Las pisadas en metal del ejército de la Alianza resonaban contra la primordial roca de las ruinas de Zul’jan. Aquel cenagal, coronado por pabellones rojos y negros horas antes, ahora era controlado por la facción aliada, que ondeaba sus estandartes azules y dorados bravos al escaso viento del manglar.
“Mirad a este, bonito tricornio” exclamó el tirasiano, despojando al cadáver de su sombrero de navegación.
“¡Rade! ¿Qué haces? Como te vea el sargento saqueando, puedes meterte en un buen follón.” comentaba un enano en voz baja junto a su compañero
“El sargento es un hombre de fe. Ya que vamos a liberar a estas pobres almas de su tormento, ¿no sería adecuado que lo hicieran conservando en buen estado sus mejores posesiones? ¿Has visto este tricornio? ¡Es un insulto a los mares quemarlo!” argumentaba nuevamente el humano de cobrizos cabellos.
Entonces, una voz se elevó sobre los dos camaradas, de rodillas ante el cadáver del trol, cuyas tripas escapaban de su carcasa sin vida. “¡Soldados! ¿Da mucha conversación el fallecido? ¡Nuestro tiempo es escaso, apuraos en transportarlo a la pira de una vez!”
La torva y funesta mirada de Khram observaba vidriosa las serpentinas formas que tejían las húmedas ramas de los árboles sobre la marisma conforme era transportado en aquel carruaje de madera en completo silencio, solo detenido por el traqueteo de las rudimentarias ruedas contra el irregular terreno, a veces rocoso, a veces musgoso.
Era el final. Pronto su alma iría con Bwonsamdi. Para siempre.
Continuaría en el otro hilo, pero no me deja comentar en el propio tema