Lunargenta, la ciudad de los hijos de la Fuente del Sol y las monedas de oro, es el hogar de los elfos de sangre, cuyo líder, Lor’themar Theron, tiene su pequeña reunión matutina con sus mandos de confianza. Mientras el Señor Regente de Quel’Thalas revisa las notas de los últimos informes, el Gran Magister Rommath y Alduron Alasol no pueden evitar mirar hacia atrás y ver que sus malos augurios se han hecho realidad, la primera audiencia del día espera frente a la puerta escoltada por los guapos y altivos soldados de la guardia real.
-Mi Señor,- se inclina Rommath aprovechando que Lor’themar está de espaldas leyendo- creo que se me ha caído la esperanza y tengo que ir a casa a recogerla.- Dice antes de abrir un portal y salir pitando.
-Yo…- dice Alduron- yo… tengo que ir al baño a sacar un poco de valentía.- Se excusa el jefe militar de Quel’Thalas antes de escapar sin hacer ruido.
-¿Cómo?- Se gira Lor’themar, que mira a los lados y ve que ya no hay nadie a su alrededor.- Bueno, pues leeremos el diario.- Dice cogiendo su tacita de café de las mañanas.
El Señor Regente se sienta en su sillón, coloca los pies sobre el reposapiés y le echa un vistazo al diario.
-Cada día los garabatos son más raros.- Dice antes de tomar un sorbo de café.
-Hola, hola.- Se presenta Conjura haciéndole escupir el café como si fuera un sifón.
-¡Conjura!- exclama el elfo- ¡¿Qué haces aquí?!
-Oh, vamos,- le dice ella apoyándose sobre el pecho del Señor Regente- ¿acaso no te alegras de ver a tu antigua novia?
-Nosotros no hemos sido novios.- Se apresura a replicar Lor’themar.
-Detalles, detalles sin importancia.- Responde la bruja abanicando el aire con su mano.
-¿Qué es lo que quieres?- Pregunta el Señor Regente de Lunargenta cruzándose de brazos.
-Verás,- le explica Conjura como quien pide caramelos a la puerta de un asilo- un dragón me quitado mi guarida y quisiera que enviaras tu ejército de fortachones para echarlo.
-¿Y por qué no le pides al adalid que recupere tu guarida?- Sugiere Lor’themar.
-Ya lo hice.- Masculla Conjura llena de rabia.- Pero me pedía a cambio una montura y sin querer lo saqué volando del pantano de una patada en el trasero.
-Pues yo no pienso darte un ejército.- Contesta el elfo de sangre muy serio.
-¡¿Por qué no?!- Se indigna ella.
-¡Pues porque no me da la gana!
-¡Pues si no me das un ejército, quiero el divorcio!
-¡PERO SI NO ESTAMOS CASADOS!- Grita Lor’themar fuera de sus casillas.- ¡Nuestra tropas están centradas en la guerra contra la Alianza, Sylvanas…!
-¡LO SABÍA,- lo acusa Conjura señalándolo con el dedo- TE HAS ACOSTADO CON SYLVANAS!
-¡¿QUÉ?! ¡¡NO!! ¡¡NO!! ¡YO NO ME HE ACOSTADO CON SYLVANAS! ¡Y VOSOTROS QUÉ ESTÁIS MIRANDO!- Les grita a los elfos de sangre que han aparecido de la nada asomándose por todos los rincones habidos y por haber.- ¡LARGO DE AQUÍ!- Los espanta con su mal genio.
-Qué decepción, cómo has podido engañarme, yo en casa con nuestros pequeñuelos.- Prosigue la bruja, pobre víctima despechada.- Pimba,- dice invocando a un diablillo que corre a cogerse a las faldas de Conjura- Tumba,- nombra al segundo diablillo que también se abraza a ella temoroso- y…- aparece un tercer diablillo que se agarra a ella escenificando estar muerto de miedo- comoquieraquesellame.- Concluye con desprecio.
-No pienso caer en esa trampa.- Advierte Lor’themar, que si pudiera, sacaría humo por la boca cual dragón a punto de explotar.
-Oh, vamos querido,-le sonríe Conjura luciendo su arte de la seducción- tú recuperas mi guarida y yo te ayudo con todas esas tonterías de la guerra y la Alianza.- Le propone poniéndole el brazo en la espalda acompañándolo para mostrarle algo.-Deja que te muestre cómo sería ese momento de gloria gracias a mi inestimable ayuda.
La bruja mueve en círculos su mano izquierda y le muestra una visión al Señor Regente. En ella Lor’themar sostiene de forma heroica un unicornio rosa entre sus manos y lo muestra victorioso encaramado en lo alto de un risco con forma de flecha, abajo, derrotadas, las fuerzas de la Alianza se postran ante el alto señor.
-Imagina, - le explica Conjura- todas las razas de la Alianza arrodilladas ante ti: los gnolls, los furbolgs, los nagas y los orcos.
“No ha acertado ni uno.” Se lamenta Lor’themar cerrando los ojos y negando con la cabeza.
-Bueno, qué me dices.- Le pregunta Conjura totalmente segura de haberlo convencido.- ¿Hay trato?
-Como Señor Regente, no puedo abusar de tu generosidad.- Se explica el elfo de sangre.- Pero…
-¡Pumba, deja eso!- Le grita Conjura a uno de sus diablillos que estaba a punto de tocar la cafetera de porcelana.- Los niños, ¿decías?- Le invita a seguir con su frase.
-Decía que…- Intenta proseguir el Señor Regente.
-¡Mamá, mamá!- Se queja otro diablillo.- ¡Esa señora me ha quitado las pinturas!
-¡¿Quién…?!- Se calla la bruja al ver a la enfurecida sirvienta de Lor’themar llena de garabatos y manchas de pintura.- Cosas de niños.- Sonríe Conjura.
-Tú ganas, enviaré a un mago para que te ayude con tu… problemilla.- Accede el Señor Regente.
-¿Qué fácil es la vida, verdad? Tú todo lo solucionas con un mago.- Le echa en cara la bruja.
-¡¿QUIERES AYUDA O NO QUIERES AYUDA?!- Chilla el elfo de sangre exasperado.
-Claro que la quiero.- Se gira ella dándole la espalda indignada.
-¡Pues te aguantas con el mago!- Sentencia Lor’themar.
-Eres el peor exmarido de la historia.
-¡¡QUÉ NO ESTAMOS CASADOS!!- Se desgañita el Señor Regente.- ¡¡QUÉ ALGUIEN SE LA LLEVE DE AQUÍ!!- Ordena con furia.
Al instante aparecen varios guardias de Lunargenta que le muestran la puerta de salida a la bruja.
-Pero bueno, menudo genio. Antes era más simpático.- Se queja Conjura mientras los guardias la sacan a empujones, no sin antes tirarle un beso a su querido Señor Regente Lor’themar.
-¡Los diablillos también, idiotas!- Les chilla a los guardias el líder de los elfos de sangre.
Fuera de la audiencia, Conjura ya se disponía a utilizar su piedra chabola del pantano cuando un misterioso esbirro disfrazado de buzón de correos llama su atención.
-¡Pssst! ¡Aquí, señora Conjura, acérquese!- Dice el buzón.
-Si es para darme una carta, no se moleste, no admito facturas.- Responde la bruja.
-No, no es para darle una carta. El jefe quiere verla.- Puntualiza el esbirro.
-¡Ah, el jefe! Claro, claro.- Asevera ella.- ¿Quién si no?
-¿Conoce al jefe?- Le pregunta el buzón sorprendido.
-Pues claro que no, ¿de quién estamos hablando?- Pregunta la bruja cambiando de tono.
-Pues… del jefe.- Responde el buzón.
Y así podríamos seguir durante horas, querido lector, pero haremos uso de la función de ahorro de diálogos dejando esta parte para la versión sin cortes del escritor.
-Tiene pinta de que tu día termina en una mazmorra horrible.- Le avisa Conjura.
-Mi señor, el comandante pirata Sable, posee una mina de metales y precisa de vuestros malignos servicios para defenderla ante posibles intrusos.
-¿Y qué se me ha perdido a mí en una mina de metales?- Rehúye la elfa de sangre cruzándose de brazos.
-A veces encontramos diamantes y no sabemos qué hacer con ellos.- Comenta el buzón.
-Acepto.
-Así, pues, usad esta piedra mazmorra especial para jefes y presentaos ante el capataz Latigazos.- Les explica el esbirro tirando al suelo una piedra mazmorra antes de desaparecer tras una cortina de humo.
Conjura recoge la piedra mazmorra, la cual lleva una nota de papel atada a modo de instrucciones que pone: “No es de chocolate.”
-¡Diamantes!- Exclama la bruja mientras medita sobre cuál podría ser la causa de dicha nota.
-Sí, mi señora.- Se presenta su fiel pícara apareciendo de entre las sombras de unos arbustos.
-Tenemos trabajo,- le anuncia Conjura- me han hecho una oferta importante.- Añade llena de orgullo.
-¿Hay que aplaudir, mi señora?- Pregunta muy seria su fiel esbirra.
-Por supuesto.- Replica ella.
Diamantes aplaude comedidamente para no caer en la euforia.
-Vamos allá.- Anuncia la bruja usando la piedra mazmorra, el teletransporte solo al alcance de los auténticos jefes de mazmorra.
Conjura y Diamantes aparecen en una sala con columnas y arcos de piedra y un inmenso tesoro de monedas de oro con cofres y cofres desbordados por tanto dinero.
-¡Conjura!- Grita una voz desde arriba.
La bruja y su esbirra miran al techo, en donde el comandante pirata Sable les habla a través de una rejilla metálica.
-¿Qué haces ahí?- Le pregunta el pirata.
-No lo sé, tu piedra mazmorra me ha traído hasta aquí.- Responde la bruja.
-¿No la habrás mordido mientras casteabas pensando que es de chocolate? ¡Ja, ja, ja!- Se ríe el pirata.- No te preocupes, en seguida te subimos.
Y mientras te damos tiempo para ir al baño, querido lector, la bruja ya está junto al comandante pirata Sable lista para empezar su nuevo trabajo.
-¿Qué hacías en la sala del tesoro?- Le pregunta el pirata.
-Pero cómo va a ser eso la sala del tesoro si no hay diamantes.- Contesta Conjura.- Pobretón.- Añade con sorna.
-Este es el capataz Latigazos.- Le presenta Sable a un ogro vestido con una chaqueta larga de cuero oscuro y con el clásico tricornio pirata.- Él te mostrará el lugar y tu puesto de trabajo.
-Hola.- Saluda Conjura con la mano mirando hacia arriba.
-Seguíme, bruja.- Gruñe el ogro caminando hacia la puerta que sale de la gran sala del comandante.- Esto es uno mina de metales poderogros.- Explica el ogro mientras pasan por un pasillo apuntalado con columnas de madera.- Aquí medidos de seguridad importantes mucho.- Le muestra señalando a algunos de los grupos de piratas armados con trabucos y grandes sables.- Esto es el salón de funidición.
-Muy bonito.- Dice Conjura mirando como enanos y elementales funden y limpian la roca que corrompe la pureza del metal.
Saliendo de la fundición llegan a los pasillos de la mina en donde los esclavos pican la piedra vigilados de cerca por guardias armados con grandes alabardas.
-Ahoro llevaros a vuestro despacho.- Le dice el ogro pirata a la bruja.
-¿Cómo es que hay tanta seguridad, Latigazos?- Pregunta Conjura.
Y es escuchar la palabra “latigazos” que los guardias sacan sus látigos y empiezan a fustigar a los esclavos.
-Esperamos un ataque de liberadoros de esclavos.- Responde el capataz.- Pero no preocuparte, Latigazos estar aquí como jefo de seguridado.- Argumenta mostrando una monstruosa hacha de dos manos mientras los esclavos vuelven a ser castigados por los guardias.
-Inspiras muchas confianza…- sonríe la bruja- Latigazos.- Dice provocando un nuevo castigo de los guardias hacia los esclavos.
-Este ser tu despacho.- Dice el ogro dejándola frente a la puerta.
-Latigazos.- Lo llama ella cuando el capataz ya se volvía a sus quehaceres provocando que los guardias saquen nuevamente sus látigos y se ensañen con los pobres esclavos que pican en la mina.- ¿A quién tengo que llamar si necesito algo?- Le pregunta ella con toda la maldad del mundo.
-A Latigazos.- Responde él haciendo que los guardias ya duden de volver a guardar o no los látigos.
-¿A Latigazos?- Pregunta ella provocando alguna baja entre los látigos de los guardias.
-Sí, sí, a Latigazos.- Asevera el capataz mientras los guardias realizan su enésimo castigo sobre los esclavos.
-¡¡YA ESTÁ BIEN!!- Grita un humano harto de que lo fustiguen.- ¡¿QUIERE ENTRAR EN SU DESPACHO DE UNA VEZ, MALDITA SEA?!
-Claro,- responde Conjura sonriente- en cuanto me despida de mi nuevo amigo… Latigazos. ¡JAAAA, JA, JA, JA, JA!- Ríe la bruja malvada entrando a su despacho.
El lugar es enorme, con una gran mesa y una buena silla con cojines de terciopelo rojo, muy cómoda. La sala está llena de estanterías con libros y documentos. Conjura toma asiento y mira a su alrededor.
-Bueno, y ahora qué.- Se dice la bruja.
Pasa el tiempo, pasan las horas y Conjura se harta de dar vueltas por el despacho sin hacer nada.
-¡Diamantes!- Grita la bruja.
-¿Sí, mi señora?- Se presenta la pícara arrodillándose frente a su ama.
-Vamos a dar una vuelta.- Dice Conjura.
-¿Es seguro, mi señora? ¿No os ha dicho el capataz que os quedéis aquí?- Pregunta la esbirra.
-¡Pues claro que es seguro, hay montones de guardias por todos lados!
La bruja sale del despacho seguida por fiel pícara y caminan por los pasillos de la mina hasta llegar a un lugar donde hay una presa subterránea que controla un gran salto de agua.
-Mira cuántos guardias. ¡Hasta tenemos magas y todo!- Le dice Conjura a su fiel esbirra mientras le da unos golpecitos en la espalda a una hechicera.- ¿Quién podría atacar este lugar?
-¡¡ALERTA!! ¡NOS ESTÁN ATACANDO!- Se escucha al otro lado de la presa.
-No pasa nada,- afirma la bruja- está todo controlado.
-¡¡ME DAS ASCO!!- Se escucha gritar al otro lado.
-¿Qué ha sido eso?- Pregunta Conjura.
-Es el guerrero vykrull que lidera nuestras fuerzas al otro lado del río subterráneo.- Responde la hechicera.- Cuando entra en combate suele soltar un grito muy característico.
-¡¡SOY EL MÁS PADRE DE LOS HIJOS DE TU MADRE!!- Se escucha.
-¿No será ese?- Le pregunta la bruja a la chica.
-Eeeh… sí.- Contesta ella.
Al otro lado del puente de madera se ven todo tipo de destellos y fuegos artificiales brillantes y de colorines. El grupo de defensa que hay frente a la hechicera se prepara y…
-¡Madre mía, ¿de dónde sale ese toro?!- Grita Conjura escondiéndose tras la humana.
-Es un tauren, mi señora.- Le dice Diamantes.
-¡¿Seguro que no son dos?!- Pregunta entrando en pánico.
-Ya vienen.- Dice la hechicera.
-¡Eh!- Le llama la atención la elfa de sangre a la humana.
-¿Sí?
-Suerte.- Le desea Conjura sonriendo y alejándose de ella.
Los adalides entablan un desigual combate arrasando al grupo de la hechicera.
-¿Has visto lo que le han hecho a esa pobre chica?- Le pregunta retóricamente Conjura a su fiel esbirra mientras ambas están asomadas tras una columna de madera.- ¡Qué ganas de vomitar tengo!
-¿Qué hacemos, mi señora?
-¡Correr!
Y ambas salen huyendo a toda velocidad, incluso pasan de largo de su propio despacho.
-¡¿Ahora huyes, bruja?!- Les grita el esclavo humano de antes.- En cuanto sea libre haré que me limpies los zapatos.
-Eso será si antes logran derrotar al capataz… Latigazos.- Le contesta la bruja provocando que los guardias castiguen nuevamente a los esclavos.
-¿Nos quedamos a animar al capataz, mi señora?- Pregunta Diamantes.
-¿Pero qué dices?- Se escandaliza Conjura.-Le van a dar una paliza que no lo reconocerá ni su madre. Vayamos a ver al comandante capitán yo-qué-sé ese, él nos sacará de aquí.
Así, mientras los adalides dan buena cuenta del capataz Latigazos, Conjura y Diamantes llegan al trono del comandante pirata Sable.
-Oh, capitán, mi capitán.- Se presenta la bruja.- Tenemos un pequeño problemilla de seguridad.
-Soy comandante.- Replica el pirata.
-Será don nadie como esa gente llegue hasta aquí.- Contesta la bruja señalando la puerta.
-No serán un problema para mis sables: tinieblas piratas y aullidos piratas.- Afirma el hombre seguro de sí mismo.
-Sí.- Responde Conjura totalmente desanimada.- Voto por ello.- Dice dando un ligero puñetazo al aire como gesto de ánimo.
Una fuerte explosión tumba la puerta y Conjura corre a esconderse tras el trono del pirata. El combate es corto, pero da tiempo para que Sable lance poderosos ataques y aumente de poder una, dos y hasta tres veces, quizá cuatro, pero da igual, sus espadas caen al suelo y su cuerpo yace en el suelo.
-Felicidades.- Aparece Conjura aplaudiendo a los adalides.
-¿Tú no eres uno de los jefes de esta mina esclavista?- Le pregunta un monje pandaren.
-No, no,- replica ella- yo estoy aquí para entregar el premio.
-La guía dice que es la segunda jefa de la mazmorra.- Argumenta el sacerdote no-muerto consultado un libro de tapas rojas.
-No, no, te equivocas.- Contesta la elfa de sangre acercándosele.- ¡Diamantes!
-Sí, mi señora.- Se aparece junto a su ama postrándose para ofrecerle el tintero con la pluma de ganso que sostiene con sus manos.
-¿Ves? Aquí pone que entrego el premio.- Le arguye la bruja al no-muerto mientras tacha y reescribe sobre la guía de mazmorras.
-Claro,- dice el sacerdote- en cuanto vimos el despacho vacío nos dimos cuenta de que había algún error.
-Bueno, ¿y dónde está el premio?- Pregunta la goblin chamán impaciente.
-Pueeeesss, el premio essss.- Dice la bruja mientras camina mirando a su alrededor.- ¡Este bonito sombrero!- Alza tras recogerlo del suelo cerca del cadáver del comandante pirata Sable.
-¡Mío, mío!
-¡Lo quiero! ¡Lo quiero!
-Para mí, para mí.
Se pelean los adalides, hasta que finalmente se lo queda el tauren guerrero.
-¿Y la montura?- Pregunta el sacerdote no-muerto.
-¿Qué montura?- Pregunta Conjura.
-Sí, sí,- se apresura a secundar la goblin- aquí debería haber una montura para él, lo hemos pactado.- ¿Verdad chicos?
-Sí, sí.- Responden todos.
-¿Una montura?- Se apura la bruja.- Bueno, quizá… podamos arreglarlo.- Sonríe Conjura con cara de circunstancias.
Ah, el cielo estrellado de la noche, ¿no es acaso una maravillosa transición para un cambio de escenario? Y ahí, en la plaza mayor de Orgrimmar, en la esquina de los elegidos para la gloria, las miradas de cientos de adalides no salen de su admiración y asombro al ver al orgulloso sacerdote no-muerto con su nueva y flamante montura, un cajón de madera que pone: “ESTO ES UN HUNICORNIO.”
PD: Lo siento, no creía que sería tan largo. Espero que nadie se moleste por usar uno de los personajes del juego, creo que no he mancillado su historia dentro del lore.