Es la hora del desayuno en la guarida oscura y secreta y el huarguen, recién capturado y atado a una correa, babea solo de pensar en zamparse a los dos gnomos colgados bocabajo por el pie derecho, que se abrazan temerosos a escasos metros de él. En la lúgubre sala principal, sentada en el solio, Conjura degusta el té del día gracias a su taza oficial del Club de Té de Lunargenta. Esto sí es publicidad gratuita.
-El diario, mi señora.- Anuncia Diamantes apareciendo de entre las sombras para ofrecerle un pergamino enrollado.- Recién publicado en Orgrimmar.- Añade.
-Buen trabajo.- Responde la bruja cogiendo el pergamino.
La elfa de sangre desenrolla el diario y le echa una ojeada. Conjura frunce el ceño, sus ojos se concentran, sus labios se apretujan; primero aleja el documento estirando sus brazos, después lo acerca recogiéndolos y finalmente baja ligeramente los párpados poniendo su cara más seria.
-¿Sabes lo que significa esto?- Le pregunta retóricamente la bruja a su fiel secuaz levantándose de su trono.
-No, mi señora.- Responde Diamantes por cortesía.
-¡Pues significa que los tauren y los orcos no saben escribir!- Grita arrojando el diario con rabia contra el suelo.- ¡¿Quién podría descifrar esos garabatos?!
La bruja se recoloca sus cabellos dorados y recupera la compostura mostrándose altiva como si nada hubiese pasado.
-¿Diamantes?
-Sí, mi señora.- Se arrodilla la pícara elfa de sangre.
-¿Está el espejito mágico castigado tal como ordené?
-Totalmente de cara a la pared y en el rincón de pensar, mi ama.
-Soy alucinante.- Se dice sonriendo de brazos cruzados embelesada consigo misma.- Bien, bajemos a la cámara secreta.
Imagina ahora, estimado lector, a un trío de murlocs con sombreros de copa bailando sobre un escenario, tropezando entre sí y terminando la actuación a puñetazos. ¿A caso podría haber una escena mejor para ocultar la entrada secreta a la cámara secreta? Y es que dicha cámara es un lugar siniestro cuya iluminación se enfoca en el centro de la sala, lo cual hace tropezar a la dueña haciéndola caer de bruces.
-¿Quién ha dejado este cañón tirado por el suelo?- Se queja la bruja antes de patearlo y dar saltos de dolor acompañados por sus correspondientes gritos de lamento.
Resuelto el afer del cañón de la indefensa ala oeste, Conjura se coloca en el centro de la sala y quita una lona de tela que cubría un viejo armario de una sola puerta. La orgullosa nueva propietaria de este ropero se ríe del cartel de madera que pone “Descuento por mala magia” y arroja el aviso rompiendo varias piezas de su colección de copas de cristal.
-¿Por qué soy tan desordenada como mi madre?- Se lamenta casi llorando.-En fin,- se dice recuperando el ánimo- ejecutemos mi plan maestro. Conjuraré este armario mágico para que traiga ante mí a todos aquellos que posean todo tipo de diamantes y piedras preciosas. Y una vez los tengamos delante… ¡les arrebataremos sus joyas!- Exclama ansiosa antes de soltar su risa más malvada.
Tras revisar el estado correcto del armario, la bruja llama a su indigna esbirra.
-¡Diamantes!
-¿Sí, mi señora?- Responde esta apareciendo de entre las sombras.
-¿Tienes al murloc?
-Aquí lo tenéis, mi señora.- Le muestra la pícara sosteniendo al pequeño murloc por una pata.
-Bien, ponlo frente al armario y que empiece a bailar.- Le ordena la bruja mientras ella se coloca frente al ropero para recitar el conjuro de activación.
El murloc se levanta del suelo y se queda mirando a la bruja.
-¿Mgrlr?
-¡¿A qué esperas?!- le grita Conjura al pobre murloc- ¡baila! ¡Baila maldito, baila! ¡JAAAA, JA, JA, JA, JA!- Ríe con ese tono malvado con el que solo los auténticos villanos son capaces de reír.
El pobre bicho, que no sabe dónde se ha metido, empieza a bailar, desacompasado, porque no hay compás que seguir, y moviéndose de forma temblorosa y dubitativa.
-¡Diamantes!
-¿Sí, mi señora?- Se apresura a aparecer la pícara.
-¡Amenázalo, qué baile con alegría!
-Enseguida, mi señora.- Responde Diamantes sacando su daga para acercarla al cuello del murloc, el cual empieza a bailar con más entusiasmo.
-Y ahora sonríe.- Le ordena la bruja al murloc, que fuerza su sonrisa de tal forma que parece que se hubiera metido un barco en la boca.- ¡Sonríe maldito, sonríe! ¡JAAAA, JA, JA, JA, JA!- Ríe con maldad Conjura haciendo caer un rayo sobre el campanario de su guarida secreta. Porque sí, querido lector, hay un campanario.
Haciendo gala de los viles efectos mágicos de la brujería, Conjura recita las palabras mágicas y el ropero se hunde en el círculo oscuro que cubre su suelo hasta desaparecer del todo. Al cabo de unos segundos el mueble emerge con un par de alas demoníacas a los lados. La transformación se ha completado y el armario ya está preparado para funcionar.
-¡Aparta!- Grita Conjura quitándose de en medio al murloc de una patada.-Bien, mi querido armario mágico, ahora quiero que traigas ante mí diamantes enanos con forma de caballo.- Le ordena al armario muy segura de sí misma.
-¿No es una petición demasiado compleja para un armario mágico, mi señora?- Le pregunta Diamantes apareciendo arrodillada a sus pies.
-No, no, se le puede pedir cualquier cosa.- Afirma la bruja con total tranquilidad.
La elfa de sangre coloca su mano en el centro de la puerta y conjura un pequeño remolino de magia vil que provoca una pequeña explosión dejando una ligera capa de humo. Al instante se abre el armario desde dentro y aparecen un enano con una corta barba de cabello negros acompañado por un hermoso caballo blanco.
-¡Vaya!- Dice el enano mirando a su alrededor mientras sale del ropero seguido por su montura.
-¿Pero quién es este señor?- Pregunta Conjura totalmente desconcertada.
-Hola,- saluda el enano- me llamo Mantes y este es mi caballo, Dia.
-No me lo puedo creer.- Se dice la bruja llevándose la palma de la mano a la cara.
-¡Ha, ha, ha!- Ríe el enano.- No te preocupes, os construiré un muro si me dais una esposa.- Afirma orgulloso de su propuesta.
-¿Cómo?- Dice Conjura descolocada.- ¿Pero-pero dónde va a construir un muro este señor?- Pregunta mirando a todas partes como buscando a alguien que le responda.- ¿Y por qué? ¿Por qué va a construir un muro?
-¿Qué hacemos mi señora?- Le pregunta Diamantes a su ama.- ¿Construimos el muro?
-¡NO! ¡Llévatelo!- Grita la bruja.- ¡Sácalo de aquí antes de que construya el muro!- Ordena fuera de sí.
La pícara se lleva al enano y al caballo empujándolos hasta la puerta de salida y la bruja dirige su fría mirada hacia el armario.
-Segundo intento.- Dice la bruja.- Tráeme un diamante único en el mundo.- Le ordena antes de ejecutar el conjuro y abrir ella misma la puerta del armario.
-Hola, me llamo Diamond y soy el adalid. ¡Ha, ha, ha!- Ríe el paladín humano alzando su heroico mentón con aires de grandeza.
“¡BLAM!” Portazo en los morros.
-¿Y por qué se ríe todo el mundo?- Se pregunta la elfa de sangre cerrando su puño con rabia.- No lo entiendo.
La bruja chasquea sus dedos y ocurre una pequeña explosión en el interior del armario que devuelve al adalid a su expansión favorita, porque sí, estimado lector, el adalid va a donde le da la gana.
-Probemos otra vez.- Masculla Conjura, que empieza a exasperarse.- Querido armario,- le sonríe al trasto como si dos diablillos disfrazados de querubines le forzaran la sonrisa- quiero el mejor juego de diamantes de todo Azeroth.
Nuevamente la bruja vuelve conjurar el armario, salta el humo de la explosión y abre de nuevo la puerta expectante.
-Saludos mis pimpollos.- Se presenta un diablillo con una baraja de cartas en las manos.
-Oh, no.- Dice la bruja disgustada.
-¡Mi querida Conjura!- exclama el diablillo guiñándole un ojo y haciendo saltar por los aires un montón de naipes.- ¿Una partidita?- Le ofrece mostrándole una nueva baraja de cartas aparecida por arte de magia.- Tengo un juego de diamantes espectacular.- Le dice mostrándole un abanico de cartas en donde todas son del palo de diamantes.
La bruja agacha la cabeza y cierra los puños, su ira está a punto de explotar.
-¡Ha, ha, ha! ¡Yo te acepto esa partida!- Dice Mantes acompañado por el murloc y el caballo.
-¡¿Pero todavía está este señor aquí?!- Alza la voz Conjura.
-¡Ha, ha, ha! Es que no encuentro la salida.- Responde el enano con todo jovial.
-¡¿Será posible?!- Se exalta la elfa de sangre con la tensión.- ¡¡Diamantes!!- Grita la bruja muy enfadada.
-¿Sí, mi señora?- Responde Diamantes saliendo del armario mágico.
-El bote de pintura.- Pide Conjura con un tono de aparente calma.
-Aquí lo tiene, mi señora.- Dice la pícara sosteniendo con ambas manos un botecito de pintura roja con un pequeño pincel dentro.
La malvada y vengativa bruja coge el pincel y se sitúa frente a uno de los laterales del armario mágico, entonces, con toda su rabia y, milagrosamente, sin faltas de ortografía, escribe: “FEO”. Y una vez ha terminado, la triunfante elfa de sangre se sacude las manos dando suaves golpecitos arriba y abajo palma contra palma.
-¡Apartaos!- Les grita a todos, que corren a situarse detrás de la bruja.- ¡Armario, quiero la mayor colección de diamantes del mundo! ¡Vamos!- Le ordena al armario lanzando una poderosa espiral de magia vil adornada con diamantes viles que danzan a su alrededor.
Tras la canónica explosión que indica que el conjuro ha funcionado, la bruja abre la puerta del armario. Nadie, pero el interior está más oscuro de lo normal, muy muy oscuro.
-¿Hola?- Dice Conjura asomándose un poco.
De repente aparecen un par de ojos siniestros que emiten una luz amarilla. Unos ojos que se hacen cada más y más grandes hasta que las fauces de un dragón se asoman por la puerta del armario mágico.
-Oh, oh.- Dice la bruja cada vez más preocupada mientras los demás se esconden detrás de ella asustados.
-¡Por fin nos encontramos cara a cara, Conjura!- Exclama el dragón sacando medio cuerpo de un armario que se va deformando mágicamente para dejarlo salir.- ¡Ahora YO seré, el mayor coleccionista de diamantes de TODO AZEROTH!- Anuncia antes de soltar una pequeña llamarada de advertencia.
-¡Maldito Aladiamante!- Se le encara la bruja alzando el puño.- ¡Los diamantes son MÍOS!- Grita con energía antes de que una llamarada le chamusque la cara y le quite las ganas de discutir.- O quizá no.- Rectifica antes de sacar un suspiro de humo negro por la boca.
-Has cometido una gran imprudencia trayéndome hasta tu castillo.- Le dice el dragón preparándose para atacar.
-¡Eh, esto no es un castillo!- Lo corrige Conjura.- Esto es una mansión-templo-biblioteca con mazamorra y cámara secreta incluidas.- Añade orgullosa antes de cruzarse de brazos.
-Sí, y ahora es mía, junto a tu colección de diamantes, que unida a la mía, me convertirá en el poseedor de la más grande colección de diamantes del mundo. ¡Despídete de MIS diamantes, bruja!
Aladiamante arquea el cuerpo preparándose para lanzar la madre de todas las llamaradas.
-No pasa nada,- dice la bruja muy tranquila- usaré mi piedra guarida y huiremos de aquí.
-Mi señora.- Dice Diamantes.
-¿Sí?- Responde ella.
-Esta es nuestra guarida.-
-Eeeeeh… sí.- Sonríe conjura por aquello de no dejar desnudo su descuido.-Bien visto Diamantes, bien visto.- Añade levantando y balanceando su dedo índice.- Pues entonces… ¡Bomba de humo!- Grita alzando los brazos mientras su cara luce su mueca triunfante.
Diamantes lanza una bomba de humo y el dragón detiene su ataque. En poco rato la niebla se va disipando. Aladiamante va recuperando la visibilidad lentamente y cuando queda poco humo ve que Conjura todavía está ahí con los brazos alzados y con su mueca triunfante.
-Mi señora.- Le dice Diamantes a su ama al oído.
-¿Sí?- Responde Conjura girando la cabeza hacia su esbirra.
-La bomba de humo es para salir corriendo.- Le explica la pícara.
-¡¿En serio?!- Se escandaliza la bruja.
Y de un poderoso coletazo el dragón los saca a todos volando de sus nuevos dominios y los envía al lodazal del pantano.
-¡¡ESTO NO QUEDARÁ ASÍ!!- Grita Conjura alzando el puño con ganas de venganza desde el charco de barro sobre el que se encuentra sentada.
-¿Queréis que os traiga vuestro medallón de la suerte para consolaros, mi señora?- Pregunta Diamantes.
-¡Da igual! Me consolaré imaginando la cara de los Amani en la próxima reunión de vecinos.
PD: Se dice que segundas partes nunca fueron buenas por la dificultad de igualar o superar el nivel de la primera, así que he recortado el texto, aunque quizá no lo suficiente. Seguro que había mejores bromas pero no se me ocurrieron, sorry.