El oído de la enorme cabeza en el estanque comienza a agitarse levemente. Como si de un bastoncillo se tratase, Evis asoma la cabeza hacia el exterior, completamente bañado en una baba verde y burbujeante. No fue hasta caer al suelo de la estancia, y sentir el helado charco a sus pies, que pudo contemplar las ciclópeas estructuras y pilares que conformaban ese horrible lugar.
Ladeó la cabeza confuso, estaba más perdido que Jaina en el día del padre. Al fin divisó algo familiar, a lo lejos, sobre una mesita iluminada por un foco se encontraba su tetera y su taza, junto a su pequeña sillita confortable. El gnomo corrió alegre hacia el cálido rincón, pero no parecía alcanzarlo por más que andaba; jugaban con su mente.
Con un gemido lastimero, intentó pedir ayuda a sus amigos, más una voz que no era la suya brotó de sus labios:
Uovssh thyzz… qwaz…Zzof Shuul’wah. ¡Thoq fssh Gnomesaron!
Tapó de inmediato su boca con las manos, asustado. Ya no sabía si hablar era lo correcto, ni siquiera sabía si las leyes de lo correcto y lo incorrecto formaban parte de esa extraña dimensión a la que había sido transportado.
Cálmate Evis, recuerda lo que aprendiste en la escuela de Ventormenta. A ver… mi profesora solía decir, que si me perdía me pegase a la pared y siempre fuera por el camino de la izquierda. Pero… ¿cuál es la izquierda…?
El extraño orden de los caminos y portones dificultaban la orientación. Llevó la mano a su mentón en señal de pensamiento y reflexión profunda, hasta llegar a una conclusión.
¿Qué haría Leeroy? ¡Ya sé!
Colocándose en posición de atleta, tomó todo el impulso que sus pequeñas patitas le permitían, y con un grito agudo atravesó a toda prisa la primera puerta que encontró, llegando por suerte a donde estaban los demás.
¡Oh, buenas tardes chicos! ¿Sabéis? creo que compraré un cartel para la puerta, o me va a costar entrar la próxima vez. Veamos… mi té, mi té… ¡ahí!
Evis tomó una tetera con diseño que recordaba al brazo de un pulpo, las ventosas se adherían a su mano, pero eso le facilitaba inclinarla para servirse su bebida. Tomó un cáliz de sacrificios y bebió tratando de acomodarse sobre un intento de silla con ojos que le miraban sin parpadear. Dejó caer el té por las fauces de su rostro, casi como si no notase que las tenía
He visto lugares raros en mi vida, ya estoy mayor y he andado de aquí para allá, desde los verdes prados de Elwynn, hasta los corruptos asaltos del imperio negro en Uldum y Pandaria. Pero no imaginaba que fuésemos a pasar una larga estadía dentro de esta cosa, taberna, bicho gigante o lo que sea, me da repelús. Aunque eso sí, la cabeza de gnomo gigante es terriblemente atractiva, ahí han tenido un gusto impecable.