó su artillería pesada, la cual consistía en un rifle de repetición. Probáblemente se recalentaría muy pronto, pero servía para poder mantener al equipo más o menos a salvo mientras se reorganizaban.
Lalatei escuchaba los gritos de agonía de los miembros del grupo que iban cayendo por la marea trogg, sin apartar la vista de aquel monstruo más grande que el resto. Este, a su vez, pareció percatarse de ello, ya que le devolvió la mirada y comenzó a correr diréctamente en su dirección.
Su cuerpo se paralizó completamente y lejos de poder saltar, esquivar, rodar o hacer cualquier cosa, simplemente se quedó ahí parada, temblando.
Quiso cerrar los ojos pensando que iba a morir, pero ni siquiera eso quiso obedecer su cuerpo.
Durante un instante, el corazón de la gnoma se paró, viendo como el trogg pasaba a su lado, pero para su confusión, la ignoró por completo. En su lugar fue hacia algo mucho peor.
El grito de Sairisa hizo que Lalatei volviera en sí y girara su cabeza para observar con horror como el trogg había agarrado a su hermana y la mantenía en el aire.
El cuerpo de Lalatei temblaba sin saber qué hacer o cómo reaccionar. No sabía luchar, no tenía fuerza, no tenía armas, y lo único que veía era como su hermana estaba a punto de morir frente a ella.
Lejos de poder reaccionar, observó como el trogg golpeó contra el suelo a su hermana para luego patearla.
El ascensor llegó justo en el momento en el que el trogg había arrancado una tubería y se disponía a usarla.
La moribunda gnoma apenas pudo moverse cuando recibió el garrotazo.
-¡¡Sisi!!
Lalatei gritó con todas sus fuerzas sin poder aguantar sus lágrimas, y como si fuera algún tipo de respuesta inmediata, una ráfaga de disparos cayó sobre el trogg, haciéndolo prácticamente añicos.
Dari agarró la mano de Lalatei y tiró de esta hacia el ascensor, mientras ordenaba a dos de los gnomos que aún seguían vivos que cargaran a la moribunda Sairisa.
Mientras finalmente ascendían, Lalatei se quedó mirando a su hermana, la cual cláramente estaba al borde de la muerte.
Una imagen que difícilmente olvidaría.
Sairisa miró a su hermana y su silla comenzó a mover sus patas mecánicas para acercarse.
-Lala… sabes que no fue tu culpa. Ni de Dari, ni de nadie.
Lalatei bajó la mirada entrelazándose los dedos de las manos.
-Pero… tú… yo te dije…
Sairisa suspiró y negó.
-Ya lo hemos hablado muchas veces Lala. No fue tu responsabilidad. No tienes que castigarte, y sobretodo ¡No tienes que dedicarme tu vida en compensación!
-No te dedico mi vida… -Replicó Lalatei tímidamente.
-¿Ah no? ¿Y cuándo fue la última vez que saliste a divertirte por ahí, sin que yo te lo haya ordenado explícitamente? ¿Cuándo quedaste con alguien? ¿Cuántas veces te han ofrecido ir a algún sitio con alguien y lo has rechazado porque “tenías que cuidar de tu indefensa hermana”? Por favor, la que no puede usar las piernas soy yo ¡No tú!
-Yo… bueno… ¿cómo sabes…?
Sairisa se pasó la mano por la cara mientras negaba, solo para responderle con un enérgico grito mientras comenzaba a moverse por toda la habitación casi dando saltos usando su silla.
-¡Porque eres un libro abierto para mi! Mírame, puedo andar, puedo saltar ¡Puedo bailar! -Eso último lo dijo mientras rotaba su silla mientras caminaba rápidamente. -Mejor que tú, además…
Lalatei no pudo evitar sonreír un poco al ver a su hermana así y asintió levemente.
-Supongo… que tienes razón…
-¡Claro que tengo razón! Siempre la tengo -Bromeó volviendo a su posición inicial delante de la mesa.
-Trataré de aprender a… bueno… ¿Hablar con la gente?
Su hermana soltó una risita alegre.
-Es un comienzo. Ah, ¡y te prohibo usarme de excusa para esfumarte!
Lalatei asintió volviendo a coger su cuaderno.
-Vale, muy bien… eh… ¿Seguimos…?
-Después de tí -Asintió cogiendo un lápiz de nuevo.
-Mmh…Con alas de plomo.