Se encontraban en la avanzada de las Mil Agujas, a las puertas de los Baldíos del Sur. El encontronazo con las fuerzas lealistas había sido rápido, perdiendo sólo un par de valientes en el ataque.
El cacique tomó su lanza, ambos filos en esta manchados de sangre, y la colgó a su espalda, llevándose una mano a una herida reciente en el brazo. Entre el polvo restaba aún uno, que no se rendía, ataviado con las placas negras de la élite renegada, arrastrándose con sus brazos, buscando el mandoble escarchado que había caído lejos de él.
El Tótem Siniestro levantó la pierna, y aplastó la cabeza del renegado bajo su pezuña, la pieza de hierro que era su mandíbula saliendo disparada bajo la presión, y el cráneo quedando completamente aplastado en la arena rojiza.
Colgándose la lanza a la espalda, se dio la vuelta a los restos de la batalla, sin molestarse en darle ritos finales a los enemigos que habían caído - aquellos que venían no-muertos y los que estaban vivos por igual - y volvió con los suyos, tras cargar a sus valientes caídos en los Kodos.
Tras lavarse la sangre, dejando a un lado las hombreras y plumas decorativas, se sentó en un tronco tallado como un asiento alto en mitad de la cabaña que usaba a modo de lugar de descanso, encendiéndose la pipa y respirando tranquilo unos minutos, había sido un día largo.
…Pero la poca calma de la que disfrutaba el cacique se vería abruptamente interrumpida, cuando un joven caminamillas llegaría a su tienda, apartando la cortina. Cubierto de sudor, y jadeando, el mensajero extendería el brazo, dejándole un pergamino enrollado. Algo manchado, por el viaje.
Tomándolo en su mano, el de pisadas negras asentiría al joven, y le indicaría que se retirase a descansar.
Abriéndolo, lo leería por lo alto. No entendía bien la caligrafía.
– Llamada a la rebelión, nueva plaga…
Cerró el pergamino y se echó atrás en su asiento, dando una última calada a la pipa antes de levantarse a vaciar sus contenidos en la hoguera. Dejando la pieza de madera en el suelo, emergió de la tienda y caminó entre los suyos, cabeceando a quienes le acompañarían para que no lo hiciesen, iría solo.
– Iré a hablar con los Jefes. En solitario.
Caminando hacia el Elevador - el cual estaban arreglando como podían - se lanzó al agua de cabeza, un salto que mataría a muchos necios… Pero, levantó el vuelo. Una enorme águila negra, con el pico rojizo, voló hacia los poblados en las Agujas, entre los riscos y enormes tótems de colores variados.
Esa noche hubieron varias reuniones.