La mañana era fría y neblinosa, y Gromdak acababa de despertar.
Había pasado ya una semana desde el nombramiento de Rograk como general.
Desde fuera provenían los gritos de sus generales dando órdenes a las patrullas para que hiciesen la ronda vespertina por la zona.
Pese a ser el nuevo general, Rograk cumplía eficazmente con su trabajo, y en una semana se había convertido en un digno reemplazo para Drokar.
Gromdak se sentó en las pieles en las que dormía y apagó las brasas de la hoguera.
Salió de la cabaña principal empujando las pieles de la entrada, y dirigió sus pasos hacia Bakor. Cuando estuvo a su altura, ambos se saludaron apropiadamente.
-¿Cómo te va con tu nuevo compañero, Bakor?- preguntó el líder.
-Mejor de lo esperado, jefe.- le respondió el general.- Rograk ha resultado ser un buen sustituto para Drokar.
-Me alegro de que sea así.- dijo Gromdak.
De pronto, unos chillidos agudos atravesaron el aire mientras las águilas mensajeras llegaban para entregar los mensajes diarios.
Gromdak se despidió del general y subió a la Torre de las Águilas. Una vez allí, rebuscó entre las cartas desparramadas por el nido y encontró una para él.
Era un sobre negro con el sello de la Dama Oscura cerrando la solapa. Lo abrió y leyó el contenido de la misiva que se encontraba dentro:
“Para Gromdak Desgarrainferno, líder del Clan Sangrefilo:
La Dama Oscura solicita tu presencia en Orgrimmar. Acude lo antes posible a reunirte con ella. El plazo máximo será al anochecer.”
Gromdak arrugó la carta y la metió en su bolsa. Bajó de la torre, y cuando llegó al centro del campamento arrojó la misiva al fuego.
-¡Traedme a mi lobo!- gritó Gromdak.
En unos instantes, su montura estaba disponible, y cuando los peones abrieron las puertas, el caudillo se alejó cabalgando raudo hacia la capital.
Una vez llegó, dejó a su lobo en la entrada y se dirigió hacia el Fuerte Grommash.
En su interior aguardaba Sylvanas Brisaveloz, Jefa de Guerra de la Horda. Aunque la elfa no acababa de convencerle, pues él pensaba que los Jefes de Guerra sólo podían ser orcos, era leal a su Jefa de Guerra como todo buen orco.
-Jefa de Guerra.-saludó el caudillo- ¿Qué deseas?
-Buenos días, Gromdak.- le dijo con la voz reverberante de los renegados- Te he citado aquí para que prepares a tu clan. Se requiere vuestra presencia en el frente de Costa Oscura.
-Pensaba que ese asunto estaba zanjado. Ahora lo importante debería ser preparar una represalia por la muerte del Rey Rastakhan.-le dijo el orco.
-Es cierto que es un asunto de enjundia, pero los kaldorei siguen siendo un problema.- le dijo Sylvanas.- Te necesito para arreglar este inconveniente.
-Como ordenes, Jefa de Guerra.-le dijo Gromdak.
Gromdak se dio la vuelta y salió del Fuerte Grommash para dirigirse a las puertas.
Montó en su lobo y cabalgó de vuelta al Cuchillo Ardiente.
Una vez allí subió a las murallas y tocó su cuerno. Al escuchar el toque, todos los orcos del campamento salieron de sus cabañas y se agruparon.
-Preparad los dracoleones, dragones y barcos. Nos vamos a Costa Oscura.-gritó el caudillo para que todos le oyeran.
Cuando estuvieron preparados, los jinetes de dracoleones y dragones se alinearon en la costa, listos para el despegue, y los barcos se prepararon para zarpar.
Gromdak subió al buque insignia flanqueado por Bakor y Rograk, y el Clan Sangrefilo partió a Costa Oscura.
Mientras navegaban, Bakor afilaba los dentados filos de sus dos hachas, y Rograk aplicaba pirograsa por la superficie de su espada. Gromdak oteaba el horizonte mientras balanceaba su hacha, emocionado por la inminente batalla.
Tras unas horas, llegaron a Costa Oscura. La luna brillaba lóbrega en el firmamento y los restos humeantes de Teldrassil se veían en el horizonte.
Había kaldorei y huargen por toda la costa, esperando su llegada. También había varios ancestros que reforzaban el ejército, y algunos lanzagujas.
Los barcos Sangrefilo desplegaron rampas a tierra, y en ese momento Gromdak montó en su lobo y tocó su cuerno. Al instante el cielo se cubrió de dracoleones y dragones que comenzaron a soltar frascos llameantes sobre el ejército enemigo, mientras los dragones calcinaban otra parte. Varias decenas de asaltantes salieron de otro barco y comenzaron a prender fuego a los ancestros, que caían envueltos en llamas.
Gromdak volvió a tocar su cuerno, esta vez durante más tiempo.
-¡Lok’tar ogar!- gritó mientras cargaba seguido por sus camaradas.
Se lanzó sobre una sacerdotisa y la partió por la mitad a la altura del estómago de un hachazo, mientras las fauces de su lobo se cerraban con un chasquido en el cuello de un mago altonato. Un druida saltó hacia él con la forma de un gigantesco oso, pero dos hachas dentadas aparecieron súbitamente y le arrancaron la cabeza.
-Lok’tar, jefe.-dijo Bakor mientras se adentraba de nuevo en la contienda.
Gromdak cargó hacia una centinela que lo apuntaba con su guja, y le cortó la cabeza de un golpe de su hacha. Se volvió justo a tiempo para desgarrarle la garganta a un sable de la noche que se abalanzó sobre él en un intento de vengar a su dueña.
Un ancestro se acercó por el flanco e intentó golpearlo, pero un dragón descendió con celeridad y lo prendió en llamas de un fogonazo.
Cerca de él, Rograk golpeó su hoja contra una guja lunar, que estalló en llamas por la pirograsa que usaba su clan desde hacía generaciones. El general rechazó la guja y cortó el cuello del centinela, cuyo cadáver comenzó a arder al instante.
Gromdak se abalanzó sobre un grupo de sacerdotisas que intentaban sanar a un druida herido, y comenzó a girar sobre sí mismo desgarrando los cuerpos de las sanadoras y destrozando el cuerpo del druida herido.
Un pícaro huargen intentó apuñalarlo por la espalda, pero un filo llameante hendió el aire cortando el pecho del gilneano y provocando que estallara en llamas.
-¡Lok’tar, jefe!- saludó Rograk satisfecho mientras se internaba en la batalla.
-¡Lok’tar!- respondió Gromdak mientras partía el cráneo de una huargen.
Tras una hora combatiendo, los orcos lograron destruir el ejército enemigo hasta dejar con vida a un elfo y a un huargen, ambos dirigentes.
-Vaya, así que tenemos aquí a los cabecillas de este triste ejército de polvo.- dijo Gromdak.
-Maldita bestia, a quiénes llam…- el elfo de la noche se interrumpió cuando la hoja de Rograk atravesó limpiamente su cuello y cercenó su cabeza.
-Dejadme al huargen a mí. Siempre me ha gustado matar bestias.- dijo el líder.
Acto seguido descargó su hacha sobre el asombrado huargen, que cayó al suelo con un golpe seco cuando el filo de Gromdak le aplastó el cráneo.
Gromdak cogió un objeto que le tendía Bakor y lo clavó firmemente en la tierra.
Era el estandarte del Clan Sangrefilo, un hacha sangrante sobre fondo negro. Al lado clavó el estandarte de la Horda.
-Insurrección detenida.-dijo el líder mientras subía al buque insignia.
Cuando todos estuvieron listos, los navíos zarparon y los jinetes despegaron.
El Clan Sangrefilo regresaba victorioso a su hogar.