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Dicen que eres un orco tosco. Bebedor de ron, juerguista en tus ratos libres. Y que aspiras a tener un barco. - La odiosa voz del goblin sonaba sibilina. Estaba sentado frente a Kalgosh, quién pacientemente desde su humilde despacho le escuchaba sin mover un sólo ápice de las facciones de su rostro. Estaba midiendo palabra por palabra que salían de esos labios víperos verdes con una paciencia inaudita. Después de una leve pausa, se dispuso a hablar.
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Señor Gollyx, ¿ese es tu nombre, verdad?- La voz gutural del orco sería de agradecer para cualquier oído que hubiese estado en la estancia soportando la chirriante voz del goblin.- Los asuntos en los que emplee mi tiempo libre no son de tu incumbencia.
El orco era alto, aunque se conservaba en la media de los de su raza. Su musculatura reflejaba un constante exposición al sol, un verde que a ratos se apreciaba tostado por el clima. Sus ropajes eran sencillos, algo harapientos debido a una vida que le permitía el tiempo justo y necesario para pensar en ropas o sedas. Pero lo que más cabía destacar del orco es que tenía una única mano. En la restante, allá donde debería de encontrarse otra, únicamente se podía vislumbrar una afilada cuchilla.
A la leve luz del candil de la estancia que se posicionaba entre ambos conversantes, el acero de la hoja bramaba bravo, como si de reciente fabricación se tratase.
El goblin, ante la respuesta cortante del orco, observó su arma.
- ¿Cómo perdiste esa mano, Kalgosh?- El goblin le señaló a la susodicha.
Kalgosh se incorporó dejando escapar un quejido lastimero y ahogado al hacerlo, como si la situación se le estuviera haciendo más tediosa de lo que realmente podía y quería soportar.
Dio un par de pasos por arena del lugar y observó, manteniéndose en silencio unos instantes.
Estaban en un campamento improvisado en unas costas que aún no había calificado como vírgenes. En una de sus travesías, se hubieron desviado durante días, incluso semanas, hacia el noroeste. No estaban demasiado seguros de dónde se encontraban con exactitud, pero el clima era cálido. Se aseguraba a afirmar que incluso casi tropical.
Hubieron quedado en aquella recóndita pero humilde isla hacía meses. Kalgosh quería un buen barco. Uno de fabricación concienciada. Con buena madera, con mástiles resistentes. Con una cubierta de acero. Y era consciente de que ese molesto goblin, a quién ahora tenía frente a sí, podría propiciarle aquello que tanto deseaba.
Había pasado por muchos sacrificios para llegar hasta ahí. Tenía una tripulación humilde, pero sabía que a medida que sus objetivos se fuesen cumpliendo, tendría una buena y admirable tripulación. Sólo era el principio.
- He cumplido mi parte del trato, Gollyx. - La voz del orco, ahora en pie, sonaba amenazante e impotente. No parecía de muchas palabras, aunque quizás lo fuese. Simplemente, se apreciaba que la reunión le estaba provocando la misma sensación que la que le daría una piedra en su zapato. - D_éjate de preguntas, de juegos y de artimañas. He eliminado a todo el cartel emergente que te suponía una amenaza. He derramado sangre por lo que pactamos en Bahía. Ahora, pido mi pago._
El goblin retiró su mirada del orco. Aunque éste le duplicaba e incluso triplicaba el tamaño, no le tenía miedo alguno. Como uno de los extorsionadores más de la vida en alta mar, Gollyx quería exprimir el zumo de su naranja un poco más.
Por ello, y tras tomarse unos segundos de más que a Kalgosh le parecieron incontenibles, se incorporó.
- No estoy seguro de si el pago es justo. Un barco… Es un pago grande, muy grande.
En aquella tienda de telas improvisada, sobre la playa, con únicamente un par de taburetes y una mesa de madera, Kalgosh gruñió. No quería hacerlo, pero lo haría.
- Te pedí ayuda porque sabía que eres lo suficientemente inútil como para no saber eliminar por ti solo a aquellos que te incordiaban.- Kalgosh se pronunciaba. Su mirada afilada era temible. El goblin pareció estar apunto de hacer el ademán de levantarse con un aire de indignación ante las palabras del orco, pero éste último continuó hablando.- Podría haber robado un barco. Podría haberte quitado uno y haberte cortado la cabeza.
La voz del orco iba en aumento, su torrente aclamaba sin lugar a dudas que había perdido la paciencia.
- Pero en lugar de eso, decidí encontrarte. Hablar contigo. Trazar un plan. Tú salías beneficiado, yo también. - El orco se acercó a una arqueta de tamaño considerable y con uno de los mangos comenzó a arrastrarla sobre la arena, dejándola a un lado del goblin.- Pero te estás convirtiendo en una molestia.
El orco procedió a abrir los candados a golpe y porrazo que cerraban el cofre de dimensiones considerables.
- Yo no he pretendido que…
Silencio. Un golpe seco sobre la mesa provocó un silencio sepultral. Kalgosh había abierto el cofre y había tomado del cuello a lo que parecía ser un rehen en su interior. Alzándolo más de medio metro del suelo, lo había dispuesto frente al goblin, sobre la mesa, de forma violenta.
Era un humano. Estaba vivo.
- Aquí tú no mandas, goblin. No me tienes por los huevos como crees. Mi paciencia tiene un límite y estás abusando de ella. Pero algo te diré; Siempre doy caza a mis enemigos.- El orco miró a los ojos al humano atado y amardazado que se revolvía como un gusano.- Aunque pasen más de 25 años.
El goblin tragó saliva, observando al humano. Claramente no lo conocía. Era un humano envejecido y en su cuerpo tenía magulladoras y cicatrices. Muchas parecían recientes.
- ¿Quién… quién es…?- Se atrevió a preguntar.
El orco cogió al humano de la pierna y lo volvió a tirar a la arqueta provocando un sonoro golpe del cuerpo contra la susodicha, cerrándola de nuevo con el prisionero en su interior.
- Fue alguien que he buscado durante 25 años. - El orco sonrió con cierta satisfacción. El goblin sin embargo sintió verdadero miedo ante su sadismo.- No me olvido de aquellos que injurian contra mí, pequeña rata.
El sicario goblin se levantó del taburete y se recolocó sus ropas, disimulando tranquilidad y calma. Sin embargo estaba deseoso de salir de aquel islote perdido en el mar.
- Tendrás tu barco, Kalgosh.
…Como ya digo, este relato no es mío. Si no que lo ha vuelto a escribir Januar- Los Errantes. Agradecer a todo corazón su interés y su tiempo en tomarse hacer estas cosas, me llegan al corazón y me hacen apreciar más al personaje…