https://www.youtube.com/watch?v=LIPc1cfS-oQ
Una última calada antes de dormir. Rupert apagó su cigarrillo tumbado en su cama en las Criptas de Valzanaar en un cenicero de su mesilla de noche. Sus nuevos hermanos le habían preparado una habitación provisional hasta que se instalara del todo.
Su primer día en las Criptas había ido bien: hermanos amables, un lugar tranquilo para el estudio y el entrenamiento y una cena caliente y abundante. Sin embargo, por su mente rondaba la preocupación: ¿debería revelarle su auténtica naturaleza al Magister Valzanaar? Al fin y al cabo, ya había visto a otros huargen en el Culto de las Sombras, y su padre no estaba aquí para atormentarle. Se tocó su ojo ciego con su mano derecha.
Se levantó de la cama y fue a la mesa del escritorio. La mochila para el viaje estaba casi lista. En un par de días partiría a Ventormenta a recoger a Vivia de casa de su padre. El Culto aceptaba a su querida serpiente siempre y cuando no causara problemas, por lo que, sin duda, la traería. ¿Qué excusa le daría a su padre?
De su maleta sacó una petaca, la misma que había compartido con Onk tantas noches en Rasganorte. Apenas quedaba un último trago. No. No era el momento. Se tumbó en la cama, mirando al techo. El silencio era perturbador. Pensó que solo con girarse en la cama el sonido del crujir de la madera del somier se podría escuchar por todo el pasillo. Tomó un libro de la mesita de noche. ‘‘Sobre la naturaleza de la magia vil’’, de un autor anónimo. Revisó un par de páginas e hizo una anotación en el borde. Suficiente por hoy. Dejó el libro sobre la mesita, apagó la vela de un soplido y trató de dormir. Pasaron dos horas hasta que finalmente cayó.