Había transcurrido más tiempo del que podían acertar a recordar y Bashal’Aran sobrevivía, inexpugnable.
Desde que los elfos hubieron abordado las lindes de Costa Oscura, el día a día se había convertido en una insistente ofensiva contra las inacabables filas del ejército renegado que perseveraba en contener a los hijos de las estrellas, oponiéndose a ceder más terreno.
Algunos amaneceres se tornaban victoriosos para los kaldorei. En otros, las malas noticias auguraban nuevas zonas tomadas por los hijos de la no muerte. Era un frente que empezaba a volverse tedioso. Por suerte, el control de bajas había sido efectivo y el poder recién recibido de la diosa Elune había sido esencial para que el ejército élfico se fortaleciera hasta un punto inusitado. Pero las semanas pasaban, incluso los meses.
Existían lapsus de tiempo en el que ambos frentes se mantenían inactivos, curando heridas, esperando refuerzos. Casi que pareciera que la contienda no fuera a tener fin. No lo habría mientras la Horda continuara teniendo a su servicio fuerzas que respaldaran los constantes ataques.
Bashal’Aran había sido tomado y el campamento que se hubo levantado con el paso de las noches era digno de ver. Se construían balistas élficas, se forjaban armaduras y nuevas armas, se tejían vendajes y se manufacturaban flechas.
La Orden del Roble hubo pasado todo el Festival Lunar a las puertas de la batalla, apenas tuvieron un par de días de descanso para rogar fuerza a los ancestros.
Como cada noche, la dama Luz de Plata se disponía a un lado junto a Shaeris mientras que ésta concluía la fabricación de nuevo armamento. La Altonato se esforzaba en empapar de magia e imbuir con hechizos algunas hojas y flechas. Parecía que el campamento comenzaba a despertar.
Sin embargo hacía mucho tiempo que no existía sobre el manto de las estrellas una luna resplandeciente que les guiara en la noche. Ahora era una luna oscura la que los protegía junto con el abrazo de la nocturnidad.
Los frentes estaban tranquilos y las guardias patrullaban día y noche los alrededores y los asentamientos improvisados que iban más allá de las fronteras de Bashal’Aran.
Una silueta de dimensiones considerables y corpulentas se aproximó hacia ambas elfas con un paso firme y regio.
Ormipha se acercó a escasos metros y originó un saludo marcial.
-Alta Dama, Shaeris. - Ormipha siempre sabía mantener un porte severo cuando tenía que dar malas noticias. El semblante cansado de Januar correspondió su saludo inclinando escuetamente su rostro. Shaeris hizo lo propio, expectante.
La Jefa Centinela se tomó un par de segundos para disponer palabra. Su mirada no era la misma que antaño. Ahora sus ojos eran un mar lóbrego donde tímidamente algunas estrellas asomaban, reflejo de todo lo que un día fue. Ahora Ormipha era una elfa muy diferente, casi pareciese que vivía por y para la venganza. No era para menos, lo hubo perdido prácticamente todo.
-Hemos recibido informes de que la guerra está siendo más cruda de lo que esperábamos más allá de Kalimdor.
-¿Algún sitio, concretamente?- Se atrevió a intervenir Shaeris.
-No es el lugar, centinela. Las tropas de la Alianza cada día están más mermadas. El enemigo está ganando esta guerra. - Ormipha casi que pareciese que esputaba las palabras al pronunciarse. A pesar de intentar mantener un reflejo frío y recto, la repugnancia que parecía evocarle la mera idea de que la Horda avanzase más le atoraba.
-Nuestro frente es Kalimdor, Ormipha. - Januar se incorporó con pesadez, dejando un par de flechas a un lado y posándose las manos sobre el vientre, meditabunda.- No podemos dejar los bosques que nos pertenecen por derecho a la voluntad de la Dama Oscura y los suyos. No podemos partir hacia otro lugar, si es lo que sugieres…
Ormipha negó rápidamente con la cabeza. Estaba claro que abandonar Kalimdor no sería una opción viable, por ahora. Ambas centinelas cruzaron sus longevas y negruzcas miradas, conscientes de que no podrían hacer mucho más de lo que ya hacían día a día. Esperar, luchar, prepararse. Sanar, esperar, luchar, prepararse para más. Todo se había convertido en un bucle infinito que parecía no tener una resolución final.
-La semana pasada, Claude y Aldranath sabotearon en la noche algunos campamentos renegados. - La Altonato observó la reacción de ambas centinelas durante breves instantes antes de proseguir.- Los mataron al anochecer, a muchos de ellos. A otros les robaron las existencías de añublo y las usaron en su contra. Estamos ganando más frente del que creeis.
Ormipha parecía sorprendida. Afiló la mirada hacia Januar y no dudó en replicar.
-Soy la Jefa Centinela. Exijo que se me informe de cualquier tipo de movimiento de ese calibre. Si no llevo un seguimiento de los movimientos de las tropas por el terreno, mi trabajo no sirve de nada.
La centinela imponía. Su cuerpo era atlético y era bastante alta, incluso para ser una kaldorei. Tenía la fortaleza de 5 centinelas, y aunque antaño tuvo un corazón benévolo, ahora sólo aguardaba ira y venganza.
-Hay movimientos que requieren de discrección, Ormipha.- Se excusó la elfa, manteniendo la mirada fija en ella.- No podremos pelear eternamente en Costa Oscura. A veces tenemos que tomar nuevas medidas… actuar.
-¿Actuar? Quizás te interese saber el resto de nuevas que traigo conmigo, Januar.
Ormipha sonrió. No era una sonrisa afable, más bien maquiavélica.
Januar asintió una vez más con lentitud, moviendo ligeramente su mano, indicándole y cediéndole el paso.
-Discúlpanos, Shaeris.
-Claro… - La elfa dejó las armas al suelo y se echó a un lado, observando la luna y el reflejo de algunos fuegos fatuos en la lejanía a medida que Januar y Ormipha se alejaban. Estaba cansada, no había fortaleza que pudiera aguantar el combate diario y los daños emocionales que toda la guerra había traído consigo.
Mientras tanto, las dos elfas se aproximaban a una de las tiendas de tela apostadas en el campamento. Januar dejó entrever la abertura y la centinela pasó a su interior.
-Confío en Shaeris lo suficiente, Ormipha. - Se aventuró a añadir la Altonato a medida que prendía con una lámpara el resto de candiles de la modesta estancia.- Pero no quiero que tus noticias, alentadoras o tristes, afecten al estado de ánimo de mis guerreros. Espero que lo entiendas.
-Mis noticias te gustarán, Alta Dama. - La centinela observaba al detalle los libros y objetos mágicos que la elfa tenía dispuestos en el interior consigo.- Se trata de Feralas.
-¿Feralas? - La Altonato arqueó una ceja a medida que concluía en la búsqueda de más iluminación en la estancia. Feralas… Desde luego eso no se lo esperaba.
-¿Recordáis cuando acabamos en aquella isla perdida con aquellos… orcos? - Ormipha escupió a un lado, ruda.
-Lo recuerdo, mi centinela. - Januar comenzó a mover mapas y documentos de la mesa y a retirarlos a un lado. Escuchaba pacientemente a la elfa.
-¿Y recordáis aquello de que… habían muchas razas de la Horda descontentas con el nuevo mandato?
Januar se detuvo, apoyando ambas manos sobre la mesa y dejando caer su cabellera argentea por su rostro. Cerró los ojos momentáneamente, sin fuerzas.
-Lo recuerdo.
-Se está montando una rebelión contra los seguidores de Sylvanas_. - La centinela se cruzó de brazos, sonriente. La situación le gustaba más incluso de lo que sus movimientos y gestos reflejaban.
-¿Una rebelión? - Januar alzó la mirada, incrédula.
-Las exploradoras dicen que hay caminos con cabezas de renegados sobre picas. Con tótems de advertencia, con cuerpos troceados y mutilados, señalizando advertencias en los caminos. Son un grupo de taurens los que están llevando a cabo esta refriega.
-Por un momento creí que ibas a decir orcos. - Januar sonrió de medio lado, chasqueando la lengua.
-No tenemos tanta información. Pero si la Horda está teniendo guerras internas, comenzará a debilitarse.
El silencio se hizo durante un par de minutos. Parecía que Januar tuviera los pensamientos en algún lugar más allá de esa tienda de telas. Acercó algo de papel a la mesa y mojó su pluma. Comenzó a escribir, sin levantar la cabeza. Aún así volvió a romper el silencio.
-¿Y dices que están matando renegados?
-A decenas, mi señora.
-Sin saberlo nos están haciendo un favor. Están frenando presencia renegada que podría atacarnos desde el sur. Y están dejando sin efectivos a la Horda… Imagino que poco tiene ya la Horda que ver a día de hoy con la Horda que conocimos en Vallefresno años atrás.
-Aún así no son muchos tauren, pero son fieros.
Januar continuaba escribiendo a una velocidad frenética, como si un discurrir de ideas le atosigase y existiera en sí la imperante necesidad de volcarlas todas contra el papel.
-¿Va todo bien?- Ormipha miró con extrañeza a Januar, inclinando levemente su cabeza para mirar el escrito.
-Vas a enviar a Aelou a Feralas con esto.
La tez de Ormipha palideció.
-¿Mi lechuza?
-No podemos permitir enviar elfos. Ni siquiera huargens.
-¿Para qué, concretamente?- Parecía que la idea de enviar a su lechuza no fuera algo que le agradase, claramente.
-Cuando encuentre presencia tauren que entregue el mensaje. Si enviamos a un mensajero, elfo o elfa, puede que el primer instinto sea atacar, abordarlo o incluso tomarlo prisionero. No podemos permitirnos eso. Quiero reunirme con el cabecilla.
-¿Y qué obtendremos con eso… Alta Dama?
Januar se acercó, posando su mano en su hombro y dedicándole una fugaz sonrisa.
-Cuando llegue el momento lo sabrás.
La Jefa Centinela asintió, cómplice. No haría más preguntas, algo se avecinaba. Volvió a efectuar un saludo marcial y salió de la estancia a paso ligero con el mensaje en mano, en búsqueda de su lechuza.
Januar se tomó unos segundos para volver a cerrar los ojos y dejar escapar un suspiro largo. Tenía demasiado en lo que pensar.
-Aldranath… - Dijo casi en un susurro. - Sé que estás ahí.
La luz de las velas comenzaron a iluminar la silueta del elfo que, ante el llamamiento de su señora, hizo presencia en el interior.
-¿Cuánto has oído? - Le increpó la elfa, buscando su mirada, también oscura como el resto. Un instrumento más para la venganza de la diosa.
-Practicamente todo. Espero que mis oídos hayan oído erróneamente. De no ser así significaría que tienes pensado pactar con la Horda.
Januar alzó la mano presurosa, negándose en rotundo.
-Yo no pacto con la Horda.
-¿Cómo llamas a esto entonces, Luz de Plata?
La elfa tragó saliva, era consciente de que el plan en sí era una locura, pero la guerra asolaba los Reinos del Este y la Alianza estaba perdiendo. Costa Oscura no parecía tener fin y apenas sabían de la situación de otros bosques de Kalimdor.
-Vivimos tiempos desesperados, y requerimos de medidas desesperadas, Aldranath. Si es cierto que la Horda está desestabilizándose desde dentro, el mandato de la Dama Oscura puede estar en entredicho en esta guerra. Hay taurens en el sur asaltando y no dejando a títere renegado con cabeza. Si les ayudamos, reforzaríamos las filas del Roble. Exterminaríamos vida renegada. Y si esta guerra concluye con la cabeza de la Dama Oscura en una bandeja de plata, estoy segura de que la Horda a cambio nos devolverá Costa Oscura y Vallefresno.
-¿De verdad crees que si les ayudamos en su revolución luego nos devolverán lo que nos corresponde?- La voz grave del elfo retumbó en el silencio de la noche. Se adelantó un paso más.
-Ellos tienen honor. Al menos algunos siguen defendiéndolo.- Perdió su mirada en la tímida luz de la vela. Quería pensar que las cosas realmente podían cambiar.
-¿Y esperas que acepten que parte del ejército kaldorei se una a sus filas?
-Serían estúpidos si no aceptaran un trato así. - Alzó el mentón, orgullosa.
-Desestabilizar a la Horda, aniquilar presencia renegada y fiel a la Dama Oscura… y una posible futura recuperación de territorios por la ayuda dada. ¿Seríamos capaces de aceptar un pacto así? ¿Tú realmente lo aceptarías, Januar?
La elfa sonrió de medio lado, afilando la mirada. Sus dedos empezaron a arrugar con lentitud el mapa de la mesa. Intentaba controlar un fugaz sentimiento de ira e impotencia.
-Han destruído practicamente toda Costa Oscura con su añublo, han ocupado y envenenado a la población de Vallefresno, han quemado Teldrassil hasta los cimientos con gente inocente y nos han diezmado como raza. Han levantado a hermanos y hermanas para servirles en la no muerte… Si tuviera que firmar un pacto con la mismísima Legión para destruirles, lo haría.