A pesar de que era plena mañana, ningún rayo de luz alcanzaba la tumultuosa y orgullosa Orgrimmar. Las nubes grisáceas se habían hecho dueñas del cielo pero se resistían a dejar caer algunas gotas de agua.
El cardenal Claude Lammenais se hallaba en lo alto de de la torre de dirigibles que antiguamente conectaba con Claros de Tiristal. Desde el asedio de Lordaeron, el zepelín dejó de viajar hacia la tierra de los renegados por lo que ese pequeño torreón ya no tenía tanta actividad.
Pero al cardenal le gustaba subirse allá arriba y observar los alrededores. Desde los civiles que trabajan sin cesar en la ciudad hasta los exploradores que partían desde la puerta principal hacia desértico Durotar.
No obstante, en esta ocasión no se encontraba del todo solo. El profesor Malady, un renegado boticario algo excéntrico, estaba junto a él.
– Con que la Alianza acabó con la flota Zandalari-dijo el anciano sacerdote mientras giraba sutilmente su báculo-.
– Pues sí, fue todo un espectáculo que ni vimos venir. Nos engañaron, nos hicieron ir hacia la maldita Nazmir y ¡bum! ¡Sorpresa! Era toda una trampa.
– Es posible que hayamos subestimado a la Alianza.
– Demasiado diría yo, si es que… tarde o temprano nos la iban a devolver aunque sinceramente me pensaba que sería algo cómo: ¡Luz! ¡Justicia! ¡Virtud! Y todas esas chorradas pero…
– Estamos perdiendo.
El profesor miro fijamente a Claude.
– ¿Tan mal vamos?
El sacerdote se limitó a asentir.
– Pff, pues nada. Creo que va siendo hora de preparar mi testamento ¡Ja! En fin, si no me necesitáis para nada más su oscura excelencia… me vuelvo a Dalaran que es el único lugar tranquilo que queda en este condenado planeta.
– Comprendo…
– Ajá… -se volteó y dio unos pasos, antes de descender por las escaleras volvió a girarse hacia el cardenal- Por curiosidad ¿y tú que harás?
Lammenais alzó la cabeza y volvió a mirar hacia el horizonte gris.
– Soy y siempre seré un sacerdote, serviré a mi pueblo… aunque creo que ha llegado el momento de que escuchen mi mensaje.
– ¿Tú qué?
– Debemos prepararnos para lo que viene, la Alianza no perderá el tiempo y tratará de aprovecharse de la ocasión y ganar la guerra.
– De eso no hay duda.
– Mas no solo ellos trataran de acabar con la Horda… otros también lo intentarán, sobretodo en estas circunstancias… y sabéis a quiénes me refiero.
El profesor iba a responder pero decidió marcharse. Conocía el asunto del que hablaba el cardenal y era un terreno que prefería no pisar, al menos por el momento.
Claude se quedó solo sobre la torre, bajo un cielo gris y oscuro. Tenía mucho que preparar y organizar. Comenzando con una ceremonia especial…
– Una prédica bastará para reunirlos… y transmitir el mensaje de la Sombra y el de nuestro futuro.