La lluvia caía implacable sobre el campamento, mojando a los valientes soldados que aguardaban pacientemente una orden. El graznido de un cuervo sonó en la lejanía.
Los generales del Clan Sangrefilo, Bakor y Rograk, montaban sobre sus lobos encabezando el regimiento. Unos metros delante de ambos, justo enfrente del portón, estaba Gromdak, sobre su enorme y fiel lobo. Estaban vestidos para la batalla.
Las gotas de lluvia corrían por las cicatrices del rostro del aguerrido líder, mojando también su pecho desnudo y cubierto de viejas heridas. Una poderosa hacha pendía de su espalda, a la espera de entrar en combate. El caudillo se dio la vuelta. Sus ojos ambarinos escudriñaban el horizonte, y alzó la voz para motivar a sus guerreros.
-¡Hermanos del Clan Sangrefilo!- gritó.- Hoy saldremos victoriosos… o moriremos.
Los orcos vitorearon y soltaron gritos de guerra mientras alzaban sus armas al cielo.
Hacía unos días que habían recibido unos informes preocupantes. Un grupo numeroso de miembros de la Alianza, compuesto principalmente por kaldorei y humanos, se había asentado en los Baldíos y habían acabado con varias patrullas y caravanas de suministros que llevaban provisiones al frente de Costa Oscura. Había que hacer algo.
A la señal de Gromdak, los peones tiraron de las largas cadenas y abrieron el portón. En cuanto hubo sitio para pasar, el caudillo orco levantó su hacha sobre la cabeza y espoleó a su lobo para partir a los Baldíos. Tras unas horas, llegaron a su destino y el Jefe se apresuró a planear la estrategia. Dividió a su grupo en tres más pequeños y mandó a dos de ellos con sus generales, para que atacaran por los flancos. Él se quedó con el grupo más numeroso para atacar de frente. Llevó a su grupo hasta el risco más cercano y tocó su cuerno para llamar la atención del grupo de invasores.
-Escuchad, escoria de la Alianza.-gritó Gromdak.- Estáis rodeados. Rendíos o morid.
Por respuesta, uno de los humanos dio una orden en común y los soldados se prepararon para resistir. Acto seguido lo miró con odio y desenvainó su espada.
-Muy bien. Habéis escogido la muerte.-dijo el caudillo mientras asía su enorme hacha.
Una vez más, Gromdak se llevó el cuerno a los labios y tocó dos veces, recibiendo dos respuestas de sus generales. Alzó su hacha y gritó con entusiasmo mientras cargaba.
-¡Por la Horda! ¡Por los Sangrefilo! ¡Lok’tar ogar!
El ejército completo se lanzó a por los invasores, que se dispusieron a resistir la embestida. Fue en vano. El grupo de Bakor cargó contra las defensas, que fueron destrozadas en cuestión de segundos. Por su parte, Rograk danzaba con maestría, asesinando a todo aquel que se cruzaba en su baile mortal. El caudillo luchaba como no lo había hecho en meses, desgarrando y arrancando miembros de sus enemigos.
Varias centinelas se lanzaron por la espalda a por uno de sus chamanes, que curaba a varios guerreros heridos. Sin embargo, no llegaron a tocar al sanador.
-¡Ratas cobardes!-gritó la voz potente de Bakor mientras se lanzaba a por las kaldorei y las mataba con ayuda de varios experimentados guerreros.
Pese a que la victoria parecía cercana, las cosas se torcieron en pocos segundos. Las bajas aliadas comenzaban a ser preocupantes, y los invasores habían adoptado una actitud completamente defensiva. Sólo quedaba un grupo reducido de élite, liderado por un humano y una elfa que parecían ser los comandantes del asentamiento.
Gromdak soltó un terrible chillido, que hizo encogerse de terror incluso a los comandantes durante unos instantes, y cargó directamente contra la elfa. Ella, por su parte, desenvainó un par de largas dagas y se lanzó a por él. El orco paró el embate de la centinela con el filo de su hacha y le dio una patada que la lanzó varios metros hacia atrás. Sin embargo, se recuperó pronto y volvió a por él, que esquivó el golpe de la kaldorei y balanceó su hacha, que cortó limpiamente la cabeza de la invasora.
No podrían aguantar este ritmo mucho más. Tomó una decisión. Tocó el cuerno y miró a Bakor directamente. El general, incrédulo, asintió con resignación y se llevó el suyo a los labios. El largo quejido del cuerno de guerra llamó la atención de los orcos.
-¡Retirada!-gritó Bakor.- ¡Retirada!
Cuando sus guerreros se hubieron retirado, Gromdak miró a los atacantes con odio y llamó a su lobo, que acudió a él en pocos segundos. Montó en él, y cargó.
-¡Lok’tar ogar!-gritó el caudillo orco mientras saltaba del lomo de su montura.
Cayó en el centro de la formación enemiga y comenzó a girar a una velocidad pasmosa, mientras destrozaba a sus enemigos con su hacha. Sin embargo, los refuerzos no paraban de llegar. El orco tomó aire… y soltó otro grito mientras cargaba.
3 «Me gusta»
Me he equivocado de personaje, es con este con quien tenía que haberlo puesto.