Era una mañana fría, propia del clima de la estación de invierno. Había pasado una noche desde que derrotó a su padre en un mak’gora ante la mirada de todo el clan. Desde entonces, todos le respetaban más de lo que ya lo hacían.
Se levantó de su catre y encendió las antorchas que iluminaban su cabaña.
Se desperezó y apartó las pieles de la puerta para salir al claro central del Cuchillo Sangrante, el campamento del clan. Las águilas giraban sobre el emplazamiento, a modo de saludo vespertino.
No había nadie en el claro, salvo los guardias habituales, que al verlo salir de su cabaña lo saludaron golpeándose el pecho con el puño. Gromdak les devolvió el saludo y se dirigió hacia los establos. Cuando llegó, desató a su lobo y dirigió sus pasos hasta la puerta principal.
-Abrid las puertas. Debo ir a Orgrimmar.-dijo el caudillo.
Unos peones agarraron las cadenas hasta abrir las pesadas puertas. En cuanto hubo espacio para salir, Gromdak montó en su lobo y cabalgó hasta la capital.
No tardó mucho, ya que el Cuchillo Sangrante estaba ubicado en el sur de Durotar.
Cuando llegó a las puertas, desmontó y dejó a su lobo en un cerco, al cuidado de un guardia de la ciudad.
Entró en la ciudad y se dirigió a la Arena Liza’gar, en el Valle del Honor. Sacó su pase de la bolsa y se lo enseñó a los guardias. Atravesó la puerta y se acercó al ruedo.
En ese instante, un mago sin’dorei se enfrentaba con un pícaro trol.
Ante los gritos de los espectadores, ambos contendientes comenzaron la batalla.
El trol se esfumó justo cuando una pica de hielo hendió el aire en el lugar donde se encontraba el pícaro segundos antes. El mago gritó sorprendido cuando la daga del trol atravesó su estómago y apuntó a su cuello. El trol se estaba alejando entre vítores cuando la voz potente de Gromdak destacó entre el ruido.
-¡Vuelve y remátalo!-gritó el orco.- No tienes honor.
-No es un duelo a muerte…- empezó el trol.
-¡No me importa! No puedes dejarlo desangrarse.-le gritó el caudillo con furia.
-Si tantas ganas tienes de matar, entra tú.- le dijo un renegado.
-Eso haré, muerto putrefacto.- dijo el orco mientras saltaba a la arena.
Blandió su hacha para calentar y buscó entre los espectadores algún contrincante digno. Tras unos segundos, su mirada se topó con la de un druida tauren que se reía del elfo de sangre con su acompañante.
-Tú! Entra aquí y pelea conmigo.- vociferó.
El druida no se mostró muy conforme, pero ante la mirada de sus compañeros al final cedió y saltó a la arena. Se transformó en un felino y rugió amenazante.
Cuando el guardia dio la señal, el druida se abalanzó sobre el orco con las uñas desenvainadas y la boca abierta de par en par en un rugido. Sin embargo, el rugido se convirtió en un gañido cuando la hoja del orco lo golpeó en el lomo.
El felino cayó en uno de los extremos del ruedo y volvió a su forma original.
Se levantó con dificultad mientras los espectadores aplaudían a Gromdak, que saltó fuera y salió de Liza’gar.
Se dirigió a las puertas de la ciudad, y se acercó al cerco donde había dejado su lobo.
Montó y cabalgó de nuevo hacia el Cuchillo Sangrante.
Incluso antes de llegar, supo que algo iba mal. La tierra estaba hollada de forma extraña, como si algo con pezuñas hubiese pasado por allí. Eran demasiado pequeñas para ser de tauren y muy grandes para ser de cabra o búfalo.
Al ver esto, espoleó a su montura para ir más rápido. Cuando tuvo su campamento a la vista, descubrió el origen de las pisadas.
Varios guardias defendían las puertas del campamento, mientras varios cazadores y chamanes atacaban desde arriba. ¿Qué atacaban?
Lo supo en cuanto se acercó algo más. Forjados por la Luz. Un pelotón.
Estaban muy diezmados, ya que sus orcos estaban muy bien entrenados, pero también había bajas entre los suyos. Con un rugido, levantó su hacha sobre la cabeza y cargó hacia el combate. Se abalanzó sobre una draenei que acababa de clavar su espada en el pecho de un orco con armadura negra. Gromdak descargó su hacha y partió el cráneo de la draenei, que cayó con un golpe seco.
Se agachó y le quitó el casco al caído. Sus peores sospechas, nacidas al ver la armadura de la guardia de élite, se confirmaron. Drokar yacía entre sus brazos, con la hoja refulgente de la draenei aún clavada.
-Jefe… te he fallado.-jadeó el guardia.
-No, Drokar. Has luchado con honor. Descansa con los ancestros.-dijo Gromdak.
-Aka’Magosh, Gromdak.- dijo Drakor mientras su vida terminaba.
Dejó el cuerpo del orco en el suelo, mientras buscaba a su otro general. No tardó mucho en encontrarlo. Bakor estaba peleando con un draenei que blandía un martillo violáceo imbuido con luz. El draenei lo golpeó por la espalda y lo arrojó contra las murallas. Gromdak, dispuesto a salvar a su general, cargó contra el draenei y le incrustó su hacha en el pecho. Mientras caía, Gromdak decapitó al paladín.
Corrió hacia Bakor y lo ayudó a levantarse.
-¡Bakor!-dijo Gromdak.- ¿Estás bien?
-Sí, jefe… No te preocupes.- le respondió el general.
-Entra en el campamento. No quedan muchos, yo me encargo del resto.- le indicó el caudillo mientras lo alentaba a entrar.
-Pero jefe… Son demasiados para un solo orco…-se preocupó Bakor.
-No lo son si ese orco es un Grito de Guerra. Y yo lo soy.-dijo Gromdak.- Me gané mi apellido por masacrar a un pelotón entero de ogros, así que estos fánaticos no serán ni un entrenamiento.
Al escuchar estas palabras, Bokar lo agarró del hombro y se acercó.
-Lok’tar, jefe.-le dijo.
-Lok’tar, mi general.-le dijo Gromdak.-¡Corre!-añadió al ver que dos draenei se acercaban.
El líder orco balanceó su hacha y cortó la cabeza del primer draenei, mientras le partía el cuello al otro de un puñetazo. Haciendo honor a su apellido, Gromdak cargó contra el último grupo de draenei y comenzó a girar sobre sí mismo a una velocidad pasmosa,cortando y desgarrando a los atacantes.
Al acabar, hizo una señal y las puertas se abrieron. Del campamento salieron varios peones que llevaron los cuerpos al interior para incinerarlos y que quemaron los cuerpos de los draenei con frascos ígneos.
Sin embargo, fue Gromdak en persona el que llevó el cuerpo de su general, Drokar, al interior, y fue el que prendió la pira a modo de despedida.
-Que los espíritus os guíen, camaradas.- dijo mientras las últimas volutas de humo ascendían hasta perderse en el firmamento.
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Vuelve a la carga un Grito de Guerra! Muy bien aprovechado el vacío de poder…¿podrá Gromdak mantenerlo?
Un abrazo
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Por ahora sólo ha perdido un general, a ver cómo lo sustituye…
Bueno como todos tus relatos un tanto sangriento pero muy bueno…al menos no te los vas comiendo XD
Eres muy descriptivo con los combates,lo cual es una virtud a la hora de escribir,a mi me falta “crueldad”. Mientras no te pases a lo gore vamos bien
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