[Relato Corto] Mecalío

Post publicado originalmente una semana antes en mi blog personal
https://ucerescribe.home.blog/2020/12/03/comision-mecalio/

“¡Encefalomecanización! ¡No más problemas de memoria! ¡No más problemas de golpes! ¡Di adiós al dolor de cabeza! ¡Mecanízate!”

El cartel de aquel escaparate repetía en bucle los mismos mensajes que Grivus había oído una y otra vez, y como tantas veces, el joven mecagnomo se había quedado observándolos, con cierta curiosidad.

—¿Por qué no actualizan los carteles? Ya han sacado tres actualizaciones de la encefalomecanización y no han anunciado nada. Así no hay quien se…

El repentino sonido de un golpe, seguido de un grito ahogado en un callejón cercano hizo que Grivus parara en seco su conversación interna en voz alta.

Sotocachivache no tenía especialmente una reputación de buena zona en la ciudad, pero no era normal ver violencia en la ciudad. ¿Se habrían escapado algunas ratas?

Se acercó al callejón de donde había escuchado aquel grito. Estaba débilmente iluminado por apenas unas luces chisporroteantes y un cartel de neón que, probablemente, alguien habría tirado ahí sin acordarse de apagarlo.

—¿Hola? —Dijo directamente en cuanto entró en aquella calle oscura y apartada.

Dos pares de brillantes ojos azules giraron hacia él, dándose entonces cuenta de que quizás esa no había sido la mejor idea que había tenido en el día.

Tardó unos segundos en percatarse de que había una tercera figura, mucho menos mecanizada que las otras dos, siendo empujada contra la pared por uno de los sujetos. El otro comenzó a acercarse.

—No se mueva. Identifíquese por orden del Rey Mecandria.

La voz robótica del mecagnomo que se acercaba hizo que, en parte, se tranquilizara un poco. Debía de ser un mecasoldado, por lo que no debería de haber ningún problema.

—Eh…No quiero problemas… Solo había escuchado un grito y…

La voz del sujeto apresado surgió como un grito desesperado.

—¡Huye! ¡Van a mecanizarnos por completo a to-…! —La voz calló súbitamente con el sonido de un golpe.

El mecasoldado salió parcialmente de la penumbra del callejón, quedándose frente a Grivus. Pudo ver como ponía el pulgar en el botón de encendido de su mecasierra, sin llegar a presionarlo, justo antes de repetir lo mismo.

—Identifíquese por orden del Rey Mecandria.

—¡Grivus! Soy Grivus —Se apresuró a decir.

El mecagnomo tensó todas las partes que podía de su cuerpo mientras el mecasoldado mantenía la vista en él, sin mover ni un ápice de su mecánico cuerpo.

Escuchó como la mecasierra se encendía y acto seguido, comenzaba a serrar unas piernas de acero y hierro.

—¡No! ¡No me hagas daño! ¡No he hecho nada! —Grivus gritó de golpe casi como un acto reflejo.

Tardó unos segundos en percatarse de que el mecagnomo que tenía delante no había activado su arma, sino que su compañero era quien estaba serrando las piernas de aquel sujeto que tenía agarrado.

El mecaguardia que no dejaba de mirarlo finalmente habló, y por suerte para Grivus, supuso que no le había dado importancia a sus gritos.

—Estas son las nuevas órdenes — Dijo mientras parecía imprimir algo desde su pecho, para luego dárselas directamente a Grivus. —El Rey Mecandria ha ordenado la mecanización total de estos sujetos. Le están esperando General.

Si hubiera podido parpadear a través de sus receptores oculares, Grivus lo hubiera hecho, atónito por las palabras del mecasoldado.

Tras eso, el soldado mecánico automáticamente volvió con su compañero, y se fueron arrastrando a aquel mecagnomo sin piernas.

Tras unos momentos en silencio, Grivus miró la nota que le habían dado.

—Según las fuentes del Rey Mecandria, se han visto a estos individuos siguiendo unas líneas de pensamiento que podrían desatar una visión contraria a la supremacía de nuestro Rey, y por ende, deben de ser mecanizadas por completo evitando un… ¿Desarrollo singular…? Espera… ¿Quieren lavarles el cerebro?

Como si esperara una respuesta, se quedó en silencio un momento, y luego cayó. No querían lavarlos. Querían quitárselos.

—¿¡Y por qué me han dado esto a mi?!

Volvió a mirar la carta.

—Esta operación será dirigida y ejecutada por… el General Grievous de las Fuerzas de Mecandria… Vale. Estoy en un lío.

¿¡Cómo era posible que esas malditas tostadoras se hubieran equivocado y haberles metido en este problema?!

Pensó en pasar. Ocultarse. Irse a su casa y hacerse el loco si le preguntaban. Pero volvió a mirar la carta. Si esa carta no había sido entregada… Quizás pudiera advertir a esos ciudadanos de que los iban a mecanizar por completo.

—Nombres… nombres… —Grivus miró la lista tratando de reconocer alguno para saber por dónde empezar. Apenas le sonaba la mayoría, pero recordó que había una tienda en el Jardín del Maquinista que tenía un nombre similar a … — ¡El bar de Chalmun Dachispa!

En cuanto lo dijo, salió corriendo rumbo a la ciudadela inferior, donde se encontraba el Jardín.

Corrió lo más rápido que sus mecanizaciones le permitían. A medida que ascendía por los niveles y distritos de la ciudad, algunos mecagnomos extrañados y curiosos se le quedaban mirando.

Grivus tuvo la sensación de que debía de haber batido algún récord de velocidad con casi total certeza, e incluso pensó que había sobrepasado los límites de sus mecanizaciones.

Sintió algo de alivio al ver que el bar seguía abierto y no parecía haber rastros de ningún tipo de pelea ni conflicto. Sus esfuerzos parecían haber dado sus frutos.

Entró corriendo y pegando gritos.

—¡Chalmun, los mecasoldados quieren mecanizarte por completo para que no te rebeles!

En cuanto terminó de decir eso, miró el interior del bar y se percató, de nuevo, de que quizás repetir lo que fue su peor idea del día no iba a hacer que mejorara. Los mecasoldados ya habían llegado.

Eran dos, y entre ambos estaban sujetando a la mecagnoma dueña del bar, empujándola contra la pared.

—Creo, que no hacía falta que me lo dijeras. Pero gracias por el aviso, supongo. — Dijo sarcástica la dueña del bar.

—¿Pero… cómo han llegado tan pronto? ¡Tenía la carta del…! —La frase de Grivus fue interrumpida por una voz mecánica.

—Soy el General Grievous. Y este es mi bar favorito de la Ciudadela interior de Mecandria.

Grivus se giró de golpe hacia donde venía la voz, pero solo se encontró con un pequeño altavoz para mensajes programados.

Los mecasoldados imitaron el gesto de Grivus, como si buscaran a su general, cosa que aprovechó Chalmun, arrebatándole una mecasierra a uno, para cercenarle la pierna al segundo, mientras se escabullía.

—¡Corre si quieres vivir! —Gritó la mecagnoma mientras le empujaba hacia fuera.

Grivus comenzó a correr por inercia, siguiendo a la mecagnoma.

—Espera… ¿Tienes un mensaje grabado del General que te quiere matar diciendo que recomienda tu bar…?

—Vivo en el distrito más cercano a la Alta Trastería ¡Tendría un mensaje del Rey Mecandria si pudiera! ¿Sabes cuánta clientela me atrae ese mensaje?

—¡Pero te quiere matar!

—¿Buscamos una salida o nos quedamos hablando de técnicas de márketing mientras nos matan a ambos?

Mientras corrían, escucharon como los repiqueteos metálicos en el suelo de contrachapado iban en aumento. Probablemente les persiguieran tres o cuatro mecaguardias de la zona que se habrían unido a su búsqueda durante su huída.

—¡Vale! ¡Tengo un plan! —Gritó finalmente Grivus mientras corrían entre calles y pasillos. — ¡Subamos por el robotódromo! ¡Podremos salir al exterior y luego…! No sé, buscar un lugar donde vivir, nuevos amigos, familia… ¿Estás soltera?

—Robotódromo, vale. Sé un camino rápido desde Entrañatecnia. Solo tenemos que bajar esta calle y entrar por el compartimento de mantenimiento.

Grivus asintió y corrieron como si les persiguiera el mismísimo Rey Mecandria en persona.

La calle en aquella zona estaba algo más desierta, probablemente por el hedor que subía del sistema de alcantarillado, o por el otro hedor que bajaba por el compartimento de materiales orgánicos desechados. Cuando llegaron al final de la calle, vieron los tres enormes conductos cerrados de par en par.

—¿¡Qué?! —Chalmun no pudo evitar gritarlo, mirando la pared.

—¡¿Qué que?!

—¡Aquí debía de estar el compartimento! ¡Es como si hubiera desaparecido!

La mecagnoma se quedó tocando la pared, tratando de buscar algún compartimento oculto de alguna parte.

Grivus miró el resto del lugar. Era un callejón sin salida. Esperando encontrar una vía de escape, se habían acorralado completamente.

—Vale, no parece que tengamos muchas opciones… — Chalmun golpeó la pared frustrada y se giró hacia el mecagnomo. —Bueno, si vamos a morir aquí, al menos dime cómo te llamas.

—Ah, si. Entre tanta persecución y correr no me he presentado. Me llamo Grivus.

—¿Cómo el general que quiere matarnos?

—¿Qué? Yo no he elegido mi nombre, ni el suyo. Hoy he descubierto que los nombres parecidos existen. ¿Quién iba a imaginarlo?

—¿Eso significa que ni si quiera puedo maldecir el nombre de ese general porque también estaría maldiciendo casi el tuyo?

—Siempre puedes maldecir el nombre del Rey Mecandria.

—Sí, supongo que tienes razón. ¡Maldito seas Rey Mecandria!

—Ha sonado bien.

—Mejor de lo que me esperaba, la verdad.

Tres mecasoldados con mecasierras encendidas llegaron para poner fin a la conversación.

Grivus miró a los mecagnomos mientras se preparaba para defenderse como pudiera.

—Bueno, al menos han sido unos últimos momentos… ¿Interesantes?

—Ridículos. —La voz tajante y rígida que había escuchado en el bar sonó detrás de los mecagnomos soldados.

El mecagnomo tenía unas mecanizaciones parecidas a la del resto de mecaguardias, pero sus tonos eran diferentes, además de que parecía, de alguna forma, tener una mirada más “orgánica” dentro de los azulados focos que eran sus ojos. Casi parecía que aún mantenía parte de sus globos oculares.

El General pasó entre sus soldados, poniéndose delante de estos para ver a los dos fugitivos directamente.

Grivus, de nuevo, habló sin pensar.

—Eh… ¿Qué tal?

—Tenéis dos opciones. — Ignoró el comentario de Grivus y símplemente continuó tajante. —Rendíos y vuestra primera mecanización será los receptores del dolor para que el resto del proceso sea indoloro. O no os rindáis, y me encargaré personalmente de que cada trozo orgánico de vuestros cuerpos sea una agonía de la que queráis deshaceros por todos los medios posibles. La elección es vuestra.

—¡No nos rendiremos! —Espetó Chalmun.

—¿Ah no? Quiero decir ¡Eso! ¡Nunca!

El general se quedó firme, mirándolos.

—Habéis tomado vuestra elección. ¡A mi orden!

El general levantó una mano y los mecaguardias se pusieron firmes, con sus armas encendidas, preparados para abalanzarse a por ellos.

Grivus habló en voz baja.

—Bueno ¿Cuál es el plan?

—Despedazarlos antes de que nos despedacen.

—¿¡Qué?! ¡Pensé que tenías un plan! ¡¿Por qué los has provocado entonces?!

La mecagnoma sonrió.

—Porque si vamos a morir, que al menos sea divertido.

Grivus se quedó mirando a Chalmun con la boca algo abierta, atónito por la respuesta, aunque apenas unos segundos después, soltó una carcajada.

—¡Ja! Estás loca ¡Pero sí! ¡Vamos a morir dando caña!

—¡Atacad! —El General dio la orden y los mecasoldados comenzaron a correr hacia ellos.

—¡Nadie va a morir hoy! —Una voz desde debajo del suelo resonó. —¡Usa esto!

Grivus no se dio cuenta hasta que un extraño brazalete salió de las rejillas del suelo.

Sin pensárselo mucho, se lo puso, y una vez lo vio en su muñeca, se percató de lo que era.

—¡Es una omniherramienta!

Conectado a su brazo, la herramienta rápidamente desplegó un escudo de energía alrededor de su brazo, poniéndolo frente a las mecasierras, haciendo que un enorme chispazo de energía repeliese a los tres mecaguardias.

—¡Sujetaos! —Gritó de nuevo la voz.

Grivus y Chalmun se miraron sin saber exactamente a qué sujetarse.

—¡No dejéis que esos fugitivos huyan!

Los mecasoldados dieron unos pasos hacia delante, pero tras un par de estos, pararon en seco.

Extrañados, miraron al suelo percatándose de que eran completamente incapaces de poder mover los pies.

—Error en los servos inferiores. Procedimiento interrumpido. —Dijo uno de los guardias antes de girarse a su General. —Algo nos ata al…

La placa de metal del suelo crujió por un instante, y acto seguido cayó de golpe hacia la pasarela subterránea que había justo debajo, junto a los mecasoldados y el General.

Del enorme socavón abierto, salió un mecagnomo con un extraño monóculo.

—¡Vamos! ¡Ahora o nunca, seguidme!

Grivus y Chalmun bajaron agarrándose en la rejilla que tenían justo debajo, descendiendo a la pasarela inferior.

—¡Hey! ¡Gracias por la ayuda!

El mecagnomo que los había salvado ya les había dado la espalda y se acercaba a una tubería abierta.

—Charla luego. Ahora huir. Nos van a seguir en nada.

Grivus miró un momento hacia atrás y se percató de que, efectivamente, los mecasoldados se estaban empezando a incorporar.

—Tú mandas.

Sin pensárselo demasiado, se metieron dentro de la tubería abierta. No era demasiado grande, por lo que tenían que ir de uno en uno, quedando Grivus atrás.

—La idea de huir parecía mejor antes de saber qué olor tendría… —Chalmun se quejó mientras avanzaba.

—Por lo menos tú sabes que no te pueden serrar por la espalda… —Mientras decía eso, Grivus no podía evitar mirar hacia atrás.

El gnomo del monóculo habló sin girarse.

—Este camino nos llevará a la superficie. No es el más agradable pero es el más seguro.

El sonido de los pasos robóticos de los mecaguardias hizo que Grivus empujara a Chalmun para meterle prisa.

—¿Estás seguro? Casi los tenemos encima.

Grivus no escuchó ninguna respuesta, que junto a los ojos azules de los guardias que ya vislumbraba apenas a unos metros de él, solo le indicó que esto no iba a acabar bien.

Preparó la omniherramienta de nuevo, pero esta vez no se activó.

—¡No! La omniherramienta está sobrecalentada.

—Normal, los campos de energía holográficas están pensados para aguantar escenhologradías, no mecasierras reales. Mucho es que haya aguantado antes.

—¡No ayudas Chaldum!

Los mecasoldados estaban a punto de llegar a ellos. Encendieron sus mecasierras y el primero la adelantó.

—¡Ya están aquí!

Grivus hizo el amago de encender la omniherramienta de nuevo, pero aún seguía recalentada.

Aún así, ninguna mecasierra llegó a él.

Los mecasoldados se habían caído al suelo de golpe, y parecían haberse quedado pegados.

—¡Superpegamento!

El gnomo del monóculo miró extrañado a Grivus.

—No, claro que no. Pero sí un superimán. Iremos más lentos, pero ya os lo dije, este era el camino más seguro.

Grivus suspiró con alivio y se giró para seguir caminando. El imán hacía que le costara mucho más dar cada paso, pero parecía estar calibrado de tal forma que solo afectara a los guardias, probáblemente por el alto número de mecanizaciones.

—¡No escapareis de las órdenes del Rey!

Sujetándose con todas sus fuerzas, el General levantó una mano apuntando a Grivus.

En un principio, Grivus pensó que simplemente estaba rabioso sin más, y era un grito desesperado, pero de un instante a otro, vio como su mano se dividía en dos, y la segunda era disparada de golpe hacia él, como si fuera algún tipo de gancho incorporado.

Apenas tuvo tiempo para reaccionar, y la mano de solo dos dedos se enganchó en su cuello de golpe, empujándolo hacia el general y tirándolo al suelo.

—¡Las órdenes del Rey son inexorables! ¡Su voluntad será cumplida!

Grivus trató de quitarse la mano de su cuello como pudo, pero estaba firmemente agarrada y tirando. Tenía que cortarla de alguna forma.

—¡M-meca…mecasi…Mecasi…!

—¿¡Meca qué?! ¿¡Mecasí?! ¿Qué es un mecasí? —Chalmun parecía bastante desesperada tratando de adivinar lo que quería decir Grivus.

—¡Meca…sie…! —Grivus trató de gritar con todas sus fuerzas, pero el aire apenas pasaba por su garganta. Por un instante, el recuerdo de haber rechazado el pack de encefalomecanización junto a la mecavocalización le vino a su mente.

—¿Que quieres una mecasiesta? ¡¿Ahora?!

Desesperado, Grivus agarró la cadena que tiraba de él, y trató de tirar del General. Ambos tiraron cada uno desde su extremo, pero cláramente Grivus no iba a tener fuerza suficiente mientras seguía siendo ahorcado.

En un intento desesperado, volvió a tratar de encender la omniherramienta, y esta vez, sí que terminó activándose.

El holoescudo de energía cercenó de golpe la mano de Grievous, haciendo que este cayera de espaldas en el suelo de la tubería, totalmente imantado, sin poder levantarse, mientras Grivus caía encima de Chalmun, quitándose la ahora inerte mano cercenada del general del cuello.

Antes de que Grivus pudiera reprocharle algo a Chalmun, el mecagnomo del monóculo habló.

—¡Aquí! ¡Estamos a salvo!

Dio un golpe a la tubería, y una de las paredes se abrió, mostrando una compuerta.

Un cegador brillo exterior cegó por un instante a Grivus, quien salió de la tubería casi por instinto.

En cuanto sus ojos se adaptaron a la luz exterior, pudo ver a lo lejos una pequeña ciudad, creada con chatarra y partes de piezas abandonadas.

El mecagnomo volvió a hablar mientras cerraba la tubería una vez los tres estaban fuera.

—Disculpad que no me haya presentado. Soy Walton Furiapiñón y bienvenidos a la Resistencia de Pernoóxido.

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  • beep * El plan de P.A.D.R.E. se puso en marcha. Nueva misión: exterminar a quienes se opongan a la voluntad mecanizadora del sagrado Rey Mecandria. * beep *
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