El despertar de N'Zoth y el contraataque de Azeroth

• Parte VII •

Se dice que se necesita un gran poder para materializarse en el plano físico. Cuando se trata de poder, genial siempre ha sido una palabra relativa.

En el extremo norte, un meteorito atravesó el velo del cielo. Las llamas púrpuras escoltaron su camino, pintando un punto parpadeante contra las luces fantasmas de Rasganorte. Su camino era directamente hacia abajo, antinatural para cualquier astrónomo que estudiara objetos que caen de manera similar. Ni siquiera los brujos podían dirigir sus infernales tan linealmente. Atravesó las nubes mullidas y bajas, que se veían como un enorme trozo negro con sus coronas violetas.

Cuando el universo era joven, habían sido sus amos. Criaturas nacidas de las lágrimas en la tela del espacio, su sangre es el éter del Vacío Abisal. La madurez y el crecimiento no habían sido un concepto cuando se dieron cuenta de sí mismos, de los cambios que podían causar a su alrededor. No había empatía o emociones para conducirlos en ese momento. La existencia no era una lucha de supervivencia, descubrimiento o placer. La existencia era el caos, para levantarse contra el estancamiento vacío que siempre existió.

En los escalones de hielo antes de la ciudad prisión de Ulduar, el meteorito hizo su aterrizaje. Golpeó la tierra nevada con su impacto, pero la onda expansiva de su contacto no fue de fuerza física. Al igual que el sonar, una percepción fortaleció las ondas, conduciéndolas más y más, escuchando cada grieta y sintiendo cada objeto tocando la superficie de este planeta. Podía sentir las vidas nativas aquí, creadas aquí y las de abajo, encarceladas y encadenadas en sus estados de ensueño.

No pelearon. La inutilidad de golpear dos rocas juntas era de naturaleza similar e igualmente sin sentido. Tampoco se comunicaron; todos nacieron del caos, de las mismas motivaciones y existencia.
¿El agua le dice a otra agua que estará mojada? La comunicación, el lenguaje, las palabras, los sonidos de lenguas o imágenes de mentes, surgieron cuando el universo dio vida a los demás. Otros también nacieron de un universo volátil y simbólico.

Otros meteoros atravesaron el cielo, dirigidos hacia abajo de la misma manera. En un anillo fuera del cráter actual, se estrellaron, y de los impactos más pequeños se desplegaron formas humanoides. Se pusieron de pie y lentamente se arrastraron hacia el borde del que habían rodeado. Sus rostros miraban hacia lo que había dentro, pero no con los ojos.

Un mundo tan simple llamado Azeroth. Sin embargo, a través de los mismos accidentes que los habían dado a luz a todos, los jóvenes dioses llegaron a crear el planeta a su imagen. El conflicto era inevitable, y los cinco que llegaron a dominar el mundo se encontraron derrotados.

Bug’syr olfateó los aires helados a su alrededor. La sangre derramada de un dios llegó a su nariz y sus labios se despegaron en la imagen burlona de una sonrisa. Qué irónico que el sueño lúcido cayera aquí, para la gente de su creación. Podía sentir la deliciosa angustia de la tierra por la sangre derramada, el pesar final de un dios caído. Crujiendo sus fauces, también sintió el cadáver de un segundo dios descomponiéndose con gran agonía en los suelos de este mundo miserable. Dos dioses habían caído en este planeta.

Solo espero que algún día alguien encuentre una de los muchas arcas del escarabajo que enterramos en las ruinas y sean tan necios de dejarse llevar por los susurros de estás armas y armaduras que nuestros amos y señores forjaron cuando este planeta todavía acababa de nacer, difícilmente la mente de un ser inferior podría resistir ante tal poder. Tal vez podamos usarlos como recipientes para volver a despertar a nuestros dioses y volver a gobernar este mundo.


Tras unos minutos, la respiración de Nhail empezó a calmarse, su tono violáceo oscuro empezó a volverse pálido, los destellos de la armadura empezaron a desaparecer y poco a poco el elfo volvió a la normalidad.
A pesar de haber controlado a la bestia de su interior, Nhail sentía que la cercanía de N’Zoth le hacía corromperse, de él tan solo recibiría incitación a la sombra … sabía que debía desprenderse de ella …pero ahora, no podía hacerlo. Estaría vinculada a ella para siempre mientras el último dios antiguo continuase vivo, Nhail sabía el punto de inflexión de tal poder.
Había pasado diez años junto a ella, formaba parte de su entrenamiento y sabía que era la única manera de poder pelear frente a los dioses antiguos, pensaba que de aquella armadura no podía aprender nada más y que en su justa medida sabía como controlar sus capacidades, pero al parecer en Ny’alotha las cosas son distintas … y C’thun reclamaba su poder a través de el. Aquella visión fue real, pudo experimentar todo lo que su último dueño vio y experimentó.

Casi sin respiración, Nhail se tumbó. Estaba exhausto pero sabía que renunciar justo en este momento no era lo correcto después de todo lo vivido, luchado y sacrificado … estaba justo en el final del camino que decidió empezar hace diez años atrás … donde juro vengarse de todos y cada uno de sus seres queridos que perdió en el camino.

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