Todo se mueve. Oscila de un lado a otro, se menea de babor a estribor, y viceversa. Navegas suelto y despreocupado sobre la tranquilidad de una marea tranquila, baja, no muy picada, tan solo lo suficiente para que notes el vaivén del casco bajo tus pies, que sientas que por un momento de introspección, vives. El viento azota tu cara, llevando el humo consigo… el humo… ¿dónde está el humo? "¿¡DÓNDE’TA’EL HUMO, MON!?" rebumbió furibundo desde su esquina
Reptando desde su madriguera, excavada con sus manos desnudas, al pie de una muralla del campamento de la expedición, caminaba corvino el trol, chapoteando sobre un charco de lluvia estancada para retornar junto a sus compañeros.
"Vamo’a vé’, tron… ¿has contao’a cuánta’yarda’tamo’de la costa? No me re’hponda’, po’hque yo si" - añadió - “¡y son mu’hcha’!” Tras relamerse sus resecos labios por un instante prosiguió, antes de que ninguno de los elfos que le prestaba atención pudiera siquiera buscar en su extenso vocabulario urbanita un adjetivo que describiese el afán con el cual se expresaba el trol, cuya ansiedad podía palparse con la misma mirada "Por ejo’e’que o’h e’htoy pidiendo, manquesea un pisco rapé pa’podé’ calmá’ la ira que lo’loa transmiten a mi cue’hpo y a mi mente…"
Sin querer buscar conflicto con el estresado navegante, una elfa, de obvia ascendencia nocheterna, ataviada con túnicas púrpura otorgó un pellizco de tabaco de calidad al desesperado drakkari, que tan pronto como agradeció con bendiciones a la mujer, volvió a su rincón seguro a consumir la mercancía con gusto, no sin antes adulterarla con un buen puñado de briznas de hierba, polvos fungales o resina que había recolectado tan detenidamente en medio de su “misión de exploración” anterior
"Vuelvo a navegá’… vuelvo a la má’… la má’ vuelve a mi… todo sigue bien… lo’loa están orgulloso’…" Mientras el lánguido hilo de humo escapaba de las pútridas fauces del trol, el tiempo pasaba, quizá mas lento de lo que él deseaba. Y es que estar en una tierra extraña, a tantas millas de tu hogar, rodeado de guerras forasteras, muerte y peligro, es un trabajo muy mal pagado, y a menudo, sufrido en solitario. Pero con ella, él nunca estaba solo. Su pipa de marfil siempre cuidaba de él…
Y es así como él volvió a su santuario, su altar, su templo; su barco, sus olas, su viento… nunca más la tierra firme, los áridos desiertos, los fúngicos manglares, así como las gélidas estepas de su patria…