Esas hermosas historias de Mandokir

Si la tablilla de Zul’farrak estaba en lo cierto, encontraríamos a la gran reina araña en las tierras del interior.

Desde el altar, cerca de la charca, comencé la invocación. De repente, ella apareció. El sentido común dictaba que huyese, que moriría si me enfrentaba.

Cargué contra ella, mientras mis amigos, desde atrás, trataban de hacer mella en su carne.

Con poca gloria, mordí el polvo.
Mientras mis compañeros continuaban en la batalla, tratando de sobrevivir, un viajero inesperado me resucitó al instante. Sentí que el cielo me otorgaba una segunda oportunidad para elevar mi honor.

Y así lo hice. Me lancé de nuevo contra ella, y esquivando su horrible mandíbula, clavé mi espada en el descubierto tórax.

Todavía hoy nos preguntamos quién pudo ser el desconocido que evitó nuestro doloroso fracaso.

3 «Me gusta»