La última calada del último cigarro de la cajetilla. Sentados dentro de su tienda de campaña, en el campamento bajo el cielo quebrado en Rasganorte, Rupert y Onk compartían una cena abundante: carne de cabra, queso y, por supuesto, una botella de vino.
-¿Hemos hecho lo correcto?- preguntó Rupert mientras aplastaba la colilla en el cenicero del centro de la mesa.
Onk detuvo su largo de trago de vino y dejó el vaso sobre la mesa.
-¿A qué te refieres?- dijo mientras se limpiaba las barbas con un trapo de cocina.
-Ya sabes a qué me refiero- le miró a los ojos- El maestro ha desaparecido entre La Plaga. Lo más seguro es que haya muerto. Pero… ¿y si vuelve y ve lo que hemos hecho?- los ojos de Rupert mostraban una mezcla de preocupación y miedo.
Onk cogió un trozo de carne del plato y lo mordió. No dijo nada.
Si vuelve… ¡tendrá que entenderlo! - dijo Rupert- ¿Qué otra cosa podíamos hacer sin él? El Culto de las Sombras nos ha acogido bien. No habríamos sobrevivido sin Sareth nosotros solos…
Se levantó de la mesa despacio y recogió su plato. Pasó al lado de Onk y le dio una palmada amistosa en el hombro. El enano seguía comiendo y bebiendo, sin decir nada sobre el tema, mientras Rupert se dirigía al exterior de la tienda. Una vez fuera dirigió su mirada al cielo. No hacía ni un año que había dejado la seguridad de su hogar y de su padre, y ahora estaba aquí, en Rasganorte, viviendo el asedio de La Plaga y bajo la protección de un culto que apenas conocía. ¿Cómo sería este nuevo camino a la sombra? Pensativo, caminó por el campamento, sumido en sus recuerdos y preocupaciones.