Cuando la niebla se disipó en Pandaria, suscitó un gran interés entre los Zandalari, tras la fallida misión en Zul’Aman y Zul’Gurub. Donde su principal objetivo, era expandir su imperio.
Un enviado de Zul, fijó varios pelotones zandalari, éstos fueron enviados a diferentes misiones con la supervisión de varios generales asignados a esos grupos.
A uno de esos pelotones militares, se les fue asignado un zandalari, que participó como capitán rastari en varias campañas de guerra, desde lo ocurrido en Zul’Drak hasta los planes de la reconstrucción de Zul entre imperios. En esas misiones, había mostrado su valía y por eso mismo, le habían dado el puesto de general en ese grupo. Aquel trol se llamaba Kylnaa.
Kylnaa tenía una gran afición por la poesía y entre sus letras, descubrió un nombre digno, para poner a su pequeño pelotón: La Lanza de Zuldazar. Ese conjunto de palabras, las sacó en uno de sus tantos escritos, de los cuales, entre sus frases se mencionaba ciertos elementos sobre el Imperio y las armas.
Los soldados al principio estaban nerviosos y le rezaban a Bwonsamdi constantemente, porque creían ver próximas sus muertes. Aquel pelotón estaba formado por jóvenes inexpertos en las guerras, que en sus vidas pisaron un campo de batalla.
— Si os acobardáis, nunca demostraréis vuestra valía. — los soldados observaron confusos al general Kylnaa, la gran mayoría sentían que sus palabras no eran lo suficientemente buenas como para levantar el ánimo. El anciano líder soltó un breve suspiro, se acercó al más joven de su pelotón y colocó su mano sobre su hombro. — Enfrentarse ante vuestros propios miedos, es la primera batalla que ganaréis. No debéis perder vuestras verdaderas motivaciones, por más dolorosas que sean las circunstancias. Si abandonáis ese miedo, acabaréis llegando a ser unos grandes héroes en Zuldazar.
Los jóvenes soldados se miraron los unos a los otros, al parecer, Kylnaa había generado la valentía que necesitaban y con ello, el comienzo de la batalla que aun estaba por empezar.
La Lanza de Zuldazar se reunió con un grupo de Mogus, dirigidos por un enorme general, de imponente aspecto, llamado Log’kuag.
Aquel mogu, solo deseaba la muerte y destrucción de los Pandaren, por encima del principal objetivo de su gente, que era resucitar al Rey del Trueno, Lei Shen. Aun guardaba el rencor que aquellos osos andantes, habían generado en su gente y en especial, a Log’kuag.
Junto a Log’kuag, la Lanza de Zuldazar se enfrentó a múltiples pelotones pandaren, que intentaban por todos los medios interponerse en los planes que según creía Kylnaa, era para ayudar a sus aliados, con los rebeldes de la zona.
Pasada la semana, Log’kuag y la Lanza de Zuldaza llegaron a una tranquila aldea, donde sus habitantes vivían en paz y armonía. Kylnaa no tenía ningún interés en atacar ese lugar, pero parecía que el líder mogu sentía la necesidad de masacrar a todos los pandaren de la zona.
— Atacar esta aldea y no dejéis a ninguno con vida. — Log’kuag dio la orden, colocándose frente a sus soldados y La Lanza de Zuldazar. El tono de su voz y su mirada llena de odio, hizo dudar a Kylnaa. — ¿Porqué dudas Campeón? ¿A caso le tienes miedo a un puñado de endebles pandaren?
— Yo no he venido a matar ancianos y niños. — entre la duda y la rabia, Kylnaa se interpuso ante la orden del mogu.
— No solo son ancianos y niños, en esa aldea hay un enemigo muy fuerte. Es una amenaza para vuestro imperio y los mogu.
Esas palabras ya no se las creía, Kylnaa se dio cuenta al instante que no estaba ahí para interceptar unos simples rebeldes.
— ¡Se acabó! — Kylnaa enfurecido, se dirigió a Log’kuag. — Mis soldados y yo nos retiramos a Zandalar, yo no he venido para esto.
— Eres un cobarde, Campeón. — Log’kuag mostró una burlona sonrisa y se volteó, para darle la espalda a Kylnaa.
En un arrebato de ira ante sus provocativas palabras, Kylnaa desenfundó sus dos espadas y corrió hasta introducirlas en la enorme espalda de Log’kuag. Un grito desesperado salió de la boca del mogu, el cual se lleva su mano a su pecho, manchando esta de su propia sangre. Sus ojos reflejaban la rabia, al ver como aquel zandalari lo había traicionado.
— Miserable… — musitó Log’kuag con un río de sangre, que emanaba de sus labios.
Kylnaa extrajo sus espadas y ordenó a sus soldados, retirarse junto a él. La Lanza de Zuldazar escapó del lugar, con la mirada enfurecida de los mogus que seguían a Log’kuag, puesta en el pelotón Zandalari.
— ¡Matarlos! — tras el desesperado grito de Log’kuag, sus soldados mogu comenzaron la persecución entre los bosques de la zona.
Algunos soldados zandalari murieron, al ser alcanzados por varias lanzas mogu, que atravesaron sus cuerpos. Kylnaa miraba hacia atrás, donde la impotencia inundó sus sentimientos, al ver como aquellos jóvenes morían.
Tras la larga persecución y la muerte, de casi la mitad de soldados zandalari, llegaron hasta el Trueno de Akunda, el barco en el que navegaba Kylnaa y su tropa por los mares. Allí se encontraba Uzut, el carpintero que construyó tal maravilla, esperando el momento para partir a Zandalar.
El carpintero, al ver que la Lanza de Zuldazar era perseguida por unos mogus, fue abriendo el paso con desesperación, para que el pelotón subiera al barco, lo más rápido posible. Se estaba preguntando qué había pasado, para llegar hasta el punto de ser perseguidos por aquellos a los que ayudaban.
Cuando Kylnaa fue el último en subir, Uzut cogió el timón y decidió partir de inmediato, rumbo a Zuldazar. A lo lejos, se podía visualizar la débil silueta de Log’kuag que no dudó en gritar.
— ¡Os atraparé y os mataré a todos!
Historia y Lore de la hermandad de la Lanza de Zuldazar.