[Relato] Nada por lo que vivir. Nada que perder

Lewi había pasado por momentos difíciles, desde ver una visión cruda de los dominios de N’zoth en sus horas de vigilia, pasando por la cuerda y el bozal que lo habían inmovilizado y silenciado durante la mayor parte de la noche, hasta la infestación de gusanos conectados al vacío que habían sido recientemente expulsados. Divagando incoherentemente mientras se quedaba dormido, los últimos pensamientos conscientes de Lewi se centraron en las maravillosas y terribles visiones.

  • Has sido declarado culpable de crímenes contra el pueblo pandaren y de traición contra hermanos y hermanas de armas en la campaña contra N’zoth.

Se despertó sobresaltado y miró a su alrededor con una mueca de desconcierto a la multitud que encontró reunida a su alrededor. Los pandaren locales y los miembros de la Coalición, algunos bastante gravemente heridos, permanecían alrededor clamando por diversos tipos de justicia. —“¡MATA AL PERRO TRAIDOR!” era una de las frases mas repetidas, aunque cosas como —“¡Cuelguen al perro en alto!” y —“¡TE DIJE QUE EL MESTIZO ERA UNA AMENAZA! ¡UN CARNICERO! ¡NADIE ESCUCHÓ!” Se podía escuchar en medio de la reunión.

Muchos señalaron de manera acusatoria, lanzando amenazas y maldiciones. Iria incluso tomó una piedra y se la arrojó al lobo, lo que llevó a Lewi a intentar esquivarla. Cadenas con runas grabadas mantenían al huargen en su lugar, traqueteando mientras luchaba y repiqueteando contra la madera del ataúd en el que el alquimista apenas ahora se daba cuenta de que se encontraba.

Entre los que tenían las heridas más graves se encontraba Thoria, el rostro del elfo mutilado y desfigurado por marcas de garras recientes y profundas. Con el ojo que le quedaba.

  • ¿Qué pasó con su otro brazo?

Lewi parecía desconcertado y horrorizado, sus oídos se hundieron brevemente antes de que Thoria la Mutilada hablara más, su voz acompañada por el sonido de botas pesadas acercándose desde un lado. “¿Fue el miedo a ser olvidado lo que te llevó a tal depravación? ¿Valió la pena ser recordado, aunque sólo fuera como un perro traidor? ¿Te consuela de alguna manera saber que las terribles atrocidades que orquestaste no quedarán olvidadas? No lo harán… Thoria hizo un gesto a alguien que estaba en el lado que Lewi no podía ver…

  • ¡Pero serán vengados, aquí y ahora!

Antes de que el huargen encadenado pudiera hacer algún intento de objetar en medio del repentino estallido de vítores de la multitud, se encontró cara a cara con un consternado y disgustado Gabriel. El paladín sostenía un martillo y un manojo de clavos en una mano, y sostenía la tapa de un ataúd bajo el otro brazo. Lewi le rogaba a Gabriel que entrara en razón, que comprendiese, que recodara. El argumento fue lúcido, conciso, objetivo y emotivo, pero después de quedarse casi sin aliento al suplicar por su vida, Lewi recibió una respuesta muy breve y herida. Miró furiosamente al Huargen al que estaba condenando y sacudió la cabeza, con un dolor claro en su voz.

  • Yo… confié en ti.

Inclinándose hacia adelante lo mejor que pudo, Lewi luchó contra su inevitable final tratando de impedir que el paladín lo sellara. Todo lo que hizo falta fue un fuerte golpe en la cabeza con el martillo para dejar al aturdido lobo cayendo de regreso a su ataúd. Otro estallido de vítores surgió de los reunidos, muchos de ellos aplaudían al paladín mientras coloca la tapa en su lugar y lo cerraba con clavos.

Gritando y retorciéndose en sus ataduras, el perro desesperado no consiguió nada. –-“¡NO LOS MATÉ, LOS SALVÉ! ¡LOS SALVÓ DE ÉL! ¡MALDITOS INGRAAAAAAATAS!” Ni siquiera el rugido más salvaje y bestial pudo ahogar el estrépito de la multitud, o el sonido del cabrestante que lo acompañaba. Después de escuchar un discurso ahogado más allá de toda comprensión sintió una repentina sacudida en el estómago y un chapoteo de agua. Con el corazón palpitando en su pecho, el Huargen dejó escapar un gemido prolongado y temeroso que se desvaneció una vez que su ataúd tocó el fondo del mar.

Luchó en vano contra sus cadenas y lloró como un perro con una pierna rota. No se detuvo hasta que sientió una gota fría em su frente, burlonamente tranquilizadora por un momento después de que el golpe del martillo le había provocado un dolor de cabeza increíble. No mucho más, y otra gota caía en el mismo lugar empapada por el pelaje. “¿Por qué… por qué no pudiste confiar en mí en esto? De todos los tiempos por un acto de fe… ¿cómo pudiste abandonarme ahora?

Sonaba como una tetera humeante mientras era sometido a más goteos aleatorios, dejando escapar más gemidos y pateando inútilmente. Pasaron lo que parecieron horas antes de que el huargen se quedara quieto y en silencio y sus sensibles oídos captaron la más débil de las voces en el agua. Aunque esperaba una declaración estruendosa de su inevitable esclavitud por parte de N’zoth, o los insidiosos susurros de voces familiares fusionadas que había llegado a asociar… esta voz era diferente, más débil, tanto más importante cuanto más difícil era escucha a…

  • ¿Ves con qué facilidad te podrían dejar a un lado?

Lo habían dejado a un lado, encadenado para ser ahogado lentamente en una caja por un crimen necesario.

  • En el momento en que te niegas a conformarte se volverán contra ti.

Todo era verdad… parecía correcto estar de acuerdo con todo lo que decía aquella voz.

  • Cuando hayas dejado de ser útil, serás condenado y olvidado. Pero nosotros no. Te abrazamos. Podemos ayudarte…liberarte…de esta prisión. Todo lo que debes hacer es dejarnos entrar.

El goteo incesante y la actual falta de aire eran una sensación demasiado familiar, lo que lo empujó a considerar las palabras que resonaban en su mente.

  • Tú… te volviste contra mí de la misma manera. Todo el mundo lo hizo… Me ofrecieron oportunidades, pero no confiaron… querían que fracasara.

Una risita loca se le escapó al huargen cuando el agua se volvió lo suficientemente profunda como para comenzar a chapotear.

  • Luego, cuando no lo hice, me atrajeron con conocimientos, ideas tentadoras de no ser perseguido por los justos en todo momento, de no ser… ejecutado por los males necesarios que nos mantuvieron con vida.

Tras liberar un brazo, el huargen comenzó a tallar la parte posterior de la tapa con una garra, dejando un breve registro y una advertencia en Shath’Yar mientras habla.

  • Sin embargo, aquí estamos… ahora han decidido que soy un ‘monstruo’ y me han dejado aquí para morir. Salvé a sus parientes de ti… salvé sus cuerpos y almas de tu sangrienta influencia.

Lewi miraba fijamente la oscuridad total de su tumba.

  • ¡Y me tiraron como a un maldito perro salvaje en una caja!

Era muy tentador rendirse a los caprichos de la voz, simplemente abrir la mente a nuevas posibilidades, a nuevas ideas de planos superiores. Después de todo, ¿no era ese el objetivo de todo su ahondar en el Vacío? Pero ¿por qué lo había rechazado durante tanto tiempo? Nuevamente la advertencia resonó en su mente. Todo este poder prometido, toda esta tentación, toda esta aceptación y paz fueron siempre un grillete, uno que se volvería cada vez más estrecho. “¿Pero quién te impide hacer lo mismo?” El agua había subido considerablemente.

La voz volvía a gritar mientras los pulmones, la nariz y la garganta de Lewi comenzaban a inundarse y arder. Todo el dolor podría desaparecer… ¿por qué morir aquí, así, cuando la aceptación de lo inevitable podría salvarlo? Él ya era uno con el Vacío… estaría mal rechazar su voluntad, ¿no? Las cadenas suenan y traquetean mientras el huargen se agitaba en su ataúd por última vez. Su ojo, una vez brillante, se oscureció mientras miraba fijamente a la oscuridad inquebrantable, los últimos vestigios de vida se desvanecen en un ataúd en el fondo del mar…

Al despertar econ un grito ahogado, se dio media vuelta y comenzó a vomitar en el suelo. La sangre y el agua salada se derramaban sobre la madera tiñéndola inmediatamente de un tono mucho más oscuro. Delirante y todavía atado con una cuerda alrededor de sus manos y pies, el aturdido y horrorizado huargen no se dio cuenta de la pequeña plétora de gusanos que se retorcían en la sangrienta espuma del mar desmayandose de nuevo inmediatamente después.

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