[Relato] Noticias de Orgrimmar

Asteda abría los ojos, o al menos recobraba la consciencia, sus cuencas vacías volvían a brillar con un amarillo ennegrecido mientras, por instinto, trataba de coger aire, intentando ubicarse. Su cabeza daba vueltas y una desagradable sensación entumecida subía desde su vientre hasta su cabeza “Maldita sea…” se lamentaba. Todo lo que podía recordar era una neblina carmesí tratando de quebrar su espíritu y la voz de su señor, a lo lejos. Para su sorpresa se encontraba en una choza orco, la rodeaban algunos curanderos y lejos de la cueva en la que quedó noqueada. A su lado gruñía su can corrupto Griñn, que meneaba la cola al ver a su ama despertar. En cuanto se incorporó, los curanderos se dirigieron hacia ella, con mala cara.

-Si puedes moverte, márchate- Le increpó de malas maneras. No le dieron oportunidad de replicar- Vamos, hay que limpiar la zona, para los otros heridos.

La renegada se levantó con dificultad, sin rechistar, y se dirigió a la salida, dejando atrás al orco mientras canturreaba algún tipo de oración primitiva sobre la cama improvisada en la que había despertado. Acariciaba el pelaje rosa pálido de su can, se arrodilló junto a él, observándolo con algo de desdén. Ya estaba acostumbrada, hacía muchos años que soportaba el trato de los vivos, pero tenía un deber que cumplir en esas tierras, aunque fuese por proteger a las criaturas que tanto la despreciaban.

-Bueno, chico, ya hemos… hemos descansado suficiente. Hay que… que ponerse en marcha…-Se paró en seco, observando hacia las puertas del bastión, un mensajero de Orgrimmar.

Ignorando al can, se dirigió de inmediato al mensajero, resopló con algo de alivio, el camino hasta Zoram’gar había sido duro y en el frente, los renegados y los goblins, no daban a vasto, los elfos estaban cada día más fuertes y frescos, cosa que cuadraba con los que consiguieron sacarle aquella sacerdotisa que encontraron en el camino… habían recibido refuerzos de diferentes organizaciones kaldorei.

Esperó paciente, el mensajero informaba de banalidades, como la comida, el agua, recursos varios… Empezaba a impacientarse. Necesitaban refuerzos, estaban protegiendo la tierra de los orcos, de los tauren y trol, luchaban para evitar el acceso kaldorei a los Baldíos y a la Sierra del Espolón, así que al menos podía estar segura de que recibirían refuerzos de esas facciones.

No le gustaban, en absoluto, ninguna de las dos primeras razas en las que pensó, había cruzado palabras con ellos y les parecía poco más que primitivas bestias, cegadas por idealizaciones del “honor”, como si los orcos quisiesen eludir el pasado… Y los tauren quisiesen evitar afrontar el futuro. Pero también sabía que eran criaturas fuertes, poderosas, y que en batalla se podía confiar en ellas, eran de fiar. Además, rendirían homenaje a ese honor del que tanto hablan, estaba segura de que no permitirían que los renegados, a los que tildaban de cobardes por sus prácticas defendiesen sus tierras sin intervenir.

Lo siguiente que escuchó la dejó petrificada. No tenía palabras, no conseguía hacer el más mínimo movimiento, sentía que fuese matar a todos los presentes, o a intentarlo, le quemaba el pecho, la cabeza, sólo dos palabras consiguieron salir al fin de su boca, sin vida:

-Griñn. Vámonos.

Los Orcos no vendrían esta vez, entre ellos un grupo llamado “Quemasendas” se había revelado, al encarcelar a su líder, que se negó a enviar refuerzos. El grupo de revolucionarios mató sin dar tregua a unos soldados que cumplían órdenes, a poco más que un grupo entre tantos que sólo transmitían los deseos de sus superiores, sin provocación. “Danteo…” Pensaba para sus adentros, su viejo compañero de armas durante la cruzada contra el Rey Exánime estaba de servicio en Reinos del Este.

Otro grupo de taurens habían matado en la cima del trueno a soldados renegados, que del mismo modo que los anteriores su deber era poco más que proteger la zona de amenazas contra las tauren o su facción, y declaraban que “los Taluha y sus amigos” se revelaban.

Asteda había oído hablar de ambos clanes, incluso intercambió algunas palabras con ellos, sabía que eran poderosos y honora… no, sólo poderosos guerreros. En los Reinos del Este los renegados morían a manos de Orcos y humanos, en Kalimdor a manos de taurens y elfos. “¿Qué estamos haciendo aquí?” se preguntaba, “¿Por qué la Jefa de Guerra se empeña en proteger a traidores y cobardes?” “¿Por qué tenemos que seguir dando nuestra vida, por segunda vez, para defender unas tierras que no son nuestras? Cuando ellos mismos atacan a los que les defienden.” Apretaba las manos con fuerzas, gritando para sus asdentros.

Se adentró en el bosque, necesitaba pensar su siguiente movimiento, no podía simplemente ir a por ellos y abandonar a sus camaradas, eso no la haría distinta a esos rebeldes… Informaría a su señor, protegerían Costa Oscura y… una vez cumpliese allí su propósito, les daría caza. No eran sólo una amenaza para ellos mismos, lo eran para la horda, eran una amenaza para los renegados, para su Reina Alma en Pena.

-Me cobraré sus vidas como pago a los que han dado muerte, Griñn, les mostraré la…- Se le escapa una risa infantil, había oído esas palabras antes- la justicia de la tumba- Agarró con fuerza al can por la melena del cuello, acariciándole- Probaremos la carne de orco y de tauren, chico- desenfundó su gran espada, parecía una espada de la nobleza por algunos adornos dorados pero ahora estaba completamente corrupta por oscuridad y añublo, rezumaba con vapores y una extraña mezcla violeta y viscosa- Y te puedo asegurar que… que sus almas no se reunirán con sus queridos ancestros…- La renegada empezó a reír, volviendo a enfundar su arma.

Acompañada por su can, volvió al bastión, aún había mucho que hacer.

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