Caminantes de las fauces


CAPITULO 40: Letanía quebrada.

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Muerte y vida. Términos inseparables de una misma ecuación matemática, con un propósito tan desconocido como sobrecogedor. Tan opuestos como complementarios. Fuerzas tan misteriosas como intimidantes.

La gnoma, ya había capitulado ante la vida. Tocaba la muerte… Y sin temor la encaraba. Consciente de que toda historia necesita un punto y final. Es solo parte de la senda que todo aventurero recorre, y que ella personalmente, en algún momento, deseo sentir propia.

Pero mientras viajaba con aquel ser, era el momento de hacer balance. Era lo correcto para la meticulosa forma de pensar de la pequeña gnoma. Que en silencio y sin tapujos, comenzó a repasar su vida mentalmente. Al menos, la que podía recordar. Esperando sentirse reconfortada con la historia que había escrito, tanto con sus geniales aciertos, como en sus particulares errores.

Había vivido alocadamente, con una sonrisa lozana siempre en su rostro. Pero no por casualidad de los dioses, ni designio natural. Sino por un duro aprendizaje que la marco. Aprendió de la amargura el valor de la felicidad. A vivir cada latido con pasión y sentir cada emoción con loca avidez, deseando amarlo todo o odiarlo todo, pero nunca permitiendo que la indiferencia la enjaulara. Un ser libre, como pocos.

No obstante, su balance imaginario, no tardo en perder fuelle.

El descanso eterno, tan deseable para el desgastado y agotado viajero, pronto perdió su brillo. Ella misma lucía un sinfín de cicatrices que no solo horadaban su pequeño cuerpo, sino también su alma. No era suficiente para abrazar el olvido?

Por que sentía en su interior aquel malestar? Acaso sus vivencias habían hecho mella, embotando la afilada y mordaz hoja en que se había terminando convirtiendo…

Un final digno para una digna combatiente, lo había repetido para si en numerosas ocasiones. El final de mucho sufrimiento no merecido y la particular convicción de que nada tiene valor, si no es finito en el tiempo. Todos morimos.

Pero viajando sujeta del brazo de aquel ser alado. No era paz o tranquilidad lo que su corazón sentía. El desasosiego comenzó a devorarla con rapidez. Tiñendo su dorado retiro del héroe, en corrosivo inconformismo y punzante ansiedad.

Demasiadas cosas importantes para ella, quedaban atrás en un mundo que después de todo, también le dio grandes recompensas y numerosas alegrías.

No volvería a disfrutar de otro amanecer en su querida ferales, ni a sentir la tenue brisa nocturna sobre sus mofletes, tampoco a saborear algún nuevo y exótico dulce, o sentir el calor de sus seres queridos, o poder chinchar a su querida belter… así como la imposibilidad de cuidar a todo lo que amaba, y esto la quebraba profundamente.

Cerro los ojos, notando como su pelo bailaba sobre su rostro, tratando de disfrutar y evadirse en aquel viaje en el que estaba sumida. El alado ser, viajaba rápido, carente de dudas. A su juicio, le dijo, “juzgaremos tu vida pasada”. Se preguntó si tendría ayuda legal, antes de volver a sus pensamientos. No era una gnoma colmada de hermosas virtudes. y su dudosa ética personal la hacía presagiar un resultado carente de todo glamur, para aquel supuesto juicio.

Pero no lograba evadirse. Todo eran dudas y ansiedad. Sin ella, que sería de su taller, que sería de su cartel, de sus amigos y amigas. Tendría que olvidarse de sus grandiosas aventuras con belter. Ah! Belter!, un descubrimiento difícil de definir, y una elfilla a la que no diría adiós…

Pronto la orgullosa mente de la gnoma se volvió agria, y reconoció con tristeza que había cometido un error. Probablemente uno demasiado grande para poder ser expiado. Miró ceñuda a su alrededor, la envolvía la oscuridad y solo veía trazas de espíritus surcando la nada. Volvió a cerrar los ojos, luchando con sus marejadas internas.

Y que pasaría con su colección de objetos únicos, y su inseparable libretita. Perfavor!! y su Ron!!!.. que desastre. Miró fugazmente el rostro de aquel azulado ángel y frunció el ceño. Definitivamente, no quería morir, había cambiado de opinión.

Su profundo desasosiego se torno determinación. Debía volver a azeroth.

Al menos, tenía su cuerpo. Su filacteria mecánica, conectada a aquella pequeña piedra de alma, casi logro resucitarla. No todo fue un desastre total.

El kyriano, soltó de improviso a Morda sobre un torrente de almas.

– Aquí nos separamos, suerte con la enjuiciadora.

La gnoma sorprendida callo hasta notar un fuerte tirón, que la arrastro con violencia, al interior de aquel rio, zarandeando su pequeño cuerpo, como si de una simple hojita al viento fuese.

Plofffff

Tras un largo tiempo viajando en aquella locura, fue despedida y callo de bruces sobre un duro y polvoriento suelo. Desorientada y mareada.

Por un rato, hecha un guiñapo, permaneció tendida sobre aquel suelo, como si una pegatina gnomica fuera.

Sola, con un mar de emociones internas. Abrió un ojo para comprobar que se hallaba en una especie de desierto gris. Árido y hostil como pocos lugares.

Dolorida, recorrió con la mirada el horizonte, sin moverse en exceso.

– mmmm, esto no tiene pinta de juzgado… –

Desnuda, se sentó cruzando las piernas y se golpeo la cabeza con la palma, con expresión ceñuda. sacudiéndose.

– Ja! sabia yo que en el infierno no habría casa de apuestas ni casinos… otra apuesta que Kmils pierde. –

Observo con cuidado la linea del horizonte. hacía frio y no tenia nada. miró al cielo con tristeza y algo de preocupación. Ya echaba de menos a sus seres queridos… Tenia que regresar pero la cosa pintaba muy mal.

Continuará…

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